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EL MITO DEL ETERNO RETORNO(*)

DE MIRCEA ELIADE


 

El título de este pequeño volumen, que, por lo demás, no responde exactamente al contenido, no nos parece muy acertado, pues inevitablemente hace pensar en concepciones modernas a las que se aplica habitualmente el nombre de "eterno retorno", y que, además de la confusión de la eternidad con la duración indefinida, implican la existencia de una repetición imposible y claramente contraria a la verdadera noción tradicional de los ciclos, según la cual tan sólo hay correspondencia y no identidad; hay en esto una diferencia, en el orden macrocósmico, comparable a la que, en el orden microcósmico, existe entre la idea de reencarnación y la del paso del ser a través de los estados múltiples de la manifestación. De hecho, no es de eso de lo que se trata en el libro de M. Eliade y lo que entiende por "repetición" no es otra cosa que la reproducción o, más bien, la imitación ritual de "lo que fue hecho en el comienzo". En una civilización íntegramente tradicional, todo procede de "arquetipos celestiales": así, ciudades, templos moradas, siempre se edifican según un modelo cósmico; otra cuestión conexa, y que, en el fondo, incluso difiere de ella mucho menos de lo que el autor parece pensar, es la identificación simbólica con el "Centro". Son cosas de las que hemos hablado bastante a menudo; M. Eliade ha reunido numerosos ejemplos que se refieren a las más diversas tradiciones, lo que muestra bien la universalidad y, podríamos decir, la "normalidad" de tales concepciones.

A continuación, pasa al estudio de los ritos propiamente dichos, siempre desde el mismo punto de vista; pero hay un extremo al que hemos de poner serias reservas: habla de "arquetipos de las actividades

profanas", cuando precisamente, en tanto que una civilización guarda un carácter íntegramente tradicional, no hay actividades profanas: creemos comprender que lo que él denomina así, es lo que se ha vuelto profano a consecuencia de cierta degeneración, lo cual es bien diferente, pues entonces, y por ello mismo, ya no puede tratarse de "arquetipos", pues lo profano no es tal sino porque ya no está ligado a ningún principio transcendente; por lo demás, no hay verdaderamente nada de profano en los ejemplos que da (danzas rituales, consagración de un rey, medicina tradicional). En la continuación, se trata más en particular del ciclo anual y los ritos que se le relacionan; naturalmente, en virtud de la correspondencia que existe entre todos los ciclos, el propio año puede tomarse como una imagen reducida de los grandes ciclos de la manifestación universal, y eso explica particularmente que se considere que su comienzo tiene carácter "cosmogónico"; la idea de "regeneración del tiempo", que el autor hace intervenir aquí, no está muy clara, pero parece que por ella hay que entender la obra divina de conservación del mundo manifestado, en la que la acción ritual es una verdadera colaboración, en virtud de las relaciones que existen entre el orden cósmico y el humano. Lo lamentable es que, para todo ello, haya que considerarse obligado a hablar de "creencias", cuando se trata de la aplicación de conocimientos muy reales, y de ciencias tradicionales que tienen muy distinto valor que las ciencias profanas; y ¿por qué, además, por otra concesión a los prejuicios modernos, hay que excusarse por haber "evitado cualquier interpretación sociológica o etnográfica", cuando, por el contrario, no podemos sino elogiar al autor por esa abstención, sobre todo cuando recordamos hasta qué punto se estropean otros trabajos con semejantes interpretaciones? Los últimos capítulos son menos interesantes desde nuestro punto de vista, y, en

todo, son los más discutibles, pues lo que contienen no es ya una exposición de datos tradicionales, sino más bien reflexiones que pertenecen exclusivamente a M. Eliade y de las que intenta sacar una especie de "filosofía de la historia". Por lo demás, no vemos cómo las concepciones cíclicas se oponen de algún modo a la historia (incluso emplea la expresión "rechazo de la historia"), y, a decir verdad, ésta, por el contrario, no puede tener realmente sentido sino en cuanto expresa el desarrollo de los acontecimientos en el transcurso del ciclo humano, aunque los historiadores profanos no sean seguramente muy capaces de darse cuenta de ello. Si la idea de "desgracia" puede vincularse en un sentido a la "existencia histórica", es precisamente porque el desarrollo de un ciclo se efectúa según un movimiento descendente; y ¿hace falta agregar que las consideraciones finales, sobre el "terror de la historia", nos parecen realmente algo demasiado inspiradas por preocupaciones de "actualidad"?

(Publicado en "Etudes Traditionnelles", diciembre de 1949)

Nota: De este texto del estudioso de las religiones Mircea Eliade, existe una buena traducción a cargo de Alianza Editorial (España).

 

René Guénon


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