12. Conclusión.
12. Conclusión.
La carcel no impide que se produzcan actos antisociales. Multiplica su número. No
mejora a los que pasan tras sus muros. Por mucho que se reforme, las cárceles seguirán
siendo siempre lugares de represión, medios artificiales, como los monasterios, que harán
al preso cada vez menos apto para vivir en comunidad. No logran sus fines. Degradan la
sociedad. Deben desaparecer. Son supervivencia de barbarie mezclada con filantropía
jesuítica.
El primer deber del revolucionario será abolir las cárceles: esos monumentos de la
hipocresía humana y de la cobardía. No hay porque temer actos antisociales en un mundo
de iguales, entre gente libre, con una educación sana y el hábito de la ayuda mutua. La
mayoría de estos actos ya no tendrían razón de ser. Los restantes serían sofocados en
origen.
En cuanto a aquellos individuos de malas tendencias que nos legará la sociedad actual
tras la revolución, será tarea nuestra impedir que ejerciten tales tendencias. Esto se
logrará ya muy eficazmente mediante la solidaridad de todos los miembros de la
comunidad contra tales agresores. Si no lo lográsemos en todos los casos, el único
correctivo práctico seguiría siendo tratamiento fraternal y apoyo moral.
No es esto una utopía. Se ha hecho ya con individuos aislados y se convertirá en práctica
general. Y estos medios serán mucho mas poderosos para proteger a la sociedad de actos
antisociales que el sistema actual de castigo que es fuente constante de nuevos delitos.
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Librado Rivera: En la Oficina del Alcalde