Graciela Ramos

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El berenjenal

 

 

Graciela Ramos

Publicado en el plaquet Envolturas y en la Revista Fronteras No. 8

 

Esa nublada mañana me levanté muy temprano y dispuesta a meterme de lleno a la cocina. Encendí las luces y el lugar me recibió conalegres fulgores de sartenes colgantes y destellos de fruta y verduras solazándose desde el cesto de mimbre; las berenjenas de piel oscura y brillante dramatizaban la colorida composición de pimientos amarillos y rojos, peras, brócoli, zanahorias y nabos.

Me dispuse a preparar un platillo con las berenjenas. Tomé la "Enciclopedia de la Cocina", de Carnacina, de un estante y encontré lo que buscaba en la página 111. Me senté en un banco alto junto a la ventana, observé por un momento el cielo lluvioso y , volviendo al recetario, comencé a leer: "Moussaka: Hasta hace pocos años este entremés, de origen danubiano y que se sirve caliente, era muy apreciado por los sibaritas. Receta: Cortar en dos, a lo largo, seis berenjenas... Levanté el libro de mi regazo para buscarle mejor acomodo sobre la barra de azulejos. Entonces cayeron al piso unas hojas dobladas, de fino papel color marfil. Las levanté, extrañada, y mis ojos siguieron con perplejidad la desconocida caligrafía, redonda y de juvenil trazo:

"Viernes 2: El vuelo estuvo terrible, las turbulencias me aterrorizan y no pude descansar de Nueva York a Houston. En Houston subió M, tal como me lo prometió en Madrid. El resto del vuelo estuvo divino. Pasamos la noche en un pueblito llamado Harlingen, casi frontera con México. Por la mañana nos despedimos con un beso tan amoroso y hondo como sus ojos. Lo amo más que a nadie en el mundo. Lástima que ahora él irá por su lado por asuntos de trabajo. Me dijo que pronto volveríamos a encontrarnos. Sigo salvándome de las molestas aduanas mexicanas, y gracias a mis apellidos de familia consular sólo pierdo unos segundos mientras los empleados atisban a mi pasaporte.

El veliz que me dio M no fue revisado al entrar al país; lo pasé en carro aparte, documentado a mi nombre, como él me recomendó. Me salvé, tiene candado y no me dio la llave. Escribo desde un hotel, en un pueblo de Tampico llamado Reynosa," (tenía tachado "Tampico" y decía "Tamaulipas" encima, con letra más pequeña) "aquí me indicó quedarme M; muero por verlo en el D.F. , y besarlo y escuchar su voz. Es un idealista. No se parece a mis amigos. A M. le preocupa la miseria y estos tiempos crueles, en que ya nadie le importa a nadie.

Sábado 3: Dormí bien, soñé con él y me he pasado toda la mañana recordando que sabe hacer el amor como tempestad entrando a puerto. Y pensar que lo conocí apenas hace un mes. Me escapé del homenaje a mi abuelo en la Embajada de México en España y M me siguió. Hablamos, reímos, y luego la cena en el bungalow junto a la alberca; vino, platillos deliciosos, aunque raros para él, luego le gustaron.

Caracoles Borgoñona, langosta a la Veronelli, trufas marinadas en coñac y delicias así. Pero ahora aquí, sin él, qué tristeza. Sola y hambrienta. El sandwich que pedí, tenía jamón rancio. Solo tengo cocacolas y papitas de bolsa. La televisión está infame. Me asomé por la ventana, pero ni qué ver, está nublado. El pueblo es feo. Me aseguró M que llamarían, pero nada. Ya oscureció.

10 p.m. Me dijo M que alguien recogería su veliz, que yo no saliera ni hiciera llamadas. Pero ya no me está gustando esto. Sonó el teléfono y colgaron. Ay Dios santo. Quisiera dormir. Mañana me largo de aquí en el primer avión, o quizá único, que salga. No sé a dónde llamar a M, quedó de esperarme en el aeropuerto del D.F. ya que yo entregara sus cosas. Cuento las horas…

Domingo 4: No sé qué hacer, a las cinco de la mañana y desesperada he querido buscar alguna clave de M enla maleta y la he forzado. ¡No puedo creer en qué berenjenal me he metido, Dios mío! Me asustan más esos pasos que recién escucho cerca de la puerta. Luego seguiré escribiendo, yo creo que mejor escondo la maleta y estos apuntes. Están tocando, Dios mío, tocan, fuerte…”

Aquí terminaba la escritura; más de la mitad de la última hoja estaba en blanco. Me quedé inmóvil sobre el banco de la cocina. Volví a ver las hojas escritas con letra clara al principio y garabateadas al final; tenían dos marcas de dobleces precipitados y en cruz. Revisé el calendario en la pared, era miércoles 7. Coincidía con cuatro días atrás en las fechas y en los recientes días nublados. Aunque estas concordancias no eran determinantes para asumir que se tratara de un suceso reciente. El fuerte llamado en la puerta me hizo estremecer. Me levanté para abrir.

Era Julia, la muchacha del aseo; entró retirándose de la cabeza una bolsa del supermercado, pues un llovía un poco y le servía de impermeable. No la acompañaba la amiga que había prometido traerme para trabajar en la cocina, y, barruntándose el interrogatorio, me dijo a boca de jarro:

—Ayer estuvimos aquí toda la tarde, señora, pero usted no llegó y mi amiga Mati se fue. Como es recamarera de un hotel tenía que entrar al turno; me dijo que por esperarla a usted a lo mejor le pasaba lo que al perro de las dos tortas. Ora dice que ella mejor no quiere de cocinera, que le gusta más hacer recámaras. Pero para eso ya estoy yo —dijo esto último en son de legítimo reclamo.

—¿Oye, Julia, y estuvo Mati ayer aquí en la cocina, cerca de los recetarios? —acerté a preguntarle. —Sí, como anda aprendiendo a ler, agarra todo lo que se encuentra con letritas. Yo le dije que viera libros de usté y aquí se quedó mientras yo terminaba los baños. Bueno, voy a darle polich a los muebles. Ai le dejo el periódico, le cayó poquita agua; se hubiera empapado allá en el porchi con el chipichipi si no es porque yo lo pepeno; lo bueno que ya paró de llover —dijo, y se alejó, ufana.

Atónita, clavé mis ojos en cualquier sitio, vi el cesto de berenjenas tensas y lisas reflejando los brillos de latón y cobre de los sartenes colgantes, bruñéndose ahora más, recibiendo los oblicuos rayos del sol que ya entraban por la ventana. Sumida en mis pensamientos cambié de sitio la mirada que ahora en su helado recorrido se posó sobre la barra, para llegar hasta las secciones desperdigadas y húmedas del periódico.

El encabezado de la sección local magnetizó el silencio: "Flota en aguas del Río Bravo cadáver torturado de joven mujer." Y más abajo decía: "Podría tener relación con joven desconocido encontrado el viernes en iguales circunstancias."

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Escritora mexicana

Nació en Reynosa, Tamaulipas. Oficios: escritura, traducción y pintura. Publicaciones: Como las grandes; Cal en el polvo; Envolturas, plaquet; Reynosa en mi diario, ensayo.

Ha publicado en revistas literarias como Fronteras y A Quien corresponda.
Asistió a los talleres de los maestros: Orlando Ortiz, Emilio Carballido, Hugo Argüelles, Antonio Delgado y la doctora Ana Elena Díaz Alejo.
En 2010 obtiene Primer lugar en el Primer Concurso Estatal de Poesía de Río Bravo, Tamaulipas y gana Medalla de Oro.
Desde 1995 a la fecha imparte talleres independientes de escritura creativa.
A partir del 2011 coordina talleres literarios del IRCA, en Reynosa, Tamaulipas

 


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