El destino póstumo del ser humano se juega, por lo menos en el cristianismo, en el último instante de su vida: si en ese instante está reconciliado con Dios "subirá al Cielo"; si no "bajará al infierno". El instante final representa una totalidad, una conclusión. O sea el hombre tiene que elegir entre ser Kaos y ser Kosmos en su vida. Es evidente que nuestro objetivo en esta vida es tener una buena muerte, la elección es ineludible. Esta certeza nos viene de dos fuentes: del fondo de nuestra alma; y de la Revelación divina.

Con respecto a nuestro mundo hay un combate entre el Bien y el mal; la Verdad y el error; y la Belleza y la fealdad. Pero es un combate en el que al fin y al cabo triunfan la Verdad, el Bien y la Belleza. Para saber esto basta leer el Apocalipsis de San Juan. Y aquí nos damos cuenta de la importancia de los Últimos Tiempos, en el que se juega el destino de la humanidad.

Si ejemplificamos esto en las películas de cine, veremos la importancia de la conclusión de ellas. Ahí se decide si la película se salva o se hunde, si es una película sáttvica o tamásica. Un ejemplo de película sáttvica: París, Texas de Win Wenders. Un ejemplo de película tamásica: La naranja mecánica de Stanley Kubrick.

Espero que estas reflexiones nos sirvan para contemplar las obras de arte con los ojos abiertos y el corazón cerrado, para discernir la semilla de la cizaña. Sería muy interesante que se hicieran estudios monográficos sobre diferentes obras de arte: ¡cuántas no merecerían la estima en las que son tenidas y deberían ser exiliadas del Olimpo de la Belleza!