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EL PAJARILLO

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Cómo recuerdo un detalle que en alguna ocasión mi madre me platicó, era una mañana primaveral, aún fría, cuando ella disfrutaba de regar su jardín muy temprano, incluso antes de que amaneciera por completo.

Un día ella entró casi empapada y salpicada de tierra, con una expresión de sorpresa agradable en la cara. Nos dijo a mi hermana y a mí que desayunábamos en la cocina: ¡“Si supieran lo que ví esta mañana con un pajarillo¡ Una cría de pájaro que aprendía a volar, se cayó del nido y el perro lo vió y corrió inmediatamente a atraparlo, pero la madre del pájaro atacó directamente al perro¡¡¡”

Recapacitando en la descripción de su relato, coincido con la expresión de sorpresa de mi madre, e imagino lo que un pequeño y diminuto pájaro puede sentir cuando se encuentran en peligro sus hijos o descendencia. La madre pájaro sin titubear un instante no dudó en arriesgar su propia vida enfrentándose a un enemigo tan enorme como lo es un perro, desde la perspectiva del ave. No tomó en cuenta que probablemente el perro pudo haberlos destrozado a ambos (madre e hijo) en un solo bocado. Ella solo se dirigió en contra de la fuente amenazante de la vida de su hijo, intentando protegerlo y salvarlo de la muerte.

Su diminuto tamaño y sus limitadas armas no posibilitaban que el perro sufriera más que uno o dos ligeros rasguños ocasionados por sus picotazos. No obstante, la madre pájaro se lanzó con toda furia en contra de él, logrando su objetivo: al distraer la atención del perro, favorecería la escapatoria del joven aprendiz salvando de esa manera su vida.

Este pequeño relato que hizo mi madre hace más de 20 o 25 años, lo sigo recordando fresco en mi memoria cada vez que veo una obra diminuta de la naturaleza. Recuerdo que en esa ocasión sentí muchos deseos de llorar, sin embargo, yo era tan pequeña que no supe porqué. Ahora entiendo que ese sentimiento de tristeza más bien era una sensación de “maravillarme” por darme cuenta que la naturaleza dispone todos los medios para asegurar la continuidad de la especie, aún a costa de la propia vida del sujeto individual. Todo tiene una razón de ser, incluso el amor de una madre hacia sus hijos.

Coincido con aquellos que afirman que la naturaleza ha programado tan cuidadosa y detalladamente a los seres vivos que establece los mecanismos y dispositivos necesarios para conservar su propio ciclo y el equilibrio de éste. Así mismo, creo que me he percatado de algo, que quizá los demás ya lo saben y nunca me lo habían dicho, pero creo que he descubierto y llegado a la conclusión de que la naturaleza misma, es Dios.

Es cuanto


Autor: Esther López Corral

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