—Hay
tardes más
oscuras que
otras —soltó
Moby Duck,
apenas
descendido en la
colina donde
hablábamos de
tormentas.
—Y que lo
diga un pato
migratorio y
albino de seguro
le confiere
razón —dijo
Rocky Raccoon.
—El camino
de regreso
siempre es
distinto del
camino que nos
condujo al
destino inicial.
¿O no? —apuntó
Moby Duck.
—El pato
es filósofo y
denota
inteligencia
—observó The
Walrus con aire
melancólico.
—Una joya
deja de serlo
cuando no hay
quien la aprecie
—dijo el ave
agradecida.
The
Octopus
intervino
rascándose la
cabeza con
cuatro
tentáculos a la
vez:
—Lo malo
es que a pesar
de reunir
características
singulares y
pronunciar
reflexiones de
aparente
profundidad. Me
reservo mis
opiniones. Debo
señalar que Moby
Duck no
pertenece al
selecto grupo de
personajes
aparecidos en
canciones de los
Beatles. Así que
en
representación
de nuestra
comunidad
solicito a tan
gracioso pato
marcharse al
instante.
—Somos lo
que somos y a
veces sólo somos
seres
imaginarios que
se sienten
vivos— graznó
Moby Duck al
hundirse en el
cielo.
La lluvia
arreció. Había
algo familiar en
el pato
distanciándose
como una mancha
blanca en el
horizonte
ensombrecido. Lo
vi como si fuera
capaz de revelar
las respuestas
que no puedo
ofrecer.
Moby Duck
no regresó
jamás.
Desde
entonces navego
un mar de óxido
de hierro para
buscarlo.
Día tras
día me sumerjo
en las cintas
polvorientas de
los Beatles
donde quizá se
esconde el
extraño
visitante. Lo
supongo
protagonista de
una canción
olvidada en un
delirio oceánico
de la década de
los sesenta.
Mis amigos
me conminan a
interrumpir la
búsqueda. Alegan
que no hay
misterios en la
mitología de los
Beatles, pero no
saben que esta
búsqueda es
personal y no
ofrecen
argumentos que
la impidan.
Mi vida es
aburrida por más
que me
consideren un
filósofo
encumbrado en
una colina. No
saben que la
sabiduría me
condena a la
inmovilidad.
Quiero saber si
soy algo más que
un sueño firmado
por Lennon y
McCartney.
Quiero
descubrirme vivo
y desentrañar el
misterio
representado por
el pato blanco,
el inquietante y
escurridizo Moby
Duck.
A partir
de hoy:
¡Llamadme
Ismael!
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