Nefertiti Illoldi Wong

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Examen de química

Nefertiti Illoldi Wong

Miércoles, examen de química. Abarca los capítulos 14, 15 y 16.

Mi corazón casi se detiene al saber que en dos días tendría un examen. La prueba no era en sí lo que me aterraba, sino el silencio del salón. La hora y medía sentada en una silla tan cómoda que podría quedarme dormida. El olor a nada y a pestilencia de los químicos del laboratorio. El compañero del asiento siguiente resuelve tan rápidamente los problemas, que te hace sentir culpable por no haber entendido la clase. Ser la última en entregar el papel en blanco esperando que los espíritus, la Virgen de Guadalupe o alguna fuerza paranormal resuelvan lo que yo no pude.

El maestro deja salir a mis compañeros y a mí me detiene. Luego me dice que tengo que esforzarme para pasar este examen. Al ver mi cara de ofuscamiento me ofrece un trato. En ese momento pienso en los comerciales de Televisa. “Mucho ojo, cuéntaselo a quien más confianza le tengas”.. Después de darme un sermón me anima diciendo que si paso este examen con un noventa mínimo es capaz de darme esa calificación. Fue como un vaso de agua fría en un día caluroso. Me marché a casa con la convicción de estudiar toda la tarde, olvidarme de las telenovelas y de ir a dar el “rol”.

Me senté sobre la cama de mi habitación. Un refresco para la sed y unas galletitas para concentrarme. Entonces abro mi cuaderno y comienzo a repasar. Las estructuras de puntos de Lewis parecían simples, puntitos por aquí y puntitos por allá. ¿Cuál es la diferencia entre un compuesto iónico o covalente? Todos parecen iguales. El reloj seguía avanzando y me mente se hacia una telaraña de iones y soluciones acuosas en equilibrio. No había otra solución, tendría que tragarme mi orgullo y pedir ayuda a mis compañeros de clase. Tomé el teléfono y marcaba los números mientras los leía de mi agenda. Todos al momento de pedirles que me explicaran algún tema en particular, sacaban pretextos para evadirme y colgar el teléfono.

¿Qué más da? Hasta las palabras las puedo imaginar revoloteando entre mis neuronas, medió muertas de tanto reventón. Sólo una respuesta al oído parece sacarme de mi desesperación. “Roba el examen” hasta el viento parece decirlo. No había ni que pensarlo, mañana me pondré en acción.

Con la excusa de resolver dudas respecto al examen pedí una cita con el maestro. Cuando el tiempo era justo me dirigí a la escuela. Luego al salón de ciencia, siguiendo con las oficinas de los maestros. Llegué unos minutos antes de que la cita tuviera lugar. El tiempo necesario para anotar cuidadosamente el horario de oficina, de clases y del laboratorio.

Mientras espero afuera de la oficina observo la cerradura de la puerta. Sonrío después de que un plan en mi mente se organiza.

El maestro se acerca, cargando con sus cosas. Yo amablemente me ofrezco a ayudarle. Después de todo soy una buena estudiante, no muy brillante pero dedicada. Entro a su oficina y me ofrece asiento.

Profesor, me encargo el Dr. Gutiérrez que lo fuera a ver a su oficina. Me dijo que tenía que entregarle un papel muy importante, que era urgente. Por mi no se preocupe yo lo espero aquí.

El maestro dio las gracias y se dirigió a otra oficina. Rápidamente sacó la cinta adhesiva transparente de mi mochila. Luego la coloco en el pequeño orifico en el marco de la puerta que permite que la puerta se cierre. Abro y cierro la puerta y compruebo que aunque parezca que está cerrada sigue estando abierta. Con calma me siento. Observo su computadora. Nada me sorprende, Windows 95 como sistema operativo.

Mi instructor regresa y responde algunas preguntas que le hago. Me marcho finalmente no sin antes verificar que la cinta sigue ahí. Le digo adiós con la mano y me alejo.

En la cafetería espero a que el maestro se vaya a su casa de acuerdo a su horario. Me aseguro que en mi mochila aún esta el disquette. Y con confianza me acerco al edificio. Como un fantasma me deslizo a través de los pasillos. Me detengo frente a la puerta, noto que la luz está apagada. Mi corazón empieza a latir cada vez mas fuerte. Toco la manija de la puerta. Entonces me pregunto: ¿de esto se trata la universidad? Dice mi super ego. Y repito en voz alta “Es el todo por el todo”. Me introduzco en la habitación y prendo la computadora. Aparece un mensaje pidiéndome una contraseña. Me pongo unos guantes y presiono cancelar con el ratón. Acceso el programa de procesador de palabras. Selecciono abrir archivo. La máquina me muestra en una pantallita los documentos. Anoto el nombre del archivo y cierro el programa. Trato de ser muy cuidadosa. Pienso, si abro el archivo el programa va a registrar el movimiento. Sólo hay una manera de obtener el examen. Abro el administrador de archivos, busco el título que me interesa. Coloco el disquette dentro de la máquina. Continuo copiando a la unidad C. Habiendo terminado esto, reúno mis pertenencias, quito la cinta de la puerta y me alejo.

Ya en mi casa imprimo el examen. Me molestó un poco que no tuviera todas las respuestas, pero los problemas más difíciles habían sido resueltos. Repaso un poco y me voy a dormir.

Al día siguiente llego a la escuela unos minutos antes del examen. Abro el libro y repaso las notas ligeramente. El maestro nos saluda al entrar al salón. Todos guardamos nuestros libros y sólo dejamos lo necesario para la prueba. Mis manos parecían tener vida propia, yo contestaba todo y con detalle. Pasé a la tercera hoja. Comencé a leer y parecía que hasta el pupitre sobre el que estaba sentada se burlaba de mí. Nada de lo que leía parecía ser comprendido por mi cerebro. Peor aún no tenía las respuestas, llegué a la conclusión de que había cambiado el examen. Derrotada por el destino, entregué mi papel medió contestado. El maestro me sonrió.

¿Terminaste?

Si. Contesto casi en un suspiro.

¿Sabes que de esto depende tu calificación final?

Lo sé señor. Me alejo sabiendo que reprobaré, pero pensando, en la ropa que esta noche voy a llevar a la disco.

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Este registro se añadió el 28 de octubre 2009

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Cursó su educación básica en Ciudad Victoria, Tamaulipas. Participó en el taller literario de José Luis Velarde. Publicó en el cuaderno colectivo Se murió Minineitor, ya no duermo tranquilo mamá..En 1998 presentó el cuaderno ¿Tomás o freak?

Nefertiti asistió a los dos primeros encuentros de Letras en el Borde. Por ese entonces rondaba los diecisiete años, y estudiaba en Laredo, Texas. En el 2004 obtuvo en la Texas A & M University, el grado de Bachelor of Sciences in Aerospace Engineering, siempre como estudiante distinguida.