De profetas y escritores

 

 

Víctor Aquiles Jiménez H.

Exposición Analítica

El poder de las palabras

El filósofo y teólogo Paul Tillich ha dado una explicación muy precisa y moderna sobre ciertas facultades que algunas personas detentan: “Son como instrumentos de alta sensibilidad, capaces de medir la intensidad de un terremoto a gran distancia. Hombres que pueden percibir el temblor de su propia civilización, registrar sus fuerzas autodestructoras; advertir las manifestaciones producidas por la última catástrofe..."

He buscado afirmar en esta reflexión las bases del presente trabajo. Hablaré de un oficio tan viejo como la historia. Es decir cuando la historia comenzó a escribirse. Este oficio que siempre ha sido ejercido por personas excéntricas. Pero las palabras de Paul Tillich citadas arriba no se refieren a los escritores —de los que tratará este trabajo— sino a los viejos profetas de la antigüedad a los que recurriremos con frecuencia.

Intentaré abordar el tema sobre los escritores con la intención de aportar algo más de lo que ya se sabe sobre esta vocación, adornada de tanto artificio, misterio, trabajo, vanidad, egocentrismo, miseria o riqueza, pero de una significación social enorme y un valor empírico que nadie puede dudar.

El valor de la obra literaria como aporte a la evolución del hombre, al desarrollo intelectual ha sido trascendente, goza de excelente salud y nada hace predecir que no lo siga siendo en el presente y futuro; ya que es la más útil de las facultades de la inteligencia humana que permite seguir progresando gracias a la automática operación de apoyar por medios de unos sencillos gráficos el pensamiento y las ideas para hacerlas comprensibles y perdurables. Es así que los hechos del pasado, presente, reales, o abstracciones, lucubraciones y proyecciones de anticipación del futuro pueden ser transmisibles de generación en generación. Me permito hacerle ver a usted que no realiza ningún esfuerzo al leerme, es más, lo hace con agrado, perdone mi presunción.

Es interesante recordar que el aprendizaje humano es el más lento entre toda la escala animal, por ejemplo las personas nacemos inútiles del seno materno y durante mucho tiempo se nos ha de dar la comida en la boca, luego para coordinar nuestras facultades psicomotoras, o para caminar bien se requieren años, lo mismo para hablar, leer, escribir. “La cría humana es la más inacabada al momento de nacer entre las demás especies de animales. Provista de un cerebro cuya función por instinto es el uso de las palabras necesita de al menos dos años para aprender a hablar, y es incapaz de valerse por sí misma en sociedad hasta mucho más adelante. De hecho el cerebro humano tiene al nacer el 23% de su tamaño definitivo, y termina su crecimiento a los veintitantos años, y sólo entonces alcanza el individuo de la especie su madurez lingüística”1.

Desde su aparición en la tierra el hombre debió forzosamente comunicarse con sus congéneres, y, de los ruidos y sonidos guturales producidos por las peculiaridades de las rutas bocales de su garganta y faringe, pudo dar señas identificables que de tanto repetirse fueron creando el lenguaje capaz de entenderse. De esta manera pasaron milenios hasta que lograron codificar por gráficos los ruidos emitidos como medio de expresión y comunicación. Estos gráficos perduran hasta nuestros días en toda la especie, dependiendo obviamente de su grado de evolución y desarrollo.

El que habla para instruir a otros se edifica a sí mismo, pero el que profetiza edifica a la congregación. Ahora bien, yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero prefiero que profeticen. Realmente el que profetiza es mayor que el que habla en lenguas.

Corintios 14. 22

 

Escribir para instruir a otros

Hay un oficio, que se torna tal al juntar una persona las palabras, dándoles sentido, coherencia, estructura y belleza, el resultado de todo eso, en su mejor expresión, es una obra literaria que resume sus ideas de manera, racional y emocional que conectará con otras personas por la misma vía deseosas de sentirse interpretadas y correspondidas en la historia que leen.

Como cualquier labor humana, escribir es fácil y sencillo, en la medida que el escritor se ejercite en gramática, sintaxis, redacción, etimología y otras disciplinas afines. Con estas herramientas el escritor podrá representar en el papel la suma de sus ideas, las crónicas cotidianas de lo que ha visto, las ficciones que le interesa describir, o las investigaciones de hechos que le preocupan para hacer diagnósticos o predicciones futuras, desde el simbolismo, la metáfora, la ficción o el realismo.

Al comienzo de su incipiente vocación literaria, el aspirante a escritor debe hacerlo de manera simple, e ingenua, hasta habituarse y familiarizarse con unas escasas palabras, e identificarse con ellas, para conseguir un ritmo, una capacidad expresiva original que le darán su estilo y sello personal.

Si damos por cierto (aunque parezca obvio) de que el escritor sienta una necesidad mayor que los demás por expresarse por escrito, es porque de una u otra forma presiente que posee una condición innata para penetrar y captar las almas de las personas con la estética de las palabras bien elaboradas.

 

La educación superior y el escritor

Llama la atención para muchos que una profesión (liberal) como la de escritor, cuya ascendencia y prestigio social es muy apreciada y admirada, no se consiga en la enseñanza académica superior, pese a los intentos y esfuerzos que realizan prestigiosas universidades en el mundo por incorporar a su universo y oferta este oficio. Puede haber muchas razones y una de ellas quizás se origine en la raíz del problema representado por la imaginación y la fantasía; reñidas con el pragmatismo estricto de los programas académicos. Una cátedra de escritura es prácticamente insoportable para un escritor natural que prefiere escribir directamente en el papel en vez de tener que aprender cómo escribir una obra literaria.

Los estudios de Pedagogía, Filosofía, Letras y Periodismo, muy cercanos al oficio del escritor, pueden ser un buen complemento, una base perfecta, pero no lo esencial, aquello que el escritor siente que hay dentro de él, que es como un fuego, algo que sólo un artista puede calificar. Esto lo podemos apreciar en cuanto sabemos lo difícil que resulta a los más cualificados estudiantes universitarios redactar sus tesis. Es innegable que un escritor vocacional, que al mismo tiempo posea una instrucción académica, tendrá mejores posibilidades de éxito por el método y la disciplina adquirida en su aprendizaje para crear una obra bien estructurada. Saber ordenar y organizar sus ideas le confiere un plus sobre otro escritor vocacional autodidacta que debe aprender por sí mismo los métodos que le ordenarán desarrollarse adecuadamente como tal. Pero no siempre es así, porque el escritor con instrucción universitaria, como el que no la tiene, tendrá que enfrentarse a una página vacía desnudo, por decirlo así, y tendrá que olvidarse de todo lo aprendido para acudir a la capacidad intuitiva y a los resortes psíquicos propios fundamentales que exige la labor literaria, en donde es indispensable la libertad, es decir la libertad total, sin lastre alguno que impida la creación.

De todas maneras no es imposible encontrar buenos académicos escribiendo buenos libros académicos y obras literarias de buen nivel, pero no es común, porque el profesionalismo y el rigor científico frenan esa libertad que he mencionado anteriormente. Pero es bueno aclarar que existen excepciones, como en todo orden de cosas.

El escritor es una persona autodidacta por excelencia, que debe adquirir una sólida cultura general y alguna especialización, con estudios personalizados en varias disciplinas, incluso científicas. Muchos de estos conocimientos son avanzados y el soporte estandarizado que la sociedad exige para hacer creíble la vida virtual de los personas de sus obras. El escritor en ciernes o consagrado sabe que el estudio le es imprescindible; sabe que debe comenzar por su propio idioma, hasta lograr un manejo superior de él, sin este requisito es prácticamente imposible ser escritor. Y si el ser humano puede ser interpretado desde las ciencias humanísticas, la filosofía, la antropología, sicología, sociología, historia, geografía, política y economía, entre otras asignaturas complementarias, entenderá que son indispensables para el buen desempeño de la profesión.

A la par de esa forma autodirigida de adquirir conocimientos el escritor busca con alegría y placer el abrigo de todo tipo de literatura sin excepción, prensa y revistas, Internet y cualquier otra posibilidad, para disfrutar de las noticias, para aprender, estudiar, comparar y asimilar la experiencia y sabiduría de otros que como él comenzaron antes la tarea. Por eso, siempre a la siga del saber, el escritor fomenta en sí mismo, como un hábito, el entusiasmo por el estudio, a su medida, como ya dijimos, consiguiendo crear finalmente su propio sistema que le permita codificar y clasificar lo extraído de los textos, que son la escuela que le han formado como tal.

No obstante como un profesional auto-formado, de alta calificación, el escritor sabe que frente a otros profesionales pesará sobre él la informalidad con que adquirió sus conocimientos sin pasar por los requisitos tradicionales. No es la preocupación de los escritores saber qué grados —de poder convalidar automáticamente— obtendrían de las universidades por sus conocimientos, pero se plantean la pregunta. Cualquier escritor sabe que todo plan de estudios académicos tiene su tiempo de duración y que los profesionales hallarán trabajo una vez egresados; al contrario de él que estudia continuamente y no cuenta a menudo con encontrar una actividad remunerada y segura como autor.

 

El escritor un ingeniero del pensamiento

No es presuntuoso presentarlo así con este título, pero no está de más saber que el escritor-creador se enfrentará vacío a las páginas con una vaga idea de lo que quiere tratar, y esto es ya un reto, porque tendrá que extraer lo que sabe del mundo real y el que cree que sabe del de ficción, confrontando estos conocimientos, de ahí en adelante todo brotará solo. Los múltiples personajes que desfilarán por su mente y el papel serán seres vacíos que él tendrá que dibujar, perfilar, rellenar y colorear, ambientándolos de acuerdo a su capacidad, destreza y pulso. Cada ente desfilará como real y conducirá al autor, por una suerte de alquimia mental, por vericuetos que ni en sueños presentiría. No vamos a entrar aquí, por no ser experto en la materia, en la rama de la neurociencia, capaz de explicar cómo funcionan las neuronas y las sinapsis en nuestro cerebro desde un proceso químico y eléctrico, para intentar demostrar el maravilloso mecanismo de la transmisión de ideas —lo que me parece poco probable sin la tecnología adecuada que nos muestre el cerebro en funcionamiento y como se activan sus zonas al pensar creativamente en este trabajo— , pero puedo estar bastante seguro que no es sencillo, ni para la ciencia poder demostrar cómo funciona la mente fantástica de un escritor cuando ni el mismo puede saber cómo lo logra, cómo puede concebir a tantos personajes en un libro, tramar sus vidas, darle tiempo para que existan con sus virtudes y defectos. ¿De qué parte extrae los hilos transparentes y vitales que permitan mover y conectar a cada uno de ellos como sucede en la vida misma? ¿Qué poder le pone en contacto con seres imaginarios, históricos o recreados que, inexplicablemente, de pronto se echan a funcionar maravillosamente en la mente del escritor? Básicamente, lo que hace funcionar todo esto es su deseo de tirar de hilos invisibles amarrados a personajes que ha dibujado levemente y el resto, como la vida misma, se da sólo creando un cielo de destinos que como rayos caen sobre los personajes. No hay magia en esto, sino que un conocimiento del entramado social humano y de su conducta, lo que hace posible la virtualización literaria. El vehículo del lenguaje vincula al autor con sus personajes y al lector imaginario, que es parte de la obra también, porque el autor dialoga, en el ritmo creativo con su lector ideal, aquél que le lleva a esforzarse por sorprenderlo.

 

La alquimia de las ideas

No hay mejor forma para el escritor que dejar en blanco la mente y olvidarse del asunto que le interesa escribir. El escritor sabe por experiencia que no puede trazar ningún plan riguroso para comenzar a escribir; porque la “realidad” final de su libro será distinta a la que con tanta dedicación apuntó al principio. Aparecerán personajes inesperados. Estos seres de ficción emergen con características propias y definidas que el autor llega a creer que él no las ha concebido. Mucho se ha especulado sobre el tema; mas si escribir una novela o un cuento sabiendo lo que vendrá en cada nuevo pasaje o capítulo, qué es lo que dirá un personaje y qué responderá otro, sería, aparte de pesado como trabajo, muy tedioso, monótono e insufrible, porque si añadimos que escribir demanda un enorme esfuerzo de concentración y voluntad, sin la fascinación de lo imprevisto, ningún autor llegaría a ser demasiado prolífero.

Tal vez desde el punto de vista de la psiquiatría se podría decir que los escritores padecen de algunas anomalías en las regiones cerebrales, raras enfermedades y patologías de origen orgánico o genético para que puedan estar más conectados a “entes” inexistentes en la realidad que les lleva a escribir todo el tiempo, obsesionado en su labor; por suerte muchas veces bellísima. Ahora desde la sicología es posible reconocer una disposición especial anímica para la fabulación, para mentir, para escapar de la realidad, para hacer frente a fobias, a la soledad, para compensar miedos, frustraciones, para vencer angustias. Aunque entre un genio y un loco la diferencia puede no notarse al principio, es la obra la que destaca a uno de otro, porque un genio siempre será coherente con su trabajo. Los locos no dejan nada, a lo sumo calamidades, desgraciadamente. De todas formas valga aclarar que sin un método previo, sin el dominio del idioma y de una técnica definida y experimentada en la labor continua y una salud compatible con el esfuerzo físico, un escritor negligente, indolente y débil, no remonta la segunda línea en su intento de narrador.

En su largo aprendizaje el escritor vive enamorado de su trabajo como un colegial de la profesora, creyendo que lo realizado es perfecto. Cuando el escritor ha madurado técnicamente, ya con un estilo reconocible y un reconocimiento social, al mirar retrospectivamente sus primeros trabajos editados, o viejos manuscritos que en su momento consideró perfectos le cubren de rubor, llegando a pensar cómo pudo proyectarse tan lejos con algo tan mal escrito. Por lo tanto, no busca refugio en lo que ha hecho, al contrario, trata de olvidar aquél trabajo del que un día se enorgulleció. Ese “pecado de juventud” sólo lo puede ocultar con un nuevo libro, y con otro y otro, así, obsesivamente hasta donde sea posible.

No sucede lo mismo con un arquitecto, por ejemplo, que aplica siempre los mismos principios matemáticos y geométricos en la construcción de sus obras, cambiando sólo las formas, colores y decorado, incluso el edificio al arquitecto le sirve para vivir él en su interior. En fin el escritor no vive conforme con lo realizado sino con lo que realiza.

 

Para comparar, una leve definición de las ciencias

En el presente trabajo es bueno recordar algunas definiciones de nuestras ciencias para proseguir con las ideas de este trabajo. El mundo se rige por leyes y principios que hay que observar. Los estudios que realiza el hombre son develar esos principios. Ahí nace la Ciencia que observa y realiza experiencias, y analiza críticamente sus resultados, creando hipótesis, construyendo teorías, verificando experimentalmente las conclusiones. La finalidad de toda ciencia es determinar las leyes explicativas, pero para ello es necesario partir desde la obtención y descripción precisa de los hechos y procesos pertinentes.

Miremos entonces a las Ciencias Físicas. Se entiende por Física la rama de las ciencias que abarca los diferentes procesos de la materia inanimada que no comprenden reacciones químicas. Están por lo tanto constituidas por la Física, la Geofísica, la Química, la Astronomía, la Geología y la Meteorología. En pocas palabras la Ciencia se inicia y termina en la observación, la experimentación, y el resultado. Idénticos principios emplea el escritor: Observación, experimentación y resultado. Esto quiere decir que la ciencia y el arte están más ligados de lo que parece.

Volviendo exclusivamente al tema del escritor; éste al igual que cualquier investigador observa, experimenta y ve el resultado, sobrepasando eso sí las leyes materiales por lo general inamovibles. El escritor tiene en su cabeza el laboratorio, conectado a la cabeza de sus personajes y del lector imaginario. He aquí una extraña combinación que escapa un poco al empirismo científico que todos conocemos.

 

La unidimensionalidad y el don de la profecía

Para ir entrando en materia, se dice de la Crónica lo siguiente: que es la relación de los hechos históricos narrados por orden cronológico y artículos periodísticos sobre temas de actualidad (la definición no hace mención del futuro).

En su afán por la naturaleza lógica, el escritor se introduce en la ilógica. Si aceptamos de la Metafísica que el universo es mental, puede ser que todo lo imaginado ya existe o que por pensarlo existirá. El movimiento de las ideas es mental. ¿Puede un escritor por un mecanismo desconocido del pensamiento y de la mente humana “desconectarse” de la realidad y sumergirse en dimensiones paralelas a la nuestra y vea cosas, cree situaciones que están sucediendo o que sucederán con otros nombres y en otros sitios de la Tierra o del Universo? ¿Un autor de novelas de ficción, de ciencia ficción o de anticipación, es acaso un alquimista del tiempo multidimensional?

Según la definición de la Ficción ésta vendría a significar lo siguiente: (...) “Invención poética, o ilusión de la fantasía.” Al definir la acepción de Fantasía rescatamos lo siguiente: “Facultad anímica de reproducir con imágenes las cosas pasadas, o de dar forma sensible a las ideales; o de idealizar las reales (...) Grado superior de la imaginación en cuanto inventa o produce. Ficción, cuento, novela y otras creaciones.”

De acuerdo a las definiciones un periodista profesional no estaría facultado para escribir artículos sobre el futuro, pero sí un escritor, ya que éste no se encuentra atado a normas, pautas y conceptos que delimitan el ejercicio de las letras; aunque es bueno recordar que los escritores son los precursores del periodismo. Las idealizaciones del futuro espontáneamente resultan escasas y para poderlas representar creíbles se requiere el concurso de la imaginación y de un sentido común extraordinario.

Para adentrarnos en el futuro tenemos algunas opciones: a través del diagnóstico sociológico, cuya labor es la de dar respuestas científicas a partir de estudios rigurosos sobre la sociedad, con sus pautas culturales, de conductas, tendencias y múltiples estadísticas; aunque es posible la aproximación de lo que podría ser, como ciencia empírica está muy lejos de predecir o acertar sobre el futuro.

Sucede otro tanto con las actuales ciencias sobre la predicción del futuro, la matemática, está muy lejos de la realidad, por ser algo que se multiplica y reproduce en términos infinitos en todo tipo de números, figuras geométricas y abstracciones, y la vida que es “realidad” no puede ser prevista, ni proyectada por ella sino que por otra ciencia o pre ciencia como la metafísica es posible especular con el futuro, lo arcano, o lo que puede venir. Tampoco a través de la Genética o Génica es posible “ver” el futuro, pese a que ya se pueden diagnosticar enfermedades genéticas transmitibles de generación en generación, tampoco es factible conocer el futuro organizado de la población mundial. No sirven para ello ni la Física, ni la Robótica e Informática, a no ser por ejercicios de cálculos y pronósticos filosóficos. La capacidad de predecir el futuro ya sea desde la física-matemática, sociología y biología, como ejemplo, por ser ciencias clásicas, que durante un tiempo se pensó que podrían predecir el futuro ha resultado una falsa ilusión; sirven, eso sí, para prospectar el futuro, pero no para saber con certeza cómo será. De todas formas es bueno saber que, la Física puede como la Biología, hacer algunas predicciones. Un ejemplo lo encontramos en el meteorólogo Edward Lorenz con su célebre Teoría del Caos que en parte dice: “Si agita hoy, con su aleteo, el aire de Pekín una mariposa puede modificar los sistemas climáticos de Nueva York el mes que viene”. Este ejemplo del sociólogo y profesor de la Universidad de la Coruña, Juan de Dios Ruano Gómez, escrito en la revista ADEMO me ha parecido muy interesante, porque vemos “un acercamiento” de predicción futura del medio ambiente por hechos tan comunes y sutiles como el aleteo de una mariposa en Pekín anunciado por la física. Esto es muy parecido a las enfermedades que se pueden diagnosticar a causa de nuestro mapa genético, con la probable mutación de los genes.

Ante el futuro, con las ciencias clásicas que tenemos estamos totalmente indefensos a la espera de lo impredecible, de lo arcano, de las sorpresas del devenir de las cosas, de lo temido quizás, de la superstición y del optimismo natural de cada cual al pensar y desear que sucedan situaciones idealizadas o ideales. Aquí es cuando necesitamos otro tipo de conocimientos y sabiduría que nos haga realidad el futuro. Tenemos entonces la Profecía y la Ficción Literaria.

Ambas ciencias poseen rango y categoría, mas no pueden competir con las ciencias clásicas, que por exactas y lógicas que sean tienen a pesar de ello el factor aproximación solamente y no la certeza. Es posible, que de acuerdo a la Teoría del Caos del meteorólogo Edward Lorenz, suceda que un aleteo de mariposa en Pekín propicie un cambio climático en Nueva York.

Queda claro que las ciencias clásicas pueden pronostican lo que sucederá en determinada fecha, en lo económico y político, con énfasis en el terreno de la salud y el medio ambiente, que son sus escenarios preferidos. No sucede lo mismo con la sociedad humana, aún con la sociología de por medio que puede diagnosticar, realizar hipótesis, contrastando acontecimientos del pasado y del presente, calculando, sacando promedios y evaluando, pero, sin futuro, porque el futuro sucede simplemente y nunca tenemos la sensación de estar en él.

¿Qué diferencia hay entre profecía y creatividad literaria? Casi ninguna, porque ambos conceptos son difíciles de diferenciar, debido a que poseen la misma materia prima en común y ésta es la imaginación. Y la imaginación es una cualidad esencialmente humana. El hombre imaginativo, imagina, ser imaginativo significa poseer el don de extraer de lo más profundo de sus conocimientos y ensoñaciones una "visión" del pasado, presente y futuro, como interpretación propia de los hechos imaginados. Un ejemplo del parentesco de la imaginación con la profecía lo podemos graficar así: Cuando el célebre químico Friedrich August Kelulé dormitaba en su sillón vio una serpiente que se mordía la cola. Así descubrió la estructura molecular del anillo de benceno que revolucionó la moderna química orgánica.

"Esto es una “interpretación” de los sueños y nadie pondrá en duda de lo práctica que fue cuando el célebre soñador fue capaz de hallar una verdad científica.

En su época de esplendor los profetas “anunciaban” hechos que acontecerían y no había ciencia capaz de contradecirlos, y esto era porque los profetas hablaban en nombre de Dios o de los ángeles, lo que quiere decir que los profetas no necesitaban aprender sus facultades.

La mayoría de los profetas nacen en tiempos de crisis y se hacen rápidamente populares. Los profetas trasmiten lo que los demás no podemos captar y que no se manifiesta en nosotros.

Pareciera que estoy escribiendo de poetas. En ese sentido el conocido poeta chileno Vicente Huidobro expresó: “El poeta es un pequeño Dios”. Suele decirse peyorativamente que los escritores y poetas viven, por lo general en las nubes. De una u otra forma es acercarlos a Dios.

 

 

II

CONTEXTO CRITICO

El libro, invento moderno y futuro

Pues bien, podríamos acotar que un escritor no es menos paciente o especulativo que un biólogo que escudriña bajo potentes microscopios, como bacterias o células organizan sus minúsculas y poderosas existencias. Los biólogos necesitan también a los sueños, por no decir soñar, para poder hablar de esos complejos universos que a simple vista nadie puede observar y menos comprender, esto quedó claro con el ejemplo del “sueño” del célebre químico mencionado aquí: August Kelulé.

El escritor tampoco es menos paciente que un astrónomo que no despega los ojos del cosmos para estar presente en el segundo preciso que ocurra un hecho para registrarlo. Lo curioso, es saber, que los astrónomos todo lo que encuentran en la bóveda celeste es el pasado, hechos acontecido hace millones de años. El escritor desarrolla sus facultades al estar en un mundo o dimensión que debe recrear a diario. El escritor es como una especie de astronauta de las ideas, y viaja a la velocidad de su entusiasmo por ellas. Su vehículo es la mente y el combustible su espíritu.

Aparte de su experiencia con la vida, el escritor posee una fuente inagotable de información que aprovecha al máximo: los libros de sus autores preferidos, aquellos que le han formado y de la gente misma.

Es necesario recordar o aprender que, el ser humano, a diferencia de los demás animales no actúa por instinto como ellos y que debe recurrir a su lógica propia y al sentido común de sus congéneres para actuar en conjunto, o bien solo. Los animales viven, de acuerdo a su naturaleza, en circuito cerrado, y los humanos en circuitos abiertos. Una gran diferencia. En términos sencillos los animales no recuerdan como solemos hacer nosotros, que analizamos esos recuerdos; ellos tienen memoria y actúan por un patrón común a todos los de su especie establecido por la naturaleza. Los humanos al no tener codificada una conducta de reflejos instintivos para todo, como la de los animales otorgada por la naturaleza, debe “recordarse, pensarse a sí mismo” para darle continuidad a sus actos y hacer su vida coherente. Al realizar constantemente esto, activando los códigos de su memoria, puede saber quién es, donde vive, en qué tiempo, a qué raza pertenece y otros asuntos fundamentales. También aparte de las neuronas, y el sináptico proceso químico y eléctrico de su cerebro con ellas, que funcionan automáticamente, pero en función a un esfuerzo realizado por propia voluntad, los hombres han creado sistemas gráficos y numerales para codificar su existencia, entorno, pasado y presente y para contar su historia o escribirla. Sin estos códigos (signos, números y gráficos) la supervivencia y desarrollo de la humanidad no sería lo que es y lo que aspira a ser.

Estamos hablando entonces del lenguaje escrito, que ha superado al hablado, por la sencilla razón que el primero exige pensar antes de escribir y el segundo, obviamente es espontáneo, un reflejo automático. Esos pequeños segundos de diferencia que demanda una y otra función favorecen naturalmente el enriquecimiento de la inteligencia humana.

La educación, que no es otra cosa que el traspaso del conocimiento de una generación a otra hasta transformarse en lo que todos conocemos, en esta época de la informática depende todavía de los gráficos, números, y, especialmente de las letras.

Mérito relevante les cabe a los inventores de la escritura, del libro, de la imprenta y a los escritores que los llenan, y naturalmente a los lectores que se nutren de los libros, diarios, revistas y demás textos impresos.

Un libro tal como lo conocemos, en su maravillosa sencillez no requiere esfuerzo alguno tomarlo, ojearlo y leerlo. Nada es más sencillo y estéticamente bello a la vez. Se puede abrir con facilidad y detenerse en una página las veces que se quiera. Es decorativo, sublime y suntuoso y nos conecta a la naturaleza, al árbol, al bosque, al cielo y a la tierra, por su origen vegetal. Como si fuera poco, lo mejor se encuentra cuando se inicia la lectura. Esa lectura que nada nos cuesta porque hemos desarrollado por generaciones el órgano en nuestro cerebro capaz de entender lo que viene escrito.

En la antigüedad se consideraba la lectura como un arte mágico, y solamente las personas, aquellas sobre las que caía el designio de los dioses podían interpretar los signos gráficos de las tablas, arcillas, rollos y después los libros. Con la aparición de la imprenta y la masificación de los libros se produjo la fortuna que todo el mundo tuviera acceso a los libros, a la sabiduría que poseían, permitiendo con esto, con algo tan simple —para nosotros hoy- la expansión del intelecto, la democracia, y todo lo que ha permitido en corto tiempo la evolución de la humanidad, porque la lectura, enriquece la mente, permite las funciones cerebrales activado las neuronas y los órganos adecuados del cerebro. Sucede lo mismo con los músculos y la salud, ya que los médicos recomiendan el ejercicio físico y la dieta para una mejor vida. Y es así. Con la mente humana, abandonar la literatura, los libros es propiciar un deterioro de las facultades mentales, o una menor capacidad mental, con todo lo que esto significa para la evolución.

Para concluir nuestras referencias a los libros es bueno decir también que, aunque le pesen los años, el libro es un invento genial, moderno, y que difícilmente podrá ser superado pese a todas las alternativas que aparezcan por fantásticas que sean. Como presumo que estarán pensando en la inteligencia artificial a la que haremos referencia en este trabajo.

 

En relación a la Cibernética, Robótica e Informática

A los jóvenes de hoy mis palabras puede que le sepan a rancias, pasadas de su tiempo y lógica. Ante esa suspicacia y comprendiendo que piensen así debido a la irrupción en sus días de un virtuosismo tecnológico increíble hablar de libros de papel es hacerles esbozar una sonrisa de ironía al menos.

Ya pasamos el pasaje de las responsabilidades de las ciencias clásicas sobre la prospección de las sociedades y del pronóstico del futuro, hecho imposible de lograr como un proyecto organizado, bástenos ver todas las diferencias sociales, le brecha entre ricos y pobres para darnos cuentas que no vamos con nuestra ciencia, tecnología y medios de producción en esa dirección. La sociología en especial podrá diagnosticar en base a datos empíricos contrastados hasta la saciedad un acercamiento con un porcentaje de aproximaciones, pero nada más, lo mismo sucede con la inteligencia artificial (cibernética) si es que alguien cree que con ella será posible escudriñar de verdad el futuro. Pero ahondaremos un poquito más en lo es la inteligencia artificial. En 1947 Norbert Wiener presenta su libro Cibernética que trataba de la ciencia del control y comunicación entre los seres vivos y las máquinas, es decir: artilugios mecánicos creados por los humanos capaces de gobernarse a sí mismos. Otro autor de ficción científica y científico al mismo tiempo, Isaac Asimov difundió el nombre robot, tomándolo originariamente de la novela R.U.R del escritor checo Karel Capek. Capek menciona en su libro a un científico inglés de apellido Rossum que se dedica a fabricar seres inorgánicos en cantidades industriales para que trabajen como esclavos. Efectivamente robot en checo significa esclavo.

La Robótica es la tecnología, el estudio científico de los robots, al dejar de ser estos juguetes para convertirse en artefactos que primero trabajan para el hombre, luego piensan, y más adelante, inteligentemente resuelven sus problemas y finalmente en su último desarrollo aprovechan su inteligencia para ayudar a la evolución de la propia ciencia e inteligencia de sus creadores. Esta inteligencia de los robots o máquinas mecánicas o electrónicas es lo que se denomina como Inteligencia Artificial (Cibernética). Tales herramientas humanizadas piensan como hombres y se les ha agregado sentido, olfato, vista, por cierto aumentados que amplifiquen los resultados que los humanos esperan conseguir en tiempo y distancia. Es que así pueden realizar hazañas imposibles para sus creadores tanto en grandes profundidades oceánicas, tomando y analizando muestras en alturas en la conquista del espacio.

Releyendo algunos textos de difusión científica extraigo lo siguiente: Alvin Tofler ha escrito que vivimos en la tercera ola de la civilización y la llama Informática, luego resume todo el proceso evolutivo humano en tres estadios: Agrícola, Industrial, Informática. Otro divulgador de las ciencias nos advierte que vivimos ya en la cuarta ola, debido a que la informática transcurrió con demasiada rapidez siendo superada por la Robot-cultura que corresponde al tercer milenio. Esta época será la del hombre emancipado del trabajo manual y rutinario que le otorgará todo el tiempo para pensar y construir una sociedad cuyos valores impulsen su evolución definitiva (¿hacia dónde?). Si entendemos que por evolución puede ser hacia una sociedad justa solidaria, creativa y sabia, vale la pena la emancipación del trabajo rutinario gracias a la robot-cultura.

Karl Marx también había predicho que con avanzada tecnología los hombres alguna vez podríamos dedicarnos a cosas más constructivas y altruistas que darían un impulso como nunca antes vivido a la sociedad humana.

Para ir vertebrando este trabajo en su idea central, ninguna de estas “olas” o estadios en la complicada evolución humana habrían sido posibles si el hombre no hubiera inventado la escritura, los libros y la imprenta. Lo demás es historia sabida.

 

Una reflexión en defensa del libro de papel

Los documentos que voy archivando en carpetas como curiosidades, de los que me nutro para realizar trabajos cuando llegue el momento, como el presente, puedo extraer información como ésta que informaba que en El I Salón Internacional del Libro Ilustrado y de las Nuevas Tecnologías (MILIA 94), que se celebró en Cannes, Francia en enero de 1994. Analizaremos por parte algunos hechos ya acontecidos en esa fecha.

En esa ocasión Brigitte Chaintreau, vicepresidente del MIDEN, entidad organizadora del MILIA decía: “El papel seguirá siempre, pero tendrá un uso distinto”. Hacía ver que el papel se utilizaría para las creaciones literarias. Confrontando otras posiciones los participantes del I Salón Internacional del Libro y de las Nuevas Tecnologías, rodeados de ordenadores hacían ver que la edad del libro computarizado ya había comenzado y como es lógico suponer se presentaban pruebas de lo sostenido. Una de ellas era el libro de papel A child is born (Ha nacido un niño), y acto seguido el mismo libro fue mostrado en una gran pantalla en formato CD-I (disco compacto interactivo). Ganó lejos. Michel Lacombe, de Microsoft dio cifras afirmando que en poco tiempo esas cifras por ventas se triplicarían. Sólo dos europeos: Ricardo Petrella, de la dirección de Ciencia de Investigación y Desarrollo de la Unión Europea y Pierre Marchant, director general de Gallimard Juventud, vertieron un jarro de agua fría diciendo: “Mucha tecnología y mucho soporte electrónico ¿qué contenidos?” Marchant sonriente prosiguió: “Esto es un libro y es totalmente interactivo. Vean cómo se pasan las páginas. De pequeño formato y cabe en cualquier bolsillo, pudiéndose llevar a cualquier parte. Las imágenes se las pone uno mismo a medida que va leyendo y cuesta 4 dólares”.

Pues bien, comprar A child is born en formato CD-I costaba entre 350 a 450 (precios de 1994) dólares. La ayuda que prestan los ordenadores es valiosísima y necesaria y es la tecnología actual, y ya son comunes los Palm que permiten la lectura de textos que se reciben on line de los ordenadores directamente de editoriales virtuales, con una calidad perfecta y con infinitas e insospechadas proyecciones en el futuro inmediato. Ahora con la ayuda artificial se pueden hacer prodigios, pero pasará mucho tiempo antes de que las máquinas puedan escribir su propia historia, su origen y evolución.

En relación al clásico libro de papel; éste, por su valor estético, por la costumbre que tenemos de haberlo tenido entre nosotros durante cientos de años permanecerá por muchísimo tiempo más, gozando de buena salud. Mas, no hay que confiarse, los ingenieros de la industria de la inteligencia artificial no se ahorran esfuerzos por dejarnos con la boca abierta, incluso con aparatos que pueden escribir libros “pensados” por ellos mismos; supongo sin temor a equivocarme que sin ninguna calidad literaria. Al respecto podría hablar muchísimo pero no conviene abusar de la paciencia de los lectores. He anotado unos livianos puntos en defensa del libro de papel.

 

LA DIFERENCIA DEL LIBRO DE PAPEL Y ELECTRÓNICO

La primera diferencia es el precio.

Los libros electrónicos requieren mayor cuidado en su manipulación.

Hay que hacerlos funcionar con energía eléctrica.

Hay que aprender a manejarlos.

Se pierde el encanto de subrayarlos y al autor autografiarlos.

Otra es la sensación de andar con un libro electrónico debajo del brazo.

Se perderá el romanticismo de ver a una señorita “leyendo” en una computadora a Neruda en una plazoleta.

La vista se cansa frente a la pequeña pantalla.

Si se agrega música y sonido a los libros electrónicos ya no será literatura sino que cine.

Será cansador fijar la vista en una pantalla, sin permitirle al lector leer de espaldas con una buena almohada en su cabeza.

En cierto modo leer en los libros electrónicos resulta un poquito cansador como antes era leer en los antiguos rollos.

 El lector perderá su participación directa, manual y cálida con el libro, no sentirá más el olor a imprenta fresca, o de tiempo atrapado en sus páginas.

En los libros electrónicos no se puede guarda una flor para que se diseque.

No tienen hojas para que juguetee el viento, o la brisa del mar, o un suspiro.

No se pueden ojear distraídamente.

No surte el mismo efecto regalar un libro electrónico al ser amado que un libro de papel dedicado de puño y letra.

No se puede llorar sobre ellos como en un libro de papel.

No se pueden besar, son muy fríos.

No nos recuerdan la naturaleza.

Con un libro electrónico debajo del brazo no podremos parecer tan inteligentes ni intelectuales como con un libro común y corriente.

Debo dejar claro, y, respetuosamente que ésta es una opinión mía, parcial, y que posiblemente acomode en otro momento con relación a los libros electrónicos, por ser algo tan novedoso como atractivo a la vez, por la simple razón de que no pertenece a mi época del todo y me inclino obviamente por el libro de papel por ser algo que está en mis genes prácticamente y lo he manifestado arriba y debe considerarse como una lucubración personal nada más ante cambios tecnológicos que el tercer milenio nos está entregando.

La tecnología ha impulsado muchos cambios sociales especialmente en los últimos 200 años. El siglo XX nos dejó en sus décadas finales una asombrosa tecnología capaz de auto-reproducirse en lo que algunos llaman parto-robot-génesis, y un conocimiento científico en diversas disciplinas que nos quieren escapar de las manos, especialmente en el ámbito de la biología, cuyas consecuencias no podemos predecir si acudir a la imaginación.

Realmente me maravilla la cibernética, como expresión máxima de la tecnología y del saber humano y creo que a todos nos tiene deslumbrados y cuando no atónitos; empero no sé todavía como tanta tecnología nos permitirá plasmar el futuro o dejar nuestros presentes testimonios en él, a los habitantes que nos reemplazarán. Es posible que de máquina a máquina, de pasado a futuro, se comuniquen y como en el cine estemos todos grabados hasta en nuestros más pequeños actos, para que los interesados del futuro extraigan los datos que les interesan de las personas que deseen.

No habrá eso sí un “guión” preescrito como en el cine, o un argumento literario de una novela o de un cuento. Todo estará como “sin editar” y tomará bastante tiempo a los parientes, “intrusos” o investigadores del futuro “rehacer” los minutos o segundo de sus “personajes” elegidos.

De sólo pensar que nuestras vidas pudieran estar plenamente siendo registradas en películas las 24 horas del día hasta el fin de nuestras existencias suena espantoso. ¿Quién haría esto y por qué? ¿Cuál sería el costo de tamaña locura? Esta especulación mía la he hecho para reafirmar que nada es más fácil, sencillo y barato que estudiar el pasado a través de los libros, los modestos libros de papel, que gracias al trabajo de unas cuantas personas: escritores, periodistas, historiadores, biógrafos, fotógrafos, ilustradores, gráficos, editores y distribuidores, se hace factible ir hasta las tinieblas del pasado o remontarnos al futuro, sin que esto amenace ninguna de nuestras libertades.

Para ilustrar lo que digo, la escritura en cualquier medio puede contar un sucedo tan crudamente y real como lo puede hacer cualquier tecnología de hoy. Por ejemplo el documento más antiguo redactado en el Japón corresponde al año 676 por un funcionario agraviado hallado a finales de diciembre de 1991, cerca de Kyoto, la capital del antiguo imperio y dice así: “Me prometió un ascenso pero no ha cumplido su palabra. Agradecería una gestión suya al respecto.”

Así se lamentaba Gen Tisú hace 1.300 años sobre una tabla de ciprés. El papel no fue utilizado para redactar documentos hasta el siglo IX.

El descubrimiento aporta valiosa información sobre la legislación de aquellos tiempos. Llama la atención la frescura de la inscripción, como si fuera un suceso de plena actualidad en nuestros días, pero sucedió hace varios siglos atrás. Gen Itsu era un ombito, rango social heredado por los méritos o hazañas de sus ancestros que seis meses antes había recibido promesas de ascenso en la magistratura. La categoría a la que pertenecía Gen Tisú era respetada y a sus titulares se les dispensaba el tratamiento deferente que les correspondía por derecho.

Este pequeño ejemplo lo he puesto para graficar una idea y es que la palabra escrita en una tabla de ciprés hace más de 1300 años nos descubre un hecho de la legislación en Japón de ese tiempo..., y la resistencia al tiempo de la tabla de ciprés.

¿Qué sucedería en el año 3.300 si las futuras generaciones encontraran en alguna cueva nuestras potentes y actuales computadoras, móviles, o en las ruinas de un edificio sepultado por un desierto, sin manuales para hacerlas funcionar? ¿Cómo podrían saber nuestros descendientes para que sirvieron y cómo se utilizaron?

En cambio si hallaran un libro guardado en una caja de madera no les produciría ningún problema leerlo por mucho que cambiara el lenguaje, lo que me parece poco probable.

 

Fenoménica en el campo de la labor literaria

El libro como hemos visto es una herramienta eficaz, bello, decorativo y funcional. Nos conecta a lo divino, esotérico, a la magia y a la sabiduría con su sola presencia. Verlo ya nos hace funcionar, nos acondiciona psíquicamente a saber, a estudiar, o a disfrutar en nuestro rincón preferido con narraciones que nos entretienen con las vidas de otros seres parecidos a nosotros cuyas existencias no llegaríamos a conocer nunca con la calma que nos procura la lectura.

El libro otorga estatus con sólo llevarlo en un bolsillo, debajo del brazo o en la mano haciéndonos pasar por inteligentes. No hay duda alguna que en tiempo de la cibernética (inteligencia artificial) las computadoras tienen un lugar privilegiado y su despliegue de tecnología sorprende día a día y el atractivo que posee no tiene rival y la utilidad en las comunicaciones permiten la interrelación humana como nunca antes la hubiera, y eso es muy positivo. De todas maneras su masificación depende de cada país y de los ingresos de los ciudadanos que, lentamente van adhiriéndose en redes comunicacionales virtuales acortando las distancias y accediendo a la información y educación.

Una computadora recibe datos, procesa, mezcla y archiva información a velocidades pasmosas y para eso han sido creadas. Mucha de esa velocidad no alcanzamos a percibirla ni a utilizarla, debido a nuestra humana lentitud natural. Para la ciencia es eficaz e irremplazable —por eso han sido concebidas— pero por mucho que nos ayuden no aumentarán la velocidad de nuestras existencias reales, porque el ser humano aspira a vivir más lento y tranquilo. Para saber y tener información urgente y recursos de alta tecnología la velocidad es indispensable, así podremos calcular, medir longitudes tanto macro y microscópicas tridimensionales y lo que queramos.

Esta tecnología de velocidades infinitas, aplicadas en la medicina, la conquista del espacio, en la construcción de vehículos de alto diseño, en los medios de producción, para el ejército y el espionaje o en casi cualquier asunto es irremplazable, como venimos diciendo, sin embargo, para el ser humano —como hemos visto—, no significa lo mismo, considerando solamente que para que un niño aprenda a andar completamente, requiere de años de entrenamiento y ayuda. Una persona de experiencia es alguien que ha quemado muchas etapas en su vida, quizás con fastidio, con terror, con atrocidades a sus espaldas o con plena dicha y calidad de vida. Ha experimentado sus etapas lenta y progresivamente a la velocidad de la vida humana.

La velocidad de nuestros ordenadores es abstracta, inservible en la vida real. Un ejemplo para que no piense usted que soy retrógrado. El día 27 de octubre de 1998 en Nueva York el gobierno norteamericano presentó el ordenador más rápido del mundo el PACIFIC BLUE, de la IBM, capaz de realizar 3,9 billones de operaciones matemáticas por segundo.

¿Por qué a pesar de que han pasado casi 13 años usted no lo sabe?

¿De qué le ha servido tal velocidad al PACIFIC BLUE IBM? Apuesto a que usted sabe quién dijo: “El que esté libre de culpa que lance la primera piedra”. O: “Ser o no ser” O ésta otra frase: “Deja que los perros ladren Sancho, es señal que cabalgamos” Estas frases célebres son viejísimas, han viajado con nosotros por toda nuestra existencia, porque provienen de seres excepcionales y su sabiduría se encuentra en nuestra cultura genética y fueron impresas en libros.

Ya que estamos en esto, ¿a qué velocidad escribe un escritor? Es seguro que no hará a la velocidad del PACIFIC BLUE IBM, o una experimentada dactilógrafa, porque más que la velocidad es el sentido de lo que escribe lo que importa, es la palabra misma la valiosa, y eso hay que hacerlo lento, a la velocidad orgánica de nuestra humana existencia.

El escritor elaborará con ahínco la estructuración de sus ideas, buscando la perfección. Las ideas luego de concebidas se arrastran con lentitud por el papel. Eso explica la consistencia del lenguaje escrito, su estética y contenido. La natural gracia la posee un bisoño escritor, claro, la maestría sólo se consigue con un reiterado ejercicio y con los años.

El escritor es un ser obsesivo por la perfección. Cada palabra la sopesa como si recién la conociera o descubriera.

El escritor experimentado aprende a escribir, valorando la economía y construyendo un vocabulario personal que le hará inmediatamente reconocible.

Lo bueno de esto es que no serán peritos ni expertos quienes evaluarán la maestría del escritor como suele ser con otras profesiones, sino que cientos o miles de exigentes lectores. Un buen escritor desdeña el barroquismo, lo suntuario, las disquisiciones, las combinaciones extrañas, porque prefiere la pureza de las ideas, la sencillez y fuerza de la expresión que un derroche de palabras exquisitas y rebuscadas.

Un buen lenguaje metódico, bien elegido, sencillo, justo y preciso, es más eficaz que una ametralladora de palabras disparadas al azar. Es común oír de parte de los escritores, que son los personajes que crean al autor, es decir al revés, no el autor a los personajes. Oscar Wilde se refirió a ese fenómeno de autoría metafísica: “Los únicos seres reales son los que nunca han existido, y si el autor novelista es bastante vil para fingir copiar sus personajes de la vida, por lo menos debiera fingirnos que son creaciones suyas, en vez de jactarse de la copia.”

 Mucha verdad hay en esto, porque todo el respeto que ganamos los escritores en vida una vez que conseguimos reconocimiento social, es gracia a aquellos personajes que hemos inventados, de los que tenemos que hablar una y otra vez con una familiaridad tal como si existieran de carne y hueso.

Nuestros personajes nos superan y quién sabe si sea yo mismo uno de ellos que ha suplantado al autor de este ensayo el que escriba.

Nota:
1.- 
Diccionario Crítico de las Ciencias Sociales

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Escritor chileno


Otros textos de Víctor Aquiles Jiménez, publicados en Literatura Virtual


Víctor Aquiles Jiménez H. nació en San Antonio, el 17 de junio de 1944 en Chile, pero su padre en un olvido involuntario lo inscribió el día 9 de julio del mismo año.

Comenzó como dibujante, libretista radial, fotógrafo, periodista, director teatral y titiritero. Hizo su servicio militar en 1963, y 10 años más tarde sufrió las consecuencias del derrocamiento del presidente Allende pagando con ello finalmente, luego de muchas adversidades, con el exilio en Suecia.

Como autor ha logrado un especial estilo, intentando humanizar el cuento de ciencia ficción. Sus trabajos en este género circulan en revistas culturales y universidades de las Américas y Europa. Sin embargo siente una gran y natural atracción por el género infantil y juvenil, y ha escrito extraordinarios cuentos y una novela Don Cometa el profeta de los niños, ahora Megalaxia Ciudad Infinita en el 2005, esta obra vio la luz en Chile en dos ediciones 1981/ 1985.

Recientemente ha sacado el Libro de las profecías felices, que es una segunda parte de Megalaxia Ciudad Infinita.

Llegó como refugiado político a Suecia, con su familia, sus libros publicados en Chile, numerosos originales, más un morral con los libros de sus autores favoritos. Varios premios literarios jalonan su trayectoria y en España en 1994 publicó Cuentos ecológicos, cuando esa temática no interesaba mucho a los escritores, siendo entonces uno de los pocos autores concienciado y comprometido con la ecología, el medioambiente y la Tierra. Fue así que al darse comienzo en Francia las pruebas en el Atolón Mururoa, Víctor Aquiles Jiménez H. fue el único intelectual por entonces que se hizo escuchar protestando —a través de un programa emitido por la Radio Nacional de España a todo el mundo el 30 de agosto de 1995— en Claves de América, conducido por Luis Arancibia y Ana Segura, que dieron vida a unos de sus cuentos El sacrificio olvidado del libro citado.

Como ensayista uno de sus trabajos más reconocidos internacionalmente es Conciencia del límite publicado en la Revista Cátedra de Derecho y Genoma Humano de la Universidad de Deusto, en el año 2001. Este mismo trabajo es citado en numerosas revistas científicas, tanto médicas como de derecho de Europa y América.

Es delegado oficial de la Sociedad Científica de Chile en Suecia desde 1989. Fue propuesto como Miembro Agregado por el Dr. Eduardo Frenk (Premio Doctor Honoris Causa por la Universidad de la Paz 1988), Presidente de la Sociedad Científica entonces.

El reconocido Dr. Alfredo Givré, de nacionalidad argentina, Director de la Fundación Givré le nombró delegado en Suecia en 1989.

Ha sido corresponsal de numerosas revistas culturales y centros educacionales.

Actualmente es socio CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) y se encuentra participando en la lucha por la defensa de los derechos humanos de los escritores a través del respeto de la propiedad intelectual.

Víctor Aquiles Jiménez H. es Doctor of Philosophy en Sociología, por la Pacific Western University de California, USA. Desde 2008 es Técnico Superior de Hipnosis Profesional de la Escuela Técnica de Hipnosis, Valencia, España y Delegado en Suecia. Está en trámite su ingreso a la ACE Asociación Colegial de Escritores de España.