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LA BRUJA MOLESTA

La bruja Molesta tenía muy mal humor. 

Todos los días encontraba una razón para enojarse, 

como cuando tenía que desplazarse en escoba 

(su escoba no funcionaba con combustible,

 entonces ella debía sentarse mirando hacia atrás, 

inspirar muy hondo y soplar con toda 

su fuerza para poder propulsarse).


- ¡Eso sí que es un inconveniente!-, 

se reían las palomas cada vez que se la cruzaban. 

La bruja no   toleraba semejante humillación, 

entonces el enojo se le duplicaba.


Pero Molesta no era una bruja vengativa. 

Su único defecto era, simplemente, 

que nada le venía bien: ni su escoba, 

ni el cantar del gallo por las mañanas, ni su fiel varita mágica.

 Nada parecía funcionar del modo en que ella quería. 

Todas las mañanas se levantaba de mal humor, 

y se iba a dormir enojada y angustiada, 

porque su día había sido pésimo.


Ya todos la conocían en el vecindario 

(sus gritos y quejas nunca pasaron desapercibidos),

 así que una mañana, bien temprano, 

sus vecinos se reunieron ante la puerta de su casa. 

“Toc toc”, sonó un puño en la puerta.

-¿Quién es, a estas horas? 

¿Nadie sabe acaso que no me gusta que me despierten?


- Somos nosotros, tus vecinos, Molesta. 

Tenemos algo importante para decirte...-.

 Enojada, Molesta se puso una bata y salió a atenderlos.


-¿Qué quieren?


- Queremos que dejes de sentirte enojada todo el tiempo, 

Molesta- dijo un vecino, tímidamente.


- ¿Enojada, yo? ¿Pero, en qué planeta viven? 

Yo no estoy enojada. Y además, 

no es asunto de nadie mi estado de ánimo. 

¡Este mundo! ¿Pero qué le pasa? 

¿Acaso están todos en contra mío? 

¿Qué más me puede pasar?- refunfuñó.


- Justamente de eso te venimos a salvar, Molesta-, 

dijo otra vecina, más animada.


- ¡¿Qué?!

- Verás, - le interrumpió- 

estás tan ocupada todo el día tratando de vender al mundo,

 de quejarte, que te olvidas de ti misma 

y de lo mal que te hace comportarte así, y la

verdad es que nos tienes tan preocupados... 

Además, te olvidas de tu trabajo. 

Ya ni siquiera ejerces como bruja... 

¿Y qué sería del vecindario sin una bruja practicante?

 ¡Vamos, Molesta, es por tu bien, ya deja de quejarte!

En ese instante, la multitud se envalentonó 

y se comenzaron a escuchar frases como: 

“Molesta, no te quejes más.”

 “Molesta, vive la vida tranquila.”

 “¡Abajo el mal humor!”

Fue allí cuando a Molesta se le iluminó la mirada. 

Jamás había sido objeto de preocupación y de afecto colectivo.

 Pensó, repentinamente,,,,,,

 que tal vez un cambio en su estilo de vida pudiera venirle bien, 

por primera vez en mucho tiempo.

- Está bien, ya los escuché y me parece razonable-,

 gritó Molesta, más para ser escuchada 

entre los gritos de la multitud 

que de continuar con su tono quejoso. 

Y luego, su voz se perdió entre la gente 

que la vitoreaba para verla feliz, 

la misma gente que le ayudó a redibujar 

una sonrisa en su horrible pero afable rostro de bruja.