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LIBRO DE ORACIONES



JUAN FEDERICO STARCK






EXHORTACIÓN A LA ORACIÓN DE LA TARDE DEL LUNES 27
NOTA DEL TRADUCTOR
ORACIONES PARA LA MAÑANA, EL MEDIODÍA Y LA TARDE
EL CRISTIANO CREYENTE SE PREPARA PARA EL CULTO DIVINO. 5
EXHORTACIÓN A LA ORACIÓN DE LA MAÑANA DEL DÍA DOMINGO. 8
ORACIÓN PARA EL DOMINGO EN LA MAÑANA. 9
EL CRISTIANO GUSTOSAMENTE OYE Y APRENDE LA PALABRA DE DIOS LOS DOMINGOS 11
EL CRISTIANO CREYENTE CONSIDERA EL SÁBADO DIARIO Y ETERNO. 14
ORACIÓN PARA EL DOMINGO EN LA TARDE 17
EL CRISTIANO CREYENTE DA LAS GRACIAS A DIOS DESPUÉS DE OÍR LA PALABRA DIVINA 19
ORACIÓN PARA EL LUNES EN LA MAÑANA. 22
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE LA BENDICIÓN DE DIOS AL COMENZAR LA SEMANA. 24
ORACIÓN PARA EL MARTES EN LA MAÑANA 31
EL CRISTIANO CREYENTE SE REGOCIJA EN SU REGENERACIÓN 32
ORACIÓN DEL MIÉRCOLES EN LA MAÑANA 38
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS SEPARARLO DEL MUNDO 40
ORACIÓN PARA EL JUEVES EN LA MAÑANA 46
EL CRISTIANO CREYENTE DESEA SEGUIR A JESÚS 48
ORACIÓN PARA EL VIERNES EN LA MAÑANA 53
EL CRISTIANO CREYENTE ORA POR EL ESPÍRITU SANTO 55
ORACIÓN PARA EL SÁBADO EN LA MAÑANA 60
EL CRISTIANO CREYENTE DA GRACIAS A DIOS AL FINAL DE UNA SEMANA. 61
ORACIONES PARA VARIAS BENDICIONES ESPIRITUALES Y CORPORALES 67
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE BENDICIONES TEMPORALES, ESPIRITUALES Y ETERNAS 67
EL CRISTIANO CREYENTE DA LAS GRACIAS A DIOS POR SU SALUD 71
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS SANTIFICAR SU CORAZÓN 74
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS GOBERNARLO Y GUIARLO 77
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE QUE SE ENCIENDA EN SU CORAZÓN EL VERDADERO AMOR A DIOS. 80
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS IMPLANTAR EN SU CORAZÓN EL AMOR DE SU PRÓJIMO 83
EL CRISTIANO CREYENTE RECONOCE QUE SOLAMENTE DIOS ES EL SUMO BIEN 87
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS PRESERVAR Y AUMENTAR LA FE QUE HA SIDO ENCENDIDO EN ÉL 90
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE LA HUMILDAD 93
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE LA MANSEDUMBRE 97
EL CRISTIANO CREYENTE RECONOCE LA CONSTANTE BONDAD DE DIOS 101
EL CRISTIANO CREYENTE CONSIDERA LA FUTURA GLORIA DE LOS HIJOS DE DIOS 104
EL CRISTIANO CREYENTE CONFIESA SUS PECADOS A DIOS Y LE PIDE EL PERDÓN 107
EL CRISTIANO CREYENTE ORA CUANDO TOMA LA SANTA CENA 111
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS DARLE LA FUERZA PARA RESISTIR EL PECADO 114
EL CRISTIANO CREYENTE DESEA OFRECERSE COMO UN SACRIFICIO A DIOS. 118
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE LA PIEDAD 121
EL CRISTIANO CREYENTE PIDE UNA CONCIENCIA SIN MANCHA 124
LOS PADRES CREYENTES ENCOMIENDAN A SUS HIJOS A DIOS EN LA ORACIÓN 127
LOS HIJOS PIADOSOS ORAN POR SUS PADRES 131

Nota del traductor

Este libro se basa en un obra de Juan Federico Starck, un pastor alemán que nació en el año 1680. A través de los siglos ha sido una bendición para muchas personas, porque les ha enseñado a orar con fervor por todas sus necesidades corporales y espirituales. El Pastor Starck era un luterano pietista, el sucesor de Spener en Frankfurt. De vez en cuando hubo en sus obras alguna confusión entre la justificación y la santificación, como era común entre los pietistas. Para corregir cualquier malentendido, el Dr. Franz Pieper preparó una edición revisada que fue publicada en el año 1900. Fue esta edición que luego fue traducida al inglés por el profesor W. H. T. Dau y publicada en 1921. Esta traducción al castellano fue hecha sobre la base de esa traducción al inglés.

En su forma actual, este libro consta de dos de las tres divisiones de la primera parte principal de la obra de Starck. La primera división tiene la intención de ayudar al cristiano en sus oraciones a través de la semana. Así hay meditaciones y oraciones para cada día de la semana. El lector puede repetir este ciclo cuantas semanas desee; siempre encontrará que necesita las bendiciones que pide en estas oraciones. Pero después hay también una serie de oraciones adicionales que piden varias bendiciones para el cuerpo y el alma. Estas oraciones pueden ser usadas como sustitutos de la meditación y oración en algún día de la semana, o se pueden usar independientemente. Tal vez haya algo en cada meditación u oración que no se aplique directamente a su situación. No importa. La intención de estas oraciones es la de guiarnos al orar, aunque no se usen las palabras exactas. El que usa con regularidad estas oraciones encontrará que pronto vendrán a su mente otros pensamientos relacionados, y expresará en sus propias palabras sus necesidades ante el trono de la gracia.

La parte que aún no se ha traducido en esta obra es una serie de oraciones para usar en las principales estaciones del año eclesiástico. Tal vez algún día podrán ser agregadas en otra edición. El Pastor Starck en las otras partes principales de su libro de oraciones ha provisto también oraciones para que las usen los enfermos. Las que están incluidas en este libro son para el uso de los que gozan de buena salud. Además hay oraciones para los que se están muriendo y para los que los acompañan. Al final hay oraciones para ocasiones especiales. En otro libro hay oraciones especialmente para las madres. Si este libro tiene buena aceptación, posiblemente se podrá publicar una selección también de esas oraciones en el futuro. Qué Dios bendiga a todos los que usen este librito, y que les sea una fuente constante de consuelo y fortaleza en su vida espiritual.

David Haeuser. Misión del Sínodo Evangélico Luterano. Lima Perú. Noviembre de 1995



ORACIONES PARA LA MAÑANA, EL MEDIODÍA Y LA NOCHE


EL CRISTIANO CREYENTE SE PREPARA PARA EL CULTO DIVINO.

Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. Salmo 27:4.

Inmediatamente después de la caída en el pecado, Dios, en su sabiduría, indicó al primer hombre, Adán, que debería ofrecer sacrificios. Sus hijos, Caín y Abel, tambièn fueron guiados por su padre a que hicieran lo mismo. Se describe su sacrificio explícitamente en Gén. 4:3-4. Estos sacrificios no fueron ofrecidos en silencio; sino los que los ofrecían confesaban sus pecados, pedían perdón de Dios, y declaraban su fe en el Mesías venidero, Jesucristo, quien derramaría su sangre por los hombres así como los animales ofrecidos en sacrificio. Sí, en esos sacrificios alababan a Dios por los beneficios que habían recibido de él, y también proclamaban el nombre de Jehová. Los patriarcas retuvieron esta forma de culto divino, hasta que en el desierto Dios mandó que se construyera el arca del Pacto, el cual después proveyó un patrón para el templo de Salomón.

Además, en el Antiguo Testamento Dios separó el séptimo día para el descanso y mandó que se santificara ese día antes que cualquier otro. En su significado externo este mandamiento no concierne a los cristianos del Nuevo Testamento; porque al igual que otras ordenanzas del Antiguo Testamento que fueron restringidas a formas, personas, estaciones y lugares específicos, esto también es un asunto completamente externo, y en el Nuevo Testamento Cristo les ha dado a los cristianos libertad en todos estos asuntos. Sin embargo, en el ejercicio de nuestra libertad los cristianos en el Nuevo Testamento también guardamos días de fiesta y días de descanso, principalmente el domingo, para que encontremos tiempo y oportunidad de asistir al culto divino, para reunirnos con los demás cristianos para oír la palabra de Dios y escuchar su explicación, y para alabar a Dios con nuestros himnos y oraciones.

Al llegar un día de esta clase, el cristiano creyente debe (1) liberar su mente de los asuntos terrenales y dejar su labor. (2) Debe prepararse con oración para el domingo viene, y alabar a Dios por las muchas bendiciones que ha recibido durante la semana. (3) Debe buscar en su Biblia el texto del Evangelio o la Epístola que será explicado en el sermón de ese domingo y meditar en él, y de esta manera prepararse para escuchar con reverencia la palabra divina.


ORACIÓN

¡Dios bondadoso y misericordioso! Vengo en este día ante tu rostro santo con alabanza y acciones de gracias, porque en tu misericordia me has guardado durante los últimos seis días, y en tu bondad has bendecido abundantemente el trabajo de mis manos. Has preservado mi salida y mi entrada. Me has guardado en todos mis caminos, y me has mostrado mucha bondad en cuerpo y alma; por todo esto te alabo y te magnifico con todo mi corazón. ¡Fuera ahora todo negocio terrenal! ¡Fuera los cuidados! Olvidaré las cosas del pasado; dejo a un lado la carga de todas mis labores y ocupaciones, y dirijo mi mente solamente al cielo, a mi Dios, para regocijarme en él.

O Dios misericordioso, permite que pase este domingo en tu temor y tu gracia. Guárdame de malos compañeros, para que Satanás no me impida asistir al culto divino con sus agentes malignos, y ayúdame a rehusar seguir sus engaños. Guárdame, para que no pase este día en ocio, indolencia, pasatiempos y pecados, y así hacerle grave daño a mi alma. Concédeme tu Espíritu Santo para que oiga y aprenda gustosamente tu santa palabra hoy. Cuando se predica esta palabra, abre mi corazón para que preste atención y la reciba, y la guarde allí como un tesoro precioso. Ayúdame a edificarme este domingo en mi fe cristiana, y a crecer en el conocimiento de la verdad. Concede que la palabra que oiga en la iglesia me cambie y me santifique. A medida que avance en edad, concede que también crezca en el hombre interior, en la fe y la piedad. Concédeme gracia para ser una nueva criatura, y a ser y permanecer un miembro vivo en el cuerpo de mi Señor Jesús. Concede que pueda cerrar mi adoración con reverencia y guardar con cuidado lo que he aprendido. Concédeme gracia para recordar siempre la palabra que he oído, para que ande, hable, viva y actúe de acuerdo a ella, y así demuestre que no soy un oidor olvidadizo, sino un hacedor de la palabra. Concede que de esta forma guarde el sábado todos los días hasta que tú me lleves al gozo eterno del cielo, al sábado sin fin, por medio de Jesucristo, mi único Redentor y Salvador.

EXHORTACIÓN A LA ORACIÓN DE LA MAÑANA DEL DÍA DOMINGO.


Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Salmo 5:1-2.

Toda nuestra vida debe pasarse en oración y acciones de gracias. Cada día debemos clamar a Dios en oración por su bendición, auxilio, asistencia y gracia; y cuando hemos obtenido lo que hemos pedido, debemos de corazón devolverle acciones de gracias. Así, al despertarte de tu sueño en la mañana, cristiano creyente, en primer lugar levanta tus ojos hacia el cielo. No pienses de inmediato en tu negocio y tu trabajo; no te apresures tras alguna ganancia. Primero arrodíllate, da gracias a Dios, y encomiéndate a su misericordiosa protección. No imagines que pierdes demasiado tiempo dedicando una breve media hora en la mañana a la oración, a leer un capítulo de la Biblia o de algún libro devocional. ¡No! El tiempo que pasas orando te entregará mil bendiciones en tu trabajo, y lo que has leído será como miel en la boca todo el día.

Por tanto, al despertarte y levantarte con salud en la mañana, considera, (1) que muchos buenos cristianos, que probablemente son más piadosos que tú, han pasado la noche en angustia y tristeza, en dolor y enfermedad, en terror y gran inquietud, mientras que tú no has experimentado ninguna de estas cosas. Considera, (2) que otros durante la noche han sufrido desgracia, daño, peligro y tribulación, mientras que a ti no te falta nada. Da gracias a Dios por su protección. (3) Pídele a Dios al comenzar la mañana que te guarde en su gracia durante el día, para que no cometas ningún pecado contra él o contra tu prójimo durante el día. (4) También pídele a Dios estar a tu lado durante el día, para guardarte y bendecirte en tu trabajo mientras sigues tu vocación. Sí, (5) entrégate a Dios para que te quedes en su amor durante todo el día, hables de él, lo tengas en tus pensamientos, y no lo ofendas a sabiendas y voluntariamente. Finalmente, no dudes que el Señor escuchará misericordiosamente tu oración y durante el día te dará y concederá todo lo que sea provechoso y promueva la salvación de tu cuerpo y alma.

ORACIÓN PARA EL DOMINGO EN LA MAÑANA.

Señor, escucha temprano mi voz. En la mañana vendré ante tu presencia para escucharte, oh Dios misericordioso. Tú eres digno de recibir alabanza, gloria y honra. ¿Quién no te temerá, oh Rey de las naciones; quién no te honrará, oh Padre amante? Vengo ante ti a esta hora de la mañana para agradecerte humildemente porque durante esta noche has sido una defensa para mí y los míos, y otra vez me has renovado tu bondad y fidelidad. Quédate conmigo y protégeme hoy también en todos mis caminos. Concédeme que este día en particular sea de edificación y de refrigerio para mi alma. Conforme a tu amor y misericordia has dado a los hombres tu palabra preciosa, y has ordenado que sea proclamada públicamente. Ilumina, santifica e instruye mi alma para que pueda acumular tesoros que me consuelen en el peligro y la muerte, en cruces y tribulaciones, y que ni la polilla ni el orín puedan corromper, ni los ladrones entrar a robarlos.

Estoy contento porque tengo tu promesa de que entraremos en la casa del Señor, y que mis pies estarán dentro de tus muros, oh Jerusalén. Una cosa he pedido a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. Dios mío, me deleitaré hoy oyendo tu palabra, siendo edificado en ti, cantando himnos de alabanza y acciones de gracias a tu gloria, orando fervientemente, y ofrendándote mi corazón. ¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Mi alma se regocija en el Dios vivo.

Concede que no sea un oidor olvidadizo, sino que me convierta en un hacedor de la palabra. Abre mi corazón como lo hiciste con el corazón de Lidia para que reciba con gozo la semilla de tu palabra. Luego sella mi corazón para que Satanás no me robe tu palabra. Concede que hoy ponga un firme fundamento para mi fe cristiana, para el conocimiento de Jesucristo, mi confianza, para mi caridad, para negarme a mí mismo, para no seguir al mundo. Concede que medite en tu palabra durante toda la semana, que la practique y produzca buenos frutos. Guárdame contra las tentaciones para que no sea arrastrado a las prácticas pecaminosas del mundo cuando Satanás me ataque con sus instrumentos, y así traiga sobre mí una terrible maldición, que podría oprimirme durante toda la semana. Dígnate aceptar mi adoración en la iglesia y en la casa, mi orar, mi oír, mi leer y cantar. Sé tú mismo, Jesús, mi Maestro, para que crezca el hombre interior; mora en mí por la fe hasta que sea inseparablemente unido contigo arriba. Amén.

EL CRISTIANO GUSTOSAMENTE OYE Y APRENDE LA PALABRA DE DIOS LOS DOMINGOS

¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Salmo 84:1-2

La palabra de Dios es el tesoro más grande que Dios ha dado a los hombres en la tierra; porque la palabra de Dios es la palabra de vida para los pecadores perdidos; nos saca del pecado a la justicia, de la muerte a la vida. Además, Dios nos ha mostrado en esto su favor, que ha ordenado el santo oficio del ministerio, para que su palabra pueda ser proclamada y explicada en público a todos los que se reúnen para oírla. Dios ha prometido dar una bendición especial a la predicación pública de su palabra. Todos los que oyen con reverencia la palabra compartirán esta bendición.

Cuando llegue el día que la iglesia cristiana ha escogido para la predicación pública de la palabra, el cristiano no debe solamente dejar de trabajar y estar ocioso; la gente que no es cristiana también puede hacer esto. El cristiano tiene que tener por su principal preocupación escuchar y aprender la palabra de Dios. En cualquier momento en que las personas se ocupan de escuchar y aprender la palabra de Dios, se está guardando un verdadero día de descanso. Si esto no se hace, no se puede llamar el día un día de descanso cristiano.

Ya que estas cosas son así, el verdadero cristiano debe (1) tener cuidado de no pasar el día en flojera y ocio. (2) Debe tener cuidado de no dedicar el día a excesos, borracheras e indecencias. (3) Debe tener cuidado de no omitir el escuchar la palabra de Dios por causa de la avaricia o frivolidad. Está seguro que mucho depende de guardar apropiadamente el domingo. Se le da una gran bendición. ¿Quién sabe por qué tantas personas están bajo una maldición y están privadas de la bendición de Dios? Nuestros antepasados solían decir: "A la manera en que tratan la palabra de Dios, El tratará tu carne y pan." En conclusión, después de haber oído la palabra de Dios, debemos guardarla en un corazón bueno y honesto; debemos vivir de acuerdo a ella; y al mismo tiempo debemos reunir una provisión de pasajes bíblicos potentes, instructivos y consoladores que nos puedan servir en la tribulación y la muerte.

ORACIÓN

Este es el día que ha hecho el Señor; nos alegraremos y nos regocijaremos en él. Te doy gracias, O Dios, por las muchas bendiciones que me has dado en este día. Fue en un domingo que Jesús, mi Salvador, resucitó del sepulcro, y en que el Espíritu Santo fue derramado sobre los apóstoles. Por tanto es apropiado que en este día traiga a la memoria mi redención por medio de Jesucristo, y el don del Espíritu Santo, que fue derramado en abundancia sobre mí en el santo bautismo.

Te doy gracias por la palabra pura y santa, la cual ha sido predicado en este día conforme a tu ordenanza para la instrucción y edificación de mi alma. Te doy gracias por todas las bendiciones de cuerpo y espíritu que he recibido de tu mano paterna durante toda mi vida. Te doy gracias porque me has guiado, dirigido y preservado desde mi juventud, y me has mostrado muchos favores en cuerpo y alma. ¿Quién puede contar todos tus beneficios?

Sin embargo, este día no será para mí solamente un día de acciones de gracias, sino también de oración. Te ruego, Padre mío y Dios mío, concede que pase este día en tu temor. Guárdame de las tentaciones, los pensamientos vanos, y de los malos compañeros. ¡Qué cada arteria en mí fuera una lengua y cada gota de sangre una voz para alabar y glorificarte, oh Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo! ¡Qué no pasara una hora en que no publico tus alabanzas!

Sella en mi corazón la palabra que he oído. Concede que lo medite con diligencia, y que gobierne mi vida y conducta de acuerdo a ella. Y, como he cumplido una semana más de edad, concede que aumente en mi conocimiento de ti, en el amor y la piedad, y que crezca en el hombre interior. Te pido el don del Espíritu Santo. Concede que él me recuerde de tu palabra durante esta semana y durante toda mi vida; y que me gobierne, me guíe y me dirija. Da tu bendición sobre mi trabajo y empleo, y concede que siga viviendo en tu gracia durante todos los días y años hasta que al fin alcance el cielo, en donde pueda, con oraciones y acciones de gracias, guardar el día de descanso eterno.



EL CRISTIANO CREYENTE CONSIDERA EL SÁBADO DIARIO Y ETERNO.

EXHORTACIÓN.

Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios... Procuremos, pues, entrar en aquel reposo. Heb. 4:9,11.

Dios había prohibido estrictamente a los judíos hacer cualquier trabajo en el sábado. Tan estrictamente y con tanta rigidez mantuvo Dios el sábado en el Antiguo Testamento que ordenó apedrear a la persona que juntaba leña en el sábado, como leemos en Números 15. Este mandamiento no tiene que ver con nosotros los cristianos del Nuevo Testamento, como Pablo declara a los colosenses, capítulo 2.

Sin embargo, el sábado de los judíos fue una sombra o tipo del verdadero sábado espiritual que los cristianos guardan todos los días. Los cristianos celebran un sábado diario, o espiritual. No consiste en dejar de trabajar y entregarse completamente a la falta de actividad, sino con el sábado diario entendemos que la persona deja el pecado. Esto significa que, así como los judíos por mandato de Dios descansaban de su trabajo manual, así el cristiano por mandato de Dios cada día deja la maldad y la malicia. Se cuida de no hablar mal contra Dios y sus prójimos, de hacer mal, o solo o en compañía de otras personas, de permitirse ser guiado mal por los demás, más bien guarda su alma sin mancha del mundo.

Mientras, por un lado, evita estas cosas, por otro lado es celoso en recordar con frecuencia a Dios a la vez que se ocupa de su trabajo. Con seriedad implora que Dios le conceda su Espíritu Santo para gobernar y socorrerlo. Este es el sábado espiritual y diario que el hijo de Dios debe guardar continuamente.

La persona que está ansioso por guardar este sábado diario puede estar seguro que guardará el sábado eterno en la vida eterna, el cual consiste en esto, que los creyentes y escogidos hijos de Dios son liberados de todo su labor corporal, de todas las cruces y tribulaciones, de todos los pecados; y ven a Dios cara a cara, se ocupan con él, y lo alaban y lo sirven sin fin. ¡Qué sábado tan santo y glorioso! Este sábado nunca será estorbado. Sin embargo, sólo los que siguen en la fe y en el amor a Jesús hasta la muerte lo obtendrán.

ORACIÓN

Dios santo y misericordioso, oigo tu santa palabra, por medio de la cual me has hecho tu querido hijo y me has liberado del reino del diablo. Por tanto, recordaré en este día el sábado espiritual. Recuerdo que debo dejar el pecado y debo consagrar a ti mi cuerpo y alma, de hecho mi vida entera. Desde ahora, Dios mío, mi labor diario por tu gracia consistirá en hacer tu voluntad, no la mía, en expulsar, por tu poder, los deseos y los pensamientos malos, para que sólo tú descanses en mí, me ilumines y me santifiques más y más. Oh Dios, concede que este sábado espiritual de mi corazón nunca sea estorbado. Ora dentro de mi corazón; canta dentro de mi corazón; enseña dentro de mi corazón. Así mi corazón será un templo consagrado a ti. Y cuando he terminado los días de mi vida conforme a tu consejo, y al mismo tiempo he terminado el sábado espiritual, oh Dios, permíteme entrar en el sábado eterno, celestial. Allí tus santos en descanso perpetuo y bendito gozo celestial te alabarán en el templo de gloria. Allí me uniré con todos los ángeles y querubines en cantar a ti: Santo, santo, santo. Oh Dios mío, concede que obtenga esta felicidad.

ORACIÓN PARA EL DOMINGO EN LA TARDE

Quédate conmigo, oh Señor, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Oh Dios vivo y todopoderoso, tus obras sobrepasan nuestro entendimiento, tu bondad que muestras a los hijos de los hombres es más allá de nuestro poder de expresión. Puedo contar de tu gracia y verdad, de tu amor y misericordia; porque tú me has mostrado durante este día que ha pasado mucha bondad en cuerpo y alma. Tú has alimentado mi alma con el pan de vida y me has dado a beber de la fuente viva. Tu palabra ha sido más dulce para mi boca que la miel y el panal. Oh, permite que tu palabra sea una luz en mi camino todos los días de mi vida, para que pueda dirigir mi vida de acuerdo a ella; así no tropezaré, ni me caeré de tu gracia.

Tú has sido mi Libertador, mi Socorro, en asuntos temporales me has permitido vivir con buena salud hasta esta tarde. No soy digno de todas las misericordias que me has concedido. Ven a mi lado, oh tú, mi Protector, ahora que acuesto mis miembros cansados para descansarme; guárdame, y abrázame con tus brazos protectores. Permite que siempre sea luz en el Señor, y no me dejes tener ninguna comunión con las obras infructuosas de las tinieblas. Concede que tu palabra que he oído y aprendido en el futuro brote en mí como una semilla santa, y que sus frutos se perciban en mi vida, por mi piedad, por mi temor a Dios, por mi decir no al mundo y estar consagrado a ti. Sé mi protección y mi sombra contra el calor de la aflicción y los dardos de fuego de Satanás. El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién habré de atemorizarme? Protégeme a mí y a los míos de los incendios, las inundaciones, de todo infortunio, y permite que todos los que estén en dolor, enfermedad, o a punto de morir gocen de tu abundante gracia. Entonces nuestra boca se llenará temprano con tu alabanza el día de mañana, y publicaremos tu bondad, que sólo tú nos has manifestado en cuerpo y alma.

Si no he oído tu palabra con el debido celo, perdóname, y no me quites por esta causa tu gracia. Durante la semana que viene permite que sea enteramente renovado; concédeme nuevo amor y deseo por ti, y nuevo ánimo para servir y obedecerte. Concede que evite y huya de los pecados que he cometido durante la semana pasada, para que todos puedan ver que no he oído en vano tu palabra. Ayúdame a considerar con diligencia que tengo un alma inmortal, para que me preocupe más por mi alma que por mi cuerpo. Oh Dios mío, dirijo mis ojos a mi lugar de descanso; al hacerlo pienso en mi sepulcro, en donde descansaré hasta que en el último día me levantes con gozo a la vida eterna. Ve, entonces, mi cuerpo, a tu cámara y descansa; pero tú, oh alma mía, entra en las heridas de Jesús.

EL CRISTIANO CREYENTE DA LAS GRACIAS A DIOS DESPUÉS DE OÍR LA PALABRA DIVINA

Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solo oidores, engañándoos a vosotros mismos. Santiago 1:22

Todas las bendiciones divinas son abusadas por los hijos del mundo. Esto también es el caso con el oír la palabra divina. Hay en este respecto una gran diferencia entre los hijos del mundo y los verdaderos hijos de Dios. (1) Los hijos del mundo se imaginan que pueden dedicar su domingo a su malicia y placer acostumbrados. Piensan — aunque es totalmente falso — que, como están descansando, pueden buscar disfrutarse carnalmente. (2) Los hijos del mundo, en el mejor de los casos, van a la iglesia en la mañana para observar una forma religiosa, pero en la tarde se dirigen a sus placeres pecaminosos, y llegan tarde a la casa llenos de pensamientos vanos, disipaciones pecaminosas, y necedades mundanas, y tal vez inclusive están borrachos. (3) Los hijos del mundo no prestan atención a la palabra que les fue predicada. Si les preguntas el lunes qué beneficio han recibido de asistir a la iglesia, qué han oído, qué han aprendido, no pueden decir nada. El diablo ha quitado inmediatamente la palabra de sus corazones, para que no lleguen a creer y ser salvos. Lucas 8:12. (4) Aun cuando todavía recuerden algunas cosas, no las ponen en práctica. En el Antiguo Testamento, el Señor escogió para el sacrificio animales rumiantes; y ama especialmente a aquellas personas que rumian y consideran la palabra que han oído o leído, que sacan de ella nuevo nutrimento, fortalecimiento y vitalidad, y así son edificados para la vida eterna.

ORACIÓN

Oh Dios, abundante en gracia, ¿cómo puede agradecerte lo suficientemente; cómo te puedo alabar y glorificar adecuadamente, porque me has dado vida para poder celebrar este domingo? Tú me has hecho oír tu santa palabra hoy, y entender cómo debo creer debidamente, vivir piadosamente y finalmente morir salvo. Tú me has revelado tu voluntad misericordiosa. Me has enseñado qué cosas evitar y qué cosas hacer. No te has dejado sin testimonio, de modo que nadie tiene excusa. Nos das tu santa palabra y tus santos sacramentos para que los usemos como medios de gracia para nuestra salvación. Tu Espíritu Santo con estos medios quisiera enseñar, santificar, fortalecer y confirmarnos en la fe.

Oh Dios misericordioso, guárdame de ser un oidor olvidadizo y hazme un hacedor de tu palabra. ¿De qué me beneficiará el oír, si no actúo de acuerdo a la palabra? Por tanto, oh Dios, sella en mi corazón lo que he oído y aprendido. Haz tu palabra en mí viva, potente y enérgica. Oh tú que guardas la puerta, cierra mi corazón tan pronto que haya entrado la palabra de vida para mi edificación, para que Satanás no me robe de ella y vaya a casa vacío. Concede que aproveche la advertencia, oh Dios, en el caso de los muchos millares de personas, que oyen tu palabra, pero no son convertidos, no se hacen más piadosos, ni se apartan de su maldad, sus obras dañinas y sus costumbres pecaminosas, sino se hacen más malvados y atrevidos, y así se quedan. ¿Qué aprovechará a tales personas su ir a la iglesia, su cantar, su orar? ¿No les condenará tanto más la palabra, porque han oído la voluntad del Señor, la han conocido, y sin embargo no han actuado de acuerdo a ella?

Oh Dios mío, concede que sea más piadoso durante esta semana. Concede que diariamente considere la palabra que he oído, que converse de ella con los de mi casa, que me regocije en ella, y que siempre actúe de acuerdo a ella. He oído de tu santa palabra que debo ser manso, humilde, y misericordioso; concédeme la gracia para que siempre guarde esto en mente y que nunca caiga en la ira, en ser vengativo, orgulloso falto de misericordia. Concede que ame a mis enemigos, me niegue a mí mismo, y que haga bien a los que son pobres y afligidos. Se me ha dicho que debo luchar contra los deseos y pensamientos malvados, que debo negarme a mí mismo, despojarme del viejo hombre y, por otro lado, ponerme el nuevo hombre, y vivir de manera sobria, justa y piadosa en este mundo presente: concédeme la gracia y la habilidad para que diariamente pueda practicar estas virtudes y ser diestro en ellas. Y aunque pueda al principio encontrar en mí mucha debilidad, concede que pueda perseguir la santidad, y más y más purificarme de todas las contaminaciones de la carne y el espíritu.

Permíteme hacer con tu santa palabra lo que los hijos del mundo hacen con sus tesoros terrenales: encerrarla y asegurarla con llave. También concédeme fortaleza para guardar en mi corazón como un tesoro precioso y amado tus verdades santas, tus preciosas doctrinas de la fe, tus potentes exhortaciones a la santidad de vida. Concede que todos los días aumente mi colección de ellas, para que en toda situación difícil, en las cruces, en las aflicciones, en la enfermedad, inclusive en la hora de la muerte, una y otra vez pueda sacar de ellas textos apropiados para mi consuelo. Sí, oh mi Dios, concédeme que diariamente crezca en estatura, en sabiduría y piedad, en el temor de Dios, en el conocimiento de tu voluntad, y en favor para contigo y con los hombres.


ORACIÓN PARA EL LUNES EN LA MAÑANA.

Hazme oír tu misericordia en la mañana; porque en ti confío: hazme conocer el camino en que debo andar; porque a ti levanto mi alma. Dios santo, bueno, el único sabio, tú has creado los cielos, y has puesto los fundamentos de la tierra. Has ordenado el cambio de noche a día, de luz a tinieblas, de labor a descanso, para que se refresquen los hombres y las bestias. Te alabo y te magnifico en esta hora de la mañana por tu sabiduría y tu fidelidad paterna. Misericordiosamente has escuchado mis oraciones, y me has preservado durante la noche pasada de la enfermedad y de otros males. Has rodeado con tu protección a todo lo mío. Señor, grandes son tus obras que has manifestado a los hombres; tu misericordia está en los cielos, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes. Yo me dormí, pero tú vigilaste. Dormido, yo estaba como muerto, pero tú me has hecho ver otra vez la luz del sol.

Oh mi Dios, sé también hoy mi Auxilio y Salvador, mi Socorro y mi Consolador, mi Refugio y el Dios que tiene de mí misericordia. Abre tus ojos sobre mí, para que con tu salvoconducto pueda entrar y salir sin daño en mi vocación, y otra vez, si es tu voluntad, alcanzar la tarde sin daño. Dios mío, concede que tu bendición me acompañe en todas partes. En todo lo que comienzo en tu nombre, concédeme consejo y éxito, y nunca me dejes querer otra cosa sino lo que tú quieres. Con el sol levantado, permite que la luz de tu Espíritu Santo se levante en mí, para que pase el día en tu temor y amor, y en obediencia hacia ti. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de tu presencia; y no me quites tu Espíritu Santo. Permite que él me dirija, enseñe y guíe, para que no peque conscientemente contra ti en este día. Y cuando sea tentado al pecado, permite que él me recuerde, y así por su advertencia interna guárdame de cometer el pecado.

Me pongo la ropa; Señor Jesús, vísteme con el manto de tu justicia. Me lavo las manos; Señor Jesús, lávame con tu santa sangre de todos mis pecados. Guárdame, para que nunca ande en el consejo de los impíos, ni me siente en la silla de los escarnecedores. Porque ser su amigo quiere decir ser enemigo de ti. Si quisiera tener la amistad del mundo, y practicar con el mundo sus caminos pecaminosos y no santos, tú serías mi enemigo. Oh mi Dios, impresiona sobre mi corazón las palabras: Anda delante de mí y sé perfecto. ¡Cuántos comienzan una nueva semana, pero no viven hasta su fin! ¡Cuando se termina la semana, están enfermos, o hasta en sus sepulcros! Concédeme, por lo tanto, que siempre persiga la santidad, sin la cual nadie te verá. Hazme celoso de ser piadoso al hablar, sin culpa en mi conducta, y santo en mis pensamientos, para que siempre sea hallado, oh Jesús, en un estado de gracia y en tus heridas. Qué la gracia del Padre me guarde, el amor del Hijo me santifique, y la comunión del Espíritu me haga fructífero para toda buena obra.

EL CRISTIANO CREYENTE PIDE LA BENDICIÓN DE DIOS AL COMENZAR LA SEMANA.

Todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Col. 3:17

Tenemos razón en orar y rogar a Dios al comienzo de cada día; ¡cuánto más debe el cristiano creyente levantar su cabeza y sus ojos a Dios cuando está a punto de comenzar una nueva semana! ¡Cuántas personas estaban sanos y fuertes en el domingo, el primer día de la semana, pero fueron sepultados el sábado siguiente! Cuántos han comenzado la semana felices y prósperos, pero antes de terminar la semana, la desgracia les ha sobrevenido como una tempestad, y han cerrado la semana en angustia y miseria, con mucho llorar y fruncir las manos. Ahora, querido cristiano, lo mismo puede pasar contigo y conmigo. Por lo tanto, debemos acudir a Dios desde el principio de la semana.

El cristiano creyente, sin embargo, (1) debe invocar a Dios para que le dé su Espíritu Santo para santificar su corazón y gobernarlo, para que no caiga en pecado, ofenda a Dios, viole su conciencia, y cargue su alma con una seria responsabilidad. (2) Durante la semana no debe olvidarse de orar y adorar a Dios, sino debe ser diligente en asistir al culto divino y las reuniones de oración, no solamente en el domingo, sino también durante lo demás de la semana. Además, diariamente debe leer y meditar en la palabra de Dios en su hogar con su familia. (3) Ya que el éxito no depende de nuestro apresurarnos para trabajar, especialmente debe invocar la bendición de Dios; y también poner sus pensamientos en Dios mientras se ocupa de su trabajo. Debe comenzar, hacer y terminar su trabajo con oración. (4) Debe tener cuidado de lo que dice, llevar una vida cristiana, tener a Dios ante sus ojos, y recordar que una semana sucede a otra, hasta que al fin llega la última semana, en que tiene que morir y su alma presentarse delante de Dios para rendir cuentas. El que hace esto puede comenzar la semana con la bendición de Dios y terminarla con la protección de Dios. Aunque Dios permita que esta semana se convierta en una semana de muchas cruces para el cristiano, sin embargo durante esta semana Dios será y permanecerá su Auxilio, Salvador y Defensor.

ORACIÓN

Oh Dios amoroso y misericordioso, con tu auxilio comienzo esta nueva semana. No sé qué me pasará durante esta semana. Pueden acontecernos muchos males y desgracias en el curso de un solo día. ¡Cuánto más en toda una semana! Por tanto, vengo a ti al principio mismo de la semana y me encomiendo enteramente a ti. Dios mío, concédeme tu Espíritu Santo para que él me pueda santificar, guiar y gobernar, y dar testimonio con mi espíritu de que soy un hijo de Dios. Bendíceme durante esta semana; bendice mi entrada y mi salida; bendice el labor de mi vocación y mi empleo; bendice cada pisada que tomo. Elevo mis ojos a los montes desde donde viene mi ayuda y mi bendición. Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra. Si tú me guías, no erraré; si tú me guardas, no caeré. Por tanto, permite que tu fidelidad y misericordia me guarden en todos mis caminos. Bendice todo lo que tengo, y prospérame con tu bendición.

Dios mío y Padre fiel, protege y guárdame de todo daño, peligro y desgracia. Permite que permanezca bajo tu misericordiosa protección día y noche. Guarda mi casa por todos lados como la casa de Job. Permite que tus ángeles acampen alrededor de mí y de mis posesiones, y no seré perturbado. Escucha mis oraciones cuando a ti clamo, y no dejes que salga desatendido de tu trono de gracia. Guárdame de pecados graves. Muéstrame tus caminos, oh Señor; guíame en tu verdad. Dame un corazón sencillo para temer tu nombre. Concede que sea más piadoso durante esta semana, que aumente en el conocimiento y amor de ti, y a la medida que paso de una semana a otra, concede que también crezca en el hombre interior, que a mi fe agregue la virtud; y a la virtud, conocimiento; a al conocimiento, la templanza; y a la templanza, paciencia; y a la paciencia, piedad. Si ha llegado la última semana de mi vida, concede que esté seguro de tu gracia. Si esta semana se convierte en una semana de cruces para mí, fortaléceme con tu Espíritu Santo, para que con tu potente auxilio pueda soportar y vencer todo. Sé mi auxilio en toda necesidad, y sálvame de toda tribulación. Me encomiendo, cuerpo y alma, y todo lo que tengo, junto con todos los cristianos piadosos, a tu protección misericordiosa y paternal.

EXHORTACIÓN A LA ORACIÓN DE LA TARDE DEL LUNES

En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado. Salmo 4:8

La gratitud es un don hermoso, que agrada a Dios y a los hombres. Por tanto, cuando llegue la tarde el cristiano creyente siempre debe considerar que es Dios quien le ha permitido vivir durante el día. Es lamentable que muchas personas pasan días, semanas, meses, inclusive años, sin considerar lo que Dios ha hecho por ellos. Gozan de su protección, auxilio y socorro y jamás le dan las gracias. Lo consideran algo automático que están bien y felices y pasan su tiempo en la prosperidad. Se imaginan que Dios les debe preservar y hacer que todo les salga bien. Por tanto, oh cristiano, apártate de tales ingratos. Cuando has pasado felizmente el día, auxiliado y protegido por Dios, cuando está a punto de ponerse el sol y se acerca la tarde, alza tus ojos hacia el cielo en oración y acciones de gracias.

(1) Da las gracias a Dios porque te ha guardado de desgracias durante el día. Considera que mientras no te ha tocado ningún daño, es probable que muchas personas han sufrido las mayores desgracias, han perdido su salud, se encuentran enfermos en la cama y en gran dolor en la tarde aunque comenzaron el día sanos y saludables. ¡Cuántos han sido reducidos a la pobreza durante el día a causa de algún percance que ni se imaginaban en la mañana.

(2) Pide a Dios el perdón de tus pecados. Revuelve en tu mente lo que has dicho o hecho. Si has hablado algo contra Dios o tu prójimo durante el día; si has hecho algo contra tu conciencia y la fe cristiana, no te retires, no te duermas hasta que hayas pedido el perdón a Dios.

(3) Considera que Dios puede demandarte tu alma esta misma noche. Haz paz con Dios antes de cerrar tus ojos.

(4) Pide a Dios su protección y el cuidado de sus santos ángeles, para que te guarden de todo peligro.

(5) Piensa en Dios aun durante la noche, si te despiertes. Dale las gracias, y te dormirás calmada y pacíficamente en sus brazos y bajo la protección de sus santos ángeles.

ORACIÓN DE LA TARDE DEL LUNES.

En paz me acostaré y dormiré; porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado. Oh Dios eterno y todopoderoso, éstos son mis pensamientos de la tarde ahora que busco descansarme. ¿Cómo te daré suficientes gracias porque tú has guardado mi salir y entrar de modo que no he sufrido ningún daño? Tú me has dado comida y bebida; me has consolado y refrescado; tu visitación ha preservado mi espíritu; y por medio de ti y de tu gracia aún vivo en este día. Todas estas y otras misericordias son voces que me invitan a alabarte. Por tanto, ¡bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios!

Perdóname, Señor, en tu misericordia perdóname si no he mantenido ante mis ojos el ejemplo de mi Señor Jesús, sino he expulsado tus mandamientos de mi mente y vivido con el mundo y conforme a sus caminos. Ay, Señor, me acuso y me arrepiento en polvo y cenizas. El día ahora ha pasado: haz que mis pecados se desvanezcan como la neblina, y no te acuerdes más de ellos. En verdadera sinceridad de mi corazón, prometo que te serviré con diligencia y ordenaré mi conducta conforme a tu palabra.

Protégeme durante esta noche de todos los engaños del enemigo, contra la desgracia y todo mal. Al dormirme, querido Señor Jesús, cierra mis ojos, y al mismo tiempo impresiona sobre mi corazón tu imagen sangrienta, para que nunca me olvide de ti. Concede, oh Dios, que mi alma siempre sueñe contigo, para que siempre me quede firmemente unido a ti, y que también en el sueño sea tuyo. Sé mi luz en la oscuridad, mi auxilio en las tribulaciones. Cuando tú dijiste: Busca mi rostro, mi corazón respondió, Tu rostro, oh Jehová, buscaré. No conozco otro auxilio sino a ti, oh Dios todopoderoso. Mi Padre está conmigo; ¿Por qué, entonces, temeré, aunque esté solo y dormido? Mi Jesús, la luz de mi alma está conmigo, aunque los ojos de mi cuerpo están cerrados. El Espíritu Santo está conmigo y mantiene su testimonio en mi corazón de que soy un hijo de Dios, aunque estoy acostado e inconsciente. Ya que estoy encerrado en la protección del Dios trino, me duermo seguro como Jacob; me duermo despreocupado como el niño en el pecho de su madre; me duermo protegido como Pedro.


ORACIÓN PARA EL MARTES EN LA MAÑANA

¡Despierta, tú que duermes, y levántate de los muertos, y Cristo te alumbrara! Oh Dios misericordioso, cuya bondad y fidelidad se renuevan cada mañana, te doy gracias y alabanza con corazón y voz porque otra vez me has permitido levantarme en salud de mi cama esta mañana, y has preservado mi cuerpo de daño y mi alma de pecado. ¡Cuán excelente es tu misericordia, oh Dios! Por eso los hijos de los hombres ponen su confianza bajo la sombra de tus alas y están protegidos allí por tu poder. La oscuridad ha pasado, y veo otra vez la luz del sol. Concédeme la gracia de andar en tu luz todo este día, y a huir de las obras de las tinieblas. Considero ese día perdido en que he servido al mundo, y he ordenado mi hablar, mi acción y mis pensamientos para adecuarse a las costumbres y las necedades del mundo. De todas estas cosas un día tendré que rendir cuentas ante tu trono de juicio.

Prefiero consagrarme totalmente a tu servicio con cuerpo y alma. Concede que no desee, proponga ni piense nada sino lo que te agrada a ti, para que todo este día sea santificado a ti. Sí, concede que siempre viva, hable y actúe como si tuviera que morir en este día. Ahora que ha pasado la noche oscura, y he reposado en tus brazos como tu hijo y me has concedido un nuevo tiempo de vida, no sé a dónde acudir que no sea a ti. Toco la puerta de tu gracia; vuelvo otra vez a la fuente desde la cual saco bendición tras bendición y ayuda constante. Porque lo que tú, Señor, bendices es bendito para siempre. Abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente. Dame buen consejo cuando necesito consejo. Dirige mis planes y propósitos según tu voluntad. Enciende en mí la llama de tu amor divino, para que en este día demuestre mi fe con mis obras, permanezca en amor sincero hacia ti y mi prójimo, y alcance la tarde sin daño en mi conciencia. A ti clamaré, oh Jehová; Roca mía, no te hagas sordo para conmigo. No suceda que por quedarte en silencio ante mí, yo llegue a ser semejante a los que descienden a la fosa. Escucha la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacia tu lugar santísimo. Oye en tu trono de gracia la oración de los afligidos, los abatidos, los enfermos, y también la oración de mi familia y de todos los que temen a Dios.

EL CRISTIANO CREYENTE SE REGOCIJA EN SU REGENERACIÓN

EXHORTACIÓN

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros. 1 Pedro 1:3, 4.

Si alguien se gloría, gloríese en el Señor. Si alguien se regocija, regocíjese por tales cosas que pueden hacerlo eternamente feliz. Bien, si hay algo en que el creyente puede gloriarse y en lo cual se puede regocijar, ciertamente es su regeneración, el bendito hecho de que fue bautizado y con eso fue hecho en hijo de Dios.

En el santo bautismo hemos obtenido (1) adopción como hijos de Dios. Dios es nuestro Padre, y como nosotros somos sus hijos, él nos sostendrá, nos preservará, proveerá nuestras necesidades y nunca nos abandonará. Hemos recibido (2) la justicia de Jesucristo. Todo lo que Cristo ha adquirido con su sufrimiento y muerte ha sido dado a nosotros y hecho nuestro en el santo bautismo. Sí, hemos sido plantados en él. El es la vid, nosotros las ramas, por medio de él recibimos fuerza renovada para cada buena obra, luz, sabiduría y gracia. (3) Se nos ha impartido la habitación del Espíritu Santo, que hará su morada en nosotros, santificará nuestros corazones, gobernará nuestras lenguas y nuestros labios, y ordenará toda nuestra vida conforme a la palabra y la voluntad de Dios. Por este poder del Espíritu Santo que mora en nosotros más y más somos alejados del mal, y nos da crecimiento en la fe, en la piedad, así como un niño recién nacido crece en años y estatura. (4) También obtenemos eterna salvación, es decir, cuando termine esta vida, compartiremos la gloria y el gozo eternos.

Una persona que considera estas cosas necesariamente tiene que regocijarse en Dios con todo su corazón. Sin embargo, debe tener cuidado (1) para que no pierda la gracia que le ha sido otorgada; (2) para que se conduzca de una manera digna de su vocación; (3) para que no comience otra vez a amar al mundo o pecar descuidadamente con la gente no regenerada y mundana y conformarse a sus costumbres; (4) para que como un hijo amante, siempre obedezca a su Padre celestial, siga al Señor Jesús, y no resista los impulsos del Espíritu Santo. Si hace esto, seguramente gozará el amor, la gracia y el auxilio del Dios trino aquí en el tiempo, y obtendrá la vida eterna después.

ORACIÓN

Oh Dios poderoso y querido Padre, ¿Cómo puedo conocer, alabar y magnificar adecuadamente tu amor? Te has preocupado tanto por mi alma, para que no perezca. ¡Qué gloria me has dado en el santo bautismo al adoptarme para ser tu hijo! Los hombres se jactan mucho de la felicidad que derivan de su nacimiento noble, del hecho de que han sido elevados a puestos exaltados de honor, de su gran riqueza y abundantes posesiones. He aquí, estimo la felicidad que tengo en ser tu hijo mucho más. Porque si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo; si es que sufrimos con él, para que seamos juntamente glorificados con él. Ya que soy un hijo de Dios, mi Padre celestial me guardará, me gobernará y protegerá, y proveerá mis necesidades; sí, no me abandonará en ninguna tribulación. Ya que soy un hijo de Dios, tengo en él no solamente un fuerte apoyo en la vida, sino también un gran consuelo en la muerte; porque ya que soy su hijo, él me refrescará, me restaurará y me consolará, y cuando dejo este mundo, él me conducirá a la vida de gozo sin fin.

Oh querido Padre, concédeme tu Espíritu Santo, para que continuamente me recuerde esta gloria. Todavía estoy en el mundo y moro entre los hijos de los hombres. Guárdame de pecar y hacer mal con los hijos del mundo, y de ser conformado a sus caminos. Si veo a alguien hacer el mal, si oigo que se habla mal, recuérdame que soy un hijo de Dios, y que tales pecados y vicios no me convienen. Concédeme la fortaleza para decir con gozo: ¡Gente mundana, sepan que no cambiaré mi primogenitura y mi herencia celestial por tus placeres, vanidades y costumbres! Oh mi Jesús, tú sabes que te amo, y que sinceramente me entristece que no te amo en todo tiempo y en obras como debo hacerlo y quiero hacerlo. Dígnate aceptar al menos mi buena intención; concédeme que lleve una vida de fe y piedad, de santidad, pureza y humildad en sencillez. Permite que te ame, honre, tema y siga, que viva y muera como tu hijo, y que como tu hijo alcance los gozos celestiales.



ORACIÓN DE LA NOCHE DE MARTES

Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. Así, oh Dios misericordioso y amante, puedo hablar en esta hora de la noche. Humildemente te doy gracias porque me has permitido terminar este día bajo tu protección paternal, tu cuidado amoroso, tu guía bondadosa y tu abundante bendición. Señor, grande es tu bondad, y tu misericordia es sin límite. Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad. Cumplirá el deseo de los que le temen. Asimismo, oirá el clamor de ellos y los salvará.

Ah, mi Dios, ¡cuán rápidamente se ha pasado el día! Como una flecha tirada del arco, así vuelan nuestros años. Por eso, hazme saber, oh Jehová, mi final, y cuál sea la medida de mis días. Sepa yo cuán pasajero soy. He aquí, has hecho que mis días sean breves; mi existencia es como nada delante de ti. Todos habremos de comparecernos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que ha hecho en el cuerpo, sea bueno o malo. Por eso entro en juicio conmigo mismo y me pregunto, Alma mía, ¿cómo has pasado este día? ¿Has pensado de algo bueno? ¿Ha permanecido Dios unido contigo, o lo has expulsado de ti con pecados deliberados y conscientes? Mi boca, ¿qué has hablado hoy? ¿Has hablado lo que es honesto, casto y de buena reputación? ¿Has comunicado la alabanza de Dios? ¿O te has desbordado con suciedad y con hablar neciamente. ¿A dónde se han ido, mis pies? ¿Cuáles actos han hecho, mis manos? ¿Qué cosas han escuchado, mis oídos? ¿Cuál ha sido tu deseo, estudio y meta hoy, mi corazón?

Oh mi Dios, si voy a contestar todas estas preguntas, ¿cuál será mi situación? Señor, al pasar este día, quita mis transgresiones. Jesús, borra mis pecados con tu santa sangre. Espíritu Santo, asegúreme del perdón de todos mis pecados antes que me duerma. Cuando estoy así absuelto de toda mi culpa, oh Dios trino, con calma me dormiré, y mañana seré más diligente para evitar todo lo que te desagrade. Padre mío, cúbreme a mí y a mi familia con tu amor. Mi Jesús, en tus heridas descanso en paz y seguridad. Oh Espíritu Santo, antes de dormirme, inspira en mi corazón el último suspiro con que encomiendo mi espíritu en las manos de Dios.


ORACIÓN DEL MIÉRCOLES EN LA MAÑANA

¡Despierto, y aún estoy contigo, oh Dios misericordioso y amante, mi Roca, mi Fortaleza y mi Libertador, mi Escudo y el Cuerno de mi Salvación, y mi Torre Fuerte! Levanto mi voz en esta hora temprana al trono de tu gracia, y te doy gracias porque durante la noche que ha pasado has preservado mi cuerpo y mi alma de todo daño. Bendito sea el Señor todos los días, y bendito sea su nombre para siempre. Dios mío, tu preservas mi vida día con día, para que pueda prepararme para la eternidad y entregar mi alma a ti como tu posesión y morada. Tú me has creado para la vida eterna. No quieres que perezca, sino que me arrepienta y viva. Concede que yo me ocupe este día con mi propia salvación con temor y temblor. Ahora es la mitad de la semana. Tres días han pasado sin que haya pasado alguna desgracia. Si te agrada, permite que también pase los otros tres días bajo tu protección y gracia. Cuando ando en medio de los problemas, refréscame. Cuando mis enemigos me rodean, llega tú para rescatarme y auxiliarme. Oh Jesús, mi Mediador, haz mi corazón tu morada, para que me apresure para ir a ti en todo acontecimiento, tribulación, sufrimiento y en la hora de la muerte, y obtenga ayuda de ti. Si Dios es por mí, ¿quién contra? Oh querido Salvador, permite que siga en tus santas pisadas hoy; permite que ande como tú anduviste. Entonces escaparé con facilidad las tentaciones del mundo y los engaños de mi propio corazón.

Está a mi lado mientras sigo en mi vocación. Digo con plena seguridad, "Señor, no te dejaré hasta que me bendigas." Bendíceme si estoy dormido o despierto; bendice cada paso; bendíceme en todas las cosas; y permite que tu bendición descanse sobre mí. Bendíceme, y no quites de mí tu bendición. Mientras estoy en las tareas de mi vocación, permite que mi corazón diligentemente se torne a ti. Cuando mi corazón se inclina a enredarse, y a buscar su gozo en los deseos del mundo y los pecados del mundo, dame la fuerza para arrancarlo de estas cosas y a hundirlo en tu amor, oh mi Padre, en tus heridas, oh mi Jesús, para que no se extravíe de la comunión contigo, sino todavía se encuentre allí cuando haya llegado la tarde. Si me espera un conflicto hoy, ayúdame a vencerlo. Si se sugiere un pensamiento pecaminoso en mi corazón, o una palabra mala sube a mis labios, fortaléceme para que lo suprima con la ayuda de tu Espíritu. Permite que sea encomendado a ti mi familia, y todos los que están enfermos y afligidos; haz la luz de tu gracia subir y brillar en medio de su sufrimiento.



EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS SEPARARLO DEL MUNDO

EXHORTACIÓN

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Rom. 12:2

Cuando el cristiano creyente considera que el amor del mundo, como una hierba mala, crece espontáneamente en el alma, mientras que el temor de Dios, como una planta hermosa y fragante, tiene que plantarse en el corazón y cuidarse diligente y constantemente, entenderá con cuánta preocupación y ansiedad debe guardar su corazón. Así debe (1) estar consciente de que el mundo está tanto dentro como fuera de él. Dentro de él está en mundo en la forma de las lascivias, engaños, deseos y pensamientos malos de su corazón. Fuera de él está el mundo en la forma de los ejemplos, atracciones y tentaciones de hombres malos. (2) Todos estos males un cristiano debe resistir: los deseos y los pensamientos que surgen dentro de él con súplicas y oraciones; las atracciones del mundo evitando su sociedad, hábitos, costumbres y modo de vivir. (3) Ya que no está en su poder hacer esto, tiene que orar fervientemente a Dios por su auxilio y asistencia.

(4) Esta separación del mundo no debe efectuarse encerrándose, y rehusando hablar con o asociarse con nadie; tiene que consistir en rehusar unirse con los hijos del mundo en sus pecados e imitar sus obras y acciones malvadas. Porque si no tuviéramos absolutamente nada que ver con los hombres mundanos, sería necesario, como declara Pablo, que saliéramos por completo del mundo. Debemos estar en el mundo a la manera de José en Egipto, Lot en Sodoma, Daniel y sus compañeros en Babilonia. Todos estos hombres no practicaron las obras malvadas de la gente y las ciudades en que vivían. (5) Esta separación del mundo no se debe hacer solamente para exhibición y por unos cuantos días cuando vamos a ir a confesión y a la santa cena, sino debemos estarnos ocupados constantemente en esta obra. El mundo tiene que ser expulsado de nuestros corazones todos los días, y todos los días Jesús tiene que entrar en nuestros corazones.

ORACIÓN

Dios misericordioso, que amas a los hombres, cuan grande es tu misericordia hacia nosotros. Con paciencia soportas nuestras muchas faltas y debilidades. No nos castigas en el momento de hacer la obra, ni según lo hemos merecido. Me has abierto los ojos por medio de tu palabra, de modo que ahora me conozco y reconozco con tristeza lo depravado de mi corazón. Siento que el mundo está dentro de mí y fuera de mí. Encuentro el mundo dentro de mí en los malos deseos de mi corazón, las inclinaciones pecaminosas y los impulsos al mal. Encuentro el mundo fuera de mí en los hombres malos que quisieran atraerme y conducirme por sus ejemplos y tentaciones pecaminosas. Lamentablemente, mi corazón, que es rebelde por naturaleza, encuentra más deleite y placer en estas cosas que en tu santa palabra. Ay de mí que por tanto tiempo, con tanta frecuencia y con tal grado me he permitido arrastrarme por el mundo. Me da vergüenza levantar mis ojos a tu presencia cuando pienso de los insensateces de mi juventud. He servido mejor al mundo que a ti, oh Dios. He tratado más de agradar al mundo que a ti; me he apegado al mundo más que a ti. Con todas estas cosas te he ofendido, he herido mi conciencia y he provocado tu ira.

He aquí, Dios mío, vuelvo, y me arrepiento en polvo y cenizas. Oh mi Dios, sepárame del mundo, para que sólo tú poseas y gobiernes mi corazón. Permite que tu Espíritu Santo me santifique enteramente, y que expulse de mí el mundo. Hazme pensar en el terrible fin de los hijos del mundo, para que me adhiera a ti y no al mundo: para que te obedezca a ti y no al mundo. Deténme cuando estoy a punto de correr y pecar otra vez con el mundo. Consérvame constantemente temiendo a ti, y recuérdame que me has creado para tu servicio, y que diariamente debo vestirme del nuevo hombre que es creado según Dios en justicia y verdadera santidad. Haz que el mundo siempre me disguste más; permite que me ejerza siempre más en la santidad, el temor de Dios y que me deleite siempre más en el cielo. Concédeme que siempre menosprecie la lascivia del mundo, que perece; para que huya de la lascivia y los goces del mundo, porque después que uno los ha bebido hasta lo último, no sigue otra cosa que la ansiedad, la inquietud, la mala conciencia y la destrucción del alma. Saca de mi corazón cualquier residuo que todavía permanece en él de amor al mundo, y planta en mí tu santo temor, para que con cuidado pueda evitar, por amor a ti, todo lo que sea malo. Amén.

ORACIÓN PARA LA TARDE DEL MIÉRCOLES

Me acosté y dormí; me desperté, porque el Señor me sostenía. Oh santo, misericordioso y único santo Dios, este día está terminando, y otra vez me has hecho experimentar que tú eres el verdadero Padre, de quien toma nombre toda la familia que está en los cielos y en la tierra. Según tu infinita bondad te has cuidado de mí, de modo que no me ha faltado ningún beneficio. Oh Señor, no estoy digno del menor de tus misericordias, y de toda la fidelidad que me has demostrado. ¿Qué daré al Señor por todos los beneficios que él derrama sobre mí diariamente, aunque yo soy polvo y cenizas? No desprecies la humilde ofrenda de alabanza que te traigo en esta hora de la tarde, y sigue mirándome con tu favor.

Perdóname, oh Dios misericordioso, todos los pecados que haya cometido contra ti este día en pensamiento, palabra y obra. Ayúdame a dejar, junto con mi ropa, cada mal costumbre, impropiedad y pecado. Concede que mañana y por lo demás de mi vida los aborrezca y los abandone. Ayúdame a desvestirme, según la antigua manera de vivir, al viejo hombre, y nunca a volverlo a poner. Durante la noche que viene permite que yo, junto con todos mis parientes y los miembros de mi casa, duerman en paz y seguridad bajo tu gracia protectora.

El sol se ha ido; pero tú, oh Jesús, el Sol de Justicia, brilla en mi corazón. Lléname mientras duerme con buenos impulsos, de modo que, al despertarme, tu nombre y el pensamiento de ti pueda estar en mi corazón. Concede que en las noches en que no puedo dormir, medite sobre mi cama y hable de tu bondad, fidelidad y guía misericordiosa, y así pueda expulsar toda preocupación inútil y los pensamientos pecaminosos. Renueva mi fuerza con el sueño, para que me levante en la mañana refrescado y alegre. Así como el pastor vigila su rebaño, permite que yo sea encomendado en cuerpo y alma a tu cuidado pastoral.

Pero si tú enviaras aflicción sobre mí de día o de noche para probar mi fe, mi paciencia y esperanza, oh mi Dios, recuerda que soy tu hijo; que sin ti no puedo hacer nada; y que tú eres, Padre mío, el que puede enviarme liberación y auxilio desde tu santuario. Hazme regocijarme en el dolor, consuélame en la aflicción; cuando estoy abandonado, recíbeme tú cordialmente. Permite que tu omnipresencia y tu ojo que todo lo ve me guarden día y noche del pecado. Alzaré mis ojos a los montes: ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.


ORACIÓN PARA EL JUEVES EN LA MAÑANA

Escucha, oh Señor, mis palabras; considera mi suspiro. Atiende a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh Dios bondadoso y misericordioso, te alabo y te magnifico en esta hora de la mañana, no solamente porque como un padre me has sostenido y preservado desde mi juventud, sino también porque has sido mi protección y mi auxilio durante la noche pasada, y has permitido que otra vez me levante con salud para alabarte y ver la bienvenida luz del día.

Oh tú que amas la vida, ¿qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites? Yo estaba acostado y dormido, olvidándome de mí mismo; pero tu visitación ha preservado mi espíritu. Tú rodeaste a mí y a mi familia con tu guardia de ángeles, de modo que ningún daño me ha podido tocar y ninguna desgracia me ha podido dañar. Me has refrescado con dulce descanso, que tal vez ha faltado a muchos que están enfermos, entristecidos o atribulados. Y has hecho esto por mí aunque yo había merecido tu castigo tanto como ellos, o más, porque no he sido tan agradecido a ti, mi Creador, Preservador y Redentor, por los innumerables beneficios que he recibido durante toda mi vida como es mi deber; porque no te he ofrecido alabanza y humildes acciones de gracia sin cesar como debo haberlo hecho.

Por tu gracia comenzaré en este día enmendar lo que he dejado de hacer por mi propia culpa. Prometo en esta hora de la mañana que te serviré con cuerpo y alma, y me entregaré enteramente a ti. Estoy resuelto de que mi boca no ofenderá hoy con el resultado de cargarme con una gravosa responsabilidad a causa de conversación necia y palabras pecaminosas. Refrenaré mis pies de caminar en un camino pecaminoso. Mi ojo no mirará cosas o personas prohibidas. No extenderé mi mano para cometer injusticia. Apartaré mis oídos de doctrinas perniciosas y malas conversaciones que corrompen las buenas costumbres. Al contrario, me dedicaré, oh Dios Trino, a tu servicio. Mora en mí, santifica, guía y límpiame más y más por tu gracia.

Permite que me asocie hoy solamente con personas piadosas; y si por causa de mi vocación me encuentre inesperadamente en la compañía de hombres malos, preserva mi corazón y conciencia contra sus palabras pecaminosas y obras que contaminan. Bendice mis labores, para que pueda hacerlas con gozo y alegría, dependiendo de tu cuidado providencial, y permite que experimente tu bendición siempre. Y ahora, alzaré mis ojos a los montes: ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra, y quien me bendecirá, me prosperará y me preservará, aquí en el tiempo y durante una eternidad de gozo.

EL CRISTIANO CREYENTE DESEA SEGUIR A JESÚS

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Mat. 16: 24

Señor, "ve si hay en mí camino de perversidad," — así el cristiano creyente debe orar diariamente conforme al Salmo 139:24. Si un viajero tiene que indagar diligentemente su camino, el creyente debe diligentemente averiguar el camino al cielo. Muchos engañadores han salido en el mundo, dice San Juan; por tanto un verdadero cristiano debe tener mucho cuidado de no ser engañado.

De acuerdo con esto, el verdadero cristiano (1) no sigue a los hijos del mundo que quieren llevarlo con ellos a sus reuniones alegres pero pecaminosas; porque al hacerlo pondría su alma en grave peligro. Mucho menos sigue el impulso de su corazón malvado, sino cada vez que se le sugiere un pensamiento, pregunta: ¿Es lo recto? Tampoco sigue a Satanás y sus atracciones, sino (2) sigue las Sagradas Escrituras que le dicen lo que debe creer, lo que debe hacer y no hacer. La Escritura es su regla de la vida. Lo que las Escrituras no permiten, lo aborrece con todo su corazón. En particular, (3) sigue al Señor Jesús, quien nos ha dado un ejemplo para que sigamos sus pasos. Los pasos de Jesús son la humildad, la castidad, la bondad y la piedad. El Señor practicó estas virtudes en su vida en la tierra para nuestra imitación. Verdaderamente seguirlo en una vida santa significa practicar estas virtudes. (4) También sigue el ejemplo de otros buenos cristianos. Siempre y cuando observa que otros cristianos son fervientes en la oración, reverentes hacia Dios, caritativos con los pobres, o diligentes en otras virtudes, busca imitarles. (5) Debe seguir así persiguiendo la santidad hasta la muerte. Entonces para tales almas se les cumplirán las palabras de San Juan en Apocalipsis 14:4: "Ellos seguirán al Cordero" a la vida eterna.

ORACIÓN

Oh Dios y Señor mío, mi único deseo es vivir de tal modo que después de mi muerte pueda entrar en el gozo celestial. Siempre me regocijo cuando leo en tu palabra que los elegidos en el cielo siguen al Cordero a dondequiera que va. Pero también sé muy bien que el que quisiera seguir al Cordero a la gloria tiene que seguirlo aquí en el tiempo, cuando todavía vive en la tierra. Cuando considero este hecho, me preocupo por mi salvación. Veo ante mí a muchos que quisieran ser mis guías, y no sé a quien seguir. Satanás me invita con sus atracciones a seguirle a él; el mundo pone ante mis ojos sus ejemplos, caminos y sociedad. Pero temo que tendría que seguirles también después de la muerte, al infierno y la condenación.

Por tanto, oh Jesús, te seguiré a ti. Así seguiré el camino más seguro, mejor y más bendito. Te seguiré en la fe, el amor, la humildad, la obediencia, la piedad y la castidad. Cristo nos ha dejado un ejemplo para que sigamos en sus pasos. Su ejemplo siempre estará ante mis ojos. Conforme al ejemplo de Jesús, amaré y honraré a mi Padre celestial y haré su santa voluntad. Conforme a su ejemplo, amaré a mi prójimo y le haré bien. Conforme a su ejemplo perdonaré a mis enemigos. Conforme a su ejemplo seré humilde; porque él dice: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón." Esto es, realmente, mi propósito sagrado; Dame la fuerza para realizarlo.

Recuérdame de estas cosas siempre, para que, cada vez que vea ante mí el comportamiento, las palabras y las vanidades de los hijos malvados de este mundo pregunte: ¿A dónde vas, oh mundo? Tu camino no se dirige a Jesús y su salvación. Ayúdame siempre a preguntarme: ¿Es esto el verdadero camino al cielo? Concede que diligentemente tenga en mente quién soy y lo que debo ser. Debo ser un hijo de Dios, y un seguidor de Jesús. Debo mantenerme sin mancha del mundo. Ayúdame constantemente a perseverarme en esta actitud y a seguirte hasta la muerte. Amén.

ORACIÓN PARA EL JUEVES EN LA NOCHE

Al acostarme en la cama, me acuerdo de ti, y cuando despierto, hablo de ti. Oh Dios y Padre generoso y misericordioso, otra vez vengo ante tu rostro en esta hora de la noche con un corazón agradecido porque tu gracia ha derramado sobre mí innumerables bendiciones. Qué misericordiosamente has tenido consideración de mí y has tenido piedad de mí como un padre tiene piedad de sus hijos. Así he llegado sin daño a esta noche. Tu longanimidad me ha perdonado; porque no me has castigado como merecí. Perdona todas mis transgresiones con que te he ofendido abiertamente o en secreto. Debo ser más fuerte en combatir el pecado, más celoso en las buenas obras, más cuidadoso al hablar, más piadoso en mi conducta. Pero ¿quién puede entender sus errores? Límpiame también de los pecados ocultos. Desde ahora permite que evite con diligencia todas las cosas con las cuales te he ofendido hoy. Si mis pecados son grandes, tu misericordia es mucho más grande; si tú no fueras un Dios misericordioso, oh Señor, ¿quién podría vivir?

Ahora me acuesto para descansarme. Cierra detrás de mí, oh Dios, la puerta, como hiciste con el arca de Noé, para que ninguna inundación de tribulación me pueda anegar. Permite que tus santos ángeles me tomen en su protección, para que mis enemigos, visibles o invisibles, no estorben mi sueño. Ayúdame también a recordar cuando me acuesto en mi cama que así seré cubierto de tierra algún día, pero resucitaré en el día final. Permite que pase y termine todos mis días de tal manera que pueda consolarme en el hecho de que tengo un Dios misericordioso y una buena conciencia, para que esté listo en cualquier hora en que tú vengas para llevarme a casa.

Así como me acuesto y duermo y sin embargo sigo respirando, queda tú, oh Jesús, unido conmigo aun mientras estoy dormido. Oh Dios Trino, bajo tu escudo y protección ni la adversidad y la muerte me pueden hacer daño. Tu amor y protección, oh Padre, tus heridas, oh Jesús, tu socorro, oh precioso Espíritu Santo, son un muro de defensa alrededor de mí dentro del cual me duermo bien seguro en paz y tranquilidad. Ante esta defensa, Satanás tiene que huirse y correr. Permite que también mis seres queridos, y todos los que son pobres y angustiados, gocen de tu protección. Permite que recoja fortaleza al dormirme y, si es tu voluntad, permite que vea otra vez mañana la luz del día. Amén.

ORACIÓN PARA EL VIERNES EN LA MAÑANA

Mi corazón está firme, oh Dios; está firme mi corazón. Cantaré y entonaré salmos. Oh Dios misericordioso y amante, mi Padre, Redentor y Santificador, levanto mi corazón y mis manos en esta hora de la mañana al trono de tu divina majestad, desde donde tantas bendiciones han sido derramadas sobre mí durante toda mi vida, y también durante la noche pasada. Durante esta noche tú has sido mi Fortaleza, mi Protección, mi Libertador, mi Castillo Fuerte, mi Auxilio en toda necesidad, mi Consuelo, mi Escudo, sí, Todo para mí. Oh Dios y Señor mío, reconozco que no soy digno de todas estas bendiciones. Tú pensaste de mí en medio de la oscuridad; y mientras las sombras oscuras mi rodeaban, tu cuidado paternal protegió mi cuerpo y mi alma contra el daño y peligro. Por tanto te alabo y magnifico tu nombre. El Señor ha hecho grandes cosas para mí, me alegraré.

Oh Dios amante, está a mi lado hoy; guíame y condúceme con tu consejo y después recíbeme en tu gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos? Aparte de ti nada deseo en la tierra. Sugiéreme lo que debo hablar, hoy y en todo tiempo, para que no te ofenda con mis labios. Enséname lo que debo hacer, para que no haga el mal. Permite que tu Espíritu siempre toque con advertencia la puerta de mi corazón, cuando mis pensamientos se inclinen a desviarse de ti. Oh Jesús, cuando mi carne y sangre provocan deseos pecaminosos en mí, permite que tu imagen sangrienta esté ante mis ojos, y permite que recuerde que en el tiempo de tu amarga pasión fue en un viernes que tú sudaste gotas de sangre por mí en el Monte de los Olivos; que fuiste cruelmente azotado en la sala de juicio, y fuiste clavado sangrando en la cruz. Si se presenta desde afuera una ocasión para pecar hoy, y mi corazón se inclinara a entregarse, pon tu imagen sangrienta ante mí, para que por medio de ella cada deseo por el pecado pueda ser apagada, mortificada, y expulsada de mi corazón. Así permite que este viernes sugiera libertad para mí; permite que sea un día de liberación del pecado; y que siga siéndolo durante toda mi vida, mientras me muero al pecado y ande en novedad de espíritu.

También recuerda las necesidades de mi cuerpo y bendíceme. Ayúdame a considerar todas las cosas terrenales como posesiones perecederas, para que no fije en ellas mi corazón; y ayúdame a buscar las posesiones eternas. Mientras estoy trabajando, fortaléceme; cuando oro, óyeme; cuando salgo, acompáñame; cuando vuelvo a casa, no te apartes de mí. Rodea a mí y a mi familia con tu protección como la casa de Job; guárdame como a Jacob; vigílame como hiciste sobre Elías; para que con tu protección otra vez alcance la noche en seguridad. No permites que me llegue ninguna noticia triste, sino permite que oiga gozo y alegría.

EL CRISTIANO CREYENTE ORA POR EL ESPÍRITU SANTO

EXHORTACIÓN

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no me quites tu santo Espíritu. Salmo 51:10,11

Orar por el Espíritu Santo es la petición más necesaria y bendita; porque en esta vida presente tenemos necesidad de un Guía, un Maestro, un Consolador. El Espíritu Santo es todo esto. Nos guía a toda verdad; nos enseña a conocer a Jesucristo, nos explica su enseñanza; nos consuela en toda aflicción y tribulación, hasta en la hora de la muerte. Todos deben pedir el don del Espíritu Santo, ancianos y jóvenes, grandes y pequeños; los padres deben pedir este don para sí mismos y para sus hijos; porque el Espíritu Santo es las arras de nuestra herencia. Todo el que no tiene al Espíritu Santo en su corazón no puede ser salvo después. Así es que son de todos los hombres los más infelices los que no tienen al Espíritu Santo. No pueden hacerse piadosos, ni llevar vidas piadosas; más bien pecan y se caen porque no tienen al Espíritu Santo para guiar y gobernarlos; de hecho, ¿quien los puede consolar en su lecho de muerte y alegrarlos en su última angustia? Pero cuando Dios nos ha dado su Espíritu Santo, no debemos expulsarlo de nosotros con pecados voluntarios y una vida impía, sino diariamente debemos orar: "No me quites tu santo Espíritu." El alma que ora así está en verdadera unión con Dios y en un estado de gracia; porque San Pablo testifica: "Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios." Romanos 8:14.

ORACIÓN

Oh Dios poderoso y santo Padre, he aquí, yo, tu pobre hijo, vengo a ti y te pido un don necesario, el Espíritu Santo, a quien tú misericordiosamente has prometido dar a todos los que te pidieran. Así envía a tu Espíritu desde lo alto, desde tu santa habitación, a mi corazón, para que él sea mi guía, para enseñarme a andar conforme a tu consejo y para capacitarme siempre a hacer lo que te agrada.

Veo delante de mí tantos caminos de error y de pecado; veo a tantas personas andando por estos caminos y animándome en parte con palabras amables y en parte con amenazas a pecar y a hacer lo malo con ellos. Oh Dios, guíame en tu verdad, guarda mi corazón firmemente en este propósito para que tema tu nombre. Cuando el mundo con sus pecados se hace atractivo a mí, recuérdame que el camino ancho lleva a la destrucción y la condenación. Concédeme tu Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, para enseñarme; el Espíritu de consuelo, para revivirme; el Espíritu de gozo, para alegrarme en el tiempo de tristeza; el Espíritu de adopción, para asegurarme de que soy un hijo de Dios; el Espíritu, que es las arras de mi herencia celestial.

Oh precioso Espíritu Santo, santifícame. Tú ves que mi corazón todavía está lleno de impureza, malas costumbres y pecados, y que desde allí proceden solamente pensamientos y palabras impías. Tú ves también que por tu gracia aborrezco desde mi corazón estas cosas. Lamento que te he entristecido y que he menospreciado tu advertencia. Me entrego a tu santa guía y gobierno. Tú serás la vida de mi alma, la fortaleza de mi vida, el consuelo de mi corazón, la luz de mi entendimiento, el descanso y la firmeza de mi voluntad, el tesoro de mi memoria, el origen, el comienzo y el fin de mi nueva vida espiritual. Santifícame enteramente, para que mi espíritu, junto con mi alma y cuerpo, sean preservados sin mancha hasta el día de Jesucristo. Haz mi corazón tu templo y mora en él; haz mis miembros instrumentos de justicia para que no peque voluntariamente. Haz mi corazón un sacrificio vivo, aceptable a Dios. Oh Fuego Sagrado, consume y expulsa de mi corazón toda lascivia y deseo de la carne, para que emplee también los poderes del cuerpo para tu gloria. Gobiérname, y guíame siempre en un camino recto, hasta que me conduzcas al cielo. Cuando mi carne y sangre y el mundo, a causa de los sufrimientos de este tiempo presente quisieran robarme el consuelo de que soy un hijo de Dios, asegúrame con tu potente consolación de que ni la vida ni la muerte me separarán del amor de Dios, que los hijos de Dios sí llevan su cruz y aflicción, pero permanecen hijos de Dios aun así. Sé el morador y Señor constante en mi corazón; da testimonio a mi espíritu de que soy un hijo de Dios. En la hora de la muerte, cuando falla toda ayuda y apoyo humano, consuélame con la consolación de que compartiré la gloria que mi querido Jesús ha adquirido por mí con su sufrimiento y muerte. Amén.

ORACIÓN DE LA NOCHE DEL VIERNES

El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y él les librará. Oh gran y potente Dios, permite que tus ángeles acampen también alrededor de mí en esta noche, y que me rodeen con su potente protección. Así como mandaste a tus ángeles guardarme durante el día y guardarme en todos mis caminos, así permite que tomen su posición alrededor de mi cama en la noche, como los potentes guardias de Salomón

Ahora me acuesto para descansar, mi Jesús. Cubre los dinteles de mi corazón con tu santa sangre para que no se me acerque ningún mal. Si tú estás conmigo, no temeré. Has estado a mi lado durante el día, en dondequiera que he ido. Has puesto tu bendición en todas mis actividades. Has prosperado todo lo que he emprendido en tu nombre. Quisiera que las palabras de José hubieran sido mi lema constante durante este día: "¿Cómo, pues, puedo hacer este gran mal y pecar contra Dios?" Perdóname en misericordia todo el mal que he cometido, hablado o pensado contra ti durante este día. Con la declinación del día permite que se desvanezcan también mis pecados y el castigo por mis pecados, para que no sean recordados eternamente.

Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, oh Señor, podría estar firme? Porque sé muy bien que es cierto que ningún hombre puede ser justo ante Dios. Si él contenderá con el hombre, no le podrá responder ni uno en mil. Pero pagaré con la sangre de Jesús lo que no puedo pagar por mí mismo. Mi Jesús es mío, su justicia es mía, su cielo es mío. Por tanto, recíbeme, oh mi Guardián; mi Pastor, hazme tuyo. Tú eres la fuente de todo bien. Permite que tu bondad me conduzca al arrepentimiento; porque tú me has amado con un amor eterno, y me has atraído con misericordia. Permite que el calor de tu sangre y tu fiel amor caliente mi frío corazón, para que nunca te ofenda intencionalmente, porque tú me has mostrado tantas bondades.

Me acuesto para descansar. Esta noche podría ser mi última. Sé cómo acostarme para dormir pero no sé cómo me levantaré. Esto depende solamente de ti, porque tú eres el Señor de los días de mi vida. Pero de esto sí estoy seguro, que cuando me duermo en tu nombre, mi Padre, en tus heridas, oh Jesús, en tu comunión, oh precioso Espíritu Santo, muero una muerte bienaventurada, aunque no me levante otra vez para esta vida terrenal. Amén

ORACIÓN PARA EL SÁBADO EN LA MAÑANA

Hazme saber, oh Jehovah, mi final, y cuál sea la medida de mis días, para que pueda saber lo frágil que soy: tales son mis pensamientos, Oh Dios fuerte y todopoderoso, ahora que he alcanzado el fin de la semana; porque tú me has permitido levantarme con salud en este último día de la semana. Te alabo en esta hora de la mañana, porque me has protegido y defendido tan gloriosa y poderosamente en cuerpo y alma, de modo que no ha podido estorbarme ningún peligro ni aflicción. Dios mío, tan poco como las estrellas del firmamento, como la arena a la orilla del mar, como las gotas de agua en el mar se pueden enumerar, tan poco puedo contar las bendiciones que he recibido de ti durante toda mi vida, y también durante esta semana. No me has abandonado durante esta noche; me has guardado de todo daño. Tú dijiste: Tranquilo, mi hijo, con confianza, resiste los engaños del tentador; no estorben tu sueño los terrores de la noche hasta que el día amanezca. Se hizo; la luz me está brillando, temor no tengo ya; tu amor me rodeó.

Permite que durante este día resista toda impiedad y lascivia del mundo, y que pase el día de una manera sobria, justa y piadosa. Junto con mi ropa, permíteme vestirme también de misericordia, bondad, humildad, y paciencia, y a desvestirme del viejo hombre junto con todas sus obras: la insinceridad, la mentira, el enojo, los pleitos, la discordia, la impureza y la malicia. Consagra mi corazón para que sea tu templo, para que nada que haga o diga hoy te desagrade.

Mi Jesús, que eres Alfa y Omega, el Principio y el Fin, por tu gracia he alcanzado otra vez el fin de una semana. Permite que tenga en mente que la última semana y el último día de mi vida vendrá, y permite que comience, que viva, y que termine cada semana y cada día en tal forma que en las últimas horas de mi vida no tenga que avergonzarme y lamentar que jamás haya vivido. Permíteme pasar también este día en tu santo temor; preserva mi entrada y mi salida; bendice mi labor; auxíliame en toda dificultad y dirige todos mis proyectos y planes en conformidad con tu voluntad. Destruye la cuenta de mis pecados que he acumulado durante esta semana, y cancélalos con tu sangre. Permite que durante la semana que viene me haga más piadoso, más sincero, más agradable a Dios. Me regocijo ahora con el pensamiento del domingo que viene, cuando descansaré de los labores de mi vocación terrenal, para que tú puedas hacer tu obra en mí para mi edificación y santificación. Amén.

EL CRISTIANO CREYENTE DA GRACIAS A DIOS AL FINAL DE UNA SEMANA.

¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo? Salmo 116:12

Día tras día y semana tras semana de nuestra vida se pasa, y con cada día nos acercamos más a la hora de nuestra muerte. Mientras tanto, nuestro Dios bondadoso es tan misericordioso que hasta el momento nos ha manifestado grandes beneficios en cuerpo y alma, y ha llenado nuestros corazones con alimento y gozo. Con tales pensamientos se ocupa el cristiano creyente al final de una semana.

1. Da las gracias a Dios por las bendiciones que ha recibido, por la protección que le ha permitido pasar en seguridad la semana, por la ayuda que ha recibido y para la cual ha pedido a Dios en oración. Si ha sido informado que durante la semana otros hayan sufrido un contratiempo, han encontrado la tristeza, han caído de la gracia, han sufrido pérdida, y no han recibido alivio de su miseria y dolor, siente piedad por ellos, y magnifica la bondad de Dios que le ha permitido escapar tales aflicciones. 2. El cristiano creyente considera en su mente que por tales manifestaciones constantes de su bondad Dios desea llevarlo al arrepentimiento. Por tanto, en el primer día de la semana se arrepiente del mal que ha hecho en cada día, y así hace del último día de la semana un día de reconciliación, de oración y de acciones de gracias.

3. Para la semana que viene, pide protección, bondad y misericordia. Se encomienda a Dios y a su gracia. 4. Piensa en que todas las semanas, una tras otra, pasarán de esta manera, hasta que al fin llegue la semana en que se morirá. Se prepara para ese evento con la verdadera fe en Jesucristo y con una manera de vida santa y penitente. Tales meditaciones sagradas deben hacer a la persona cuidadosa, agradecida y piadosa. Deben hacerlo mirar a Dios como a la fuente en lo alto desde donde desciende toda buena dádiva. Debe llevarlo a encomendarse a la gracia divina, y a permanecer en el amor de Jesús. De esta forma está en condición para vivir como un pecador salvado, en conformidad con la voluntad de Dios, y a morir en esta condición cuando llegue la hora de su muerte.

ORACIÓN

Grandes cosas ha hecho Jehová para mí, me alegraré. Hasta ahora el Señor me ha ayudado. Es apropiado que hable así, Señor y Dios mío, ahora que he llegado con seguridad al final de una semana ¡Qué excelente es tu misericordia, oh Dios! Por tanto los hombres con confianza se ponen baja la sombra de tus alas. Tú los guardas y los proteges, los preservas, y renuevas tu misericordia cada mañana. Dios mío, has extendido tus alas sobre mí, me has guardado en salud y me has bendecido; me has acompañado y preservado; me has manifestado innumerables beneficios en cuerpo y alma y también has permitido a mis seres queridos gozar de tu protección y tu gracia. Seguramente es Dios quien ha hecho todo esto; es obra del Señor que yo haya pasado esta semana en seguridad. Por tanto, bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.

Ay, ¡Cuántos han caído durante esta semana, mientras yo me he quedado firme por tu gracia! A cuántos ha sido la semana pasada una semana triste de cruces y dolores, mientras a mí me has permitido terminarla en paz y tranquilidad. Cuántos han sufrido la miseria y la angustia, mientras yo me he quedado sin daño bajo tu protección. Debido a todo esto, permite que te ofrezca mi amor, alabanza, y ferviente exaltación desde lo más profundo de mi alma. Recibe mis acciones de gracias por tu protección y tu gracia; por tu amor y tu auxilio; por todos los beneficios que me has otorgado en cuerpo y alma.

Dios mío, perdóname en tu misericordia todo el mal que he hecho durante esta semana. Lo siento; me arrepiento; estoy en angustia a causa de mis pecados. Te pido misericordia y perdón por los pecados que he cometido. Líbrame por causa de la sangre y las heridas de Cristo, y no me pagues conforme a mis obras. En la fuerza de tu Espíritu durante la semana que viene ayúdame a evitar celosamente todos los pecados que he cometido, y a servirte en santidad y justicia todos los días de mi vida. Amén.

ORACIÓN DEL SÁBADO EN LA NOCHE

Cuando ando en la oscuridad, el Señor es mi luz. Oh Dios amante y misericordioso, el día y la semana ahora se están terminando; pero tu misericordia es para siempre. Los montes se apartarán, y los collados serán removidos; pero tu misericordia no se apartará de tus hijos. Es por tu eterna gracia que se me ha permitido vivir durante esta semana. Lo que no sabía al principio de la semana, ahora lo sé. Fue tu voluntad que yo alcanzara el final de esta semana en seguridad. Tus bendiciones sobre mí han sido numerosas durante esta semana: has escuchado mis oraciones, me has preservado, me has dado buen consejo, y has estado a mi lado. No ha pasado ningún día en que no he recibido de ti dones de gracia, amor y bondad; sí, no ha pasado una hora en que no fueron derramados sobre mí abundantes chorros de tus bendiciones. Ahora he recibido lo que deseaba al principio de la semana. ¡Cuán grande es tu gracia, amor y misericordia!

Pero ahora que está terminando la semana, recuerdo mis pecados. Mis transgresiones han sido numerosas en pensamiento y deseo, por comisión y omisión. No he guardado mi alma con tanto cuidado como era mi deber. ¡Oh Señor, Señor, perdóname estos pecados! Oh Señor Jesús, borra con tu santa sangre toda memoria de mis pecados durante esta semana y permite que me queden perdonados para siempre. ¡Oh Señor, no me reprendes en tu furor, ni me castigues en el calor de tu ira! Sé un muro de fuego alrededor de mí durante esta noche; no permitas que ninguna desgracia, daño ni peligro me toquen a mí o a mis seres queridos. Ayúdame a echar toda mi ansiedad sobre ti, y bajo tu cuidado providente, Padre mío, permite que duerma en paz.

He cumplido otra semana y estoy un paso más cerca a la eternidad. El final de esta semana me recuerda el final de mis días, y de que la última hora de mi vida seguramente vendrá, y después de eso la eternidad sin fin. Por tanto, ayúdame a emplear cada semana, día y hora que viene de tal modo que no sea aterrado al verte. Ayúdame cada día a hacer mi corazón ascender allá en donde quiero estar eternamente. Soy extranjero aquí, y solamente puedo pasar la noche aquí. Mi hogar y mi eterna mansión están en el cielo, en donde tú enjugarás toda lágrima de los ojos de tus hijos, les repartirás las gloriosas riquezas de tu casa, y les refrescarás con gozo eterno.

Ahora me retiro de mi negocio y las obras de mi vocación. Me preparo para el domingo que viene, cuando escucharé la predicación de tu santa palabra. Para que la oiga para mi beneficio, concédeme la fortaleza de tu Espíritu Santo para que ni los hombres ni mi propio corazón impidan mi devoción.

ORACIONES PARA VARIAS BENDICIONES ESPIRITUALES Y CORPORALES


EL CRISTIANO CREYENTE PIDE BENDICIONES TEMPORALES, ESPIRITUALES Y ETERNAS

EXHORTACIÓN

Nos bendecirá Dios, el Dios nuestro. Bendíganos Dios, y témanlo todos los términos de la tierra. Sal. 67:6,7

Cada cristiano pide algo a Dios en oración; sin embargo, al hacerlo, cada uno debe considerar con cuidado cómo ora y por qué cosas ora. El cristiano ora (1) por cosas temporales, tales como la salud, la prosperidad, la comida, protección de peligros, auxilio en las tribulaciones, apoyo en el sufrimiento, y liberación de las aflicciones. Dios no rechaza tales oraciones porque en su santa palabra nos ha prometido todas estas cosas.

Pero el cristiano no se detiene con estas cosas; son de importancia secundaria. Pide (2) bendiciones espirituales: por el Espíritu Santo, por un corazón piadoso, por el reino de Dios, que es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Rom. 14:17. Pide iluminación, crecimiento en bondad, santificación y los dones del Espíritu Santo. Éstas son las principales bendiciones que puede pedir y obtener de Dios; y si estas cosas se conceden, las considera su mayor tesoro.

El cristiano pide (3) también las cosas eternas: un bendito fin de su vida, una partida gozosa de este mundo, y la entrada a la vida de gozo que ha deseado, que después del conflicto de esta vida pueda ver el rostro de Dios, y vestido en vestiduras blancas, regocijarse siempre en Dios. Por tanto el creyente debe pedir principalmente las bendiciones espirituales y celestiales si quisiera orar bien y de una manera aceptable a Dios. Al mismo tiempo, sin embargo, tiene que (4) esforzarse por llevar una vida cristiana intachable, para que su oración no sea obstaculizada con una mala conciencia.

ORACIÓN

Oh Dios generoso y misericordioso, qué grande, glorioso, rico y poderoso eres tú. Tú posees todas las cosas, y puedes conceder todo. He aquí, yo, tu hijo, vengo a ti y te pido tus dones. Tú sabes que no he traído nada a este mundo, que no tengo nada que sea mío excepto mi pecado. Por tanto, toda cosa buena que tengo ha venido de ti; porque toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto. Sí, ¿qué tienes, oh hombre, que no has recibido?

Oh mi Dios y Padre, hazme, sobre todo, rico en mi alma. Dame tu Espíritu Santo: dame un corazón piadoso; conviérteme; ilumíname para que diariamente me convierta en un nuevo hombre. Ayúdame a luchar y trabajar, para que pueda conquistar los malos deseos, deshacerme de las malas costumbres, separarme del mundo, y, por otro lado, entregar mi cuerpo y alma a ti como un sacrificio vivo, santo, aceptable a ti. Oh mi Dios, a cuántos peligros y tentaciones estoy expuesto en este mundo; por tanto, guíame por tu poder, para que no me extravíe ni me aparte de ti. Mora en mi alma, gobierna mi corazón, y concédeme gracia para ser un miembro vivo del cuerpo de mi Jesús, y una nueva criatura; entonces seré bastante rico, honrado y bendito en este mundo.

Oh Dios y Padre generoso, provee también lo que necesito de cosas terrenales. Tú sabes lo que necesito; tú ves lo que me hace falta. Sin embargo, no me des lo que yo deseo, sino todas las cosas que tú quieres. Si la salud me conviene, dame un cuerpo sano para que pueda con más éxito cumplir los deberes de mi vocación. Dame comida y ropa; porque tú sabes que no puedo vivir sin ellas. Acompáñame en todos mis caminos; presérvame del mal; da tu bendición a mi labor, porque lo que tú bendices es verdaderamente bendito, oh Señor. Tú me has puesto en este mundo; por tanto tú sabrás también sostenerme y proveer lo que necesito. Echo todas mis cargas y cuidados sobre ti. Oh Dios, cuida a tu hijo, preserva a tu hijo, y permite que siempre guste abundantemente tu paternal fidelidad y gracia.

Pero ya que tú, oh gran Dios y Padre, no me has creado solamente para esta vida terrenal, espero bendiciones aun mayores. Porque si no pudiera esperar nada más de ti de lo que he recibido para esta vida, sería el más miserable de los hombres. Por tanto, mi Padre, dame también las bendiciones celestiales; guárdame en la fe hasta que llegue a un fin bienaventurado; permíteme partirme de esta vida confiando en la muerte de Cristo; recibe mi alma en tus mansiones celestiales, en tu gozo. Si está de acuerdo con tu santa voluntad, concede que muera en posesión de mi razón; y después de partirme de esta vida, llévame a la compañía de los elegidos en el cielo, para que juntamente con ellos pueda ser coronado, glorificado, vestido con vestiduras blancas, ver tu santo rostro, y regocijarme en ti siempre.

Oh mi Dios, oye la voz de mi súplica, y no rechaces la petición de mis labios. Dame tales cosas terrenales que sean de tu agrado dar, y que sean saludables y útiles para mí; pero en cuanto a las cosas espirituales y celestiales, dame una abundante medida de tu gracia, en el tiempo debido llévame a mí, tu hijo, a la congregación de los santos en luz, para que sea unido contigo aquí en la fe y el amor, y en el cielo para siempre. Amén.


EL CRISTIANO CREYENTE DA LAS GRACIAS A DIOS POR SU SALUD

EXHORTACIÓN

Más vale pobre con buena salud que rico con el cuerpo enfermo. Prefiero la buena salud al oro, y el buen ánimo a las perlas. No hay riqueza mayor que la buena salud, ni bien más grande que la felicidad. Eclesiástico 30:14-16 (VP)

Dios distribuye varios dones espirituales y corporales a los hombres, y de los dones corporales la salud puede ser considerada entre los primeros. Un hombre saludable, si además es piadoso, es un hombre feliz; pero, por otro lado, si es impío es sumamente infeliz. El hombre saludable es feliz porque puede servir a Dios y a su prójimo sin estorbo, atender a su vocación, y lograr mucho bien. Pero si un hombre saludable no es piadoso, comete el más terrible abuso de este noble don al cometer muchos pecados e iniquidades. ¡Qué saludable sería para muchos estar cojos, mudos, ciegos o afligidos con dolor, para que no pudieran cometer tantos pecados con su pies, su lenguas, sus ojos y sus cuerpos! En el día del juicio, por lo tanto, la gente que es culpable de abusar de los miembros sanos enfrentará un terrible juicio, y seguirá un castigo eterno bien merecido.

El verdadero cristiano reconoce la noble bendición de la buena salud, y lo hace (1) agradeciendo a Dios, cada vez que considera sus miembros sanos. (2) Emplea sus miembros sanos en el servicio de Dios, con reverencia asistiendo a los cultos divinos en la casa de Dios y creciendo en su religión cristiana; (3) ofreciendo servicio a sus prójimos; (4) cumpliendo fiel y honestamente los deberes de su vocación.

(5) Reconoce que la salud no es una bendición permanente; que, cuando es la voluntad de Dios, puede ser visitado con dolor, malestares, parálisis y enfermedad. (6) Por esto, en los días de salud no abusa de su salud con placer pecaminoso, descuido y malicia, para que, cuando vengan días de enfermedad y sufrimiento no le diga su conciencia: Éste es el castigo de Dios por el abuso de tu salud. Porque Dios tiene que poner cabestro y freno a muchas personas saludables que son tercos, visitándoles con enfermedad del cuerpo, para que dejen de pecar. (7) El cristiano piadoso es diligente en la oración en los días de su salud, porque no sabe si tendrá la fuerza en los días de enfermedad; y así su salud es empleada con un buen propósito.

ORACIÓN

Oh Dios misericordioso y bondadoso, ¡qué grande es tu amor y bondad que me demuestras, no solamente guardándome en tu misericordiosa protección, sino también permitiendo que cumpla un año tras otro en buena salud! Dios mío, reconozco que ésta es una de las buenas dádivas que proceden de lo alto, de ti, el Padre de las luces.

Señor, Señor, ¿quién soy yo para que me demuestres tanta misericordia? Diariamente veo ante mí gente que es enferma, miserable y débil. Oigo a muchos quejarse de que tienen que pasar sus vidas en el lecho de la enfermedad en tediosa inactividad — muchos que probablemente son más temerosos de Dios y piadosos y que oran con mayor devoción que yo; y sin embargo me das buena salud, fuerza y vigor. Oh Señor, no soy digno de todas las misericordias que me has otorgado y sigues otorgándome.

Presérvame, oh Dios, para que no abuse de este noble don de la salud con una vida desenfrenada, la sensualidad, el orgullo y la insolencia, sino hazme entender que con este don quisieras excitarme a la gratitud y la piedad. Mientras aún estoy vivo, ayúdame a emplear mi salud para tu alabanza y honor, para el beneficio de mi prójimo, y para cumplir con los deberes de mi vocación. Si está de acuerdo con tu santo consejo y voluntad, preserva mi salud y la sanidad de mi cuerpo, para que sin obstáculo pueda frecuentar tu casa con diligencia, y cantar himnos de alabanza y acciones de gracias en tu templo.

Concédeme tu Espíritu Santo para que pueda consagrar mis miembros sanos a tu servicio, y mi mente sana para crecer en el conocimiento de ti. Oh mi Dios, concédeme fortaleza y habilidad para crecer en el hombre interior, para que sea sano en la fe, ferviente en el espíritu, paciente en la tribulación, devoto en las oraciones, sincero en mi amor a ti y a mi prójimo, semejante a Cristo en mi conversación, gozoso en la esperanza y confiado en la muerte. Santifícame; bendíceme; permite que tu buen Espíritu me guíe en tierra de justicia.


EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS SANTIFICAR SU CORAZÓN

EXHORTACIÓN

Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Heb. 12:14

Cuando el cristiano creyente mira a sí mismo en su natural depravación, recuerda (1) que no puede hacerse a sí mismo santo, sino que ésta es la obra de Dios. Por eso (2) utiliza con diligencia los medios que Dios ha designado para su santificación. Recuerda su santo bautismo, en el cual el Espíritu Santo fue derramado sobre él e hizo su morada en su corazón; y se pregunta con diligencia si no ha expulsado en años posteriores a este buen Espíritu de él con pecados voluntarios. Sabe que la santa cena es una comida para la santificación; por tanto, siempre que la recibe, busca que su alma y cuerpo y todos sus miembros sean santificados por medio de ella. Escucha con reverencia la palabra de Dios, y atesora en su corazón lo que ha oído, para que pueda crecer en santidad. (3) Su santificación tanto en su cuerpo y en su alma se tendrá que lograr por el poder de Dios y la operación del Espíritu Santo. Si el alma es santificada, toda su vida se tiene que pasar en verdadera santificación; todos sus pensamientos, palabras y obras tienen que ser formadas conforme a la regla de santidad.

(4) Esta santificación tiene que suceder ahora; no se debe posponer hasta la vejez o la hora de la muerte; más bien debe comenzar cuando la persona todavía es capaz de orar y utilizar con inteligencia los medios de santificación. (5) Esta santificación, además, debe manifestarse en todo tiempo, en toda ocasión, aun cuando la persona se encuentra entre gente mundana. Debemos demostrar con nuestra conducta, palabras y obras que tenemos un corazón santificado, y que nuestros labios y toda nuestra vida son gobernados por el Espíritu Santo. Tal alma santificada un día será admitido al lugar donde moran los santos en luz.

ORACIÓN

Oh Espíritu Santo, me atemorizo cada vez que oigo estas palabras divinas: "Santos seréis, porque yo soy santo;" y también "Sin la santidad nadie verá al Señor." Cuando considero estas palabras y comparo con ellas mi corazón, mis pensamientos, mis palabras y mis obras no santos, frecuentemente siento gran angustia, y me avergüenzo de la vida indigna y no santa que he llevado. Ay, obedeciendo los impulsos de mi corazón y las costumbres de gente mundana, y pecando con ellos, te he ofendido con palabras y obras impuras. Si nadie verá tu faz sin la santidad, ¡cuán pocos se salvarán, y cuántos serán condenados! Ayuda, Señor, porque los piadosos se han desaparecido.

Por tanto, oh Dios santo, hazme entender bien todas estas cosas para que con seriedad y sinceridad persiga la verdadera santidad interna y externa. Oh Jesús, santifícame con tu justicia, con tu mérito y sangre. Dame a mí, que no soy santo por naturaleza, tu santidad, para que, vestido en ella como mi más hermoso manto, pueda aparecer y estar firme ante mi Padre celestial. Santifica mi vida con tu santa palabra. Santifica mi corazón para que siempre se ocupe de buenos pensamientos. Santifica mis labios, para no hablen nada que sea indigno, no cristiano y malvado. Santifica mi voluntad, para que quiera y haga solamente lo que te agrada. Oh Dios santo, sepárame del mundo y úneme contigo, para que mediante tu Espíritu Santo tenga en mí el testimonio de que soy renacido, que soy un hijo de Dios y que estoy en un estado de gracia.

Pero permite que esta santificación sea genuina, para que sea santo no solamente externamente, y busque la santidad no solamente en la iglesia, cuando asisto a la santa cena, o mientras estoy activo en otras acciones sagradas; más bien permite que sea verdaderamente santo y persiga la santidad en todo lugar, en todo tiempo, en toda ocasión, aun cuando tengo que vivir totalmente en la sociedad de gente mundana. Permíteme en tales circunstancias hablar, vivir y actuar como un hijo de Dios, y permanecer en tal bendito estado hasta la muerte, cuando tú me conducirás a la compañía de los santos y elegidos y a la eterna luz de gozo. Amén.

EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS GOBERNARLO Y GUIARLO

EXHORTACIÓN

Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; Afirma mi corazón para que tema tu nombre. Salmo 86:11

Esta vida no es otra cosa que un viaje. Entramos en él al nacer; y cuando nos muramos, se termina el viaje junto con nuestra vida, y pasamos a la eternidad. La pregunta es; ¿En cuál camino andamos durante esta vida? Si estamos viajando en un buen camino, el camino de la fe y el temor de Dios, nuestro viaje termina en la gloria del cielo. Si andamos en el camino ancho, el camino de la incredulidad, la malicia, la maldad, nuestro viaje terminará en el infierno, en la eterna condenación.

Cuando un cristiano considera estos hechos, debe (1) retratar a sí mismo los dos caminos que quedan delante de él en esta vida, el camino estrecho que conduce al cielo, y el camino ancho que conduce al infierno. Pero con toda diligencia debe seguir el camino hacia el cielo. (2) Para que pueda entrar en y permanecerse en el camino estrecho, debe pedir a Dios que lo gobierne y lo guíe. (3) Si pide a Dios su santa guía y dirección, no debe mirar alrededor para ver cómo viven los hijos del mundo y en qué caminos ellos viajan; porque si se pone a seguirles a ellos, el Espíritu Santo deja de guiarlo; de hecho, se aparta de él.

(4) Ahora bien, así como un viajero necesita un guía para mostrarle el camino correcto, así el cristiano creyente necesita el Espíritu de Dios para mostrarle el camino recto en que debe andar. Con este fin, sin embargo, es necesario que el Espíritu Santo more en el corazón, de modo que se pueda decir del cristiano; "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu Santo mora en vosotros?" 1 Cor. 3:16. Si tenemos a este fiel Guía en nosotros y con nosotros, él también regulará nuestros pensamientos, nuestros labios, nuestros sentidos y nuestros deseos. (5) El cristiano creyente no resiste este santo gobierno, ni resiste al Espíritu Santo, sino más bien permite que sea conducido, animado y guiado por el, y tiene la confianza de que será guiado con seguridad aquí en el tiempo y después en la eternidad. ¡Oh bendito Guía! Feliz es el que tiene a Dios por su guía.

ORACIÓN

Señor, tu me has escudriñado y conocido; Conoces todos mis caminos. Ves y sabes muy bien, oh querido Señor, que tengo un deseo desde el corazón de andar en tus caminos y vivir de la manera que has mandado que tus hijos vivan y como Jesús nos ha enseñado a vivir con su ejemplo. Pero ay, encuentro que soy llevado a desviarme del camino recto y de mi propósito por las tentaciones que están por este lado y aquél. Una vez es mi propio corazón que me lleva a errar con malos deseos; otra vez es el mundo con su mal ejemplo. Sea cualquiera que siga, te incito a airarte, oh mi Dios y Señor, y lastimo mi propia conciencia. Entre más que me acerco al mundo, más me alejo de ti.

Por tanto te pido, conduce y guíame con tu consejo. Tú has dicho: "Te guiaré con mis ojos." Aquí estoy, Señor; permite que tu buen Espíritu me conduzca en la tierra de justicia. He aquí, me entrego totalmente a ti, mi Dios. Tú condujiste a tu pueblo en tierra seca a través del Mar Rojo; y los llevaste sin daño a través del desierto a la tierra prometida. Condúceme a través de los peligros de esta vida, a través del desierto y las tentaciones de este mundo, con una conciencia buena y sin mancha, hasta la vida eterna. Encomiendo a ti mi corazón, mi boca, mis miembros, y toda mi vida. Gobierna mi corazón, y llénalo de pensamientos santos. Gobierna mis miembros, para que mis manos no se extiendan para tomar cosas prohibidas, y para que mis pies no anden en los caminos del pecado que conducen al infierno. Gobierna mi vida y mi lengua, para que no hablen maldiciones o palabras vergonzosas, indignas y no cristianas. Gobierna toda mi vida, para que de aquí en adelante nunca peque voluntariamente contra ti, sino sea llamado, y en verdad sea, un cristiano verdadero y piadoso.

No me abandones si por debilidad te resista, y no dejes que yo me guíe a mí mismo. Porque si yo me guío a mí mismo, me desviaré. Dame un cuidado santo en todas mis acciones, y escribe tu santo temor en mi corazón para que regule mi vida solamente por tu palabra y con el ejemplo de mi Jesús.


EL CRISTIANO CREYENTE PIDE QUE SE ENCIENDA EN SU CORAZÓN EL VERDADERO AMOR A DIOS.

EXHORTACIÓN

Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él... Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. 1 Juan 4:16,19.

Dios es amor; y ya que Dios es amor, desea que todos sus hijos creyentes también permanezcan en el verdadero amor. El amor es un vínculo que une mutuamente a Dios y nuestro corazón; también debe unirnos con el corazón de nuestro prójimo.

Así, (1) el cristiano creyente pide a Dios que él llenara su corazón con su santo amor. Porque este don también es una de esas buenas dádivas que vienen desde lo alto. (2) Tampoco debe despreciar los medios por los cuales se pueden despertar y aumentar en él el amor de Dios, es decir, el oír con devoción y meditación la palabra de Dios y el uso digno de la santa cena. (3) Si permanece en el amor de Dios, debe manifestar su amor con una santa conducta cristiana, con conversación apropiada, y con obras agradables a Dios. Porque el amor es como un fuego: no puede esconder sus llamas y humo.

(4) Sin embargo, tiene que tener mucho cuidado de no recaer en el amor del mundo como Demas; porque si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Por amor a Dios, entonces, debe evitar el mundo y la amistad y sociedad del mundo, porque éstos lo alejan del amor de Dios. (5) Debe permanecer en este amor hasta la muerte, y así partir de este mundo con el amor de Dios en su corazón. (6) Este amor de Dios debe aumentar en él a la medida que crezca en años. Debemos tener vergüenza de haber pasado, veinte, treinta y hasta cuarenta años en los deseos y el amor del mundo, y durante todo ese tiempo haber olvidado el amor a Dios. El cristiano, cuando se le han abierto los ojos, debe enmendarse de tales desviaciones con un amor tanto más ferviente, ardiente y constante y debe permanecer en tal amor hasta la muerte.

ORACIÓN

Oh Dios amante y misericordioso, sólo tú eres digno de ser amado. A ti, y solamente a ti, debo amar con todo mi corazón y con toda mi alma y con todas mi fuerzas. Reconozco y confieso ante ti con gran dolor de mi alma que mi amor hacia ti, mi fiel Creador y Padre amante, a Jesús, mi Redentor y Salvador, y al Espíritu Santo, mi maestro y guía, no solamente ha sido extinguido en mí por el pecado original, sino que no me he entregado al llamamiento y la operación de tu gracia y los impulsos de tu Espíritu Santo por los cuales el verdadero amor de ti podría otra vez haber sido encendido en mi corazón en todo tiempo.

Te pido, cambia mi corazón. Saca de él todo amor al mundo y el pecado, y permite que estas palabras resuenen en mis oídos: "No amáis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si algún hombre ama al mundo, el amor del Padre no está en él". Destruye en mí todo amor por la lascivia de la carne, la lascivia de los ojos y el orgullo de la vida, a todos los cuales, desafortunadamente, estoy muy inclinado por naturaleza. Enciende en mí por tu Espíritu Santo un amor puro y verdadero de ti, para que te ame como el sumo bien solamente por causa de ti mismo, y huya de todas las vanidades del mundo. Porque si deseo ser un hijo de Dios, el amor del pecado, del mundo, y de mí mismo tiene que ser echado de mi corazón, y tengo que amarte solamente a ti sobre todas las cosas.

Por tanto, mi Dios, vengo ante ti y te pido: concédeme tu Espíritu Santo para que él plante esta gracia noble, necesaria y cristiana en mi corazón. Con su fuerza te amaré, mi Dios, con todo mi corazón y constantemente. Mi alma pensará de ti, mis labios hablarán de ti; tú serás más querido a mí que el mundo entero y sus gozos, más querido que toda fortuna y gloria terrenal, sí, más querido que todos los hombres. Por amor de ti dejaré de pecar conscientemente; por amor de ti evitaré a todas las personas y asociaciones pecaminosas; por amor de ti comenzaré a llegar a ser verdaderamente piadoso, y a ordenar mi vida solamente de acuerdo con tu palabra y voluntad. Te honraré y te temeré; te serviré, te seguiré y te obedeceré.

Oh Dios amante, enciende este amor en mi corazón más y más, para que te ame no solamente por unos días, semanas o años, sino para que mi amor de ti siempre crezca y siga hasta mi fin bienaventurado. Lléname con coraje en toda ocasión en que se me llama a sufrir por mi amor de ti; fortaléceme en tales ocasiones con tu fuerte auxilio. Así permite que sea unido contigo en amor, aquí en el tiempo y después en la eternidad. Amén


EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS IMPLANTAR EN SU CORAZÓN EL AMOR DE SU PRÓJIMO

EXHORTACIÓN

Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano. 1 Juan 4:20,21.

"Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que son mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13:34,35) — con estas palabras Cristo describe con cuál marca sus verdaderos discípulos serán conocidos, es decir por el amor que demuestran a su prójimo. Nadie debe imaginar que es posible que él more en el amor de Dios mientras aborrece a su prójimo. Esto nunca puede ser.

Sin embargo, debemos considerar como nuestro prójimo (1) a nuestros amigos, nuestros benefactores y parientes. Al amar a estas personas de hecho cumplimos nuestro deber, pero ésta no es una virtud exclusivamente cristiana; porque los incrédulos también aman a sus amigos, benefactores y parientes, mientras éstos no hayan hecho nada para hacerles daño. Debemos considerar como nuestro prójimo (2) a la persona que vive en seguida, nuestros conciudadanos, y personas extrañas, de hecho, hasta las personas que nos tienen envidia, que se aprovechan de nosotros y nos aborrecen.

Es especialmente hacia esta segunda clase de nuestros prójimos que debemos manifestar nuestro amor, y debemos hacerlo (1) no solamente no deseándoles ningún daño, no maldiciéndoles, no devolviendo mal con mal, sino más bien deseándoles todo bien, demostrándoles amor y amistad, y amándoles como amamos a nosotros mismos. (2) En cuanto a nuestros enemigos, debemos expulsar de nuestro corazón toda amargura, actitud vengativa, odio y malicia; y, por otro lado, debemos mostrar con palabra y obra que no tenemos nada contra ellos ni les aborrecemos, sino solamente tenemos amor por ellos en nuestros corazones. Debemos hacer, en realidad y verdad, lo que dice Jesús: "Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos" Mateo 5:44,45.

ORACIÓN

Oh Dios amante y bondadoso, tú nos amas con fervor, y motivado por tal amor nos bendices en cuerpo y alma. Pero también has mandado que nosotros demos un amor similar a nuestro prójimo. ¡Ay! te confieso que mi corazón es totalmente incapacitado para tal amor sincero y verdadero de mi prójimo. Según tu mandamiento debo amar a mi prójimo como a mí mismo. Cuando tú lo bendices con buena fortuna, salud y prosperidad, debo regocijarme, como si estas bendiciones hayan sido otorgadas a mí. Debo desde el corazón amar a mi enemigo, que me aborrece, maldice, persigue y ofende; debo orar por él, desearle bien, sí, pedir de ti muchas bendiciones, prosperidad y felicidad en cuerpo y alma para él.

Pero, oh Dios omnisciente, tú ves lo lejos que está mi corazón de cumplir estos deberes. ¡Ay! cuando tú bendices a mi prójimo, concediéndole buena fortuna, honra y beneficios, y no me das las mismas bendiciones a mí, lo miro con envidia porque tú eres tan bondadoso a él. Oh Dios omnisciente, tú ves cómo mis oraciones por mis enemigos son tan débiles: o me olvido completamente de orar por ellos, o cuando pienso de ellos, — porque tu Espíritu frecuentemente me recuerda este deber — los menciono solamente en pocas palabras. Oh mi Dios y Padre, percibo de estas cosas la miseria y la depravación en que estoy todavía, y veo que todavía no estoy en el estado de los verdaderos discípulos de Jesús en que debo estar, y que se conoce por esto, que los discípulos de Jesús tienen amor unos por los otros, no solamente para sus buenos amigos y benefactores, sino también por los que les tienen envidia, les aborrecen y les persiguen.

Por tanto te pido, cambia mi corazón vengativo que se rebela contra tu santa voluntad, de modo que por tu gracia pueda amar a mi prójimo, tan sinceramente y tan de corazón como a mí mismo. Concédeme fortaleza y poder para que me regocije al ver las bendiciones que tú das a mi prójimo, y para que no me sienta agravado cuando tú no me alegras al mismo tiempo con bendiciones iguales. Presérvame de todo engaño hacia él, para que no finja ser amistoso hacia él en palabras mientras tenga hostilidad hacia él en el corazón; para que no le bese y le traicione, como Judas, sino sea honesto en mis tratos con él. Y si tengo que sufrir persecución, abuso y mal de mis enemigos, concédeme la fuerza de vencer estos males con mansedumbre, no devolviendo mal por mal, o maldición por maldición; más bien, permite que les desee bendición y toda clase de bien.

Oh Señor, mi Dios, tú ves lo difícil que es para carne y sangre cumplir este deber, pero por tu gracia y con tu auxilio será posible para mí. Concede, oh Padre celestial, que siempre tenga mis ojos fijos sobre el perfecto amor con que tú nos has amado cuando nosotros éramos todavía tus enemigos. Concede que siempre mantenga ante mis ojos el amor de Jesús, que oró por sus enemigos y les hizo bien. Escribe en mi corazón el amor misericordioso de tu Espíritu, que nunca se cansa de trabajar en mi corazón rebelde y tocar en su puerta. Concede que estas reflexiones me muevan al verdadero amor a mi prójimo, y que así siempre reciba el testimonio de que soy un verdadero discípulo de Jesús.

EL CRISTIANO CREYENTE RECONOCE QUE SOLAMENTE DIOS ES EL SUMO BIEN

EXHORTACIÓN.

¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Salmo 63:25,26

Ha sido el deseo de los hombres de todos los tiempos tener y poseer el sumo bien; pero la mayoría han fallado en obtenerlo, a causa de su ignorancia acerca de cuál bien es el mayor y el mejor de todos. El sumo bien tiene que ser uno permanente y perfecto, tiene que poder levantarnos y consolarnos en el sufrimiento y la muerte, en la desgracia y la mala fortuna.

Conforme a esta descripción el sumo bien no puede ser (1) la riqueza, que muchas personas han considerado y todavía consideran su mayor bien. Porque la riqueza nos abandona en la muerte, y no nos puede dar ningún consuelo en esa hora. (2) Tampoco es el honor y la prosperidad el sumo bien; porque ¡con cuánta frecuencia cae la persona honrada en el desprecio y la desgracia, y con cuánta frecuencia se cambia la prosperidad en adversidad y miseria! (3) La sabiduría y la destreza de hecho tienen esta ventaja sobre otras posesiones terrenales, que no podemos ser robados de ellas; sin embargo desaparecen con la muerte.

En vista de estos hechos, el cristiano creyente busca un bien verdadero y permanente. Este, sin embargo, (4) es solamente Dios. Teniendo a Dios, el cristiano tiene todo: el mas alto honor, la mayor riqueza, la mayor sabiduría, y esto en el tiempo y en la eternidad. Dios alegra al hombre en el ida de la felicidad, lo sostiene bajo la cruz y la tribulación, lo refresca en la muerte, y queda unido con él en la eternidad. Los hombres pueden alcanzar este bien solamente oyendo y leyendo la palabra de Dios. Por la operación del Espíritu Santo pueden aprender de esta palabra a saber que son pecadores y a creer que Cristo es su Salvador. Cuando han recibido esta palabra, tienen que tener cuidado de no alejar otra vez a Dios de ellos escogiendo como su sumo bien el amor del mundo con su vanidad y deseos pecaminosos.

ORACIÓN

¡Oh Dios, abundante en gracia! ¡Cuan glorioso, cuan hermoso, cuan perfecto eres Tú! El que te tiene a ti tiene todo, conoce todo, todo lo puede, sí, tiene el bien más alto, mejor y más excelente. Escribe este conocimiento profundamente en mi corazón, para que te busque a ti solamente y te encuentre. Preserva mi corazón de la necedad de los hombres mundanos que imaginan que, cuando gozan de grandes honores en el mundo o poseen gran riqueza, o tienen gran placer y gran gloria han alcanzado el sumo bien. ¡Cuán lejos están de la meta! Los hombres tienen que dejar estas posesiones al morirse; no le siguen a la eternidad, no les consuelan en su última hora. Tales personas pasan a la eternidad desnudos, de hecho, sin Dios. Concede, por tanto, que yo distinga cuidadosamente el verdadero bien de lo que es pasajero.

¡Oh Dios trino, sólo tú eres mi bien excelso, más querido, más fiel y mejor! Tú deseas entregarte a mí, por tanto únete con mi alma en el tiempo y en la eternidad. Cuando las cosas terrenales están expuestas a la destrucción por los enemigos, a la polilla y el orín, mientras mis enemigos me pueden robar esas cosas, y la mala fortuna puede destruirlas, Dios mi sumo bien, siempre queda mío. Con él salgo, y con él entro, lo llevo conmigo en mis viajes; con él me acuesto para descansar; sí, con él finalmente entraré en el gozo eterno. Por tanto, oh mi Dios, ¿a quién tengo en el cielo sino a ti? y fuera de ti nada deseo en la tierra. Cuando te tengo a ti, tengo la verdadera vida, la mayor riqueza, la verdadera gloria, el supremo bien. Por tanto mora en mí, permanece conmigo. Entonces tendré un auxilio en mis cruces y sufrimientos, un sostén en la necesidad, y la mayor riqueza en la pobreza, el mayor consuelo en la enfermedad, sí, la más dulce consolación en mi última hora. Cuando los hijos de este mundo son abandonados por sus posesiones, Dios no me abandonará. Retengo este sumo bien al dejar este mundo. Sí, este bien entonces se me dará para mi deleite en una medida aun más perfecta, más excelente, más gloriosa y más abundante. Amén.


EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS PRESERVAR Y AUMENTAR LA FE QUE HA SIDO ENCENDIDO EN ÉL

EXHORTACIÓN

Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Romanos 10:9.

Señor, auméntanos la fe. Lucas 17:5.

Tan grande como es la infelicidad del incrédulo, tan grande es la felicidad del alma del creyente que permanece en el verdadero conocimiento de Dios, de Jesucristo y de su salvación. Porque el incrédulo es como un salón que no está iluminado, que por lo tanto es oscuro y triste. Pero el alma creyente es como un cuarto en que brilla una fuerte luz. Esta luz es la fe. Nadie puede dar la fe a sí mismo; es Dios que enciende en nosotros la fe, o mediante el santo bautismo, en que el Espíritu Santo es derramado abundantemente sobre nosotros, o mediante la palabra de Dios, mediante la cual la persona obtiene el conocimiento y el entendimiento de su salvación, da asentimiento a la palabra por el poder de Dios, y con todo su corazón la considera como la verdad divina, recibe a Dios con firme confianza, y se apropia a Jesucristo y su santo mérito.

El cristiano creyente, por tanto, debe (1) dar gracias a Dios por llevarlo a la fe y el conocimiento de Jesucristo, y así concederle una felicidad que excede la felicidad del judío, turco y pagano. (2) Debe recordar su pacto bautismal, y la gloria que ha obtenido en él, y no debe quebrantar voluntariamente el pacto que ha hecho con Dios. (3) Debe con diligencia y reverencia escuchar la palabra de Dios, para que pueda ser más y más iluminado y alcanzar mayor conocimiento. (4) Debe poner en práctica lo que oye y lee, y debe manifestar su fe con sus obras. Por tanto, (5) el verdadero cristiano no debe contentarse con decir: "creo", sino también debe hacer brillar en toda su vida los frutos de la fe, la piedad, el amor, la castidad, la paciencia, la mansedumbre, y cosas semejantes. Debe creer no solamente por un tiempo, sino debe quedar fiel a Dios hasta la muerte. Entonces podrá consolarse con la seguridad de que recibirá el fin de su fe, la salvación de su alma.

ORACIÓN.

Oh Dios misericordioso, ¡qué grande es la misericordia que me has manifestado, porque me has traído al verdadero conocimiento de mi salvación, que es Jesucristo con su mérito, sangre y muerte! Conozco los medios de la salvación, la palabra de Dios y los santos sacramentos. Y no solamente conozco estas cosas, sino doy el asentimiento a todas ellas; sí, pongo toda mi esperanza y confianza en ellas. Ahora conozco el verdadero camino al cielo, porque el que quisiera venir a Dios tiene que creer en Cristo. Con esta fe y conocimiento estoy apartado de los judíos, turcos y paganos incrédulos.

Oh Dios misericordioso, concédeme tu Espíritu Santo para que produzca en mí este conocimiento. Concede que mi fe no sea fingida, muerta e infructífera; sino que sea una fe viva. Ya que conozco a Jesucristo como mi Salvador, también lo amaré, lo obedeceré, lo tendré por más querido que el mundo entero; y también lo serviré, y no haré lo que me impulsen a hacer ni carne ni sangre ni el mundo malvado. Nada, sea cual fuera, será más querido a mí que Jesús.

Ya que conozco los medios de salvación, con tu ayuda los aplicaré para mi salvación. Escucharé con devoción tu palabra y viviré de acuerdo a ella. Huiré y abandonaré todo lo que prohibe tu palabra; por otro lado, con tu fortaleza, con el auxilio de tu Espíritu Santo, me esforzaré a cumplir los deberes y practicar las virtudes que tu palabra manda. La santa cena me santificará enteramente. Para fortalecer mi fe y para mi salvación participaré con frecuencia de ella con devoción como una comida de santificación y me esforzaré para vivir en santidad.

Oh mi Dios, aumenta en mí la fe, la santidad y la obediencia, para que cada día me haga más piadoso, más devoto, más temeroso de Dios, y más conformado a la imagen de mi Salvador. Manténme en esta gracia hasta mi fin bienaventurado, para que viva como un cristiano verdadero y piadoso y como un cristiano verdadero y piadoso muera en paz en el tiempo designado.


EL CRISTIANO CREYENTE PIDE LA HUMILDAD

EXHORTACIÓN

Revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte cuando fuere tiempo. 1 Pedro 5:5,6

Entre los pecados contra los cuales el cristiano creyente tiene que luchar es el orgullo y la altivez, que moran en el corazón y se manifiestan en palabras y obras. Desde la caída en el pecado estamos orgullosos por naturaleza, pero tenemos que hacernos humildes por la gracia. El que no se hace humilde no puede agradar a Dios ni ser un discípulo de Cristo.

Cuando el cristiano creyente reflexiona sobre este hecho, pide a Dios un corazón humilde (1) hacia Dios. Porque, "oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios." Miqueas 6:8. Sin embargo, el cristiano se hará humilde hacia Dios cuando considera la grandeza, la majestad, la gloria y la santidad de Dios; cuando tiene en mente que todos los ángeles, serafines y querubines, y todos los elegidos lo adoran y alaban, y cuando considera, por otro lado, qué gusano tan miserable él mismo es, y recuerda que no es nada sino un ser miserable a quien Dios puede destruir en un minuto.

El cristiano creyente se hará humilde (2) hacia su prójimo, cuando él se considera en baja estima frente a su prójimo, y recuerda que su prójimo puede ser mucho más humilde, creyente, piadoso, devoto, y por tanto más aceptable a Dios que él; cuando tiene en mente que comparte con su prójimo una palabra, un bautismo, una santa cena, un cielo; sí, que en el sepulcro él, como el limosnero más pobre, se pudrirá y se convertirá en cenizas.

El cristiano creyente se hará humilde (3) en su estimación de sí mismo cuando refleja que todo lo que tiene, todos sus dones, habilidad, bendiciones, vida, prosperidad, éxito, no lo ha recibido de sí mismo, sino solamente de Dios, que rápidamente puede quitarle todas estas cosas; y por tanto no debe jactarse de ellas, ni exaltarse por causa de ellas, ni escuchar la alabanza de los lisonjeros. Para que no se haga orgulloso de ninguna forma, ponga diligentemente ante sí el ejemplo del Cristo humilde, que se humilló bajo Dios y debajo de todas las criaturas, que nos amonesta: "Aprended de mí; porque soy manso y humilde de corazón."

ORACIÓN

Oh gran, santo y misericordioso Dios, que eres el más excelso y exaltado, ante cuyo trono los serafines y querubines y todos los elegidos cubren sus rostros en humildad: Te confieso que por naturaleza me inclino a buscar mi propio honor, a enorgullecerme de mí mismo, y a exaltarme por encima de todos los demás. Mediante la caída en el pecado Satanás ha envenenado mi corazón con el orgullo, con el cual comenzó el pecado, de modo que frecuentemente olvido que soy tierra, polvo y cenizas.

Oh mi Dios, dame un corazón humilde, para que pueda hacerme profundamente consciente del hecho de que tengo la vida y el aliento, la prosperidad y todo de ti, con el fin de que me humille bajo tu mano poderosa, y no presuma ofenderte con pensamientos, palabras u obras. Enséñame a conocer mi miseria y tu gran majestad; a saber que por mí mismo no tengo nada sino pecado, muerte y condenación, y que todo bien que se encuentre en mí, lo he recibido de tu mano misericordiosa; para que no me jacte de nada, sino considere todas las cosas como tus dones misericordiosos que tú puedes quitarme otra vez en un momento si me olvide de ti en la multitud de tus misericordias. Planta en mi corazón la verdadera humildad, para que obedezca, tema, honre, sirva, adore, alabe y te magnifique solamente a ti.

Planta en mi corazón la verdadera humildad también hacia mi prójimo, para que nunca haga comparaciones odiosas entre él y yo, ni prefiera a mí mismo por encima de él. Ayúdame a reflexionar que los orgullosos jamás te han agradado, sino más bien has hecho que tu luz, consuelo, gracia y bondad fluyan abundantemente en los corazones humildes. Conviérteme de pensamientos orgullosos; concede que tenga cuidado de palabras orgullosas; presérvame de la ambición y la jactancia, de las cuales nada sino el desprecio de mi prójimo brotará. Impresiona sobre mi corazón la imagen de mi humilde Salvador, que se humilló por debajo de ángeles y hombres, que habla también a mí diciendo: "Aprended de mí; porque soy manso y humilde de corazón." Qué haya eco en mi corazón de este llamamiento de mi Salvador en toda ocasión en que mi corazón quisiera levantarse en orgullo pecaminoso. Si mi prójimo es una persona humilde, presérvame de despreciarlo. Si es exaltado, rico, honrado, permíteme ver estas ventajas como tu obra, y reconocer que tú lo has hecho lo que es, que tú lo has levantado y le has llamado a su posición, para que no me queje ante ti a causa de estas cosas, ni le tenga envidia por sus dones, sino más bien me regocije de ellos.

Oh mi Dios, ayúdame a ser convertido y como un niño pequeño que no piensa nada de sí mismo. Permite que me considere nada a mis propias ojos. Dame tu Espíritu Santo para que diariamente muera al pecado del orgullo, no me considere digno de ningún honor de nadie, sino atribuya todo honor, toda gloria solamente a ti. Concédeme conocer con verdadera humildad de corazón que todo lo que soy y poseo es mío por tu gracia; para que no me gloríe en nada sino en mi debilidad. Enséñame, mediante tal humildad, a vivir en paz y concordia con todos los hombres. Permite que mi corazón sea la morada del Cristo humilde; entonces nunca me exaltaré a mí mismo. El orgullo y la altivez fue el pecado de Satanás; de este pecado presérvame en tu gracia. Y si te agradara, oh mi Dios, dejarme caer en el desprecio y el ridículo, a permitir que mi enemigo me maldiga, y que los altivos me pisoteen, dame la fortaleza y la habilidad de soportar todo con humildad, resignación y paciencia, y a hacer que hasta esas cosas me sirvan como auxilios para la humildad y el mayor cuidado en mi conducta. Oh Señor, Señor, dame la fortaleza y la habilidad de hacer todas estas cosas con tu potente auxilio.






EL CRISTIANO CREYENTE PIDE LA MANSEDUMBRE

EXHORTACIÓN

Porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas, el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente. 1 Pedro 2:21-23.

Después que una persona ha hecho un buen comienzo en la vida cristiana y en su renovación, debe luchar por siempre perfeccionarse más. No debe buscar desquitarse solamente externamente de pecados groseros, tales como el desprecio de la palabra de Dios, la maldición, la lujuria, la falta de seriedad, la injusticia, juegos pecaminosos y caminos mundanos; sino debe preocuparse de hacerse más puro también internamente, libre del orgullo, la envidia, la ira, el odio, el espíritu vengativo, y con oración tiene que ejercer toda diligencia para hacerse manso.

(1) La mansedumbre consiste en no devolver mal por mal, no maldecir cuando somos maldecidos, no hablar amenazas desde un corazón lleno de odio, enojado y vengativo contra nuestro prójimo. (2) Sabremos si somos mansos y poseemos esta noble virtud cuando somos atacados por un enemigo que quisiera privarnos de nuestro honor, propiedad o buen nombre; porque una persona que en tal ocasión inmediatamente se hace airado, maldice, ataca, habla amenazas, no tiene morando en él el manso espíritu de Cristo. (3) Sin embargo, no es contrario a la mansedumbre buscar la protección contra un enemigo con el gobierno. Así Pablo, cuando fue amenazada su vida, apeló a César, y se abrigó bajo la protección de César. Hechos 25:11. (4) No conviene que los hijos de Dios muerdan como perros, o se trituren unos a otros con furia y amargura como bestias salvajes. (5) En tales persecuciones, cuando somos oprimidos por los enemigos, Dios desea ver una prueba de nuestra fe, y a conducirnos a un conocimiento de nuestros pecados anteriores, para que podamos investigar si nosotros tal vez no hemos causado a otras personas gemir en dolor a causa de nuestro procedimiento injusto. (6) Las marcas de la mansedumbre son éstas: perdonar desde el corazón, orar por nuestros enemigos, Mateo 5:44, desearles bien, hacerles bien siempre que podamos, regocijarnos en su prosperidad, no prestar atención a cada palabra de maldición, no devolver una respuesta a cada palabra que se dice contra nosotros, y estar dispuestos a reconciliarnos con nuestros enemigos.

ORACIÓN.

Oh Dios amante, que eres el amor mismo, y quisieras derramar tu amor en nuestros corazones mediante tu Espíritu Santo, te confieso con dolor desde el corazón que mi corazón frecuentemente es muy rebelde e ingobernable. En ocasiones cuando mi enemigo me presiona, me persigue y me aborrece, debo albergar humildad, amor, mansedumbre y gentileza. Pero en vez de estas virtudes cristianas necesarias, encuentro en mí la terquedad, el odio, el enojo, el espíritu vengativo, y la enemistad, por los cuales estoy impulsado a hablar duramente a los que me hacen daño, y a vengarme de los que me han atacado injustamente.

Pero, oh Dios, cuando aprendo de tu santa palabra que los que hacen tales cosas no entrarán en el reino de Dios, y que tal comportamiento en presencia de los enemigos no es una característica de los hijos de Dios y de verdaderos cristianos, me pongo aterrado de mí mismo, porque todavía tengo en mí las características malvadas del diablo, que es vengativo, malicioso y nunca quiere reconciliarse. Por tanto, te pido, oh Dios misericordioso, ten misericordia de mí, y dame tu Espíritu Santo, para que él santifique mi corazón y lo limpie de toda malicia y espíritu de venganza. Ayúdame siempre a mirar el ejemplo de mi Jesús, que cuando fue maldecido no maldijo, que cuando padeció, no amenazó a sus enemigos que algún día se vengaría de ellos, sino encomendó todo a aquél que juzga justamente.

Dame, oh Señor, tal mente tranquilo, manso y apacible, concede que no guarde rencor y odio en mi corazón, ni permita que el sol se ponga sobre mi ira, sino antes de la noche y antes de dormirme, desde el corazón perdone a mis adversarios. Concédeme fortaleza, para que, cuando mi enemigo me maldiga, pueda hacerme como persona sorda, que no oye, y como persona muda, que no abre su boca. Por otro lado, concédeme gracia para que pueda regocijarme cuando prospere mi enemigo; para que le desee todo bien posible, y esté contento cuando lo obtenga; sí, que felizmente le asista y le haga bien cuando le vaya mal.

Presérvame de revelar cualquier enemistad o en palabras, gestos u obras; más bien permíteme con todo mi corazón ser tan misericordioso hacia mis enemigos como a cualquier otra persona. Permite que hable con amabilidad y sinceridad, y que sea bondadoso también en mis acciones, para que mi oración no sea impedida por mi espíritu no perdonador y toda mi adoración y devoción se haga reprobada. Concede que desde el corazón pueda perdonar a los que me ofendan, así como deseo que tú me perdones mis faltas e iniquidades, no sea que diariamente ore en contra de mí mismo. Permite que descienda sobre mí la bendición que has prometido a los mansos: "Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios." Refrena en mí por el poder de tu Espíritu los malos deseos que surgen en mí luchando en contra de esta virtud, para que viva y muera como tu hijo creyente, y al fin pueda ser transferido por tu gracia al hogar de la paz. Amén.


EL CRISTIANO CREYENTE RECONOCE LA CONSTANTE BONDAD DE DIOS

EXHORTACIÓN

Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Lamentaciones 3:22,23.

Hay un tiempo para todo; sin embargo, la bondad y la misericordia de Dios "son para siempre." David en el Salmo 136 repite esta frase al cerrar cada versículo. La bondad de Dios es como de una madre que cuando nazca su niño lo toma en sus brazos, lo cuida, lo nutre y lo cría: así hace también Dios para nosotros los hombres.

El cristiano creyente reconoce esto (1) como una misericordia inmerecida. ¡Ay! no hemos merecido tal trato de parte de Dios. Si él tratara con nosotros según merezcamos, nos inundaría la destrucción en cuerpo y alma. (2) Necesitamos esta bondad. Si Dios no fuera tan bondadoso y misericordioso, nos marchitaríamos y pereceríamos, no podríamos vivir un día, de hecho, ni siquiera una hora. Porque así como ninguna criatura puede vivir sin el aire, los hombres no pueden existir sin la bondad de Dios. Sí, — y esto es lo más importante — es (3) una bondad constante. Cuando el cristiano creyente repasa toda su vida, desde su nacimiento, pasando por su niñez, juventud y años maduros, no ve otra cosa sino la bondad de Dios. Todo lo que hay en nosotros de bueno, Dios lo ha hecho. Todo lo que poseemos de cosas terrenales, nos ha sido dada por la bondad de Dios. Sí, y lo que es aun más maravilloso, es (4) una bondad de que se benefician inclusive los ingratos y malvados. Dios también hace su sol brillar sobre ellos, les da comida y ropa; solamente no participan de la habitación del Espíritu Santo porque cierran su corazón a él.

Sin embargo, el cristiano creyente también permite que la bondad de Dios le conduzca al arrepentimiento, al amor y el temor de Dios, y está seguro de que gozará la bondad de Dios hasta la muerte, de hecho, por toda la eternidad.

ORACIÓN

¡Cuan preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas. Serán completamente saciados de la grosura de tu casa y tú los apresarás del torrente de tus delicias. Yo también he experimentado bondad similar, oh mi Dios; me ha sido renovada cada día, cada hora, cada semana, cada año. Cuando nací, tu bondad me tomó en sus brazos como una madre y me crió. Tu bondad me guió por la mano en mi juventud y me acompañó a todas partes. En mi madurez tu bondad ha provisto mis necesidades, me ha sostenido y apoyado, y ha otorgado a mí muchas bendiciones. Sí, hasta este día y esta hora en que estoy delante de ti, tu bondad me ha cubierto; tu luz ha brillado sobre mí, y me has llenado de bendición, gracia y consolación. Esta bondad tuya frecuentemente me ha preservado de mala fortuna y daño; tu bondad y fidelidad me han guardado en todos mis caminos y me han acompañado al salirme y entrarme, evitando cualquier daño. Tu bondad también ha hecho brillar mi alma con luz celestial, me ha iluminado con tu palabra, me ha santificado por el Espíritu Santo; y me ha conducido a un conocimiento verdadero y vivo de ti.

Oh mi Dios, permite que tu bondad siga sobre mí, y no me abandones en la vejez. Permite que tu bondad y fidelidad sean mis guías hasta la muerte, hasta que hayan conducido a mi alma a consolarse en tu seno y mi cuerpo a descansar en la tierra. Además, permite que tu bondad me conduzca al arrepentimiento, para que, contemplando las bendiciones que he recibido, entregue mi corazón a ti para ser tu morada y mi alma para ser tu posesión. Conforme a toda tu bondad, ten misericordia de mí. Si por debilidad caiga en el error y el pecado, guíame al volver mediante tu misericordia al camino del arrepentimiento y la paz, y permite que goce de tu gracia aquí en el tiempo y después en la eternidad. Por toda tu bondad que me has provisto te doy gracias y te alabo desde mi corazón. No solamente te alabo aquí mientras vivo, sino también te alabaré, oh Dios bondadoso y misericordioso, allá por toda la eternidad.


EL CRISTIANO CREYENTE CONSIDERA LA FUTURA GLORIA DE LOS HIJOS DE DIOS

EXHORTACIÓN

Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. 1 Juan 3:2,3.

Cada verdadero cristiano debe pensar en estas tres cosas diariamente, sí, cada hora: quién es, es decir, un hijo de Dios; lo que es Dios para él, es decir, un Padre, un benefactor, y el mejor de los amigos; y lo que todavía puede esperar de Dios, es decir, el gozo y la gloria celestiales. Esta reflexión encenderá y fortalecerá en él el amor de Dios, y provocará odio y desprecio del mundo y cada manera pecaminosa de vivir.

Porque (1) aun en la vida presente los creyentes poseen grandes glorias, es decir, el perdón de los pecados, ser hijos de Dios, estar en paz con Dios, tener un consolador en cada aflicción, un abogado e intercesor, gozo en el alma y descanso en Dios. Comparado con esta gloria, se tiene que estimar como nada la plata, el oro, el dinero, y hasta la corona de un rey. (2) Les aguardan grandes glorias después de esta vida, es decir, su entrada en el cielo, el privilegio de ver al Dios Trino, la sociedad de los santos ángeles y los elegidos, la liberación de todo sufrimiento, la eterna felicidad, y finalmente, una resurrección feliz y bienaventurada del cuerpo.

El cristiano creyente debe (3) regocijarse ante esta esperanza, consolarse con ella siempre que enfrente la tribulación, y estar seguro de que todos sus sufrimientos finalmente serán convertidos en gozo eterno. En particular, sin embargo, (4) no debe desperdiciar estas glorias con una vida pecaminosa, mundana, sino recordar que él ha sido destinado para algo todavía más glorioso. Con este fin (5) permanece en la fe y en la santidad de vida, mira las cosas terrenales como cosas que pasan y que tiene que dejar atrás, mientras, por otro lado, frecuentemente dirige su corazón a aquel lugar donde anhela estar para siempre.

ORACIÓN

Cuan misericordioso, bondadoso, y fiel eres tú, oh Dios eterno y poderoso; porque no solamente creaste al hombre en gran gloria, sino cuando él había caído, otra vez le prometiste gran gloria a todos los que aceptaran tu gracia y obedecieran los impulsos del Espíritu Santo con la fe en la vida santa. Porque tales almas regeneradas y santificadas pueden consolarse con la reflexión de que poseen gran gloria aun aquí en el tiempo, es decir, son hijos de Dios, tienen la justicia de Cristo, el Espíritu Santo mora en ellos, tienen paz para contigo, gozan de tu favor, gracia y amor, y siempre pueden tener un acceso sin temor a ti con la oración, y de ti pueden obtener ayuda y misericordia en sus tribulaciones.

A esta gloria se agregará una que es aun mayor después; porque cuando el alma se ha apartado del cuerpo, se le promete admisión inmediata a la visión de tu rostro, la comunión de los santos, la abundancia del gozo celestial. Esta gloria también será compartida por el cuerpo después de la resurrección, en la cual será transfigurado y brillará como el sol.

Oh mi Dios, concédeme la gracia para siempre tener esta gloria ante mis ojos, y para considerar que, cuando muera, realmente comenzaré a vivir, que en la muerte tendrá su fin mi miseria, pero no mi vida, y que entonces pasaré de la inquietud a la tranquilidad, de la tribulación al gozo, de la angustia al deleite supremo, de la tristeza y este valle de lágrimas a la consolación.

Manténme en la fe y la piedad, y cuando el mundo quisiera llevarme al error, permite que recuerde quién soy, es decir, tu hijo, y qué es lo que puedo esperar de ti, es decir, la gloria y la felicidad eterna, para que nunca ame al mundo y pierda la gloria del cielo por causa de él. Concede que ande con cuidado, no como los necios, sino como los sabios, teniendo cuidado con cada paso como lo hicieron los que corrían en una competencia para que pudieran obtener el premio; para que al final de mi vida pueda decir honestamente: he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino a todos los que aman su venida.

EL CRISTIANO CREYENTE CONFIESA SUS PECADOS A DIOS Y LE PIDE EL PERDÓN

EXHORTACIÓN

Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Salmo 51:1,2.

El estado del cristiano — tener a un Dios misericordioso — es en verdad el más feliz. Es cierto, el mundo se imagina que poseer la riqueza, tener honra, comer con lujo constituye la felicidad, pero se engañan; todas estas cosas tienen que pasar y frecuentemente conducen a una mala conciencia, una carga pesada, y una muerte infeliz.

De acuerdo con esto los cristianos creyentes (1) examinan todos los días su conciencia, para ver si todavía están en la gracia de Dios. (2) Cuando van a la confesión, no solamente recuerdan sus pecados, sino desde el corazón piden a Dios perdonarlos; se arrepienten de ellos, los lamentan, buscan refugio en la misericordia de Dios y en las bienaventuradas heridas de Jesús, y humildemente claman por la misericordia.

Y cuando Dios por la boca de su siervo les ha concedido el perdón de sus pecados, se consuelan con esto; sin embargo, (3) buscan seguir teniendo a un Dios misericordioso permitiendo que el Espíritu Santo los gobierne. Están ansiosos de llevar una vida cristiana y demostrarlo por su manera de hablar, sus palabras y obras; huyen del vicio y de sus anteriores costumbres pecaminosos, y entonces saben que en la vida y en la muerte tendrán a un Dios misericordioso.

ORACIÓN

Santo Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo, un pobre pecador, he venido ante tu santísimo rostro y te pido desde el corazón y humildemente que me perdones todos mis pecados. Oh mi Dios, veo que de muchas maneras te he provocado a ira con muchos pensamientos, palabras y obras malvadas. ¡Señor, Señor! Lo lamento, y verdaderamente siento tristeza por ello. Mediante el santo bautismo tú me has hecho una oveja de tus prados y miembro de tu cuerpo; por tanto debo escuchar tu voz y ser obediente solamente a ti. Sí, ya que soy tuyo, debo presentar mi cuerpo como un sacrificio puro, santo, agradable a ti. Pero ¿qué diré? Muchas veces he escuchado más la voz del mundo y de mi carne que tu voz, y en muchas maneras he hecho lo que te desagrada. ¡La ceguera de mi corazón! ¡La necedad de mi juventud! Si tú ahora entraras en juicio conmigo y trataras conmigo conforme a tu justicia, estaría perdido para siempre; porque mi conciencia da testimonio contra mí, y mis pecados son más que la arena en la orilla del mar.

Ten piedad de mí conforme a tu gran misericordia. Oh mi Padre, no cuenta contra mí el mal que he hecho durante el tiempo de mi vida, sino acredítame con lo que Jesucristo, mi Salvador ha hecho por mí En verdadera fe me aferro a la sangre que él derramó por mí; hago mío su mérito y digo: Ten piedad de mí por causa de Jesús, aunque soy un pobre pecador. Desde aquí en adelante comenzaré a llevar una vida nueva y piadosa y ya no pecaré descuidada y voluntariamente contra ti, oh Dios Trino.

OTRA ORACIÓN DE CONFESIÓN

Oh Señor, Dios que todo lo conoces, de quien nada está escondido, tú ves todo lo que hacemos nosotros los hombres, y oyes todo lo que hablamos. Ay, cuando pienso de esto tengo que avergonzarme de haber hablado, pensado y hecho tanta maldad. Cuánto mal has oído y visto en mí hasta ahora que te ha dado justa causa para echarme para siempre de ti como un hijo desobediente y a echarme en los extremos del infierno. Pero, vengo a ti en este tiempo de gracia; tengo vergüenza de levantar mis ojos ante ti y decir: Dios, ten piedad de mí, pecador. No me castigues en el calor de tu ira como he merecido. No recuerdes los pecados de mi juventud, ni mi transgresión; conforme a tu gran misericordia recuérdame por causa de tu bondad. Sí, por causa de la sangre y la muerte de Jesús, ten piedad de mí.

Señor, Señor, misericordioso y compasivo, lento para la ira y grande en misericordia, no guardarás para siempre tu enojo, sino otra vez tendrás piedad de mí. No trates conmigo conforme a mis pecados ni me pagues conforme a mi iniquidad. Oh Dios, tú has dicho que no tienes placer en la muerte del pecador, sino que vuelva de su mal camino y viva. Ten misericordia también de mí, oh Dios, aunque te he provocado a la ira. No me mires con mis pecados, sino mírame en Jesús, tu Hijo, mi único Salvador, Mediador y Redentor. Por causa de la sangre que él derramó, ten piedad de mí; por causa de sus santas heridas, ten piedad de mí; por causa de su perfecta justicia que yo apropio por la fe, ten piedad de mí. Permite que sienta en mi corazón la consolación de que mis pecados me son perdonados, de que estoy reconciliado contigo por Jesús, mi Salvador. Con el poder de tu Espíritu Santo enmendaré mi vida; contemplaré tu santísima presencia y pensaré en el hecho de que si estoy en actividad o si estoy quieto o sea lo que haga tú estás presente y me observas. Que tales pensamientos nunca abandonen mi corazón. Amén.


EL CRISTIANO CREYENTE ORA CUANDO TOMA LA SANTA CENA

EXHORTACIÓN

Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga. 1 Corintios 11:26.

Además de otro medios para fortalecer la fe y el amor hacia Dios y hacia el prójimo, está la santa cena de nuestro Señor, en la cual Jesús desea unirse con nuestras almas, morar en ellas, gobernarlas y santificarlas, y mantenerlas en piedad hasta el fin.. (1) El cristiano creyente no desprecia ni es negligente de esta santa cena, como se acostumbran a ser los que son cristianos solamente de nombre, que están tan distraídos con su vanidad, con los placeres del mundo, con la venganza, el orgullo y la vida lujosa que no tienen tiempo de pensar en esta prenda de Dios al alma. (2) Tampoco va el cristiano creyente a la santa cena solamente de costumbre, sino se acerca a ella con un corazón humilde, devoto y creyente, lleno de la buena resolución de permanecer constantemente en el amor de Jesús y en el temor de Dios. (3) Y también ha resuelto, después de tomar la santa cena del Señor, entregarse enteramente a su Dios, hacerse más piadoso, devoto y celoso día con día en su conducta cristiana y en el ejercicio de las virtudes cristianas por el poder de esta comida del alma, sí, permanecer fiel hasta la muerte a Dios con la fe y la piedad.

ORACIÓN

Mi Jesús, ¿cómo puedo alabar lo suficientemente tu gran amor, ya que no solamente te has entregado a ti mismo en la muerte por mí, un pobre pecador, sino también has ordenado tu santo cuerpo y tu preciosa sangre como comida para mi alma en la santa cena? Oh amor, tu muerte me trae la vida, y tu cuerpo y sangre me fortalecen y refrescan para la vida eterna. Con este medio permanezco en ti y tú en mí; tú vives en mí, y en ti obtengo justicia y fortaleza. Por tanto mi pecado no me puede atemorizar, y Satanás no me puede condenar, porque en esta fiesta de misericordia recibo el rescate de mis pecados. Aquí recibo el cuerpo que fue dado por mí a la muerte; aquí recibo la sangre que fue derramada por mí para el perdón del pecado. Esta es la sangre de la expiación por la cual mis pecados y los pecados de todos los hombres han sido borrados. Ahora, tan seguramente como la recibo, tan seguramente Dios es misericordioso a mí, y tengo el perdón de todos mis pecados. En el santo bautismo, el primer sacramento que he recibido, me has dado el Espíritu Santo como un sello, y la nueva vida, así asegurándome de que soy tu hijo y heredero. En la santa cena, el segundo sacramento, me das el sello de tu cuerpo y sangre, para preservar y fortalecer en mí la nueva vida. Oh mi Dios, santifica mi alma, santifica mi fe, para que reciba esta fiesta de amor dignamente y para mi salvación. Concede que mis pensamientos siempre estén contigo; expulsa de mi corazón toda sugerencia y deseo pecaminoso y todo lo que podría impedir mi devoción, para que tú permanezcas en mí, y yo pueda estar y permanecer en ti por toda la eternidad.


OTRA ORACIÓN AL IR A LA SANTA CENA.

Oh Jesús, ahora que voy a participar de tu santa fiesta de amor, la recibo también en memoria de ti. Recuerdo tu amor, cómo por amor a mí entraste en el mundo para hacerme un heredero de la vida eterna. Recuerdo tu angustia, el dolor y las heridas por los cuales mis pecados y castigo han sido quitados de mí y me ha sido otorgada tu justicia. Recuerdo tu muerte y tu resurrección mediante las cuales la vida y la salvación han sido impartidas a mí. Yo sé, oh Jesús, que por tu causa obtengo la gracia, el estado de ser tu hijo, la paz y el gozo del cielo. Si permanezco en ti no me perderé, oh Jesús, y tú permaneces en mí.

Permanece, entonces, en mi corazón; mora en mi corazón; vive y gobierna en él; permite que yo sea tuyo en el tiempo y en la eternidad. Qué tu santo cuerpo sea mi comida, tu santa sangre mi bebida, y refréscame para la vida eterna. Concede que nunca vuelva a perder este tesoro, sino que tú, mi Jesús, desde ahora vivas, gobiernes y mores en mí. El maná de Israel tenía que ser reunida en una vasija limpia; purifica, entonces, mi corazón mediante la verdadera fe, el arrepentimiento genuino, el amor y la humildad, para que reciba dignamente esta prenda de tu amor y constantemente lo guarde para fortalecer mi fe, la santificación de mi vida, y la seguridad de mi salvación. Oh precioso Espíritu Santo, presérvame en esta gracia hasta mi fin bienaventurado. Guárdame, no sea que peque descuidadamente otra vez y caiga de la gracia, y mi estado final sea peor que el primero; más bien permite que siga en la fe en el Dios Trino hasta el fin, en el amor hacia mi prójimo, y en la santidad, para que obtenga el fin de mi fe, la salvación de mi alma.


EL CRISTIANO CREYENTE PIDE A DIOS DARLE LA FUERZA PARA RESISTIR EL PECADO

EXHORTACIÓN

No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Romanos 6:12,13.

El pecado es apartarse de Dios, es una transgresión de la ley divina; es lo opuesto de lo que es lo recto. Ahora, el cristiano no se aparta voluntariamente de Dios, ni transgrede el mandamiento de Dios, ni comete injusticia, sino su deseo es que Jesús viva en él y que el Espíritu Santo lo gobierne. Sin embargo, ya que no puede en todo tiempo perfectamente alcanzar esta meta, tiene que luchar contra el pecado.

Esta lucha consiste en lo siguiente: (1) El cristiano creyente sabe que todo el que es nacido de Dios no comete pecado, es decir, no a propósito y voluntariamente; de acuerdo con esto, tiene cuidado de no ofender a su Dios intencionalmente y a sabiendas. (2) Sin embargo, ya que no está satisfecho con esto, sino gustosamente quisiera consagrar, entregar y dedicar todo su corazón y alma, espíritu y vida a Dios, frecuentemente siente dolor sobre una sola palabra pecaminosa que ha hablado; un pensamiento malvado, pecaminoso que surge en él lo entristecerá, y gime cuando con cualquier acción haya ofendido a Dios o a su prójimo.

(3) En esta lucha busca refugio con Jesucristo y pide poder y fortaleza, para que Jesús le auxilie a vencer el pecado y el mundo. (4) No solamente debe aumentar el fervor de su oración, sino prestar atención siempre más estricta a las lascivias y los pensamientos que surgen en el, y también evitar los lugares y las personas que le puedan conducir al pecado. (5) De este modo puede estar seguro, ya que está en un estado de santificación y tiene el deseo de servir a Dios con todo su corazón y toda su alma y toda su fuerza, de que Dios, que ha obrado en él la voluntad para hacerlo, también le concederá el poder para hacer la voluntad de Dios; que Jesús cubrirá sus defectos y faltas con su sangre, sí, que se agradará de su deseo de corazón.

ORACIÓN

Dios fuerte y todopoderoso, que conoces lo que está en el hombre, tú, desafortunadamente, ves la violenta lucha en que estoy metido contra el pecado. Gustosamente quisiera permanecer piadoso con todo mi corazón, ya no provocarte a la ira, ordenar mi vida conforme a tu santa palabra, y hacer solamente tu santa voluntad; pero siento otra ley en mis miembros que combate la ley de mi mente. Cuando pienso que al fin he plantado mis pies firmemente en una buena resolución, frecuentemente tengo que experimentar que el orgullo, el egoísmo, la auto estima, la envidia y el prejuicio contra mi prójimo se manifiestan en mí, que los pensamientos pecaminosos encuentran su camino en mi corazón, sí, que también estoy pecando con palabras descuidadas y acciones no dignas.

Me da pesar porque estoy tan lleno de inmundicia; límpiame, oh Señor, y seré limpio. En tu luz y por tu gracia percibo que hacer pecado es una gran maldad, mi ruina, y mi plaga, de la cual gustosamente quisiera ser libre. Por tanto lucho contra él con tu fuerza, y aun así ha veces soy vencido. Sin embargo, es precisamente esta condición miserable que me entristece: ¿Qué pasará conmigo finalmente si en este momento soy piadoso, pero en otro malvado, y mi piedad no es permanente?

Tú, mi Dios, de hecho ves cómo me asusto de mí mismo, pero no puedo ayudarme con mis propias fuerzas. Por tanto vengo a ti y te pido me perdones todos mis pecados e imperfecciones pasadas; y luego dame la fuerza para luchar contra el pecado. Permite que tu Espíritu Santo more en mí y limpie mi corazón. Cuando estoy a punto de enojarme, hacerme vengativo, orgulloso, permite que él me amoneste, que llame a mí en tales momentos y que diga: "Recuerda, tú eres un cristiano; recuerda, tú eres un hijo de Dios o quisieras pasar como hijo de Dios," para que me haga manso, humilde y piadoso. Señor, tú me has dado la voluntad; dame también la gracia de cumplirla. Fortaléceme en el hombre interior, para que con tu poder pueda dejar un pecado tras otro y dominarlos. Aumenta mi fuerza para que pueda vencer el mundo dentro y fuera de mí. Todo lo puedo por medio de Cristo, quien me fortalece.

EL CRISTIANO CREYENTE DESEA OFRECERSE COMO UN SACRIFICIO A DIOS.

EXHORTACIÓN.

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. Romanos 12:1.

Cada cristiano debe recordar continuamente que no somos nuestros, sino pertenecemos a Dios. Esto debe animarnos a entregarnos a nosotros mismos y todo lo que poseemos a Dios como un sacrificio.

Los sacrificios del Antiguo Testamento que debían encontrar el favor de Dios tenían que ser (1) ofrendas voluntarias. Una persona no debe llevar una vida piadosa en este mundo por el temor del castigo o del infierno, sino por el amor a Dios; de otro modo su ofrenda es una ofrenda forzada. De hecho, aunque no hubiera infierno, el cristiano por el amor todavía se entregaría a Dios para ser suyo solamente. (2) Los sacrificios tenían que ser ofrecidos a Dios enteros, con cabeza, entrañas, y piernas, y no se podía ofrecer solamente la mitad. De manera similar, no debemos dar la mitad de nuestro corazón al mundo y la mitad a Dios, sino debemos amarlo a él y darnos a él con todo nuestro corazón y toda nuestra alma y toda nuestra fuerza. Dios rechaza un servicio dividido, de medio corazón. (3) Los sacrificios tenían que ser completamente sin mancha; por lo tanto no se podía ofrecer a Dios nada que fuera manco o ciego. De manera similar, debemos tener cuidado de no contaminar nuestra alma y cuerpo con el pecado, sino luchar por poner las dos cosas totalmente en el servicio de Dios. (4) Dios estaba particularmente complacido con los sacrificios que todavía eran jóvenes, con corderos de un año o dos de edad, así indicándonos que no debemos esperar con nuestra conversión hasta que tengamos canas por la edad, sino debemos entregarnos temprano, en los primeros días de nuestra juventud, como un sacrificio a él. (5) Lo que una vez ha sido ofrecido a Dios no se podía cambiar o quitar. Así un cristiano debe ser constante en su buena resolución de entregarse a Dios como su posesión.

ORACIÓN

Señor Dios, que mandaste a tu pueblo Israel a llevarte ofrendas que tenían que ser enteramente consagradas y entregadas a ti, he aquí, yo te presento mi corazón creyente y penitente; no lo despreciarás. Padre Celestial, tú me has creado para que sea tuyo. Querido Jesús, tú me has redimido con tu sangre, para que viva en tu reino y te sirva en santidad y justicia. Precioso Espíritu Santo, tú me has santificado para que sea tu morada y para que Cristo viva en mí. Luego, yo a la vez haré una ofrenda de todo mi ser y me dedicaré a ti. Te ofrezco mi voluntad; ya no quiero lograr lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. Te ofrezco mi boca, con la cual te alabaré y te magnificaré, y que nunca abusaré para la inmundicia y el habla necia. Te ofreceré mi corazón; llénalo de una fe viva, con tu gracia, con tu amor, con verdadera piedad.

De todos los sacrificios se tenían que ofrecer a ti particularmente las porciones grasosas, sí, sin éstas ninguna ofrenda hubiera sido aceptable a ti. Dígnate, entonces, recibir también mi ofrenda. Si éste es un corazón inmundo por naturaleza, indigno de ser una ofrenda, lávalo con la sangre de Jesucristo a quien acepto en verdadera fe; límpialo con tu Espíritu Santo, santifícalo, hazlo tu morada, para que tú puedas gobernar y reinar en él. Te ofrezco mi vida; la ordenaré de acuerdo con tu santa palabra y los impulsos de tu Espíritu Santo. Te ofrezco mis miembros; concede que sean instrumentos de justicia, y que no los abuse para el pecado y la vergüenza, sino que permanezcan consagrados a ti.

Así como todo lo que fue ofrecido a ti tenía que ser apartado de todo lo demás, así con gusto me separaré de este mundo pecaminoso y evitaré su sociedad. De hecho, me ofreceré a ti mientras todavía estoy vivo y en buena salud, y no esperaré hasta que esté acostado en mi lecho de enfermedad; porque entonces podría ser demasiado tarde. Oh Señor, tú aceptaste las ofrendas en toda hora, en la mañana, a mediodía y en la tarde; mira con misericordia también mi ofrenda. Puedo estar presentándotela al mediodía de mi vida, o puede ser que la tarde de mi vida ya ha llegado; si he tardado en ofrecer mi ofrenda durante la mañana de mi vida y en mi juventud, no lo despreciarás por esta causa. Te lo traigo como Abel, en fe; míralo conforme a tu misericordia. Por lo demás de mi vida permaneceré tuyo.


EL CRISTIANO CREYENTE PIDE LA PIEDAD

EXHORTACIÓN

Considera al íntegro, y mira al justo, porque hay un final dichoso para el hombre de paz. Salmo 37:37.

La piedad es un adorno para el joven y algo atractivo en el anciano. Dios mismo exhortó a Abraham cuando viajó a una tierra desconocida: "Anda delante de mí, y sé perfecto". Génesis 17:1. Sin embargo, para ser piadoso (1) no es suficiente la moralidad externa; porque esto se encuentra aun entre los paganos; sino la piedad brota de la fe, del amor de Dios, de lo interno del alma. (2) Tal piedad incluye, en primer lugar, la sinceridad y la rectitud de corazón hacia Dios y hacia el prójimo; en segundo lugar: una vida intachable, abstenerse de hablar indecentemente y de obras no cristianas; porque cuando todavía se encuentran estas cosas en una persona; no podemos decir que es piadosa. (3) Además, esta piedad debe continuar hasta la muerte. No es suficiente ser piadoso dos o tres días, cuando queremos ir a la santa cena, sino que tenemos que hacer nuestra la resolución de Job, quien declaró: "Hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad". Job 27:5. (4) Ahora, ya que esta piedad es obrada en nosotros por el Espíritu de Dios, tiene las promesas más gloriosas y hermosas, es decir, de la vida que ahora es y de la que vendrá, la de la vida presente, y de la vida venidera.

ORACIÓN

Dios Santo, apenas sé si debo atreverme a aparecer ante tu santo rostro cuando considero mi falta natural de santidad y mi naturaleza pecaminosa. También me dices a mí: "Anda delante de mí, y sé perfecto", y: "Si haces bien, serás aceptado"; sí, también dices a mí: "Considera al íntegro, y mira al justo; porque hay un final dichoso para el hombre de paz". Pero desgraciadamente, mi piedad no ha avanzado muy lejos todavía; desgraciadamente, todavía me he enredado en el mundo, en sus caminos, sus costumbres, sus vanidades, pero en dondequiera que el mundo y sus caminos pecaminosos todavía se metan, Cristo y su amor no pueden formarse propiamente en nosotros.

Sin embargo, ya que esto te desagrada, y ya que, por lo contrario, dices a tus hijos: "No os conforméis a este mundo", concédeme la gracia para renunciar totalmente al mundo y sus caminos. Dame un corazón verdaderamente piadoso. Ayúdame a ser piadoso con todo mi corazón, para que mi profesión cristiana sea sincera y recta, no hipocresía y servicio en apariencia. Concédeme la gracia para que sea celoso para la verdadera piedad, no solamente externamente y para mantener la apariencia, sino permite que mi piedad tome su comienzo en mi corazón, que te ame sobre todo lo demás, te sirva y haga lo que te agrade, sí, así como el niño piadoso antes de emprender cualquier cosa mira a sus padres para ver en sus ojos si hay permiso o no, permíteme buscar primero en tu santa palabra y mandamiento para averiguar si lo que propongo es lo que me corresponde como un cristiano piadoso. Entonces, si mi corazón es piadoso, mi boca también se hará piadosa, para no hablar nada que sea indecente; sí, entonces también mis obras y acciones te agradarán.

Ahora, he formado este propósito en tu nombre, oh mi Dios; dame la gracia, la habilidad, la fortaleza y la misericordia para llevarlo a cabo. Si en los años pasados no siempre he luchado para este premio, perdóname por causa de Cristo. En cualquier cosa en que he sido negligente, en todo lo que he omitido hacer por ignorancia o ceguera, ahora me dedicaré con tanto más celo, y desde ahora viviré, no conforme a las lascivias de los hombres, sino de acuerdo a tu voluntad. Así propongo, oh mi Dios, llegar a ser y permanecer piadoso, con todo mi corazón y en toda mi vida para poder tener una muerte bienaventurada como un cristiano piadoso cuando llegue el tiempo designado. Con este fin, concédeme poder desde lo alto de tu Espíritu Santo por causa de Jesucristo. Amén.


EL CRISTIANO CREYENTE PIDE UNA CONCIENCIA SIN MANCHA

EXHORTACIÓN

Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho mas con vosotros. 2 Corintios 1:12.

La mayoría de los hombres se preocupa de su cuerpo, para mantenerlo en buena salud. Se esfuerzan grandemente para adquirir o mantener sus posesiones. ¡Quisiera Dios que también pusieran tantos esfuerzos en mantener pura y sin mancha sus conciencias! La conciencia es como el ojo, que no puede soportar un punto de polvo. A la persona malvada es su acusador, testigo y juez, sí, el recuerdo del pecado queda en la conciencia como cicatrices en la cara. En el día final Dios y la conciencia serán testigos que nadie podrá negar. De acuerdo con esto, el juicio no tomará mucho tiempo, porque no pueden contradecirse estos testigos.

El cristiano creyente mantendrá una conciencia sin mancha (1) si oye y lee diligentemente la palabra de Dios y ordena su vida de acuerdo a ella, considerando en todo lo que propone decir o hacer si Dios en su santa palabra lo permite; (2) si evita las asociaciones y ocasiones pecaminosas; porque así como la persona que juega con el fuego y el agua fácilmente se quema o se moja, así la conciencia se viola con facilidad en las personas que andan descuidadamente. (3) En particular, la conciencia se guarda con oración devota, seria a Dios, para que él nos condujera y nos guiara, y que por su gracia y poder nos mantuviera en el camino recto, y con la reflexión de que Dios es omnipresente, y que siempre andamos en su vista.

ORACIÓN

Oh Señor, mi Dios, qué grande es tu bondad y el amor que manifiestas hacia nosotros. Tú nos das la vida y la salud, y nos prosperas conforme a tu misericordia. Oh mi Dios, todas estas cosas son regalos de ti, pero se convertirán en amargura para nosotros si en nuestro cuerpo saludable, y junto con todos nuestros dones y posesiones, no hay una conciencia sin mancha.

Por tanto, oh mi Dios, ten piedad de mí y manténme en tu temor, para que no viole mi conciencia. La conciencia es como el ojo, que se irrita, se humedece y se inflama, y no puede fácilmente abrirse si el menor pedazo de polvo entra en él; lo mismo sucede con nuestra conciencia: Si hemos hecho algo contrario a él, se hace inquieto, nos acusa y condena, y cuando es completamente despertado, no tendremos el ánimo de levantar nuestros ojos al cielo.

Oh mi Dios, deseo grandemente presentar ante tu rostro santo un alma inviolada y una conciencia pura; por tanto, gobiérname por tu Espíritu Santo para que sea tan cuidadoso con mi conciencia como con mis ojos. ¡Qué tesoro tan precioso es la buena conciencia! ¡Oh mi Dios, permite que guarde bien este tesoro!. Ayúdame para que nunca hable lo que me daría dolor de conciencia. Ayúdame para que nunca dé el consentimiento a un pecado en palabra o a una obra malvada mediante la cual se pondría en mi alma una carga gravosa que pesaría sobre mí durante toda mi vida o en mi lecho de muerte, o provocar tu ira y venganza contra mí.

Presérvame del remordimiento de la conciencia y la angustia, y para que no tenga que experimentar estas cosas, concédeme la gracia para que siempre me conduzca de una manera cuidada y cristiana. Concede que siempre considere tu santísima presencia, tema hacer el mal en tu presencia, y recuerde que tú eres el que discierne los corazones y de quien nada está escondido. Y ya que no puedo esconderme de mi conciencia, sino tengo que sentir sus azotes en el momento en que hago el mal, permite que refleje que mucho menos podré esconderme de ti, oh Dios que todo lo ve y todo lo sabe.

Concede que mire a Jesús, mi Salvador, y que ande en sus pisadas. Concede que nunca permita que tu palabra, mi regla de fe, se aparte de mi boca, no sea que negando mi fe, dañe mi conciencia. Qué tu palabra sea también mi regla de vida, para que no peque a propósito contra ella, sino gobierne todas mis acciones por ella. Oh Señor Jesús, limpia mi conciencia con tu santa sangre; perdóname todos mis pecados, y otórgame el descanso tranquilo y verdadero de corazón y conciencia. Permite que tu Espíritu Santo siempre me conduzca en un camino llano, y mi conciencia quedará inviolado y tu morada en mi corazón quedará sin perturbación.


LOS PADRES CREYENTES ENCOMIENDAN A SUS HIJOS A DIOS EN LA ORACIÓN

EXHORTACIÓN

Vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor. Efesios 6:4.

Si hay una preocupación que está próxima al corazón de los padres piadosos, es de sus hijos, y con justicia; porque los hijos son encargos preciosos que Dios demandará a manos de los padres.

Ahora, si los padres piadosos consideran este hecho, (1) seriamente encomendarán a sus hijos a Dios en oración antes que nazcan y después conducirán a sus hijos con ellos cuando lleguen ante Dios. Los padres piadosos en particular oran para que Dios dé a sus hijos un corazón piadoso y el Espíritu Santo, que debe santificar, gobernar y guiarlos. Este es el verdadero fundamento de su felicidad; comparado con esto, la riqueza, la destreza y la prudencia se deben considerar como nada.

(2) Sin embargo, los padres no solamente deben orar por sus hijos, sino también deben criarlos en el temor de Dios. Esto hace necesario que no los dejen salir con la suya; porque la voluntad de los niños es por naturaleza perversa y la imaginación y deseo de su corazón son malos desde su juventud. Más bien deben instruirles en el conocimiento de Dios, entrenarlos para orar y llevar una conducta cristiana, y no darles permiso a entrar en la sociedad de los hombres malvados y vanos. Porque si permiten esto, su oración es inútil; de hecho, se burlan de Dios con su oración.

(3) La negligencia en entrenar a sus hijos impone una seria responsabilidad sobre los padres ante Dios, porque Dios requerirá la sangre de sus hijos de quienes ellos han sido negligentes. Tal negligencia también trae vergüenza y desgracia sobre los padres, porque sus hijos no les serán una honra, sino un reproche, a veces ya en esta vida, pero en todo caso después de su muerte. La negligencia en el entrenamiento de los hijos también trae la ira de Dios sobre los padres, como se puede ver de 1 Samuel 2:29; 4:18. (4) Los padres negligentes traen a sí mismos y a sus hijos al infierno, y así no les han hecho ninguna bondad con su indulgencia.

ORACIÓN

Señor, Dios Todopoderoso, Padre de misericordia, entre otros dones de tu gracia me has dado hijos, por cual bendición te doy alabanza y te magnifico desde el corazón. Sin embargo, considero a estos hijos míos como encargos preciosos, que tú me has confiado y que requerirás de mí. Los considero como almas que Jesús ha comprado con su santa sangre, que el Espíritu Santo ha santificado en el santo bautismo, y que tú has adoptado como tus hijos. Por tanto, me preocupa para que ninguno de ellos se pierda por culpa mía. Tú dices a mí y a todos los padres: Cuida a este niño; si falta, tu alma responderá por su alma.

Por tanto, oh Padre de toda gracia, vengo ante ti y con oración desde el corazón encomiendo a ti mis hijos. Haré lo que puedo: los criaré para tu honra, los amonestaré, los corregiré, les instruiré, y oraré por ellos. Pero, oh Señor, en todos mis esfuerzos haces tú la parte efectiva. Inmediatamente después de su nacimiento natural los puse en brazos de tu misericordia en el santo bautismo. He aquí, ahora hago lo mismo en mi oración. Bendice a mis hijos, atiéndelos cuando salgan y cuando entren; manténlos en tu santo temor, para que nunca carguen sus conciencias con los pecados, no te ofendan, ni, lo que sería lo peor de todo, caigan de tu gracia. Dales un corazón creyente, humilde, obediente y piadoso, para que, como el niño Jesús, crezcan en estatura, sabiduría, y el favor con Dios y los hombres. Imprime sobre sus corazones la imagen de Jesús, para que siempre mantengan, hasta su fin bienaventurado, a un Dios misericordioso y una conciencia sin mancha.

Permite que mis hijos sean devotos en sus oraciones, bien fundados en su religión cristiana, constantes en la fe, celosos en la adoración, castos en su vida, piadosos en su conversación, para que con sus palabras y acciones no den ofensa a nadie y así traigan sobre sí un juicio terrible. Presérvalos de tentaciones y malas compañías; manténlos constantemente conscientes de tu santa presencia mediante tu Espíritu Santo, para que recuerden que tú estás con ellos cuando están en casa y cuando están fuera, en su cuarto, de día y de noche, en la sociedad y en la soledad. Permite que tu ángel esté con ellos cuando salgan y cuando entren; permite que tu guardia de ángeles los acompañen cuando estén viajando, haciendo su trabajo, o visitando lugares extranjeros. Dales tus santos ángeles como compañeros, como hiciste con el joven David; rescátalos con tu auxilio de sus peligros, como hiciste con Lot; permite que, como Jacob, experimente la guardia y la protección de los ángeles.

Pero si te agradara hacer a mis hijos una cruz para mí, sea por su enfermedad o muerte o cualquier otra calamidad que tenga que verles sufrir, dame paciencia en tal aflicción y recuérdame que no pasa nada sin tu divina dirección, que mis hijos eran tuyos antes que se hicieron míos, y que tú tienes el poder soberano para llevarlos otra vez contigo. Pero si sea tu voluntad con el sufrimiento, la mala fortuna y la muerte de mis hijos acercarme a ti, para que reconozca también en ellos lo perecedero de todos los dones visibles, y así me estimules a amar solamente a ti, el bien verdadero y perfecto, manténme mientras camino por esta senda llena de espinas en la firme confianza y la esperanza en tu poder todopoderoso, que puede terminar y enmendar todas la cosas, también las cruces de mis hijos.

Imparte tu bendición a ellos también en sus asuntos temporales; cuídalos, provee por ellos, dales comida y ropa, y trata con ellos como su poderoso Padre celestial; sé su auxiliador en peligros y calamidades, su médico en la enfermedad, y su consejero en todo tiempo en que estén en necesidad de buen consejo. Da a mis hijos un alma piadosa, un cuerpo saludable, una mente sana, y permite que vivan en tu presencia, para que en todo tiempo te honren y te alaben. Implanta en sus corazones la verdadera piedad, sigue bendiciéndolos para que tenga consuelo y gozo en ellos.

Oh Dios, oye mi oración, y recuerda que son tus hijos también y no solamente míos. Por tanto, dígnate escuchar mi súplica por ellos en el trono de tu gracia. Presérvame, oh Dios, de ser avergonzado por mis hijos, o durante mi vida o después de mi muerte. En el último día permite que esté a tu diestra con todos mis hijos y que diga para la alabanza de tu nombre santo: "He aquí, estoy aquí, mi Dios, y los hijos que me has dado; no he perdido ninguno de ellos". Sí, mi Dios, concédeme tu divino favor con este fin de que ninguno de mis hijos se pierda, sino que todos entren junto conmigo y yo con ellos, en tu gloria.


LOS HIJOS PIADOSOS ORAN POR SUS PADRES

EXHORTACIÓN

Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa) para que te vaya bien y vivas largo tiempo sobre la tierra. Efesios 6:1-3

Junto con otros pecados graves con los cuales una persona puede atraer sobre sí mismo una maldición está el comportamiento de algunos hijos adultos para con sus padres. Aunque los padres desde la primera hora del nacimiento de sus hijos soportan preocupaciones, problemas, y molestias por su causa, sin embargo su dolor más agudo es cuando los hijos son obstinados, dominantes, perversos y maliciosos hacia ellos en sus años avanzados, mientras deben dar a sus hijos solamente gozo y deleite.

Los hijos piadosos, por lo tanto, deben (1) orar diligentemente por sus padres, y en sus oraciones rogar al Señor darles bendiciones innumerables, salud, prosperidad, y larga vida, y guardarlos de todo infortunio. Los hijos piadosos deben (2) amar a sus padres, gustosamente hacer por ellos todo lo que pueden, estar prestos en darles lo que necesitan, y cuidarlos cuando están enfermos. Los hijos piadosos deben (3) obedecer a sus padres, someterse a su disciplina con una buena voluntad, y no contradecirlos ni disputar sus mandatos. Además, cuando quieren entrar en el estado de matrimonio, no deben comprometerse en secreto, sin el conocimiento de sus padres, porque eso no traerá nada sino una maldición y el infortunio sobre ellos. Los hijos piadosos deben (4) honrar a sus padres en sus corazones, reconociendo que ellos ocupan el lugar de Dios, ya que Dios da todo a sus hijos a través de sus padres. También deben conducirse con reverencia en su presencia tanto en sus palabras y acciones, no hablarles palabras insolentes y duras, y deben defender su buena reputación. Los hijos piadosos deben (5) tener en mente que jamás pueden recompensar a sus padres todo lo que han hecho por ellos. Recuerda cuánta angustia has causado a tu madre, y con cuánto labor y trabajo tu padre ha tenido que criarte y sostenerte. (6) Los hijos ingratos y obstinados son verdaderos hijos de Belial, y nunca les puede ir bien si no lamentan sus pecados y actos maliciosos que han cometido contra sus padres con arrepentimiento genuino desde el corazón y con amargas lágrimas.

ORACIÓN

Oh Dios misericordioso, te alabo desde lo profundo de mi corazón por la gracia que me has otorgado en permitir que naciera de padres cristianos piadosos. Este es el primer favor divino que me has manifestado. Si mis padres hubieran sido judíos, turcos o paganos, todavía estaría tan endurecido, incrédulo e ignorante en cosas espirituales como ellos. Ya que fue la primera preocupación de mis padres después de mi nacimiento natural ponerme en tus brazos, mi Padre celestial, mediante el santo bautismo, en el cual me has dado al Espíritu Santo como una garantía de que soy tu hijo y de mi herencia celestial, permite que este buen Espíritu siempre me conduzca y me guíe, de modo que diligentemente cumpla con mis deberes hacia ti y mis padres.

Me arrodillo en oración ante tu santísimo rostro y te ruego: Guarda a mis padres con buena salud, presérvalos de infortunio, bendice su negocio, su trabajo y su profesión, concédeles una larga vida, recompénsalos con bendiciones espirituales y celestiales por la fidelidad que me han demostrado, y que no puedo valorar lo suficientemente ni recompensar.

Dame un corazón obediente, oh Padre celestial, para que no ofenda a mis padres, ni los entristezca voluntariamente y a sabiendas. Concede que ponga en todo tiempo ante mis ojos el ejemplo de Jesús, que no solamente fue obediente a ti, su Padre celestial, sino también a su padrastro José, y a su madre María, para que con obediencia filial en todo tiempo, y también en su vejez, no les motive otra cosa a mis padres que gozo y deleite. Guárdame, no sea que por la desobediencia y la terquedad traiga sobre mí la maldición y la infelicidad con que han sido amenazados los hijos malvados; más bien permite que me vaya bien aquí en la tierra y después en la eternidad. Dame un corazón respetuoso hacia ellos, para que no los provoque a ira ni con palabras ni con acciones, sino me conduzca hacia ellos con humildad, gustosamente obedezca sus mandatos, y me someta a su disciplina sin contradecirles. Guárdame de llegar a ser como los hijos perversos y malvados, que insultan y desprecian a sus padres, y les causan solamente tristeza y molestia, y que traerán sobre sí una maldición y serán privados para siempre de la bendición que has prometido a los hijos buenos y piadosos. Concédeme la gracia de no pecar contra mis padres, sino considerar con diligencia cuánta preocupación he dado a mi madre, y con cuánto esfuerzo he sido criado, para que reconozca esto durante toda mi vida con un corazón y mente agradecido, y no traiga ninguna deshonra a mis padres, sino solamente el gozo.

Si en los años de mi niñez he hecho algo contra mis padres, humildemente pido perdón ahora, oh Dios, de ti y de mis padres, y prometo que por tu gracia me esforzaré por alegrar sus corazones con mi obediencia y conducta cristiana. Concédeme tu Espíritu Santo para que ande como conviene a un hijo de Dios, en fe, piedad, castidad y el temor de Dios, para que en el día final, junto con mis padres, esté a tu diestra y entre con ellos en tu gloria.