(Ignacio Menéndez)

El aire frió golpea mi cara, miro por la ventana, los coches pasan por delante de mí como ellos, veo que la hora se acerca.

-Sudor, frío-

Ya es de noche y estoy en la cama. La oscuridad me rodea. Siempre le he tenido miedo y a la vez éste me ha atraído. Es curioso como a las cosas que tememos nos envuelven una extraña atracción en un juego de deseos y temores.

Están aquí puedo sentirlos.

Hablan entre susurros para que no les oiga, planean cómo llevarme. Sé que acabaré junto a ellos, tarde o temprano.

Por eso por las noches no duermo, temiendo que si me descuido acabarán..... conmigo, ¿ formaré parte de ella?

A veces pienso que si me dejo un pie fuera de la sábana algo me cojera, algo me meterá debajo de la cama y ya no volveré. Realmente no hay razón alguna para volver, pero le tengo miedo.

Cuando bajo al sótano temo que una mano invisible y peluda me agarre el brazo antes de dar el interruptor y todo se acabe.

Es difícil explicar cómo con la luz se despejan todas mis dudas; pero cuando llega la oscuridad todo se vuelve confuso: donde antes había una ventana hay unos ojos que te espían. Donde antes había una pared, hay una sombra que acecha.

Ya no sé qué hacer. Ayer les percibí más cerca. Cuando me dormí sentí cómo se acercaban. No tardarán en llevarme con ellos.

Sólo espero que lo que aquí dejo plasmado sirva para prevenir a la gente. Ella es malvada y se apodera de todo, no hay nada que se pueda resistir a la oscuridad.

¡Ya está! Ya formo parte de ella. Anoche me vinieron a buscar, me metieron debajo de la cama y allí recibí mi negro bautismo.