MAQUETA
(Patricio Alfonso)
Las cosas no son lo que parecen. En el día, la diferencia es menor. Quizá una morbidez rara en la textura de los muebles, un tono en el cielo, un algo inusitado en los rasgos faciales de mi nuera. Pero nada más. Cuando cae la tarde, las diferencias se acentúan. Y son mayores en la noche, cuando se supone que estoy durmiendo. Es entonces cuando la mesa del velador se despereza y comienza a pasearse por la alcoba, cuando la alfombra se enrosca y desenrosca en forma convulsa, es entonces cuando yo me quedo quieto y pienso. Recuerdo la sorprendida alegría que experimenté cuando mi nuera y mi hijo me fueron a buscar al asilo y me trajeron a vivir con ellos. Ahora sé que mi nuera no es mi nuera y que mi hijo no es mi hijo, como sé que este cielo no es el cielo y que esta casa no es una casa, como sé que el mar no es el mar. Una vez me levanté en la noche, pese a la mesa ambulante y la espasmódica alfombra, y miré por la ventana. Hubiera sido mejor no haberlo hecho. Lo que a las cinco de la tarde había sido una luna naciente, si bien algo deforme, era ahora una masa globosa provista de pupila que giraba en todas direcciones, deslizándose en un cielo de los colores más raros que jamás haya visto. Y abajo, el mar ya no estaba, como en el Libro del Apocalipsis; no había más que una enorme sima donde se agitaban millones de siluetas vermiformes y fosforescentes, como inmensas lombrices luminosas. Recuerdo haberme metido en la cama casi sollozando, y agradezco no haber visto jamás, en esas horas, a quienes dicen ser mi nuera y mi hijo. Es evidente que en esta mascarada hay algo que parece no funcionar. Mi cama jamás cambia, probablemente para que yo pueda tener un sueño tranquilo, pero sea quien sea el autor de la misma ha olvidado el insomnio, el persistente insomnio de los viejos. Y ahora yo sé. żO quizá jamás ha existido la intención de engañarme? A veces casi siento que me acostumbro a esta vida. En el día, las cosas son casi como antes, casi como en los tiempos felices cuando todavía no me llevaban al asilo. Sólo un matiz en el cielo, un ángulo en la cara de mi nuera que alguien menos suspicaz no vería. Pero aún me inquieto por saber como será aquí la muerte. Y, como todos los solitarios, me pregunto no donde estoy, sino donde estarán ellos. © Patricio ALfonso, 2001 URL de esta página: www.angelfire.com/zine/cas/maqueta.html
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