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El Espíritu Santo es Dios

El apóstol Pedro hizo un anuncio importante que está escrito en el libro de Hechos. Al describir el milagro que sucedía en Jerusalén en Pentecostés, declaró el principio de la venida especial del Espíritu Santo. Esto había sido prometido por los profetas del Antiguo Testamento como una señal de los últimos días antes del glorioso advenimiento final de Cristo.

Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, … antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.[1]

 

Ud. y yo estamos entre aquellos siervos de Dios que profetizan, gracias al Espíritu Santo. Utilizando la Escritura como su herramienta, el Espíritu santo nos induce a proclamar el “misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos”[2], que Jesucristo, el Cordero de Dios, es el Salvador de todos. Él es el Salvador que todo el mundo necesita conocer y en quien necesita confiar para escapar el juicio venidero de Dios. El Espíritu Santo es Dios, quien crea nuestra fe en Jesús, guía nuestras vidas como creyentes y nos da poder para nuestra actividad de proclamar. Por tanto, es digno que honremos al Espíritu Santo mediante el estudio que emprendemos aquí.

I.    El Espíritu Santo se revela en la Biblia

 

Sabemos que la Biblia testifica acerca de nuestro Salvador Jesucristo solamente porque los escritores fueron “impulsados[3]” (2 Pedro 1:21 NVI) a hacerlo por el Espíritu Santo, como barcos impulsados por el viento. El Espíritu Santo enseñó a los profetas y los apóstoles qué decir.[4] Como el autor influyente, invisible de la Biblia, el Espíritu también se revela en la Biblia que él produjo.

 

A.     El Espíritu Santo se revela en el Antiguo Testamento

 

Las primeras oraciones de Génesis proveen una introducción dinámica al Espíritu Santo. Contra un fondo frío, oscuro, sin vida, “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.[5]” Una y otra vez, siete veces más, el Pentateuco revela el poder del Espíritu Santo[6], diciendo que dio habilidad y conocimiento excepcional a ciertas personas escogidas. A veces los dotó de manera física[7], pero con más frecuencia los bendijo espiritualmente en asuntos de la fe. Josué[8], Gedeón[9], Sansón[10] y Saúl[11], se convirtieron en líderes sobresalientes de Israel bajo la influencia del Espíritu de Dios. David, el rey que escribió los Salmos, explicó su don lírico diciendo: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua.[12]” El Espíritu también recibe el crédito por poner en la mente de David los planes para el templo futuro[13]. El Antiguo Testamento dice repetidamente que el Espíritu de Dios, o el Espíritu del Señor, vino sobre los profetas, guiando sus pensamientos, palabras y acciones. La tercera persona de la Trinidad recibe alabanza y la bendición a través de toda la época del Antiguo Testamento.

 

B.  El Espíritu Santo se revela en el Nuevo Testamento

 

Así como el Espíritu Santo estaba “moviéndose sobre las aguas” del mundo antes que había vida al principio, así también cuando llegó el cumplimiento del tiempo, poderosamente echó su sombra[14] sobre el vientre de la Virgen María, haciendo que concibiera al bebito Jesús. Pronto después del comienzo de ese gran evento, el Espíritu Santo hizo que una persona tras otra testificara acerca de Jesús. Comenzó con Elizabeth, María y Zacarías[15], y siguió con los pastores, Simeón, Ana y los magos. Después ungió a Jesús mismo a predicar las buenas nuevas.[16] Después de que fue glorificado, Jesús dio al Espíritu Santo a sus discípulos[17], para que entendieran las Escrituras[18] y perdonaran los pecados en su nombre.[19] Luego finalmente el derramamiento especial del Espíritu Santo vino sobre toda la iglesia. El Espíritu eliminó barreras de lenguas, disolvió temores, y preparó a creyentes para dar testimonio de Jesús como el prometido Salvador.[20] Lo que comenzó a hacer en Pentecostés, el Espíritu Santo seguirá haciéndolo “como él quiere”[21] hasta que vuelva Cristo.

 

 

II.  El Espíritu Santo tiene atributos divinos

 

A. El espíritu Santo tiene nombres divinos

 

Las Escrituras revelan que el Espíritu Santo es Dios acreditándole nombres, obras y atributos divinos. La palabra espíritu literalmente significa “aliento” o “viento” en hebreo (ruach) y en griego (pneuma). La palabra “espíritu” en sí no da a entender la divinidad, de igual forma que las palabras padre e hijo tampoco insinúan en sí la divinidad. Pero el hecho de que a este Espíritu con frecuencia se le llama Espíritu Santo claramente indica que él es Dios.[22] Las traducciones de la Biblia por lo general lo reconocen, poniendo la palabra Espíritu en mayúscula cuando el contexto revela que está hablando del Espíritu Santo.

La identidad divina del Espíritu Santo también resalta en los siguientes pasajes conocidos de la Escritura. El apóstol Pedro advirtió a Ananás: “¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, … No has mentido a los hombres sino a Dios.[23]” El apóstol Pablo dio los nombres “Señor” y “Dios” al Espíritu Santo cuando escribió de dones espirituales: “Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo… Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu.[24]” San Pablo también dijo que el cuerpo del cristiano es un templo de Dios porque el Espíritu está allí.[25] Además de éstos hay muchos otros ejemplos más de nombres y títulos divinos que se dan al Espíritu. Se le llama Espíritu de Dios, el Espíritu del Señor, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de verdad, de vida, de gloria, el Espíritu que “levantó de los muertos a Cristo Jesús”.[26]

B.  El Espíritu Santo realiza obras divinas.

 

El Credo Niceno alaba al Espíritu Santo como “el dador de vida”. Es una descripción apropiada de la actividad divina del Espíritu Santo durante la creación del mundo.[27] También merece esta  alabanza porque el don de la vida se puede transmitir de una generación a otra. Como dijo Job, “El espíritu de Dios me hizo, Y el soplo del Omnipotente me dio vida.[28]” Pero aun más importante que el don de la vida física es el nuevo nacimiento, la vida espiritual que el Espíritu Santo obra mediante el Evangelio en el Sacramento del Santo Bautismo y mediante el Evangelio en sí. Dios “nos salvó …  por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.[29]” “Dios os ha escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.[30]

 

Además, el Espíritu Santo también preserva la vida del pueblo de Dios orando por ellos: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros …[31]” Esas actividades de creación y de preservación afirman que el Espíritu Santo es Dios. Como Dios, el Espíritu Santo también nos convence del pecado, nos testifica de Cristo, nos conduce a la fe en nuestro Salvador y nos preserva nuestra fe.

 

Se debe notar que las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, hacen en común todas estas obras divinas. Las tres personas tienen la misma naturaleza divina y juntas están activas en todas las obras divinas que se hacen hacia el exterior de Dios, a la creación o para la creación. (Las opera ad extra).

 

C. El Espíritu Santo tiene la naturaleza divina del Dios Trino.

 

Cuando instituyó el bautismo, Jesús nombró al Espíritu Santo como una de las tres personas del Dios Trino.[32] El hecho de que se nombró al Espíritu Santo al último no indica que tenga una posición inferior, o que se originó en otro tiempo. Tampoco el hecho de que cada una de las tres personas se nombre por separado quiere decir que cada una tenga su propia naturaleza divina. La naturaleza divina del Espíritu Santo no está separada de la naturaleza divina del Padre y del Hijo. La Escritura enseña que hay un Dios,[33] con una naturaleza divina.[34] No hay tres dioses con tres naturalezas divinas. “Cada una de las tres personas posee esta única e indivisible esencia divina en su totalidad.”[35]

 

Consistente con esto, la Biblia demuestra que los atributos del Espíritu Santo son los mismos que los del Padre y del Hijo. Por ejemplo, el Espíritu Santo está presente en todas partes. “¿A dónde me iré de tu Espíritu?”[36] Es eterno.[37] Conoce todo, “el Espíritu todo lo escudriña”.[38] Es omnipotente[39] y santo.[40] Es el “Espíritu de gracia”[41] y de amor.[42] Si el Espíritu Santo fuera solamente una fuerza o un poder que procediera de Dios no se describiría como hablando[43], como contristado[44], o teniendo una voluntad propia.[45]

 

A veces leemos una referencia en plural al Espíritu Santo en la Biblia.[46] Eso puede tener referencia a las características séptuples del Espíritu Santo que fueron dadas a Cristo como el profeta Isaías predijo: “Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.”[47]

 

El Espíritu Santo fue dado a la naturaleza humana de Jesús “sin límite”.[48] Por esta razón y también porque Jesús y el Espíritu Santo tienen la misma naturaleza divina, a Jesús se le puede llamar, “el Señor que es el Espíritu.”[49] La perfecta cooperación y unidad divina de la segunda y la tercera persona de la Trinidad no cambia el hecho de que las dos personas son distintas y separadas. El Hijo no es el Espíritu Santo y el Espíritu Santo no es el Hijo.[50]

 

D. La honra que se debe al Espíritu Santo.

 

La Escritura advierte en contra de ofender al Espíritu Santo. Cuando el rey Saúl se apartó de Dios, “el Espíritu de Jehová” se apartó de él.[51] Cuando el Rey David reconoció que su pecado y falta de arrepentimiento había contristado al Espíritu Santo, se arrepintió con todo su corazón.[52] Dios advirtió al Israel impenitente que eran “rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu” y que por eso “les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos.”[53] Un juicio terrible cayó sobre Ananías y su esposa Safira cuando rehusaron arrepentirse o inclusive admitir que habían mentido al Espíritu Santo. El escritor a los hebreos advirtió: 

 

Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo![54]

El Espíritu Santo merece la adoración y el respeto del pueblo de Dios. El pecado lo entristece[55], la vida santificada lo honra.

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.[56]

Ya que el Espíritu Santo provee el poder para la vida santificada solamente mediante el evangelio en palabra y sacramento, le damos honra manteniéndonos en contacto con estos medios de gracia, para que no apaguemos el fuego del Espíritu siendo negligentes del evangelio. También le damos el honor que él merece, cuando nuestras fiestas eclesiásticas, formas litúrgicas, oraciones e himnos invocan su nombre y alaban su obra vivificante.

III. El Espíritu Santo ha sido un tema de controversia teológica

 

A. Teólogos de oriente y occidente han tenido diferentes puntos de  vista acerca de la Trinidad.

 

 En los primeros siglos de la iglesia cristiana ciertos teólogos pensaban mucho acerca de la Trinidad, pero Oriente y Occidente tenían diferentes puntos de vista. Un lado proclamó fuertemente la distinción del Padre, Hijo y Espíritu Santo, el otro estuvo firme en proclamar que Dios es uno. Tanto Oriente como Occidente luchaban por evitar el error del Triteísmo, la doctrina falsa de que haya tres dioses (griego treis tres y theos Dios).

 

Hacia fines del siglo II como resultado de esta lucha por encontrar la verdad comenzó una doctrina conocida como el monarquianismo en el Oriente y se extendió a Occidente. Fue un intento de proclamar la unidad de Dios, que desafortunadamente destruyó la Trinidad. Una forma de esta herejía buscaba preservar la unidad de Dios, la deidad de Cristo y la deidad del Espíritu Santo, enseñando que el Hijo y el Espíritu Santo sólo eran modos o manifestaciones de Dios Padre. Se llamaba el monarquianismo modalista, (modal, que aparece en diferentes papeles, monarca, un ser principal). Otro nombre fue el Patripasionismo, porque insistía que el Padre sufría en su papel como Hijo.

 

Otra doctrina monarquiana distinta, el monarquianismo dinamista, también intentó preservar la unidad de Dios, pero lo hizo negando la deidad de Cristo y del Espíritu Santo. Especuló que Dios, el único gobernante, levantó a Jesús a un nivel casi divino, llenándolo de poderes, llamados “el logos” y “el espíritu”.

 

Además una tercera conclusión destructiva acerca de la Trinidad especulaba que el único Dios verdadero es el Padre y que las otras dos personas divinas sólo son manifestaciones temporales, algo inferiores, que fluyen del Padre. Esta herejía llegó a conocerse como el subordinacionismo.

 

En el tiempo de estas controversias había muchas opiniones diferentes acerca del Espíritu Santo quien fue identificado por algunos teólogos como una energía, una criatura o un ángel.[57] Sin embargo, podemos estar seguros basándonos en las afirmaciones sencillas del Credo Apostólico que la iglesia antigua creía en la personalidad y la deidad del Espíritu Santo. “Pero no fue hasta el siglo IV … que la … personalidad y la divinidad del Espíritu Santo se hicieron prominentes.”[58]

 

1.   Subordinacionismo en la iglesia oriental

 

Cerca de 150 d.C. ciertas personas en la parte griega de la iglesia que querían evitar la herejía del triteísmo declararon que Jesucristo no es Dios pero es casi Dios. Dijeron que el Logos, que se hizo carne en Jesucristo, estuvo en un nivel inferior al Padre.

 

Orígenes de Alejandría en Egipto pulió algunas de las asperezas de esta herejía conocida como subordinacionismo (del latín, teniendo una naturaleza inferior). Luchando contra los monarquianistas, insistió que el Padre, el Hijo y el Espíritu eran tres personas eternamente distintas pero no los creía iguales. Su concepto de la Trinidad era de tres círculos concéntricos que formaban un triángulo invertido, y se extiende de Dios al hombre. Orígenes razonaba que “puesto que todas las cosas han llegado a existir por medio del Logos, sigue que el Espíritu Santo es el primero de los espíritus engendrados del Padre mediante el Hijo.”[59] Enseñó que las tres personas tienen la misma esencia pero no la misma existencia.[60] Jesús y el Espíritu Santo eran parte de un puente que descendía entre el cielo y la tierra. El papel del Espíritu Santo fue proceder del Padre mediante el Hijo para santificar a los hombres.

Así, según Orígenes, el Hijo y el Espíritu Santo estaban subordinados al Padre y el Espíritu Santo también estuvo subordinado al Hijo. Esta distorsión que alcanzó amplia distribución, no fue claramente corregida hasta el Concilio de Nicea en 325.

2. El monarquianismo dinámico en la iglesia oriental.

Teodoto, quien parece haber salido de Bizancio, más o menos 1190 años d.C., intentó preservar la unidad de Dios de otra manera. El también dijo que Cristo y el Espíritu Santo no son iguales a Dios Padre, pero según su teoría el hombre Jesús fue elevado a un nivel similar a Dios cuando recibió un dínamis, un poder que procedía de Dios. Cerca de fines del siglo II Teodoto se trasladó a Roma llevando consigo esta herejía que llegó a ser conocido como el monarquianismo dinamista o el adopcionismo.[61]

En el siglo III un obispo en Antioquía, Pablo de Samosata, promovió la misma teoría. Enseñó que el hombre Jesucristo fue elevado al nivel de la divinidad mediante un “dínamis”, un poder que consistía del Logos y el Espíritu Santo que le fue dado por Dios. Enseñó que “es permitido hablar de un Logos o Hijo y de una Sabiduría o Espíritu en Dios, pero que éstos no son más que atributos de Dios … influencias impersonales.”[62]

Nuestras confesiones luteranas en los Artículos Principales de la fe, artículo 1, de Dios, condenan la enseñanza de los samosatenses por negar la personalidad y deidad del Logos y del Espíritu Santo.[63]

Ario, un maestro de la iglesia de Alejandría, también estuvo en desacuerdo con los samosatenses, pero basó su desacuerdo en un argumento de extremado subordinacionismo. Llegó a la conclusión de que Jesús era más que un hombre que fue adoptado por Dios, Jesús era el logos, el Hijo de Dios, que existía antes de la creación del mundo. Sin embargo, no era eterno. Según Ario, Jesús era una primera criatura de suprema importancia que ayudó a Dios a crear todo lo demás. Si era una criatura, como Ario insistió, no podía ser Dios. Tampoco podía el Espíritu Santo ser verdadero Dios, desde su punto de vista. Ario enseñaba que el Espíritu Santo era la primera criatura que el Hijo hizo.[64] Hoy los Testigos de Jehová enseñan esto, sin embargo ellos consideran que el Espíritu Santo es solamente una fuerza que procede de Dios.

El que tomó el liderazgo en corregir la herejía Arriana fue Atanasio, obispo de Alejandría en el concilio general de los obispos orientales de Nicea, 325 d. C. Con la palabra homoousios, declaró que el Padre y el Hijo son un Dios, que tienen la misma sustancia o naturaleza. También defendió el homoousios del Espíritu Santo en el sínodo de Alejandría en 362, enseñando que el Espíritu Santo es Dios, porque solamente un Espíritu divino podía hacer a personas “participantes de la naturaleza divina”.[65] Atanasio estuvo convencido de que la fórmula para el Bautismo revela la naturaleza divina del Espíritu Santo. Si el Espíritu fuera solamente una criatura no estaría incluido bajo el mismo nombre con el Padre y el Hijo.

Hasta entonces no se había dicho mucho acerca de la tercera persona de la Trinidad, pero en los años siguientes se dio mucha más atención a la identidad del Espíritu Santo. El obispo Macedonio de Constantinopla se opuso a la posición de Atanasio e insistía que el Espíritu Santo es una criatura subordinada al Hijo.

Pero el sínodo de Alejandría de 362, impulsado por el tratado de Basilio de Cesarea sobre el Espíritu Santo, condenó tanto el arrianismo como la enseñanza similar de los pneumatomaquianos (griego, ‘los que luchan contra el Espíritu Santo’), que también fueron llamados los macedonios. Basilio fue el primero en formalizar la terminología aceptada para la Trinidad: una sustancia (ousia) y tres personas (hupostaseis).

 

El amigo de Basilio, Gregorio Nacianzeno, notó la distinción bíblica entre las tres personas de la Trinidad, es decir, que el Padre es no engendrado, el Hijo es engendrado, y el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo.[66] Esta distinción útil fue aceptada por la iglesia en un sínodo celebrado en Roma en 380 d.C. En el año 381 en Constantinopla, la iglesia siguió un paso más afirmando la plena deidad del Espíritu Santo, declarando que él era el Señor y dador que procede del Padre, adorado y glorificado con el Padre y el Hijo. En 451 en Calcedonia, tanto las partes oriental y occidental de la iglesia formalmente adoptaron esta expresión en el Credo Niceno.

3.- El monarquianismo modalista en la iglesia occidental

El monarquianismo modalista, la idea herética de que Dios Padre temporalmente asumió los papeles del Hijo y del Espíritu, también comenzó en la iglesia oriental. Práxeas (190 d. C.) era uno de los primeros en traer esta forma del modalismo desde el oriente, en donde algunos años más tarde Orígenes se opondría a esta herejía, a occidente, donde enfrentó la oposición de Tertuliano en Cartago, el norte de Africa. Tertuliano dijo que Práxeas hizo dos obras en servicio del diablo en Roma, echó a huir al Paracleto, y crucificó al Padre.[67] La doctrina falsa de Práxeas destruyó la naturaleza trina de Dios.

El ejemplo más significante del monarquianismo modalista en Roma apareció unos años más tarde, cerca de 215 d. C. Sabelio de Libia elaboró el error de Práxeas, enseñando que el único Dios verdadero se reveló cronológicamente en tres diferentes papeles temporales, como Padre Creador en el Antiguo Testamento, como Hijo Redentor en la vida de Jesús, y finalmente como Espíritu Santificador en la iglesia. En otras palabras, estaba diciendo que Dios es una sola persona, una unidad.

Tertuliano luchó contra la herejía modalista, enseñando correctamente que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres personas distintas, eternas, que coexisten, que juntos conforman el único Dios trino. Para expresar su pensamiento utilizó la palabra trinitas (Trinidad).[68] Tertuliano, sin embargo, no estuvo sin errores. Sostenía una subordinación del Hijo y del Espíritu al Padre.[69] Para ilustrar esto sacó analogías de la naturaleza. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están relacionados uno al otro como un manantial, una ribera, y un río. El Padre es toda la sustancia, mientras el Hijo y el Espíritu descienden del Padre.

Agustín agregó un énfasis nuevo a la relación de las tres personas de la Trinidad 200 años más tarde, cuando formó la costumbre de decir que el Espíritu procede de ambos, el Padre “y el Hijo”, (latín, filioque). Cuando habló de la procesión del Espíritu, hablaba de la eterna procesión del Espíritu del Padre y el Hijo, no solamente el enviar del Espíritu Santo en Pentecostés. Agustín razonó que si el Espíritu Santo procede del Padre también tiene que proceder del Hijo, porque tienen la misma naturaleza divina.

 

Pero Agustín también contribuyó a la confusión de la teología moderna cuando trató de explicar lo inexplicable. Para hacer una distinción entre la “generación” del Hijo del Padre, y la “procesión” del Espíritu Santo del Padre y del Hijo, expresó la teoría de que el Espíritu Santo es una sustancia misteriosa, eterna, común tanto al Padre y al Hijo, que también se puede llamar una “amistad” o “vinculo de amor”.[70] En su gran obra La Trinidad escribió: “Por tanto el Espíritu Santo, sea lo que sea, es algo común tanto al Padre y al Hijo, pero esa comunión misma es consustancial y coeterna, y si se puede llamar amistad con propiedad, que así se le llama, pero más aptamente se llama amor. Y eso también es una sustancia, ya que Dios es una sustancia, y ‘Dios es amor’, como está escrito.” [6.5:7]

En 589 d. C., en el tercer concilio de Toledo en España, se encuentra la primera evidencia de que el filioque se ha hallado entrada en una versión occidental del Credo Niceno. Esto se hizo para refutar a los arrianos. La iglesia española estaba perturbada por un grupo de herejes arrianos, que negaban la plena deidad del Hijo, pero esos arrianos estaban dispuestos a decir que el Espíritu Santo era Dios. Eso hizo a sus opositores contestar que Jesús también tiene que ser Dios, porque el Espíritu precede del Padre y del Hijo, filioque, y Dios sólo puede proceder de Dios. Esto no significa que el término filioque fue ampliamente aceptado en ese tiempo. De echo el filioque fue resistido tanto en occidente y oriente por generaciones. Los teólogos de occidente sabían que la iglesia oriental no había aceptado el concepto. El Papa Leon III, por ejemplo, rehusó permitir agregar la frase durante su vida. De hecho, ordenó inscribir el Creo en latin y griego sin filioque en dos platos de plata para adornar las paredes de la Basílica de San Pedro en Roma. Lo hizo a pesar de que él estuvo de acuerdo con el filioque en cuanto a doctrina.

Los teólogos orientales, que temían que el filioque enseñaba el sabelianismo, insistían que sólo podía haber un Dios que es el Padre, y que el Padre tiene que ser la fuente ambos del Hijo y del Espíritu Santo.

Cuando el Papa Benito VIII declaró oficialmente que la afirmación del filioque sería parte del Credo que se confesaba en la misa latina en 1014 d. C, ofendió profundamente a los líderes de la iglesia oriental. Cuarenta años más tarde, en 1054 d. C, después de varios siglos de controversia acerca de la doctrina y la práctica con relación a éste y otros asuntos, sucedió una ruptura entre la iglesia romana de occidente y la iglesia ortodoxa de oriente que perdura hasta la actualidad.

B.  Confusión en la iglesia moderna

 

Robert W. Jensen es un modernista que considera que tiene una misión de enmendar la doctrina recibida.[71] Según Jensen, ‘Espíritu’ era un ‘término’ que la teología bíblica suplió para describir lo que precede de un encuentro entre Dios y el creyente. El “Espíritu” es “el conocimiento de Dios por la fe”.[72] Escribe: “En verdad, la Trinidad es sencillamente el Padre y el hombre Jesús y su Espíritu como el Espíritu de la comunidad creyente.”[73] Llama al “Espíritu” un “dinamismo” que captó la iglesia cuando esperaba el futuro regreso de Jesús.[74] Ya que cree que el Espíritu Santo no es una persona de la Trinidad, sino un poder que proviene de Dios, Jensen es un ejemplo moderno del monarquianismo dinámico. Pieper escribe que “la mayoría de los unitarios ingleses, norteamericanos y alemanes son monarquianos dinámicos.”[75]

La teología moderna, con su rechazo de la autoridad de la Escritura, presenta la especulación humana acerca de la Trinidad. Los académicos liberales niegan abiertamente la deidad del Hijo y del Espíritu Santo. Usan las palabras Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero las explican como tres operaciones divinas de un persona divina (monarquianismo modalista).[76]

El teólogo reformado prusiano, Schleiermacher, recomendó que el nombre Padre se usara para el Dios verdadero, y que los nombres Hijo y Espíritu Santo se usaran para representar las maneras temporales en las que el Padre se revelaba. “Para él, el Espíritu Santo era solamente el ‘Gemeindegeist’ (espíritu de la comunidad creyente) que procede de Cristo, ‘una fuerza espiritual activa’”[77] Schleiermacher tenía la tendencia de estar de acuerdo con Imanuel Kant quien pensaba que no se puede conocer a Dios. Sugirió que dar el Espíritu en Pentecostés significaba solamente que el Cristo resucitado había causado el comienzo de una entidad organizada que se conoce como la iglesia.[78]

Más tarde en el siglo 19 Alberto Ritschl, un agnóstico, repitió y modificó un poco la doctrina de Schleiermacher al decir que el Espíritu Santo era un poder impersonal que emanaba de Dios y moraba en la iglesia.[79]

El modalismo moderno intenta hacer la doctrina de la Trinidad razonable diciendo: “Dios es amor. El Padre es el amor que se ha dado en el pasado, el Hijo es amor manifestado en el presente, el Espíritu es al amor que se extiende al futuro.”

También hay subordinacionistas modernos, que incluyen algunos arminianos, que arguyen que el Hijo es más joven que el Padre, y que el Espíritu Santo es más joven que ambos porque procede de ellos. En contraste, el Credo Atanasiano dice: “Y en esta Trinidad ninguno es primero o postrero; ninguno mayor o menor; sino que todas las tres personas son coeternas juntamente y coiguales.”[80]

En la iglesia cristiana antigua, un grupo de cristianos judíos conocido como los ebionitas pensaba del Espíritu Santo como una persona hembra en la Trinidad.[81] Un teólogo moderno cuyos escritos han aparecido últimamente en el internet también especula acerca del género del Espíritu Santo. Luego procede a desarrollar su propio sistema teológico, sugiriendo que un Espíritu Santo hembra explica la caracterización femenina de la “sabiduría” en Provervios 8:12:31.[82] Teólogos feministas modernos que prefieren adorar a Dios como Sophia, una diosa, tienen la misma opinión heterodoxa. 

 

IV.  El Espíritu Santo puede ser tema de malentendidos con bases culturales

 

A.   Se tienen que escoger con cuidado las palabras

 

Louw and Nida observan que muchas culturas en el mundo son animistas, y que en tales culturas puede ser muy difícil hallar una palabra que sea completamente adecuada para hablar del Espíritu Santo. “Si se usa un término que por lo general identifica seres sobrenaturales locales, hay la tendencia de importar al término el significado del mal … Si se usa un término que quiere decir ‘corazón’ o ‘alma’ (y así el Espíritu de Dios sería equivalente literalmente al ‘corazón de Dios’), puede haber complicaciones porque este aspecto de la personalidad humana con frecuencia se considera incapaz de actuar independientemente.”[83] En muchos idiomas el mejor equivalente por Espíritu es ‘aliento’, que es el significado fundamental de la palabra bíblica por el Espíritu.

 

B.  El entendimiento se tiene que establecer con cuidado

 

En todas partes del mundo, incluyendo en las naciones occidentales, es necesario explicar con cuidado lo que significan las palabras “Espíritu Santo”. El término tiene referencia a la tercera persona del Dios trino, el Señor y Dador de vida. Aunque es igual al Padre y al Hijo en todo respecto, no es uno de tres dioses. Es Dios, quien junto con Dios Padre y Dios Hijo es adorado y alabado por lo que es, por lo que hace por nosotros como el Señor y Dador de vida, y por la fe vivificante que crea en nosotros para la gloria de Jesús nuestro Salvador.

 

W. Westphal

Convención de la CELC

Abril de 1999, Winter Haven, Florida.


 

Reacción al ensayo: “El Espíritu Santo es Dios”

 

Quiero comenzar agradeciendo al Pastor Westphal por el buen comienzo de nuestra conferencia con su excelente ensayo, “El Espíritu Santo es Dios”. Es muy digno que esta tercera convención trienal de la C.E.L.C. estudie la persona y la obra del Espíritu Santo. En los Evangelios el Señor Jesús dijo mucho acerca del ministerio abundante y variado del Espíritu Santo. En Hechos encontramos un registro vívido de los resultados benditos del ministerio del Espíritu Santo en las vidas de individuos y congregaciones. También las Epístolas de Pablo contienen abundantes referencias a la persona y obra del Espíritu Santo. Cuando la gente se hizo consciente del Espíritu, cuando vivían y andaban en el Espíritu, la iglesia se fortaleció y se extendió.

 

De los padres apostólicos oímos poco acerca del Espíritu Santo, tal vez porque peleaban otras batallas al mismo tiempo. Unos siglos mas tarde, cuando surgieron controversias, la iglesia estableció con duro trabajo su confesión del Espíritu Santo como la tenemos hoy en la versión posterior del Credo Niceno que usamos. Otra vez después de varios siglos, el Señor de la Iglesia utilizó a su siervo Lutero para escribir estas palabras que conocemos tan bien acerca del Espíritu Santo y su obra en su explicación del Tercer Artículo. Con esas palabras, cada vez que las usamos, se nos recuerda cuánto significan el Espíritu Santo y su obra para todos nosotros.

 

Con lenguaje directo y sencillo el Pastor Westphal  nos conduce a través de la Primera parte, El Espíritu Santo se revela en la Biblia, y la Segunda parte, el Espíritu Santo es Dios. El uso copioso de referencias bíblicas hace que su presentación sea un documento valioso para el estudio. Aunque se refiere al Espíritu Santo varias veces como una persona, tal vez se podría haber presentado más en esta área. Los erroristas tratan de negar que el Espíritu Santo sea una persona, como lo son el Padre y el Hijo. Porque conceder que es una persona hace mas difícil negar que sea también verdadero Dios como el Padre y el Hijo. Lutero nos recuerda que el término persona fue usado por la iglesia antigua para refutar la necedad de los herejes monarquianos como si los tres nombres denotaran una misma persona en tres manifestaciones sucesivas. (F. Pieper, Christian Dogmatics, Tomo 1, página 409).

 

Se podrían incluir referencias que el Espíritu Santo tiene a) las características de una persona – Isaías 11:1-2 – tiene sabiduría; Romanos 8:27 – tiene una mente; 1 Corintios 12:11 – tiene una voluntad; b) actúa o reacciona como una persona – Génesis 6:3 – pierde la paciencia con el aumento de la maldad; Juan 15:26 – sirve como un instructor; Efesios 4:30 – se entristece por la vida impía; Hechos 5:3-10 – se le puede mentir con consecuencias fatales; c) tiene pronombres que indican que es una persona – Juan 16:13,14 – en donde a la palabra neutra pneuma se le refiere con el pronombre masculino ekeinos. Tales referencias refuerzan lo que se dice en la Confesión de Augsburgo, Artículo I, 4: Con la palabra persona no se entiende una parte ni una cualidad en otro, sino lo que subsiste por sí mismo, tal como los padres han empleado la palabra en esta materia (Libro de Concordia, p. 27).

 

En la Tercera Parte, “El Espíritu Santo ha sido el sujeto de la controversia teológica”, el ensayista nos ha dado un resumen conciso de una historia eclesiástica compleja. Es necesario leer con lentitud  y con cuidado para comenzar a captar el alcance de esas batallas y su importancia. Porque tener a un Dios que sea menos que el Dios Trino es no tener ningún dios, sino más bien un ídolo. También es necesario leer y apreciar porque los errores que los padres una vez combatieron tienen una manera insidiosa de reaparecer en ropaje moderno para que la iglesia vuelva a combatirlos. Conocer la historia de la iglesia es estar armado de antemano para la batalla.

 

En la Cuarta Parte “El Espíritu Santo puede ser objeto de malentendidos culturales”,  el pastor Westphal indica dos preocupaciones que seguramente son de interés para los que participan en nuestra conferencia, puesto que venimos de varias partes del mundo. Se tiene que escoger las palabras con cuidado y se tiene que establecer el concepto con cuidado cuando hablamos del Espíritu Santo y su obra. Se espera que haya tiempo para discutir estas cosas.

 

¡Gracias, Pastor Westphal! Su ensayo, “El Espíritu Santo es Dios”, establece el tono para nuestras importantes discusiones acerca del Espíritu Santo, su persona y su obra. Tenemos que estar convencidos de la persona del Espíritu Santo antes de que podamos ser convencidos de su obra. Como un autor lo expresó: “El Espíritu Santo es la tercera persona de la una indivisa trinidad; que eternamente procede del Padre y del Hijo; verdadero Dios con ellos, de majestad y gloria coigual; como ellos eterno, omnipotente, omnipresente, omnisciente, santo, justo, misericordioso; que junto con el Padre y el Hijo es el Santo, Santo, Santo, el Señor de los ejércitos. Como tal puede hacer la obra que él, según el consejo de Dios, debe hacer — la santificación de la humanidad pecaminosa, trayendo a los pecadores a la fe en su Salvador, preservando y fortaleciéndolos en esta fe, capacitándolos para demostrar su fe con buenas obras, y finalmente reuniéndolos en los graneros celestiales.” (Abiding Word, Vol. I, página 57).

 

Richard A. Lauersdorf

Winter Haven, Florida

20 de abril de 1999

 



[1] Hechos 2:16-21

[2] Romanos 16:25

[3] 2 Pedro 1:21 NVI

[4] 2 Corintios 2:13 “Lo cual también hablamos … con palabras … que enseña el Espíritu.”

[5] Génesis 1:2

[6] Génesis 41:38 (José); Éxodo 31:3, 35:31 (Bazalel); Números 11:17 (Moisés), 11:25,26 (los setenta ancianos); 24:2 (Balaam)

[7] Jueces 3:10 (Otoniel); 14:6,19 y 15:14 (Sansón); 1 Samuel 11:6 (Saúl)

[8] Números 27:18 y 34:9 (Josué)

[9] Jueces 6:34 (Gedeón)

[10] Jueces 13:25 (Sansón)

[11] 1 Samuel 10:6,10 y 19:23 (Saúl)

[12] 2 Samuel 23:2

[13] 1 Crónicas 28:12 “el diseño de todo lo que recibía por el Espíritu respecto de los atrios de la Casa de Yahweh” NBJ nota al pie de la página.

[14] Lucas 1:35 “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.”

[15] Lucas 1:41 ss.

[16] Lucas 4:18 “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres”

[17] Juan 7:39 “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”

[18] Juan 16:13 “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad.”

[19] Juan 20:22,23 “Sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.”

 

[20] Hechos 2:1 ss.

[21] 1 Corintios 12:11

[22] Salmo 99:9 “Exaltad a Jehová nuestro Dios, Y postraos ante su santo monte, Porque Jehová nuestro Dios es santo.” Isaías 6:3 “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.”

[23] Hechos 5:3,4

[24] 1 Corintios 12:4 – 6:11

[25] 1 Corintios 6:19 “Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros.”

[26] Romanos 8:11

[27] Génesis 1:1,2

[28] Job 33:4

[29] Tito 3:4,5

[30] 2 Tesalonicenses 2:13,14

[31] Romanos 8:26

[32] Mateo 28:19 “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”

[33] 1 Corintios 8:4 “No hay más que un Dios.”

[34] Mateo 28:19 ““bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”

[35] Francis Pieper, D.D., Christian Dogmatics, St. Louis, MO: Concordia Publishing House, 1951, Vol. 1, p. 385.

[36] Salmo 139:7 “¿A dónde me iré de tu Espíritu?¿Y a dónde huiré de tu presencia?”

[37] Hebreos 9:14 “Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios.”

[38] 1 Corintios 2:10 “El Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.”

[39] Salmo 33:6 “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.”

[40] Salmo 51:11 “No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu.”

[41] Hebreos 10:29

[42] Romanos 15:30 “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios.”

[43] Hechos 13:2 “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo …”

[44] Efesios 4:30 “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”

[45] 1 Corintios 12:11 “Las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.”

[46] Apocalipsis 1:4; 3:1; 4:5; 5:6 “siete espíritus”

[47] Isaías 11:2; Lucas 4:18 “El Espíritu del Señor está sobre mí.”

[48] Juan 3:34 “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.”

[49] 2 Corintios 3:17.18 “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” (En este pasaje las palabra “el Señor”, la gloria del Señor” y “la misma imagen” tienen referencia a Jesucristo. “El Espíritu”  tiene referencia al Espíritu Santo. Consulte también los comentarios de R. C. H. Lenski y J. P. Meyer sobre 2 Corintios.”

[50] De manera semejante, el Hijo no es el Padre, ni el Padre es el Hijo, aunque Jesús dice: “Yo y el Padre uno somos”, y “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” Juan 10:30 y 14:8-11.

[51] 1 Samuel 16:14

[52] Salmo 51:1-11

[53] Isaías 63:10

[54] Hebreos 10:26-31

[55] Efesios 4:30-31 “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.”

[56] 1 Corintios 6:19-20

[57] Neve, A History of Christian Thought, Philadelphia, PA: The United Lutheran Publication House, 1943, vol. 1, p. 119

[58] E. H. Klotsche, The History of Christian Doctrine, Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1979, p. 69

[59] Ibid. p. 50

[60] Neve, op. Cit. vol. 1, p. 87

[61] Pieper, op. Cit., tomo 1, p. 383 “ Como resultado de la morada del Logos y del Espíritu Santo, Jesús fue “adoptado” como el Hijo de Dios …, recibió el poder de hacer milagros, y finalmente alcanzó una unidad permanente con Dios.”

[62] Neve, op. Cit., tomo 1, p. 109

[63] “Se rechaza … también la de los samosatenses, antiguos y modernos, que sostienen que sólo hay una persona y aseveran sofísticamente que las otras dos, el Verbo y el Espíritu Santo, no son necesariamente personas distintas, sino que el Verbo significa la palabra eterna o la voz, y que el Espíritu Santo es una energía engendrada en los seres creados.”

[64] Neve, op. Cit., tomo 1, p. 115

[65] Eerdman’s Handbook to the History of Christianity, Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1977, p. 164

[66] J. L. Gonzáles, A History of Christian Thought, Nashville, TN: Abingdon Press, 1970, vol. 1, p. 323

[67] Eerdman’s, op. Cit., p. 112

[68] Neve, op. Cit., tomo 1, p. 107

[69] Klotsche, op. Cit., p. 54

[70] González, op. Cit., pp 340-341

[71] Braaten y Jensen, editores, Christian Dogmatics, Philadelphia, PA: Fortress Press, 1984, tomo 1, p. 156

[72] Ibid., p. 93

[73] Ibid., p. 155

[74] Ibid., p. 108

[75] Pieper, op. Cit., p. 383

[76] Ibid. pp. 400 s.

[77] Neve, op. Cit., tomo 2, p. 113

[78] Justo González, A History of Christian Thought, New York, NY: Abingdon Press, tomo 3, p. 329

[79] Neve, op. Cit., tomo 2, p. 151

[80] Pieper, op. Cit., pp 390 ss

[81] Neve, op. Cit., tomo 1, p. 51

[82] http://www.theology.edu/pneumato.htm

[83] Louw, Johannes P. y Nida, Eugene A., Greek-English Lexicon of the New Testament based on Semantic Domains, New York, NY: United Bible Societies, 1988, 1989