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LA HERENCIA

(David Alberjón)

Esta carta está dirigida a la persona que la encuentre, porque alguien la encontrará, si la humanidad merece algún intento de salvación.

Sé que mi muerte está cerca, porque he descubierto secretos que deberían permanecer ocultos para siempre. Mi afán de búsquedas imposibles me han llevado más allá de lo permitido a simples mortales y presiento que pronto ellos vendrán a por mí. Un terror profundo e ilimitado atormenta mi alma, pero no puedo hacer nada para evitarlo. No temo por mi vida, porque ahora sé que nada ni nadie puede salvarme; sólo tengo miedo de los tormentos que padeceré una vez muerto, porque creo que no dejarán que mi alma descanse en paz. Libaran de ella hasta que desaparezca el último hálito de inmortalidad.

* * *

La primera vez que entré en su despacho no reconocí ninguno de los libros que ocupaban sus estanterías, porque pensaba que eran libros ficticios que solo existían dentro de las mentes impías de ocultistas ávidos de conocimiento; pero estaban allí. Cubiertos de polvo y telarañas, ¡pero eran reales! Todos ellos encuadernados en piel y con extraños símbolos en sus lomos. Pude contemplarlos antes de que él entrara en su despacho.

Eran libros como el Libro de Eibon, el Texto de R´lyeh, los Cultes des Goules del conde d´Erlette, De Vermis Mysteriis de Ludvig Prinn, los Unaussprechlichen Kulten de Von Juntz y, sobre todo, el abominable Necronomicon de Abdul Alhazred. Todos ellos, que según muchos entendidos no existían, estaban allí, observando sin ojos el impasible paso del tiempo, desde mundos de palabras ocultas al conocimiento humano. Pero justo cuando mi mano se dirigía hacía el Necronomicon, Julius entró, después de despedir a un amigo con el que hablaba en la puerta.

Antes de conocer su secreto, sólo sabía de él que era profesor de Filología en la Universidad de Innsmouth. Julius provenía de la Universidad de Miskatonic, en la controvertida ciudad de Arkham, en la que pertenecía a la Sociedad de Estudios Históricos, sociedad que comúnmente es considerada casi una secta. La clase que imparte a los alumnos de primer año es Tratamiento de Textos Antiguos, en el primer cuatrimestre y Estilística Mitológica en el segundo. Además imparte un curso sobre Civilizaciones Perdidas al cual yo pertenecía.

Sobre Julius ya corrían todo tipo de comentarios y cuchicheos; que si pertenecía a sociedades secretas cuya misión era devolver la vida a seres estelares como Cthulhu, Azathoth u otros dioses primigenios, que debían regir el universo; que si huyó de Arkham debido a una especie de "caza de brujas" que allí se produjo. Algunos dicen que le han visto realizando extraños cultos ancestrales, espiándole a través de las ventanas de su hogar; y que le han escuchado hablando en una especie de "gorgojeo" o "chapoteo" –como algunos lo califican- con su novia Victoria, encerrados en su despacho.

La verdad es que yo no creí nada de lo que los demás decían, ya que en un primer momento no noté nada anormal en él. Al menos hasta el día en el cual visité su despacho para realizar la lectura de un trabajo. Ese fue el día que descubrí aquellos extraños libros.

-¿Te interesan esos libros?- preguntó, al verme con la mano extendida hacía el Necronomicon.

- No los conozco- disimulé -, pero parecen muy antiguos.

- Y lo son, sus orígenes son insondables.

Después me invitó a sentarme a un lado de su mesa principal, justo enfrente de él, y fue cuando noté algo fuera de lo normal: su cabeza era estrecha y rara, aunque su abundante cabello –una melena rizada hasta los hombros- lo disimulaba; su nariz era chata y aplastada; sus ojos parecían no parpadear. Pero lo más extraño fue su piel –solo pude ver la de alrededor de su cuello- parecía áspera y costrosa, y con unos repliegues a ambos lados del cuello, algo que me pareció muy extraño, como inhumano. De su cuello colgaba un extraño amuleto con unos extraños grabados hechos con unos caracteres que no había visto en mi vida, pero semejantes a los grabados de la meseta de Leng.

Cuando acabe la actividad salí del despacho, donde parecía reinar una atmósfera lóbrega y asfixiante, como un templo largamente olvidado por el hombre.

Este primer contacto me alarmó y me dispuse a intentar vigilarle más de cerca, tanto dentro como fuera de clase.

Su novia Victoria formaba parte de la clase, por lo que también intenté buscar actitudes extrañas en ella. Era una muchacha joven que también provenía de Arkham. La relación amorosa entre Julius y ella comenzó allí, según tengo entendido. En su cara no se apreciaban los rasgos "inhumanos" de su amante: ni cabeza estrecha, ni nariz aplastada, ni piel costrosa, al menos a simple vista. Aunque si podía observar una especie de arrugas continuadas a ambos lados del cuello. En clase ella era un alumno más, pero fuera de ella, siempre iba con Julius o a su despacho a verle.

Una de esas veces la seguí, y no me equivocaba, ella se encaminó hacía su despacho, sin detenerse en ningún sitio. Entró en el edificio D-2, donde estaban los despachos de los profesores, subió a la primera planta y giró por el pasillo de la derecha y al final de éste volvió a girar a la derecha y allí se paró, en el despacho D2-136. Al entrar pude escuchar que echaban el pestillo, evitando posibles interrupciones. Era mi oportunidad para espiarles: acerque la cabeza todo lo que pude a su puerta, pero no escuché nada, solo una especie de silbido, seguido por un ruido similar a un grifo goteando, aunque no tan repetitivo, más bien parecía como un lenguaje anfibio, pero con claras estructuras gramaticales que podían ser captadas perfectamente. En ese momento no creí que fuera realmente un lenguaje, y lo asocié a un compact disc musical o una forma curiosa de llenar vasos con líquido o un extraño pasar de hojas; claramente, no tenía conocimientos para asociarlo a una raza ajena a nuestro planeta.

Entonces pensé que debía encontrar alguno de aquellos libros malditos y adquirir conocimientos; para mí sólo eran mitos y leyendas.

Gracias a mi tío, que era un gran aficionado a temas ocultistas y crónicas de otros mundos, pude adquirir el libro Unaussprechlichen Kulten de Von Junzt, llamado también el Libro Negro, en su edición cuidadosamente censurada por la Golden Goblin Press de Nueva York en 1909. Mi tío poseía este libro gracias a mi abuelo –su padre- que se lo dio como herencia al ver que su hijo poseía sus mismas aficiones ocultistas.

El libro era un compendio de mitos –pobre ignorante- que según Von Junzt se dieron en el planeta poco después de la aparición del hombre y hasta nuestros días. El autor habla de una raza engendrada a partir de la mezcla de humanos con seres procedentes de otras regiones interplanetarias. Sus cultos requerían sacrificios humanos en honor a los dioses Primordiales como Cthulhu, Yog-Sothoth o Nyarlathotep, entre otros, y su meta era liberarlos de su letargo y devolverlos al lugar que merecen, el trono sobre el que controlarán y dominarán todo el universo, como hicieron en un principio.

El libro provocaba en mí sentimientos de repulsa y odio hacia aquellos cultos, aunque reconozco que también ejercían cierta atracción, debido a su misticismo y aura de misterio. Pese a esto, si todo era remotamente cierto, las abominaciones que atormentarían a la raza humana en un futuro serían terribles y no quedaría esperanza posible de supervivencia, mas que para sus terribles y ocultos seguidores.

* * *

En las semanas siguientes comenzaron a desaparecer alumnos de la Universidad. Yo no les conocía, debido a que pertenecían a diversas titulaciones diferentes a la mía, pero se comentaba que mantenían relaciones regulares con Julius. Pero en su momento concedí presunción de inocencia al extraño profesor. Aunque en dos meses habían desaparecido cuatro alumnos.

Un día en el que asistía, junto con mi compañero Eduard a su cursillo sobre Civilizaciones Perdidas, y disfrutábamos del ligero descanso entre hora y hora, vi como Julius salía de la clase y se dirigía, sin ninguna duda, hacia nosotros. Súbitamente quede paralizado por el miedo y creo que comencé a temblar, aunque mi amigo no notó nada porque no tenía constancia de los rumores, debido a que no compartía ninguna clase que fuera impartida por Julius.

- Quiero daros las gracias por las miradas de comprensión que recibo por vuestra parte, son muy gratificantes- dijo Julius cuando llegó a nuestra altura. Mi temor quedó latente, pero activado ante su presencia.

-Gracias- contestó Eduard- es debido a que estamos muy interesados en el tema.

Seguramente era por eso, aunque por mi parte intentaba descubrir algún atisbo sobre su posible origen extraterrestre.

-¿Os gustan grupos como Paradise Lost, Therion o Cradle of Filth?- debió de intuirlo por nuestras melenas.

Ambos asintimos, y él nos comentó que podíamos intercambiar material de nuestras bandas favoritas. Me gustaba esa idea, pero temía algún horrible final por confiar en él.

El caso es que comencé a intercambiar compact discs con él: Mad Grandiose Bloodfiends de Ancient, Athenian Echoes de Nightfall, 9Equilibrium de Emperor, entre otros. Con mi amigo Eduard intercambiaba conocimientos sobre guitarra eléctrica, afición que ambos compartían. Julius parecía una persona normal, incluso muy extrovertida. ¿Sería una "mascara" para envaucarnos y utilizarnos en horribles sacrificios, como se rumoreaba?

Comencé a pensar esto cuando al fin de semana siguiente mi amigo Eduard desapareció.

* * *

El viernes antes de su desaparición Eduard me dijo que Julius le había invitado a su casa de campo, durante el fin de semana. Su caserío se encontraba en medio de un bosque, muy primitivo que aún conservaba la misma forma que poseía durante la edad Terciaria, a unos cien kilómetros de Maine, en un lugar llamado Great Hill.

Eduard me comentó que iría allí para adquirir conocimientos musicales por parte de Julius.

En ese momento pensé citarle los rumores que se comentaban sobre el extraño profesor, pero ¡yo mismo dudaba de ellos!. No podía asustarlo con sermones que el mismo Eduard calificaría de "cuentos chinos" o "mamarrachadas". También yo los creía poco probables, así que no le impedí su visita a Great Hill.

Eduard me dijo que volvería a su casa el domingo, antes que Julius, que volvería el lunes a primera hora de la mañana, antes de comenzar las clases de la universidad. Ese domingo estuve esperando su llamada. Telefoneé a su casa y su madre me comentó que estaba muy asustada y que si no llegaba esa misma tarde, denunciaría su desaparición a la policía. Y así fue, el martes por la mañana un dispositivo policial buscaba a Eduard por los alrededores de Maine, hasta Great Hill. La noticia llegó a otras dependencias policiales de otros estados: el objetivo era un Renault once gris con franjas negras en ambos laterales, matrícula de Providence.

Yo no sabía que pensar, pero me prometí a mí mismo que hablaría con Julius sobre el incidente, por si él podía aportar algún dato. Ese mismo martes, después de la primera clase de la semana con él, me acerque a su mesa y la comenté:

-¿Se ha enterado de la desaparición de Eduard?

- Sí, lo he leído en el Providence Telegraph. No sé que ha podido pasar. El domingo por la tarde nos despedimos y él dirigió su coche hacía aquí y no me dijo que fuera a otro sitio antes de su casa -contestó con cierto aire frío, como si la desaparición de Eduard fuera normal-. Debe de haber sufrido un accidente, la carretera hasta aquí no es muy buena.

-Ya. -comenté pensativo e incrédulo, Eduard era un magnifico conductor. Súbitamente su rostro palideció y noté algo raro en su mirada. Creo que descubrió –ahora lo puedo confirmar- que yo sabía que todo era mentira y comencé a dudar de él-.

-¿Quién eres?- pregunté casi inconscientemente.

-¿Cómo dices?- respondió con otra pregunta, y me percaté de la estupidez que yo había cometido. Ahora Julius sabía que yo conocía los rumores que de él se contaban; además había visto los extraños libros de su despacho.

- Hay secretos que no pueden revelarse Daniel, - afirmó con media sonrisa en sus labios-. Ten cuidado y deja que el río siga su cauce -añadió mientras salía por la puerta-.

Estaba claro que aquello era una amenaza, por lo que empecé a temer por mi vida. Desde ese día, Victoria, su novia, esbozaba media sonrisa cuando se cruzaba conmigo en los pasillos de la Universidad. También ella conocía mis inquietudes sobre Julius.

Unos días después escuché a unos compañeros que conversaban sobre la invitación de Julius a uno de ellos para resolver unas cuestiones que el alumno tenía sobre cierto episodio de la mitología Inca y su relación con seres extraterrenales.

Éste era mi momento para seguirle hasta Great Hill y espiar la verdadera intención de Julius. Tomás, nombre del alumno, que era vecino mío, saldría hacía Great Hill el sábado por la mañana. Yo estaría aguardando.

El día anterior a la visita de Tomás a Great Hill, apareció el cadáver de Eduard ¡a 300 kilómetros al este de Great Hill! Su cuerpo inerte estaba desnudo y sin una sola gota de sangre en sus venas. No había huellas en su cuerpo, tampoco en su coche –escondido en un bosque cercano al hallazgo del cadáver- Lo más anormal –aparte de la misteriosa desaparición de la sangre- eran un par de moretones en el pecho de Eduard, tanto en el lado izquierdo como en el derecho, parecían provocados por ventosas o algo similar. Quizá estaba relacionado con la escasez de sangre.

Esto hizo aumentar los deseos de ir a Great Hill y descubrir en que modo Julius colaboró en los hechos. ¿Cómo pudo aparecer allí el cuerpo de Eduard?, ¿Lo llevó Julius allí?. No tiene sentido llevar tan lejos un cadáver y dejarlo a la intemperie. Era algo muy extraño.

Pensando esto, recordé que en el libro de Von Junzt, se hablaba sobre ciertas entidades que poseían poderes para alterar el espacio-tiempo según nosotros lo conocemos, por lo que pueden moverse de un lugar a otro, interdimensionalmente, es decir, pasan de un sitio a otro acortando el espacio a través de dimensiones paralelas. Según el autor estos seres podían ocupar cuerpos humanos durante muchos años, hasta que lo consumían y se deshacían de él. También comentaba que necesitaban renovar la sangre del cuerpo humano regularmente, para alargar su duración. De ahí los sangrientos cultos realizados en honor de estas entidades ajenas a la humanidad. Sus cuerpos –continúa el Libro Negro- estaban formados por una especie de gases que poseían a los seres humanos penetrando por sus orificios nasales. Estas entidades eran esclavas al servicio de dioses primigenios como Cthulthu y Yog-Sothoth, entre otros.

Recordar esto provocó en mi un súbito temor y un profundo horror ante mi intención de espiar a Julius en su caserío de Great Hill. Pero debía seguir adelante, puesto que lo hiciera o no, mi vida ya tenía límite.

Aquella última noche, antes de visitar el caserío de Julius, fue terrible debido a espantosas pesadillas sobre seres de espacios interplanetarios que amenazaban con regresar a un lugar que les pertenecía desde cientos de evos atrás. Un lugar en el que los humanos sólo ocupamos un insignificante espacio de tiempo, si tenemos en cuenta su historia.

A través de mis sueños –ahora sé quien los envió, dejándome conocer algo que representaba mi condena de muerte- pude ver que los Antiguos ocuparon el planeta hace muchos eones atrás, cuando éste sólo era un pedazo de roca amorfa rodeado por océanos primigenios en los que crearon ciclópeas ciudades submarinas que albergaron la semilla de los dioses. A través de edades no mensurables para nuestro insulso método de contar el tiempo, ellos fueron desarrollando su raza, una mezcla entre seres reptiloides de piel escamosa, que cubría un cuerpo gelatinoso, y seres marinos como los pulpos, los únicos supervivientes de tan increíble raza, aunque cuando los Antiguos abandonaron el planeta borraron el conocimiento arcano que los pulpos poseían. A través de la piel, escamosa y áspera, asomaban unos tentáculos por donde absorbían el alimento. Antes sólo necesitaban plancton primigenio y sales marinas; ahora sólo la sangre calma su sed de venganza.

Ellos fueron expulsados del planeta por los Dioses Arquetípicos, que pusieron al hombre sobre la Tierra para que gobernara en nombre de ellos. Aunque se sabe que algunos de los Dioses Primigenios quedaron aletargados dentro de las megalíticas ciudades, esperando el día del regreso; como el gran Cthulthu y sus servidores, cruces entre la raza antigua –La Gran Raza- y humanos, que intentan abrir las puertas de su despertar. Yog-Sothoth es la llave y la puerta, esperando bajo el umbral, los espacios interestelares.

Todo esto me fue revelado en sueños, además de una terrible sensación de desasosiego, porque el día en que los Antiguos regresen la Humanidad conocerá horrores y sufrimientos nunca imaginados. Ahora sólo espero que mi muerte llegue antes de ese día.

A las ocho de la mañana ya estaba preparado detrás de la ventana, esperando que mi amigo Tomás se dirigiera hacía Great Hill, en su Ford azul del setenta y cuatro. Yo utilizaría el Cadillac Seville de mi padre, para que Tomás no reconociera el mío, un viejo Maverick Downhill.

No fue hasta las diez cuando le vi salir por su puerta, portando un macuto, típico en acampadas, y dirigirse a su coche. Tomás no sabía que este iba a ser su último día de vida, aunque ahora sé que el destino de la humanidad –y el mío- no me importa nada una muerte más; he perdido cualquier sentimiento hacía la humanidad, por eso deseaba contemplar a uno de los servidores de los Antiguos. Ahora sé que ese fue mi mayor error.

Tomás conducía a una velocidad que permitía observar los detalles del paisaje. Fuimos –él, y yo unos 100 metros por detrás de su automóvil- dejando atrás montones de residencias unifamiliares, donde vivían las familias más acaudaladas de Providence, y tomamos la carretera general que conducía a Great Hill, a unos 100 kilómetros de donde nos encontrábamos. Esa misma carretera conducía a Arkham, la extraña ciudad de la que provenía Julius. Allí corren toda serie de rumores sobre la llegada de dioses extraterrestres que depositaron allí la semilla de una nueva raza. Aunque solo eran rumores... que poco a poco penetrarán en nuestra realidad, hasta que parezca que siempre han estado esperando, más allá de la incredulidad humana, ¿o no es acaso el no creer en el diablo su mejor arma?.

El trayecto duró una hora más o menos, tiempo en el que fuimos penetrando en un lugar repleto de árboles antiquísimos y ciclópeos, dando al bosque un halo de impenetrabilidad y convirtiéndolo en un territorio insondable.

De repente, el automóvil de Tomás giró a la derecha, penetrando en un camino de tierra flanqueado por un letrero de madera en el que aparecía inscrita una extraña palabra: R´lyeh. Yo seguí adelante, para que Tomás no se percatara de que le estaba siguiendo, ya que había llegado a su destino. Porque según el Libro Negro, R´lyeh es la ciudad sumergida donde Cthulhu, aletargado, espera que sus puertas se abran de par en par y Yog-Sothoth, que es el umbral mismo, despertará al gran Cthulhu, provocando la perdida de toda esperanza para la humanidad. Ese era el nombre simbólico que delataba la cercanía del caserío de Julius. A unos cien metros del letrero aguardaba una antiquísima casa envuelta con un extraño halo de inaccesibilidad.

Aparque mi automóvil unos cincuenta metros después del camino de tierra, ocultándolo en el bosque. Ahora sólo quedaba aguardar la caída de la noche, que según Von Junzt, propiciaba la invocación de los seres no terrestres, por lo que intuí que la vida de Tomás no correría peligro hasta el anochecer. Hasta entonces aguardé en mi coche, bien durmiendo –asaltado por sueños de seres gelatinosos y tentaculares- o acabando con mis provisiones, esperando el momento oportuno.

Después de abrir los ojos repentinamente me di cuenta de que me había quedado dormido. Consulté mi reloj; marcaba las once y cuarenta y siete minutos. Un poco más y hubiera llegado tarde, si era cierto que a las doce era el comienzo del ritual.

Abandone rápidamente el coche, con una extraña sensación, como si alguien me hubiera despertado, para que no me perdiera nada de lo que sucedería a continuación. Una sensación de algún mecanismo oculto en mi mente que mantenía férrea vigilancia sobre mí.

Pensé que debía entrar a través del campo, acercándome a la casa por uno de los flancos, lo que me camuflaría un poco, en vez de penetrar por el recinto delantero. La primera ventana que había en este lado derecho de la casa, mostraba una habitación sin luz; lo poco que la noche dejaba ver eran restos de abandono y decrepitud. Me percaté de que un rito secreto, compuesto por un sacrificio humano, - si es que todo esto era verdad- se realizaría en una habitación cerrada, o sótano, lejos de miradas ajenas al conocimiento vedado a los seres humanos. Pero algo en mi mente me impulsaba a dirigirme a la ventana de la parte trasera de la casa. Pero, ¿cómo sabía yo que había una ventana en la parte de atrás de la casa?. El nerviosismo se apoderó de mí, pero, pese al terror que retorcía mi alma, me dirigí a la parte posterior de la casa.

La parte de atrás de la casa constaba de cuatro ventanas; dos en el piso superior y otras dos en la planta baja. De las dos últimas, la más alejada de mí dejaba escapar un tenue resplandor, como el provocado por unas cuantas velas en una habitación sumida en la oscuridad.

Sin dudarlo me dirigí hacía ella, pese a que el miedo revolvía mis entrañas, aunque es cierto que otra parte de mí intentaba alejar ese miedo, para dar cabida al recuerdo, a la familiaridad, como algo latente esperando que llegue su hora. Un gatillo a punto de dispararse... pero el terror era demasiado fuerte.

Cuando llegué, lentamente, a una distancia prudente, pude ver que la ventana no tenía cortinas, ni nada que ocultara su interior. Seguí acercándome, me coloqué en una esquina y dirigí la mirada al interior: una habitación amplia, como un salón, repleta de enormes y antiguos candelabros que daban un aire tenebroso al ambiente. Las paredes estaban cubiertas por una extraña caligrafía, aparentemente cabalística, ajena al conocimiento humano. Extraños dibujos entrelazados con símbolos que denotaban un culto religioso de un mundo pre-humano, una cultura insospechada y poderosa.

Entonces descubrí lo verdaderamente terrorífico.

Tomás yacía desnudo sobre un lecho que parecía un altar aparentemente hecho con mármol o algún otro material muy brillante.

Mi compañero parecía inconsciente, aunque sus ojos estaban abiertos, contemplando algo más allá de nuestra dimensión, algo oculto entre todas las dimensiones. Sus ojos mostraban un pánico del que se enfrenta a algo desconocido y poderoso, aborrecible y atrayente a la vez, algo que escapa a la comprensión humana.

En ese momento Julius y Victoria aparecieron ante mi vista, digo "aparecieron" porque un segundo antes no estaban allí, aunque la imaginación pudo haberme jugado una mala pasada.

Ambos estaban delante del altar enfrente de la ventana, por lo que pude ver sus caras, que solo conservaban un ligero parecido con las personas que yo había conocido.

Estaban desnudos, su piel aparecía cubierta de escamas, formando una especie de caparazón protector alrededor de su cuerpo real, una sustancia gaseosa, según Von Juntz. Sus pies poseían garras y un dedo retráctil, al igual que algunos saurios como el Velocirraptor. Un apéndice en forma de cola sobresalía por la parte más baja de la columna vertebral, como un vestigio de un ser primigenio. Esos horribles repliegues del cuello eran mucho más visibles en el verdadero cuerpo de aquellos horripilantes seres. Su cara era angulosa y muy estirada; la boca apenas era una línea dibujada en el rostro. Dos puntos negros aparecían donde debía haber una nariz humana; y sus ojos... sus ojos reflejaban un orgullo y un poder inalcanzable a cualquier ser humano. Ambas figuras provocaban en mi ser un profundo respeto, sólo superado por un inmenso temor que comenzaba a volverme loco.

Entonces Julius comenzó a hablar en un lenguaje ajeno a nuestra existencia; sonidos guturales se entrelazaban con extraños gorgojeos, formando una especie de lengua con claros rasgos gramaticales. Algo que asocié con una frase se quedó grabado en mi mente: Ph´ughni mglw´nafh Cthuth R´lyeh wgah´nagl fhtagu. No conocía su traducción pero desde ese instante quedó grabada en mi mente. Luego lo comprendí todo.

Después de un rato salmodiando a algún dios antiguo, que viviría entre los espacios y los ángulos interdimensionales, - por extraño que parezca, comprendía aquel lenguaje -, Julius se acercó aún más al altar y posó sus ojos sobre Tomás, que solo estaba presente en cuerpo; sus ojos así lo reflejaban. De los repliegues de Julius salieron de repente un par de tentáculos con terminaciones similares a ventosas; idénticas monstruosidades aparecieron del cuello de Victoria. En un instante los cuatro tentáculos de los dos seres se clavaron en el pecho y abdomen de Tomás y comenzaron a producir un movimiento de succión sobre el cuerpo de la presa. El terror me dejó completamente paralizado, por lo que no pude hacer nada por ayudar a mi compañero; el miedo era demasiado fuerte.

El cuerpo de Tomás reflejaba la palidez y rigidez propia de un cadáver, por lo que los tentáculos de los "vampiros" volvieron a su lugar original. Tomás estaba muerto. Ellos le habían matado sin compasión. Sus ojos reflejaban un placer inmenso, la victoria sobre otro ser humano; otra presa más. Después, ambos cerraron sus ojos y el cuerpo de Tomás desapareció.

El altar quedó vacío en un segundo. Ahora comenzaba a comprender. En verdad poseían el poder de mover objetos, incluso ellos mismos, a través del espacio. No sé si serían tan poderosos para moverse por el tiempo, pero estaba seguro que la dimensión espacial no tenía secretos para ellos. Estaba convencido de que el cuerpo de Tomás había ido a parar a algún lugar a cientos de kilómetros de aquí.

Cuando volví a dirigir la mirada hacía Julius, vi que me estaba observando con una especie de sonrisa en su extraña boca. Una nueva oleada de terror, aún más fuerte que ninguna otra recorrió mi cuerpo. "Aparta ese estúpido temor de ti". Esa frase apareció en mi mente; enseguida supe que era Julius. Pero el pánico me hizo volver al coche y escapar de aquel horrible lugar. Ellos no parecieron seguirme, aunque noté una presencia en mi mente, una voz que me pedía que volviera a la casa; nada en el mundo me haría volver allí.

Después de tropezar incontables veces ante piedras y matorrales, llegué a mi coche. Por un momento había pensado que quizá Julius – o lo que fuera – habría movido – interdimensionalmente – el coche de allí; pero no. El automóvil seguía aguardando el momento de la huida.

Monté rápidamente en él y pense que, como cualquier película de terror, el coche no arrancaría. Pero no fue así, el suave sonido del motor apareció nada más girar la llave del contacto. Como alma que lleva el diablo regresé a mi casa por el mismo camino por el mismo camino por el que había llegado al caserío de Julius. En treinta minutos llegué a mi hogar, sin que aquellos seres dieran señales de su presencia. En ese momento lo achaqué a la suerte, pero debido a los posteriores hechos, me percaté de que todo lo tenían planeado hasta el último detalle.

* * *

Entré a mi casa con el temor latente de encontrar a los "vampiros" dentro de ella, pero no fue así. Allí no había nadie, al menos en ese momento, puesto que alguien debía haber puesto en la mesa de la entrada – donde dejo las llaves y el correo – aquella carta.

Más bien era un folio suelto, escrito en una lengua extraña, casi jeroglífica, pero familiar. No sé como, pero pude leerla sin dificultad. La traducción venía instantáneamente a mi cerebro, a la vez que leía aquellos caracteres.

Mis peores presagios se hicieron realidad: La carta la había mandado Julius. Pero, si había venido a mi casa, ¿cómo es que no me había esperado para matarme?, ya que yo conocía su secreto.

La carta venía a decir que ellos habían llegado a Providence con la única intención de iniciarme en el conocimiento de mi verdadera sociedad y existencia. Venían a mostrarme el verdadero camino, el que llevaba en la sangre. Ellos sabían mi nombre – Daniel Marsh – y que provenía de una extensa en cantidad y antigüedad – familia de Innsmouth, los Marsh, que habían pactado, hace cientos de años, con seres procedentes de otras dimensiones, para inseminar a sus mujeres y perpetuar La Raza Antigua. Yo era uno de sus descendientes, por eso ellos estaban aquí, para llevarme al Arrecife del Diablo, En Innsmouth, junto con los Profundos y el resto de mi familia. Pero yo me había negado, por lo que, según ellos, debía morir para no traicionar aquel horrible secreto.

Ahora comprendo por qué toda mi familia sigue viviendo en el viejo y destartalado pueblo de Innsmouth. Ellos también forman parte de los Profundos, que habitan en las ciudades sumergidas por debajo del Arrecife del Diablo, buscando la ciudad de R´lyeh para despertar a Cthulhu y volver a dominar el planeta y las demás dimensiones del universo, como fue en un principio, antes de la llegada del hombre.

Pero yo no era como ellos. Mi mente se resistía a compartir el arcano conocimiento de aquellos horribles seres. Yo quería seguir siendo quien era, pero no había más que dos opciones: Ir a Innsmonth o morir.

Y yo había elegido la segunda opción. Prefería la muerte a ayudar a aquellos seres a destruir la raza humana. Esperaría aquí, en mi casa, a que Julius y Victoria vinieran a matarme. Ya que yo no aceptaría la herencia de mi familia.

 

Artículo del Providence Telegraph, por Christopher Walker.

HALLADO EL CADAVER DEL JOVEN DESAPARECIDO HACE TRES MESES

Daniel Marsh, vecino de Maine, de veinte años, al que se tenía por desaparecido, apareció muerto ayer después de tres meses sin conocer su paradero. El cuerpo del chico se encontraba completamente desnudo y cubierto con extraños símbolos grabados en su piel con algo semejante a garras de algún animal. En su pecho y abdomen aparecían extrañas huellas de succión, pero se desconoce cómo y con qué fueron producidas. El cadáver se halló a cuatrocientos kilómetros de nuestra ciudad. Este es el dato más desconcertante de todos pues coincide con los casos de Eduard Elmer y Tomás Smith, ambos cadáveres también fueron hallados a más de trescientos kilómetros de aquí, desnudos y con aquellas huellas de succión grabadas en la piel. La policía está desconcertada ante los asesinatos, se ha descartado el suicidio ritual, y no cuenta con pista alguna para dar con el paradero del asesino. Seguiremos informando.

©David Alberjón

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