6. La Teoría de la Fuerza de Voluntad.
6. La teoría de la fuerza de voluntad.
Hay otra importante causa de desmoralización en las cárceles. Todas las transgresiones de
las normas morales aceptadas pueden atribuirse a la falta de una voluntad fuerte. La
mayoría de los habitantes de las cárceles son gentes que no tuvieron la fuerza suficiente
para resistir las tentaciones que les rodeaban o para controlar una pasión que les arrastró
momentáneamente. En las cárceles, como en los conventos, se hace todo lo posible para
matar la voluntad del hombre. No se suele tener posibilidad de elegir entre dos opciones.
Las raras ocasiones en que se puede ejercitar la voluntad son muy breves. Toda la vida
del preso está regulada y ordenada previamente. Sólo tiene que seguir la corriente, que
obedecer so pena de graves castigos.
En estas condiciones, toda la fuerza de voluntad que pudiese tener al entrar desaparece.
¿Y dónde buscar fuerzas para resistir las tentaciones que surjan ante él, como por arte de
magia, cuando salga de entre los muros de la cárcel? ¿Dónde encontrará la fuerza
necesaria para resistir el primer impulso de un arrebato de pasión, si durante años se hizo
lo posible por matar esa fuerza interior, por hacerle dócil instrumento de los que le
controlan? Este hecho es, en mi opinión, la condena más terrible de todo el sistema penal
basado en privar de libertad al individuo.
Es claro el motivo de esta supresión de la voluntad del individuo, esencia de todo sistema
penitenciario. Nace del deseo de guardar el mayor número de presos posible con el menor
número posible de guardias. El ideal de los funcionarios de prisión seria millares de
autómatas, que se levantaran, trabajasran, comiesran y fuesran a dormir controlados por
corrientes eléctricas accionadas por uno de los guardianes. Quizá así se ahorrase
presupuesto, pero nadie debería asombrarse de que estos hombres, reducidos a máquinas,
no fuesen, una vez liberados, tal cómo la sociedad los desea. Tan pronto como un preso
queda libre, le esperan sus viejos camaradas. Lo reciben fraternalmente y se ve una vez
mas arrastrado por la corriente que le llevó a la cárcel. Nada pueden hacer las
organizaciones protectores. Lo único que pueden hacer para combatir la influencia
maligna de la cárcel es aliviar su influjo en los ex-presidiarios.
¡Qué contraste entre la recepción de sus viejos camaradas y la de la gente que se dedica a
tareas filantrópicas con ex-presidiarios! ¿Cuál de estas personas le invitará a su casa y le
dirá simplemente: "Aquí tienes una habitación, aquí tienes un trabajo, siéntate en esta
mesa como uno mas de la familia"?
El ex-presidiario sólo busca la mano extendida de cálida amistad. Pero la sociedad,
después de haber hacho todo lo posible por convertirle en enemigo, después de inocularle
los vicios de la cárcel, le rechaza. Le condena a ser un "reincidente".
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