10. Causas del Delito.
10. Causas del delito.
A tres grandes categorías de causas se deben esos actos antisociales llamados delitos. Son
causas sociales, fisiológicas y físicas. Empezaré por las últimas. Son las menos
conocidas, pero su influencia es indiscutible.
Causas físicas.
Si vemos que un amigo hecha al correo una carta olvidándose poner la dirección, decimos
que es un accidente, que es algo imprevisto. Estos accidentes, estos acontecimientos
inesperados, se producen en las sociedades humanas con la misma regularidad que los
que pueden prevenirse. El número de cartas sin dirección que se envían por correo
continua siendo notable año tras año. Este número puede variar de un año tras otro, pero
muy levemente. Aquí tenemos un factor tan caprichoso como la distracción. Sin embargo,
este factor está sometido a leyes igual de rigurosas que las que gobiernan los
movimientos de los planetas.
Y lo mismo sucede con el número de delitos que se cometen al año. Con las estadísticas
de años anteriores en la mano, cualquiera puede predecir con antelación, con
sorprendente exactitud, el número aproximado de asesinatos que se cometerán en el curso
del año en cada país europeo.
La influencia de las causas físicas sobre nuestras acciones aun no ha sido, ni mucho
menos, plenamente estudiada. Se sabe, sin embargo, que predominan los actos de
violencia en el verano, mientras que en el invierno adquieren prioridad los actos contra la
propiedad. Si examinamos los gráficos obtenidos por el profesor Enrico Ferri y
observamos que el gráfico de actos de violencia sube y baja con el de temperatura, nos
impresiona profundamente la similitud de los dos y comprendemos hasta que punto el
hombre es una máquina. El hombre que tanto se afana de su voluntad libre, depende de la
temperatura, los vientos y las lluvias tantos como cualquier otro organismo. ¿Quién
pondrá en duda estas influencias? Cuando el tiempo es bueno y es buena la cosecha, y
cuando los hombres se sienten a gusto, es mucho menos probable que de pequeñas
disputas resulten puñaladas. Si el tiempo es malo y la cosecha pobre, los hombres se
vuelven irritables y sus disputas adquieren carácter mas violento.
Causas fisiológicas.
Las causas fisiológicas, las que dependen de la estructura del cerebro, órganos digestivos
y sistema nervioso, son sin duda más importantes que las causas físicas. La influencia de
capacidades heredadas, así como de la estructura física sobre nuestros actos, han sido
objeto de tan profunda investigación que podemos formarnos una idea bastante correcta
de su importancia.
Cuando Cesare Lombroso afirma que la mayoría de los que habitan nuestras cárceles
tienen algún defecto en su estructura cerebral, podemos aceptar tal afirmación siempre
que comparemos los cerebros de los que mueren en prisión con los de quienes mueren
fuera en condiciones de vida generalmente malas. Cuando demuestra que los asesinatos
más brutales los cometen individuos que tienen algún defecto mental grave, aceptamos lo
que dice si tal afirmación la confirman los hechos. Pero cuando Lombroso declara que la
sociedad tiene derecho a tomar medidas contra los deficientes, no aceptamos seguirle. La
sociedad no tiene derecho a exterminar al que tenga el cerebro enfermo. Admitimos que
muchos de los que cometen estos actos atroces son casi idiotas. Pero no todos los idiotas
se hacen asesinos.
En muchas familias, tanto en los manicomios, como en los palacios, hay idiotas con los
mismos rasgos que Lombroso considera característicos del "loco criminal". La única
diferencia entre ellos y los que van al patíbulo es el medio en que viven. Las
enfermedades cerebrales pueden ciertamente estimular el desarrollo de las tendencias
asesinas, pero no es algo inevitable. Todo depende de las circunstancias de quien sufra la
enfermedad mental.
Toda persona inteligente podrá ver, por los datos acumulados, que la mayoría de los
individuos a los que se trata hoy como delincuentes son hombres que padecen alguna
enfermedad, y a quienes en consecuencia, es necesario curar lo mejor posible en vez de
enviarlos a la cárcel, donde su enfermedad sólo puede agravarse.
Si nos sometiésemos todos a un riguroso análisis, veríamos que a veces pasan por nuestra
mente, rápidos como centellas, los gérmenes de ideas que son los fundamentos de las
malas acciones. Rechazamos estas ideas, pero si hubiesen hallado un eco favorable en
nuestras circunstancias o si otros sentimientos, como el amor, la piedad o la fraternidad,
no hubiesen contrarrestado estas chispas de pensamientos egoístas y brutales, habrían
acabado llevándonos a una mala acción. En suma, las causas fisiológicas juegan un papel
importante en arrastrar a los hombres a la cárcel, pero no son las causas de la
"criminalidad" propiamente dicha. Estas afecciones de la mente, el sistema cerebro-
espinal, etc., podemos verlas en estado incipiente en todos nosotros. La inmensa mayoría
padecemos alguno de esos males. Pero no llevan a la persona a cometer un acto antisocial
a menos que circunstancias externas les den una inclinación mórbida.
Causas sociales.
Si las causas físicas tienen tan vigorosa influencia en nuestras acciones, si nuestra
fisiología es tan a menudo causa de los actos antisociales que cometemos, ¡cuanto más
poderosas son las causas sociales! Las mentes mas avanzadas e inteligentes de nuestra
época proclaman que es la sociedad en su conjunto la responsable de los actos
antisociales que se cometen en ella. Igual que participamos de la gloria de nuestros héroes
y genios, compartimos los actos de nuestros asesinos.
Nosotros les hicimos lo que son, a
unos y otros.
Año tras año crecen miles de niños en medio de la basura moral y material de nuestras
grandes ciudades, entre una población desmoralizada por una vida mísera. Estos niños no
conocen un verdadero hogar. Su casa es una choza mugrienta hoy y las calles mañana.
Crecen sin salida decente para sus jóvenes energías. Cuando vemos a la población infantil
de las grandes ciudades crecer de ese modo, no podemos evitar asombrarnos de que tan
pocos de ellos se conviertan en salteadores de caminos y en asesinos. Lo que me
sorprende es la profundidad de los sentimientos sociales entre el género humano, la cálida
fraternidad que se desarrolla hasta en los barrios peores. Sin ella, el número de los que
declarasen guerra abierta a la sociedad sería aun mayor. Sin esta amistad, esta aversión a
la violencia no quedaría en pie ninguno de nuestros suntuosos palacios urbanos.
Y al otro lado de la escala, ¿qué ve el niño que crece en las calles? Lujo, estúpido e
insensato, tiendas elegantes, material de lectura dedicado a exhibir la riqueza, ese culto al
dinero que crea la sed de riqueza, el deseo de vivir a expensas de otros. El lema es:
"Hazte rico. Destruye cuanto se interponga en tu camino y hazlo por cualquier medio,
salvo los que puedan llevarte a la cárcel". Se desprecia hasta tal punto el trabajo manual,
que nuestras clases dominantes prefieren dedicarse a la gimnasia que manejar la sierra o
la azada. Una mano callosa se considera signo de inferioridad y un vestido de seda, de
superioridad.
La sociedad misma crea diariamente estos individuos incapaces de llevar una vida de
trabajo honesto y llenos de impulsos antisociales. Les glorifica cuando sus delitos se ven
coronados del éxito financiero. Les envía a la cárcel cuando no tiene "éxito". No servirán
ya de nada cárceles, verdugos y jueces cuando la revolución social haya cambiado por
completo las relaciones entre capital y trabajo, cuando no haya ociosos, cuando todos
puedan trabajar según su inclinación por el bien común, cuando se enseñé a todos los
niños a trabajar con sus propias manos al mismo tiempo que su inteligencia y su espíritu,
al ser cultivados adecuadamente, alcanzan un desarrollo normal.
El hombre es resultado del medio en que se cría y en que pasa su vida. Si se le
acostumbra a trabajar desde la niñez, a considerarse parte del conjunto social, a
comprender que no puede hacer daño a otros sin sentir al fin él mismo las consecuencias,
habrá pocas infracciones de las leyes morales.
Las dos terceras partes de los actos que hoy se condenan cómo delitos, son actos contra la
propiedad. Desaparecerán con la propiedad privada. En cuanto a los actos de violencia
contra las personas, disminuyen ya proporcionalmente al aumento del sentido social y
desaparecerán cuando ataquemos las causas en vez de los efectos.
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