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Theophile Gautier

 

 

Enrique García Díaz

Velarde 

      Theophile Gautier, conocido por sus novelas "Le capitaine Fracasse" o "Le Roman de la momie", pasó tal vez inadvertido para la crítica y el público lector con sus relatos fantásticos, como el que aquí traemos. Entre 1835 y 1840, publica trece pequeñas joyas literarias de la literatura francesa. De entre ellas destacan "La muerta enamorada" cuyo tema central es el vampirismo. Gautier cultiva el cuento adentrándose en el mundo fantástico, de lo extraño que irrumpe y se adentra en la realidad. La duda que surge entre la realidad y la fantasía; o entre la razón y la imaginación. Lo fantástico o irreal a menudo confundido con lo maravilloso, y que sumerge al lector en un mundo extraordinario, totalmente desconocido y distinto al mundo real en el que habita el lector.

     Los pasajes fantásticos se describen con tal naturalidad y realismo que el lector puede llegar a plantearse la duda de si habita en ese mundo de fantasía o lo está soñando. Estos hechos imaginarios se describen en ocasiones con ironía, son generalmente subversivos, y que deforman o confunden el texto de la realidad. En este punto el lector no sabe entonces como posicionarse; en el mundo real o el irreal. Esta explicación es necesaria para comprender mejor el texto y su análisis. Hemos seleccionado "El pie de momia", el cual ilustra a la perfección la idea de los dos mundos: el real y el fantástico.


 
El pie de momia

     El relato se divide entre el plano real y el plano imaginario. Lo que vive el narrador en el presente y lo que sueña. Como señalábamos antes una diferencia entre el plano de la realidad y el de la imaginación, y que en un punto del relato se entremezclan sembrando de dudas al lector, quien no puede saber si lo que le ha sucedido al protagonista es real o lo ha soñado.

     El narrador comienza su historia adentrándose en lo que parece ser una tienda de antigüedades, a juzgar por la descripción que da: “la tienda de mi chamarilero era un auténtico Cafarnaúm; todos los siglos y todos los países parecían haberse dado cita allí”[1]  

     Y continuación realiza una especie de inventario detallado de todos y cada uno de los objetos que ve, así como su procedencia. Pero no sólo describe el contenido de la tienda, sino que hace referencias al lugar en sí mismo: en esos antros misteriosos, cuyos postigos dejan filtrar una cierta penumbra, lo más notablemente antiguo es el polvo; las telarañas son más auténticas que las blondas y el viejo peral más joven que la caoba llegada ayer de América”.[2]

     Términos como “penumbra”; “antiguo” o “telarañas” no hacen sino reforzar el sentimiento gótico del relato dotándolo de cierto misterio para el lector. El autor describe lo que ve y hace partícipe al lector con ello; estas descripciones tan detalladas no son sino parte de la creación de una atmósfera gótica – fantasmal para captar la atención del lector. Pero si la descripción de la tienda sirve para crear esa atmósfera terrorífica, no lo es menos la que el autor hace del anticuario. Su físico se asemeja más al de una criatura extraña y deforme, que a una persona. Se refiere a su cráneo, en vez de su cabeza; su nariz como la de un judío (tal vez Gautier quisiera hacer referencia a la fama que han tenido estos a lo largo de la historia de ser unos usureros). Sus manos y uñas son comparadas con las alas de los murciélagos (hecho significativo una vez más pues son las criaturas de la noche, asociadas al terror gótico).

    En un momento del relato lo califica como “el viejo gnomo” lo cual puede darnos una imagen aproximada de su apariencia, además de la simbología de este personaje: una criatura del mundo imaginario, de la fantasía. título del relato viene dado precisamente por el objeto en cuestión que adquiere el narrador. Un pie de momia que perteneció a la princesa Hermonthis, la hija del faraón.

     En un principio el anticuario no parece dispuesto a venderlo. Sin embargo, ante la insistencia del comprador de que no se llevará nada que sea más caro del dinero que posee, el anticuario acepta. No sin antes advertirle que al faraón no va a gustarle que el pie de su hija se convierta en un pisapapeles. Pero, ¿qué como ha llegado el pie de una antigua princesa egipcia a un bazar de antigüedades? No hay respuesta a tal pregunta por ahora, lo cual sirve para arrojar más misterio todavía al relato. Llegados a este punto entramos en la parte central del relato que incluye los acontecimientos más sorprendentes. Sin embargo todos ellos suceden como el narrador indica en citas como: "Bebí muy temprano, a grandes tragos, en la copa negra del sueño; [...] me habría podido creer despierto, pero una vaga percepción me decía que estaba durmiendo y que iba a ocurrir algo muy extraño”[3].

     La princesa Hermonthis resucita y aparece para recuperar su pie. Habla con él y es éste quien le cuenta lo sucedido. Por fin conocemos porqué el pie no está con su dueña. Él mismo le pide cinco luises de oro para pagar su rescate; el precio que ha pagado el narrador al anticuario por él. Sin embargo, es el narrador quien se ofrece a regalárselo a la princesa; ésta por su parte le obsequia con un colgante que servirá de pisapapeles. Juntos marchan a ver a su padre el faraón. Es curioso y significativo que el narrador como recompensa a devolverle el pie a la princesa pida su mano al faraón, porque según él: "Con la audacia que dan los sueños, en los que nada parece imposible, le pedí la mano de Hermonthis:  la mano a cambio del pie, me parecía una recompensa antitética de bastante buen gusto[4].

     Cuando el faraón le pide que le estreche la mano para comprobar cómo el tiempo lo ha endurecido, el narrador la estrecha sintiendo su fuerza y cómo lo sacude hasta el punto que despierta. Pero quien lo está despertando es su amigo Alfred. Éste ha venido a buscarlo para ir a ver unos cuadros españoles. Es inquietante que cuando se dirige hacia su escritorio, no halla el pie de momia sino el regalo de la princesa Hermonthis. Pero, ¿cómo es posible que lo soñado se haya convertido en algo real? Anteriormente nos hacíamos la pregunta de cómo había llegado el pie de la princesa a la tienda del anticuario. Y es muy significativa la explicación que el propio pie le da a la princesa: “Ya sabes que no me pertenezco, pues me han comprado y pagado; el viejo chamarilero sabía bien lo que hacía, y sigue acusándote por no haberte casado con él: es una jugarreta que te ha gastado. El árabe que forzó tu féretro en el pozo subterráneo de la necrópolis de Tebas vuestro real sepulcro en el pozo subterráneo de la necrópolis de Tebas fue enviado por él; quería impedirte que acudieras a la reunión de las personas tenebrosas, de las ciudades inferiores”[5].

      De esta explicación podemos pensar que el viejo vendedor al que hace referencia aquí sería el anticuario. Además, podemos basar este hecho en dos puntos más: el primero sería que parece conocer al faraón cuando dice que se enfadará; y añade que como va a sentarle bien que el pie de su hija sea un simple pisapapeles, cuando él mismo mandó perforar una montaña de granito para introducir un triple sepulcro.

     A lo que el narrador/ comprador responde: “—Habláis de él como si fueseis su contemporáneo; aunque viejo, no os remontáis sin embargo a las pirámides de Egipto —repliqué riendo, ya en el umbral de la tienda”[6].

     Pero, ¿puede ser cierta la afirmación del narrador/ comprador? Sí, si nos atenemos a que el relato no menciona fecha alguna en el que se desarrolla, ni lugar, podríamos plantearnos el hecho de que tanto la historia de la princesa Hermonthis, como el suceso de la tienda de antigüedades sucedieran al mismo tiempo. Tampoco menciona el lugar (ciudad, país…) aunque podríamos suponer que es Francia. También podríamos pensar en una interacción de lo imposible (irrealidad o fantasía) en lo posible (realidad). Según lo expuesto anteriormente podemos interpretar que el personaje del anticuario conoce la historia de la momia, bien porque alguien se lo ha contado, alguien que pudo estar allí; o bien que él mismo sea quien dice el pie: el viejo vendedor que evitó que la princesa se reuniera con los pueblos tenebrosos.

     Si creyéramos en esta posibilidad estaríamos aceptando las teorías antes expuestas. situarse antes del año 1640, año en el que comenzaron a utilizarse los luises de oro como moneda. Esta moneda se acuñó hasta 1793. De este modo, la teoría de que pudiera estar basado en el pasado pierde consistencia. Sólo queda la posibilidad antes mencionada de la fusión del mundo real y el imaginario.

     ¿Cómo podemos explicar estos hechos? Para hacerlo podernos remitirnos a la corriente romántica en Francia. El Romanticismo que se caracteriza por una voluntad o deseo por explorar todas las posibilidades artísticas con un fin expresivo. Podemos hablar de una reacción de los sentimientos contra la razón, y contra el empirismo que exalta el misterio y lo sobrenatural y que busca un escape en el sueño, la fantasía, lo mórbido y lo exótico.

     Sabemos que el narrador sueña los acontecimientos que tienen a la princesa como referente. Por lo tanto, dicha realidad sólo existe en su mente, y por lo tanto en contra de la razón. Él no puede haber vivido tal situación, de viajar al Antiguo Egipto, sino en sus sueños, en su mente. El romanticismo busca un escape a paraísos desconocidos y lejanos, a lo que físicamente no hay manera de llegar salvo a través de la imaginación. Se produce un enfrentamiento entre la razón y el sueño. Entre lo real y lo irreal. Pero si el narrador vive en su sueño la experiencia con la princesa, ¿cómo explicamos el hecho de que a la mañana siguiente el pie ya no esté y en su lugar un relicario? Podríamos suponer que el personaje está en cierto modo atrapado en su sueño todavía debido a su despertar exaltado y violento. No ha tenido tiempo aún de pensar y recapacitar lo vivido.

     Él parece seguir en su sueño, por ello no ve el pie de momia, sino el obsequio de la princesa. La conclusión que puede sacarse del final del relato es que el protagonista prefiera seguir viviendo en su sueño dado que la realidad no le atrae lo suficiente. No obstante cabe señalar que el relato acaba con el descubrimiento del relicario o recuerdo de la princesa; sin dar ninguna explicación más.  

Referencias


[1] Théophile Gautier, La muerta enamorada y otros relatos, Colección Maestros del Terror, Ediciones El País, Madrid, 2009, p.109 (Todas las citas de este ensayo pertenecen a la misma obra y edición).

[2] Ibid.

[3] Ibid, pp.116-7

[4] Ibid, pp. 126

[5] Ibid, p.121

[6] Ibid, p.115

 

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Escritor español


Doctor en Filología inglesa. Autor de contenido para proyectos de IBM. Colaborador literario.
 

 

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En el 2012 se publicó La guardiana del Manuscrito en la Editorial Mundos Épicos


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