Debemos dar gracias a Dios el Padre de toda misericordia en gran medida y en todo tiempo por ustedes, queridos
señores y amigos, que según las riquezas insondables de su gracia les ha traído al tesoro
de su palabra, en la cual poseen el conocimiento de su querido Hijo, una prenda segura de la vida y la salvación
que les espera en el cielo y que ha preparado para todos los que perseveran firmes en la verdadera fe y el amor
ferviente hasta el fin — así como esperamos y oramos que el Padre de misericordia los preserve a ustedes
y a nosotros, nos perfeccione con la misma actitud, conforme a la semejanza de su querido Hijo, Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
Sin embargo, he oído de testigos confiables que han surgido facciones y desunión entre ustedes, porque
algunos de sus predicadores no enseñan ni actúan con unidad, sino cada uno sigue su propio sentido
y juicio. Y casi lo creo, porque tenemos que recordar que no será mejor con nosotros de lo que fue con los
corintios y otros cristianos en el tiempo de Pablo, cuando surgieron divisiones y disensiones entre el pueblo de
Cristo. Así como San Pablo mismo reconoce y dice: "Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones,
para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados." (1 Cor. 11:19). Porque Satanás
no se contenta con ser el príncipe y el dios de este mundo, sino también quiere serlo entre los hijos
de Dios, Job 1, y "como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Ped. 5:8).
Esto causa confusión entre la gente. Motiva tanto la queja de que "nadie sabe qué debe creer
y a quién debe favorecer", y la exigencia común por la uniformidad en la doctrina y la práctica.
En los tiempos pasados, se celebraron concilios con este fin y se decretaron toda clase de reglas y cánones
para obligar a todos a seguir una orden común. Pero finalmente estas reglas y cánones llegaron a
ser trampas para el alma y tropezaderos para la fe. Así que hay gran peligro en los dos lados. Necesitamos
a buenos maestros espirituales que sepan guiar a la gente con sabiduría y discreción.
Porque los que elaboran y ordenan costumbres y órdenes universales se apegan tanto a ellas que las convierten
en leyes dictatoriales que se oponen a la libertad de la fe. Pero los que no ordenan ni establecen nada sólo
logran crear tantas facciones como hay cabezas, haciendo daño a la harmonía y unidad cristiana de
las que San Pablo y San Pedro escriben con tanta frecuencia. De modo que, tenemos que expresarnos de la mejor manera
posible sobre estos asuntos, aunque no se cumpla todo como decimos y enseñamos.
Primero, espero que aún conserven puras y sin mancha las doctrinas acerca de la fe, el amor y llevar la
cruz, y los artículos principales del conocimiento de Cristo. Luego sabrán mantener sus conciencias
limpias delante de Dios, aunque estas doctrinas no quedarán sin ser atacadas por Satanás. Sí,
hasta usará divisiones externas acerca de las ceremonias para entrometerse y motivar divisiones internas
en la fe. Éste es su método, como lo conocemos de tantas herejías.
Por tanto, trataremos con las facciones en nuestro tiempo como lo hizo Pablo en el suyo. No podía corregirlos
por la fuerza. Tampoco quería obligarlos por medio de mandatos. Más bien los exhortaba con amabilidad,
porque las personas que no ceden voluntariamente por la exhortación mucho menos se conformarán cuando
se les mande. Así dice en Filipenses 2:1-4: "Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo,
si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable,
si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo
una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno
a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también
por lo de los otros. " Luego aduce el ejemplo de Cristo, quien en obediencia al Padre se hizo siervo de todos.
De manera semejante, también exhortaré, primero a sus predicadores con las mismas palabras de San
Pablo, que consideren todo el bien que tenemos en Cristo, el consuelo, el ánimo, el Espíritu, el
amor, la misericordia, además del ejemplo de Cristo. Alabándolo y agradeciéndolo por todos
estos dones, condúzcanse de tal modo que establezcan y preserven entre sí la unidad de mente y espíritu.
Deben guardarse para que el diablo no se meta mediante el vanagloriarse, que es especialmente peligroso y ataca
principalmente a hombres competentes que ocupan el oficio de la palabra. La mejor manera de hacer esto es no tomarse
demasiado en serio y estimarse poco de sí mismo, pero considerar altamente a los demás, o como Cristo
lo enseña en el evangelio, sentarse en el lugar más bajo entre los invitados a la boda (Lucas 14:7-10).
Ahora, aunque desde el punto de vista de la fe, las ordenanzas externas son libres y cualquiera puede cambiarlas
sin escrúpulos en cualquier tiempo, sin embargo, desde el punto de vista del amor, no están libres
para usar tal libertad, sino deben considerar la edificación del hombre común, como dice Pablo en
1 Corintios 14, "pero hágase todo decentemente y con orden", y 1 Corintios 6, "todas las
cosas me son lícitas, mas no todas convienen", y 1 Corintios 8, " El conocimiento envanece, pero
el amor edifica". También piensen en lo que dice allí acerca de los que tienen conocimiento
de la fe y la libertad, pero no saben usarla; porque no la usan para la edificación de la gente sino para
vanagloriarse ellos mismos.
Ahora bien, cuando su pueblo está confundido y ofendido por su falta de orden uniforme, no pueden alegar:
"Las cosas externas son libres. Aquí en mi lugar voy a hacer lo que me dé la gana". Deben
considerar el efecto de su actitud sobre los demás. Por la fe estén libres en su conciencia hacia
Dios, pero por amor estén obligados a servir la edificación de su prójimo, como también
San Pablo dice en Romanos 15, "Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación."
Porque no debemos agradar a nosotros mismos, puesto que Cristo mismo no hizo lo que le agradó a sí
mismo, sino a todos nosotros.
Pero al mismo tiempo el predicador tiene que vigilar e instruir con diligencia a la gente para que no consideren
tales prácticas uniformes como leyes establecidas por Dios y absolutamente obligatorias. Tiene que explicar
que esto se hace en beneficio de ellos, para que también se exprese la unidad del pueblo cristiano en las
cosas externas, que en sí son indiferentes. Puesto que los ritos y las ceremonias no son necesarias para
la conciencia o para la salvación, pero son útiles y necesarios para gobernar externamente a la gente,
no se puede obligar y aceptar por ninguna otra razón sino para mantener la paz y la unidad entre los hombres.
Porque es la fe la que procura la paz y la unidad entre Dios y los hombres.
Dije esto a los predicadores para que consideren el amor y su obligación hacia el pueblo, que deben tratar
con el pueblo no con la libertad de la fe sino con la sumisión y el servicio del amor, preservando la libertad
de la fe ante Dios. Así, celebren la misa, canten y lean de manera uniforme, conforme al orden acostumbrado
— igual en una parte como en otra — porque ven que la gente lo quiere y lo necesita y quieren edificarlos más
bien que confundirlos. Porque están allí para edificarlos, como dice San Pablo, 2 Cor. 10:8. Si ustedes
mismos no tienen necesidad de tal uniformidad, den gracias a Dios. Pero la gente la necesita. ¿Y qué
son ustedes sino siervos del pueblo, como dice Pablo, (2 Cor. 1:24). No somos señores sobre su fe, sino
sus siervos por causa de Jesucristo (2 Cor. 4:5).
Al mismo tiempo, también pido a la gente tener paciencia y no asombrarse porque las facciones y sectas causen
diferencias en la enseñanza y la práctica. ¿Porque quién puede parar al diablo y sus
legiones? Recuerden que la cizaña siempre crece entre la semilla buena, como lo demuestra cada campo en
que Dios trabaja y como Cristo lo confirma, Mateo 13:24-30. Otra vez, ninguna era puede tener solamente el grano
limpio, sino también tiene que haber hojarasca y paja. Y San Pablo dice: "Pero en una casa grande,
no solamente hay utensilios … para usos honrosos, [sino] otros para usos viles." (2 Tim. 2:20). Algunos son
para comer y beber, otros para transportar y eliminar la basura y la inmundicia. Así entre los cristianos
también tiene que haber facciones y herejes que pervierten la fe y el amor y confunden a la gente.
Ahora, si un siervo se perturbara porque no todas las copas en la casa eran de plata, sino que también había
recipientes para las orinas y botes de basura, y no pudiera soportar tal descubrimiento, ¿qué sucedería?
¿Quién puede mantener una casa sin recipientes inmundos? Lo mismo pasa con la cristiandad. No podemos
esperar encontrar solamente vasijas nobles, sino que tenemos que tolerar también a las innobles, como dice
San Pablo: "Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones," (1 Cor. 11:19). Y de hecho, queridos
amigos, del mismo hecho de que descubren facciones y desunión entre ustedes pueden darse cuenta de que Dios
les dio la palabra verdadera y el conocimiento de Cristo. Porque cuando estaban bajo el Papa, Satanás les
dejaba en paz, y aunque hayan tenido solamente falsos maestros, no les causó mucha disensión entre
ustedes. Pero ahora que la simiente verdadera de la palabra de Dios está con ustedes, no lo puede soportar;
también tiene que sembrar su semilla, así como lo hace acá entre nosotros mediante los fanáticos.
Dios también los está probando para ver si se mantendrán firmes.
Sin embargo, tanto ustedes y sus predicadores deben buscar con diligencia promover la unidad e impedir esta obra
del diablo, porque Dios designa al diablo a hacer esto para darnos la ocasión de dar evidencia de nuestra
unidad y para revelar a los que han pasado la prueba. Porque a pesar de todos nuestros esfuerzos, quedarán
suficientes facciones y desunión. San Pablo también indica esto cuando dice en 2 Tim. 2:20, que hay
vasijas nobles y comunes en la misma casa y añade inmediatamente en el versículo 21: "Así
que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor,
y dispuesto para toda buena obra."
Reciban mi exhortación sincera con bondad, queridos amigos, y hagan lo que les corresponda para seguirla
tan bien como puedan. Esto resultará útil y bueno para ustedes y será para la honra y gloria
de Dios, quien los llamó a su luz. Ahora nuestro Señor Jesucristo, quien ha comenzado en ustedes
esta buena obra, aumente la misma por su gracia y la cumpla hasta el día de su venida gloriosa, para que
junto con nosotros salgan a encontrarlo con gozo y permanezcan siempre con él. Amén. Oren por nosotros.
Wittenberg, el sábado después de la Trinidad, 1525.