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Al Azif

(Jorge Miranda Fuentes)

 

El materialismo inoculó en el corazón del hombre moderno la necesidad de hacerse rico de espacio; haciéndole olvidar su propia tarea de acumulador de tiempo; instándolo a embarcarse en la conquista de cosas visibles, personas y territorios, naciendo así la falacia del progresismo y como consecuencia brutal, a su sombra prosperó el germen del imperialismo.

 

La condición humana rápidamente vio reducida su importancia frente a la fuerza de los acontecimientos históricos. Recordemos al insigne Copérnico postulando en el siglo 16 que la tierra no era el centro del universo en oposición contundente frente al geocentrismo imperante desde la Edad Media . A su vez el naturalista Charles Darwin destroza con su teoría de la evolución la concepción antropocéntrica del cosmos al emparentarnos directamente con los simios. Dejamos de ser el centro de todo y nos transformamos en seres carentes de la sacralidad de los tiempos antiguos para sumergirnos definitivamente en las penumbras de un nuevo orden. El hombre pierde su relación con los dioses y peor aún deja de considerarse hecho a la imagen y semejanza de ellos. La revolución industrial cierra el circulo fatal al transformar la dignidad en una moneda cambio transable, reemplazando al hombre por las máquinas, el poder del espíritu por la fuerza de las calderas de vapor.

Nuestra cultura borra sistemática e inexorablemente de la memoria colectiva el concepto de lo sagrado, negando la existencia de lo trascendente para derivar en un continuo de valores, ideas y filosofías del poder. La imposibilidad de percibir la maravilla de la existencia contrasta fuertemente con una aceptación absoluta de los dictámenes científicos o tecnológicos no importando sus cuestionamientos éticos o morales. Vivimos tiempos de oposición entre lo profano y lo sagrado, una era de dominio de la inmanencia frente a la trascendencia.

En contraste con lo anterior pueblos o etnias que no han roto el contacto con la naturaleza y en estado puro aún viven en remotas selvas,desiertos y bosques lluviosos del planeta transmiten oralmente sus mitos y tradiciones a las nuevas generaciones .

Sin embargo observamos que los aborígenes habitantes del norte australiano en su aparente primitivismo y aislamiento no tienen incorporado en su lenguaje vocablos como: ser, no ser, real, irreal, ilusorio; pero la cuestión es que a pesar que la palabra está ausente, la cosa o esencia esta presente para ellos manifestada de manera coherente por símbolos y mitos.

Hoy sabemos que bajo un antiguo mito o leyenda arcaica existe un asomo de realidad, una base de verdad, como lo atestiguan los miles de antiquísimos manuscritos dejados para la posteridad dentro las paredes de la gran biblioteca de Alejandría y que ardieron junto a tratados de astronomía, herbolaria, matemáticas y de otras ciencias antiguas de las que no quedan siquiera vestigios. El gran incendio destruyó las copias del Manuscrito Pnakótico, los Cantos de Dhol, los Siete Libros Crípticos de Hsan y otros que ya están en los dominios del olvido.

Un antiguo manuscrito árabe salvado de las llamas denominado "Al Azif" cuya autoría se atribuye a un demente llamado Abdul Alhazred emerge como una luz en la oscuridad permitiendo un contacto con una muy antigua religión que nos habla de cultos y ritos de adoración que conforman una compleja mitología que a primera vista parece ser análoga a la conocida historia de la creación

Según esta tradición en épocas prehumanas existió una gran batalla entre poderosos dioses y entidades de cósmico poder.

Dioses arquetípicos como Nodens el señor del abismo en pugna con Cthuga, el ser del fuego, y con Cthulhu,el ser del agua dormido en RŽlyeh , y los nombres de los cuatro señores del aire: Lloigor, Hastur el inefable, Zar e Itaqhua, son fácilmente identificables al leer las páginas de las formidables traducciones de "Al Azif" al latín y griego realizadas por Olaus Wormius en el año 1228 d.C., copias conocidas bajo el nombre de "El Necronomicón". Considerado un libro maldito, pocos han descubierto la realidad sagrada ya olvidada que encierra su contenido. Se cree existen copias en el Museo Británico, en la Biblioteca Widener de Harvard, Biblioteca de Miskatonic de Arkham, Biblioteca de Buenos Aires y en la Biblioteca Nacional de París.

De Abdul Alhazred , su biógrafo del siglo xii Ebn Kallikan , nos dice que fue atrapado y devorado por un monstruo invisible ante el espanto de muchos testigos presentes en un luminoso día del año 731 d.C.

El Necronomicón, vestigio de un pasado sacro o producto de la fértil imaginación de un escritor llamado H.P. Lovecraft.

 

(Nota: Jorge Miranda es miembro de la Liga Lovecraftiana)

 

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sergio_fritz@yahoo.com

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