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METODOS DE ACCION DIRECTA


Los procedimientos inmediatos contra los opresores económicos y políticos, conocidos por acción directa dentro del sindicalismo revolucionario cuentan con la huelga en sus distintos grados, desde la simple lucha en mejora de salarios, hasta la huelga general; el boicott; las infinitas formas de sabotaje; y la propaganda antimilitarista. Entre estas diversas formas de lucha técnica, la huelga, es decir la negativa organizada a trabajar, es la mas usada.
Desempeña, por lo que a los trabajadores respecta, un papel equivalente al de los frecuentes levantamientos de campesinos en la edad feudal. En su forma más sencilla, la huelga es el medio de mejorar la condición general de la vida del obrero y de defender las mejoras ya logradas, contra las medidas concertadas entre los patronos. Pero la huelga no es para el pueblo trabajador solamente un medio para la defensa de sus intereses inmediatos económicos, sino que es una escuela constante para el empleo de su energía o capacidad de resistencia, pues le demuestra, un día y otro, que el menor de sus derechos tiene que ser ganado por medio de incesante lucha contra el sistema vigente.
Tanto las organizaciones combativas de los trabajadores, como la misma lucha cotidiana en torno al salario, son consecuencia del orden económico capitalista, y, por consiguiente, constituyen una necesidad vital para el obrero. Sin ello, éste se vería hundido en el abismo de la miseria. Es cierto que el problema obrero no puede resolverse solamente con huelgas por el aumento de jornales, pero esas huelgas son el mejor instrumento educativo para que los trabajadores se percaten de la verdadera esencia del problema social, adiestrándolos en la lucha para la liberación de los sometidos a la esclavitud económica y social. También tiene un valor evidente la afirmación de que mientras el trabajador tenga que vender sus manos o su cerebro a un patrono, nunca obtendrá más que lo estrictamente indispensable para ir viviendo. Pero las necesidades indispensables a que tiene que atender no son siempre las mismas, sino que cambian constantemente con los requerimientos que el trabajador haca a la vida.
Uno de los resultados más importantes de las luchas económicas diarias es el desarrollo del sentido de solidaridad entre los trabajadores, cosa que para ellos tiene un alcance muy distinto que la coalición política de los partidos, en la que entra gente de todas las clases sociales. Una sensación de mutua ayuda, cuya fuerza se renueva constantemente en la brega ininterrumpida por las necesidades de la vida, que está continuamente reclamando con el máximo apremio la cooperación de los seres sujetos a las mismas condiciones, obra en forma muy distinta que los abstractos principios de partido, que, por lo general, no tienen más que un valor platónico. Nace la conciencia vital de un destino común, y gradualmente, se desarrolla hasta formar un nuevo sentido del derecho, llegando a ser la condición ética preliminar para todos los esfuerzos de liberación de una clase oprimida.
Fomentar y robustecer esta natural solidaridad de los trabajadores y dar a cada movimiento huelguístico un carácter social más profundo, es una de las tareas que se han impuesto los sindicalistas revolucionarios. Por eso una de sus armas preferidas es la huelga por solidaridad, que ha tenido en España un desarrollo de una amplitud sin igual en otros piases,. Este procedimiento hace que la batalla económica se convierta en una verdadera acción de los obreros como clase. La huelga solidaria es la colaboración de las categorías de industrias colaterales, pero también de las no relacionadas entre sí, con objeto de prestar ayuda en la lucha por el triunfo a un determinado ramo, haciendo extensivo el paro a otras industrias cuando se juzga conveniente.
En este caso los trabajadores no se contentan con prestar socorro económico a sus hermanos en lucha, sino que van más lejos y, paralizando industrias enteras, causan una rotura en el conjunto de la vida económica, con objeto de lograr que sus reclamaciones sean atendidas realmente.
La acción directa ejercida por la organización del trabajo tiene en la huelga general su expresión más acusada, es decir, la paralización del trabajo en cada ramo de la producción simultáneamente, para la resistencia organizada del pueblo trabajador, con todas las consecuencias que de ello derivan. Es el arma mas poderosa que tienen los trabajadores a su disposición, y ofrece la prueba más convincente de su fuerza como factor social. Después del congreso de sindicatos franceses de Marsella, en 1892, y de los últimos congresos de la CGT –Confederación general del Trabajo -, en los que por gran mayoría se optó por la propaganda en favor de la huelga general, los partidos políticos alemanes y de otros países fueron los que atacaron con mayor violencia esta forma de acción de los trabajadores, rechazándola como “utópica”. “La huelga general es la demencia general”, tal fue la tajante frase de uno de los jefes mas destacados de la socialdemocrata alemana. Pero el gran movimiento de huelgas generales, que se produjo inmediatamente después de emitido tal juicio, en España, Bélgica, Italia, holanda, Rusia y otros países, demostró que tal “utopía” entraba dentro del terreno de lo posible y no surgía de la imaginación calenturienta de unos fanáticos revolucionarios.
Naturalmente que la huelga general no es un procedimiento al que pueda recurrirse arbitrariamente, por cualquier motivo. Requiere ciertas premisas sociales que le den su verdadera fuerza moral y hagan de ella una manifestación de la voluntad de vastas zonas del pueblo. La ridícula pretensión, tan a menudo atribuida al sindicalismo revolucionario, de que es simplemente bastante proclamar una huelga general para establecer en pocos días una sociedad socialista, es una acusación sencillamente estúpida, una invención de adversarios mal intencionados para desacreditar una idea contra la cual no tienen mejoras argumentos.
Otra forma importante de lucha, de acción directa, es el boicott. Puede ser empleado por los obreros tanto en su calidad de productores como de consumidores. La negativa sistemática a adquirir las mercancías procedentes de aquellas empresas cuyos productos no son elaborados en las condiciones apropiadas, puede tener una importancia decisiva, especialmente en ramos de la industria que provee de mercancías de uso general. Al mismo tiempo el boicott, es muy adecuado para influir en la opinión pública en favor de los trabajadores, si estos acompañan su actitud de una propaganda acertada. El label sindical es un medio para facilitar el boicott, pues da al comprador la contraseña que le permite distinguir los géneros que desea de los que quisieran darle de otro origen. Inconsecuencias de lo que puede ser el boicott en manos de grandes sectores populares, y así lo reconocieron al declarar que el boicott internacional a los productos alemanes había causado serios daños a la exportación alemana. Esta influencia puede ser aún mayor si los sindicatos hubieran mantenido al publico al corriente merced a una incesante propaganda y si hubieran seguido alentando la protesta contra la abolición del movimiento obrero en Alemania.
Entre las armas del repertorio del sindicalismo revolucionario, el sabotaje es la más temida por los patronos y la más condenada como “ilegal”. En realidad se trata de un método económico de guerrilla, tan antiguo como el como el mismo método de explotación y de opresión política. En algunos casos, es un recurso obligado si fallan los demás medios puestos en juego. El sabotaje consiste en que los trabajadores opongan los mayores obstáculos posibles a la marcha del trabajo normal. En general, así se procede cuando los patronos, valiéndose de unas circunstancias económicas adversas a la industria, o de otra causa, ven una ocasión de aprovecharse y tratan de rebajar el nivel de vida del trabajador, por la disminución de los salarios y el aumento de la jornada de labor. La palabra misma está tomada del vocablo francés sabot –zueco- , y se da a entender con ello que el trabajo se haga torpemente, como a golpes de zueco. El significado total de la palabra sabotaje se expresa hoy en este principio: a malos jornales, mal trabajo. Es ésta una consideración a la que también los patronos se atienen al calcular el precio según la calidad de la mercancía. El productor, el obrero, se encuentran en idéntica posición: sus productos son su poder de trabajo y es sencillamente natural que trate de disponer de él en las mejores condiciones que pueda obtener.
La llamada – huelga sentada, o de brazos caídos – que con tal rapidez se corrió de Europa a los Estados Unidos y que consiste en que los trabajadores se mantengan en la fabrica día y noche, sin mover un dedo, con objeto de impedir completamente que sean sustituidos por esquiroles, entra también en el orden del sabotaje. Con frecuencia el sabotaje se produce así antes de una huelga, los obreros ponen las máquinas en forma que no puedan ser utilizadas fácilmente por suplentes de los huelguistas, o imposibles de funcionar en bastante tiempo. En ningún campo hay tato margen para la imaginación del operario como en este.
Pero el sabotaje de los trabajadores siempre se dirige contra los patronos, nunca contra el consumidor. El sabotear a los consumidores es privilegio ancestral de los patronos. La adulteración de viandas, la edificación de viviendas malsanas con el peor material y más barato; la destrucción de grandes cantidades de productos alimenticios, para mantener los precios, cuando hay millones de seres que padecen en la más espantosa miseria; los constantes esfuerzos patronales para reprimir lo más posible el nivel de subsistencia de los trabajadores con el afán de aumentar sus ganancias; la impúdica costumbre de las industrias de armamento de proporcionar a otros países equipos completos de guerra, que, si llega el caso, serán empleados para devastar al país que los produjo, éstos y otros muchos, son ejemplos sueltos de una interminable lista de tipos de sabotaje empleados por los capitalistas contra su propio pueblo. Como declarados adversarios de todas las ambiciones nacionalistas, los sindicalistas revolucionarios han consagrado siempre una parte considerable de su actividad a la propaganda antimilitarista, procurando mantener entre los obreros leales a su clase, y evitar que hicieran arman contra sus hermanos en tiempos de huelga. Esto les ha costado muchos sacrificios; pero nunca han cesado en sus esfuerzos, pues saben que solo manteniendo una guerra sin tregua contra los poderes dominadores pueden recobrar sus derechos. Al mismo tiempo, la propaganda antimilitarista contribuye a oponer en gran manera la huelga general al peligro de guerras futuras. Los sindicalistas revolucionarios se percatan de que las guerras únicamente se libran en provecho de las clases dirigentes; por consiguiente, estiman que es legítimo todo medio encaminado a evitar la matanza organizada de pueblos. También en este terreno los obreros tienen todos los resortes en las manos, y solo necesitan la voluntad y la energía moral para ponerlos en juego.
Ante todo, es necesario curar al movimiento obrero de su fosilización interna y librarlo de los lemas y consignas vacías, propias de los partidos políticos, para que avance intelectualmente y desarrolle en si mismo las cualidades creadoras que deben preceder a la realización del socialismo. El que esto es posible en la practica tiene que llagar a ser convicción intima de los trabajadores y cristalizar en una necesidad ética. La gran meta final del socialismo debe surgir de las luchas sostenidas un día y otro, a las que este objetivo de un carácter eminentemente social. En la pequeña lucha cotidiana, nacida de las necesidades de cada momento, debe reflejarse la gran meta de la liberación social, y cada una de esas batallas contribuirá a allanar el camino y a robustecer el espíritu que transforma los íntimos anhelos de los que sostienen las sostienen en voluntad y acción.

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