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Animación a la Lectura
Luis García | |
Muchas editoriales, guardan en su buen saber, "know how" que se dice ahora, con planes específicos de Animación a la Lectura que periódicamente desempolvan con motivo del Día del Libro, que como todos ustedes saben conmemora no sólo el aniversario del fallecimiento de Miguel de Cervantes, sino también el de William Shakespeare. Dichos planes de Animación a la Lectura, perfectamente inútiles por otra parte, suelen resumirse la mayoría de las veces en la puesta en marcha de campañas escolares en las que se incita a los niños a comprar libros obligando a sus padres a que se los regalen bajo el pretexto de su necesidad para leer, aunque este hecho hoy en día es sumamente discutible ya que dada la abundancia de bibliotecas públicas existentes, su propia carencia o el precio de los libros ha dejado de ser una excusa para no hacerlo. No estoy en contra de dichos planes, ni mucho menos. Aunque si que es cierto y mantengo, al igual que aquel otro ministro que afirmaba algo parecido referido a otro ámbito, que la mejor política cultural en el campo de la animación a la lectura es la que no existe. Y me explico: Una vieja reivindicación de antaño, que coincidió con los años de mi adolescencia, excusaba la insuficiencia cultural en la escasez de bibliotecas públicas. Hoy, muchos años y libros después, dudo mucho que el coeficiente cultural de la ciudad en que resido haya aumentado a pesar de la abundancia de dichas bibliotecas (una por barrio) entre otras razones porque, o bien no se usan, o se usan incorrectamente. Esta reflexión, aparentemente pueril, nos lleva a la conclusión de que el mal no estaba en la ausencia de los recursos, sino en el incorrecto uso de los mismos. Algo que yo extrapolo y lo llevo al terreno de las Campañas de Animación a la Lectura. Y con ello, me reafirmo en lo anteriormente expuesto: la mejor campaña es la que no existe. Pero obviando este detalle, si que es cierto que es de agradecer dichas iniciativas aunque sólo sirvan para recordarnos que estamos en uno de los países que menores índices de lectura tienen, pero que más libros editan, hasta el extremo que las novedades se pisan unas a otras en las estanterías de las librerías con una voracidad que raya la antropofagia. Y llegados a este punto, si que me parece de justicia resaltar la labor de aquellas editoriales que aún pierden tiempo y dinero en las mismas. Recientemente he tenido la oportunidad de releer diferentes lecturas que no han hecho sino reafirmarme en mis convicciones intelectuales. Pero no son de las virtudes literarias de las mismas que me interesa hablar ahora, sino de su propia idiosincrasia. Los libros han ganado en tamaño, en tipo de letra. Puede resultar un formato mas incómodo de trasportar, sobretodo en el Metro, pero es que para dicho transporte público ya ha nacido la colección de bolsillo. Y el que viene, y el que viene... Los libros de hoy en día también están dirigidos y enfocados a los mayores, una de las horquillas de la población más desatendida pero que más disfruta con la lectura. Las editoriales, a su modo, se han configurado, en una especie de ONG y han puesto en escena planes específicos de Animación a la Lectura para todos aquellos que todavía aúnen el excesivo miedo a reencontrarse con la literatura con las limitaciones físicas impuestas por la edad. Y aquí hay que reconocer que no siempre han sabido conjugar comodidad con calidad, y las más de las veces teníamos que conformarnos con unos sesudos "tochos", generalmente infumables ya que en ellos te dejabas los ojos, si pretendías leerte por ejemplo Madame Bovary de Flaubert, o La Regenta de Clarín ahora que estamos en el año de su centenario. Aunque de centenarios... vamos bien surtidos este año. Sólo hay que dar con el adecuado o el políticamente correcto, que de todo hay en la viña del Señor. Pero eso se acabó. Ya no existen vagas excusas para no acercarse a la lectura, salvo las propias que nos imponga una política educativa reaccionaria. Todos tenemos acceso a la lectura en igualdad de condiciones, bien sea a través de bibliotecas públicas o de colecciones de bolsillo. Es por eso que me llama la atención la existencia de colecciones y publicaciones para mayores. Y es por eso que me llama la atención el éxito de dichas colecciones y publicaciones entre todos los estratos de la población, al margen de su edad o condición. Porque, ¿no estaremos ocultando una carencia de rango superior al de una talla o edad? Aunque si que es cierto que iniciativas de este tipo ayudan y mucho a los futuros lectores, que duda cabe que siempre resultará más cómodo leer un libro con un tamaño de letra superior al mantenido hasta la fecha, al igual que antes debían de tener muchas imágenes para resultar atractivos, es posible que se haya abierto la Caja de Pandora y descubierto que en realidad, la carencia de lectores, no es debido única y exclusivamente a nuestra indefensión a la hora de acudir al oftalmólogo. Pero por si las moscas, vayamos al oculista, revisemos nuestra vista y leamos. Seguro que generaciones posteriores lo agradecerán.
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Luis García, español, también Luis Santillán, o El nietu de Santillán, |