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Los primeros cuentos de Lovecraft: hasta La bestia en la cueva

(Alejandro González)

 

 

Cuando leí en su día «La bestia de la cueva», no me dejó mucha huella: en comparación con otros de HPL, me pareció esquemático y sin mucha sustancia.

 

Ahora que lo he releído, sigo pensando que dentro de su producción no es desde luego de lo mejor; pero sí es interesante, porque siendo un relato muy temprano, presenta ya ciertas claves u obsesiones de su 'universo'.

 

Según Sprague de Camp (Lovecraft. Una biografía, Madrid: Valdemar, 1992, p. 47), HPL escribió el cuento en 1905, a los catorce años, muy influido por la lectura de Poe. Por lo visto (de Camp 1992: 38-9), se conservan algunos intentos anteriores en prosa , como «El sótano secreto o la aventura de John Lee» (1898, con ocho años), «El misterio del cementerio o La venganza de un muerto» (1898 0 99) y «El Barco misterioso» (¿1902?). Aún más, de Camp 1992: 34 cita dos cuentos suyos escritos a los cinco o seis años, «La botellita de cristal» y «El noble escuchador».

 

Examinemos la trama de algunos de estos primeros cuentos:

 

1. «La botellita...» es la historia de un capitán de barco que encuentra una botella con un mensaje: «Es John Jones quien escribe esta nota, mi barca se hunde rápidamente con un tesoro a bordo, estoy donde se indica en la carta que incluyo». El capitán va al encuentro del tesoro; cuando llegan a la posición, el buzo que desciende halla sólo otra nota, que dice: «Querido buscador, perdona la pesada broma que te he gastado, pero te la mereces».

 

2. «El noble escuchador» se ha perdido, pero el tema no puede ser más sugerente: trataba de «un niño que oyó casualmente en una cueva un horrible cónclave de seres subterráneos».

 

3. «El sótano secreto»: dos hermanitos (John y Alice) aprovechan que sus padres están fuera para explorar el sótano. Un muro se cae, revelando un túnel, en el que encuentran una cajita. Cuando John cava en el suelo del túnel, brota agua y Alice se ahoga. John escapa con el cadáver y la caja, que resulta contener un pedazo de oro macizo, que vale 10.000 $, «lo bastante para comprar lo que sea, menos la muerte de su hermana».

 

4. «El misterio del cementerio»: antes de morir, Joseph Burns pide al rector Dobson que arroje una pequeña bola de oro que le lega en un lugar del suelo marcado con una A. Dobson lo hace, pero desaparece. Su hija llama a un detective, King John, para investigar la desaparición de su padre. El raptor (hermano de Burns) y sus cómplices son atrapados cuando se disponían a embarcar hacia África: durante el juicio contra ellos, Dobson reaparece y cuenta que lo habían dejado apresado en una cripta junto a la tumba. Se trataba de un complot de los hermanos Burns.

 

5. «El Barco misterioso». Un perverso latino rapta a tres hombres y se los lleva al Ártico en un submarino. En el Polo Norte hay enormes extensiones desconocidas. (Probablemente, HPL tuviera fresca la lectura de «El relato de Arthur Gordon Pym» de Poe, al que homenajearía más tarde en «Las montañas de la locura».)

 

* * *

Es obvio que lo enterrado bajo tierra o bajo el mar constituyó un elemento fundamental de la imaginación de HPL desde su primera infancia: lo que se oculta puede ser un tesoro, que quizá provoque la muerte. El héroe desciende voluntaria- o involuntariamente al espacio inferior, y allí se encuentra con monstruos, queda atrapado en el mundo de los muertos, hace brotar un agua que está a punto de anegarle, etc.

Finalmente vuelve, pero cambiado (con un tesoro o con la 'prueba' aprobada).

 

En «La bestia de la cueva» encontramos estos mismos temas (el espacio inferior, el encuentro con lo sobrenatural, el miedo del héroe y su victoria final), enriquecidos con un elemento que no se encuentra en los cuentos anteriores: el juego entre lo extraño y lo familiar. La bestia de la cueva parece inhumana, pero resulta haber sido humana: el protagonista la teme mientras la desconoce en la oscuridad, viva; pero una vez muerta, cuando la examina a la luz, reconoce en ella un pariente (si no un igual) y siente lástima.

 

Tal como está formulado, el cuento trae a la memoria un mito que sin duda HPL, devorador en su infancia de la Mitología clásica, conocía bien: el encuentro entre Teseo y el Minotauro (hombre-bestia). Generalmente, en el esquema de la vida heroica, el héroe mata al monstruo y (acaso) toma algo de él (la cabeza de Medusa, la piel del León de Nemea, los dientes del dragón, etc.), que funciona de algún modo como equivalente del tesoro (y a veces se "canjea" por la mano de la princesa). Lo peculiar de HPL es esa ambivalencia, que aquí toma la forma de lástima por la bestia: no dudamos que el protagonista ha hecho lo que debía, pero la bestia no era sino un hombre como él que se había perdido en el laberinto... O, lo que es lo mismo, él podría perfectamente haber terminado convirtiéndose en su igual.

 

El espacio inferior (subterráneos, criptas, sótanos, túneles, cuevas) tiene varias connotaciones: es el mundo de los muertos, también el mundo de lo sub-humano. En él se guardan los tesoros, pero también se esconden los monstruos y peligros. Al hablar de sub-consciente, los psicólogos han prolongado esta tradición simbólica, al concebir la parte en penumbras de la psique como un 'mundo inferior' sobre el que está edificada la conciencia.

 

De Camp 1992: 48 trae un interesante testimonio de HPL en el que afirma que no padecía de agorafobia ni de claustrofobia, pero sí de una curiosa mezcla de ambas, «temor a los espacios cerrados muy grandes. La oscura cochera de un establo, el sombrío interior de un depósito de gas abandonado, un local o un teatro desiertos, una caverna muy grande pueden dar esa idea. No es que tales recintos me provoquen visibles e incontrolables espasmos y palpitaciones, sino que me producen una profunda y solapada sensación de lo siniestro ...aún a mis años [46]».

 

* * *

 

En fin: es un cuento sencillo desde el punto de vista de la trama, pero complejo desde el punto de vista de la simbología. Se ven en él las coordenadas u obsesiones del mundo de HPL: el descenso ad infera, la decadencia de lo humano a lo bestial, el sentimiento ambivalente hacia el monstruo.

 

HPL siguió descendiendo toda su vida a esos espacios, que le atraían tanto como le repelían: si analizáramos uno por uno sus cuentos, constataríamos que mucho de lo que hemos visto se desarrolla más tarde. Pero ése es el tema de otro artículo (de otros muchos).

 

Ergo, hasta el próximo

 

 

 

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© Alejandro González

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