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LO QUE ENTIENDO DE LA MASONERÍA

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Lo que a la fecha he podido entender sobre la masonería es que de ninguna manera se trata de alguna institución, asociación o secta satánica u obscura, concepto equivocado que tienen de ella un sin número de grupos religiosos, institucionales y políticos. Más bien se trata de una institución misma en que se puede tener la plena seguridad, que un poder superior (yo le llamo Dios), se gloría en todas y cada una de las sesiones que se llevan a efecto dentro de las instalaciones con que cuenta esta insigne institución, pues nos reunimos con el fin de procurar la prosperidad de nosotros mismos, así como la de la humanidad.


El objetivo primordial de la masonería se divide en dos factores; el primero reside en mantener unidos y en armonía a sus integrantes, instruyéndolos de forma permanente, con la finalidad de prepararlos en lo concerniente a su perfeccionamiento, eliminando con esto, aquellas escorias que revisten su cuerpo, pensamiento y espíritu purificándolo con la verdad no velada para aquellos que necesariamente la utilizarían para satisfacer sus requerimientos más egoístas, arrastrando consigo, hasta lo más profundo del abismo compuesto por el caos, a las personas que de buena voluntad depositasen las confianzas que tan inmerecidamente se haya podido ganar. Motivo suficiente para que la masonería detenga por forma el acceso de este tipo de personas al interior de nuestros sagrados recintos, vestidos con la más honrosa consigna que nos encarga el correcto camino del progreso por amor a la humanidad.


La otra finalidad de la masonería, utilizando precisamente esta cualidad de unión, consiste en practicar la filantropía, rescatando a los hombres que han caído en la desgracia que produce la ignorancia, la cual tritura al más ínfimo deseo de superación. Pues esta filantropía constituye la ayuda que necesitan esos hombres que de buena gana están dispuestos a dar la vida con tal de ver materializados esos sueños de progreso, igualdad y libertad tan necesarios en nuestros tiempos; gente que no lo sabe, pero pide a gritos la ayuda de una mano experta que los guíe por el camino de la verdad.


En la masonería se pueden encontrar hombres de pensamientos libres, los cuales, por sus ideas, pudieran parecer incorrectos o hasta demoníacos para los que se enajenan en filosofías religiosas y morales mal entendidas, Por lo que todo aquel ser humano que se adhiere a sus filas, desde el instante mismo de su admisión, se encuentra inmerso en el aprendizaje que solamente esta institución le puede proporcionar.


Es por lo anterior, que dentro de la masonería, se anima al instruido a participar de los conocimientos que flotan en la atmósfera del recinto sagrado, consagrado a la virtud, aborreciendo y eliminando por lo mismo, todas aquellas escorias que sus integrantes hayan podido adquirir por las vanalidades y vicios que oferta este mundo vulgar.


La enseñanza impartida dentro de sus recintos se encuentra fuera de toda concepción mundana, pues el método para tal instrucción está constituido por el simbolismo que encierra todo lo que se encuentra a nuestro alrededor, ayudando con lo anterior a que el aprendiz, así como los demás miembros de una asamblea, justifiquen su participación en cada sesión llevada a efecto, con el fin de esclarecer los misterios que encierran las cosas a las que anteriormente no les encontrábamos el porqué o para qué están ahí.


Nosotros, reconocemos un poder superior, un diseñador universal, que en la perfección de su sabiduría, ha colocado a cada astro, cada partícula y cada elemento en el lugar exacto al que pertenece, designándole a la vez, el fin para el que fue creado; aunque es necesario aclarar que aquí no profesamos una religión determinada, eso se lo dejamos a los ministros religiosos, ya que nuestro fin no es de convertir a un católico en musulmán, o a un cristiano en santero; no atacamos ni apoyamos a una determinada religión, pues es muy respetable la concepción mitológica o teológica que cada miembro tiene del Ser Supremo. Los masones buscamos la concordia existente en las religiones conocidas y que se practican en hoy día, sin llegar a los extremos a los que llega el comercio de fe en todo el planeta. Es decir, no estamos a favor o en contra de los actos de fe de cada individuo, antes que todo eso, luchamos a brazo partido en contra de todo aquello que sirva para encadenar nuestras almas a la roca de la ignorancia; abrimos los grilletes de la barbarie, denunciamos todo aquello que sirva para esclavizar nuestro modo de pensar y el de los demás, y encontramos por medio de nuestra enseñanza aquellos preceptos que han servido de base para la fundación y permanencia de las religiones, encontrando con esto virtudes y defectos que cada cual posee.


No somos jueces de la humanidad, somos personas despiertas, pues hemos salido del terrible y relajador letargo que proporciona lo superfluo. Por lo que estamos dispuestos a proclamar esa verdad arrolladora, tan terrible y maravillosa a la vez; pues su luz es tan inmensa, que si no somos cautelosos corremos el riesgo de cegarnos por la intensidad de su sabiduría; motivando así, a que nos perdamos en los laberintos de la confusión. Y es tan grande la majestuosidad del conocimiento libre, que nos revela la enorme necesidad de conservar los conocimientos que nos han sido proporcionados por los iluminados de la antigüedad, también nos exige él conducirnos con sigilosos pasos, marcados por el compás de la prudencia, para que el ser humano que tenga acceso a estos conocimientos, no termine en los brazos de la locura, ni agregue una gota más de confusión a la humanidad. Así evitamos que los no aptos formen parte de nuestras filas, reduciendo también en lo posible, la infiltración de seres despreciables que pudieran vendernos a las manos de cualquier tirano que viva en la desgracia de creer que al eliminarnos hace un bien a la humanidad, logrando solamente apagar una luz que bien lo pudo haber guiado por el camino del conocimiento, apoyándole para que logre escapar de ese túnel de perdición llamado oscurantismo.


Y es tan grande el amor que profesamos a la humanidad, que somos capaces de perdonar las atrocidades que se piensan en contra nuestra, invitándoles a discernir junto a nosotros, sobre la cárcel sin rejas llamada ignorancia, sellada por la amalgama que forman la apatía y la estupidez, y vigilada por el cancerbero llamado represión.


Es cuanto


© Copyright Autor: Eduardo Chaparro Martínez

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