Acepto tu derecho a partir,
a tu hora y sin mí
consentimiento.
Acepto mi dolor al extrañarte
y este enojo inexplicable,
por que al partir me abandonaste.
Sé que no fui perfecto contigo,
pero fue mi vida,
lo que me fue posible,
por eso quiero despedirte
sin quedarme con culpas
por el pasado.
Sé que no fuiste perfecto,
pero no te culpo por nada;
fue tu vida,
lo que te fue posible,
y no quiero vivir reprochándote
culpas que ya no sientes.
Te extraño,
y me parece imposible
poder vivir sin tu presencia.
porque cuando te amé
llegué a necesitarte;
y ahora quiero aprender
a amarte sin necesitar tenerte a mi lado;
quiero que mi amor no
muera sino que madure y crezca.
Y aunque sienta que te necesito,
sé que no te necesito
porque mi vida tiene su autonomía
y su propia consistencia,
tan claramente como sé
que viví antes de conocerte
y que podré vivir cuando
ya no te tengo.
Si decidiste partir
aquí estoy para despedirte.
nada ganaría con empecinarme
en creer que no te fuiste.
Me siento con derecho
¡y con obligación! de seguir mi vida.
No quiero morir contigo,
porque tú no ganarías nada,
y no te mostraría con eso
el amor que te he tenido
sino cuánto te he necesitado.
Hoy te lloro triste y apenado,
angustiado y deprimido,
¡y me lo permito así,
porque así lo siento!,
pero, y aunque me cuesta decírtelo,
sé que mañana, muy pronto,
volveré a vivir el gozo de la vida,
llevando conmigo tu recuerdo
y también tu compañía...
Mientras te digo todo esto,
me parece imposible que te hayas ido
y busco inútilmente explicaciones.
Mejor, acepto la realidad,
y te despido.
Creo en Ti,
Dios del Amor y de la Vida,
porque necesito que la muerte
tenga alguna explicación
y algún sentido,
y quiero pensar que tú lo sabes,
aunque yo lo ignore,
y espero que mis muertos vivan,
aunque yo no sepa
cómo ni dónde...