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CUADERNO ABIERTO
Tuesday, 19 October 2004
Pour Rimbaud
20 de octubre de 1854: nace Arthur Rimbaud.


La poesía de Rimbaud fue para mí en la adolescencia la primera desgarradura, el primer resplandor poético desmedido, el primer gran misterio. Leí sus Iluminaciones como la prueba material de que alguien sobre esta tierra concibió algunas palabras deslumbrantes viviendo de verdad al filo de la navaja. Que era posible buscar la intensidad vital y luego construir con ella una poesía que fuera “prosa de intensidades”: no imágenes aisladas sino una composición orgánica completa y constante que poco a poco, además, iba incluyendo hasta la mítica vida del poeta, sus silencios y su vertiginosa ausencia. Rimbaud es, en su vida y en sus palabras, un traficante de armas de fuego, de estrellas apagadas y de llamas que se encienden en cada lectura de su prosa. Paul Verlaine, quien fuera simultáneamente su Romeo y su Julieta, lo llamó con dulzura y dolor de abandonado: “el hombre de las suelas de viento”; y vio en su nomadismo compulsivo una búsqueda vital inagotable, mística y vulgar al mismo tiempo. No una huída sino una entrega total al fuego. Tal vez por eso leer a Rimbaud quema y sana; quema y salva.


Posted by ARS at 7:39 PM MDT
Updated: Wednesday, 20 October 2004 12:05 AM MDT
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Monday, 24 May 2004
Sobre la escultura de Alberto Vargas

H
O
R
I
ZON
TES
D E L A O B R A V E R T I C A L D E
ALBERTO VARGAS



De entrada me inquieta muy favorablemente la presencia de estas obras verticales entre los árboles y arbustos de un jardín. De manera discreta pero con carácter fuerte estas columnas o torres son significativas: nos dicen sutilmente muchas cosas y, antes de nada, que el jardín es también una creación humana igualmente deliberada y artística.
Sus ángulos rectos contrastan con la naturaleza pero también la impregnan de su fuerza. Son una leve marca de identidad sobre la piel del jardín. Como un lunar sutil e imposible, creado. Un lunar que enfatiza la belleza de un rostro, de un cuello. Estas esculturas distinguen y condimentan: hacen único lo que parece naturaleza común.
Entre los árboles o simplemente sobre un prado crean un ámbito: un espacio que se siente dentro de otro espacio. No como un muro que encierra hacia adentro sino como una presencia que irradia fuerza sensible hacia afuera, a su alrededor.
Y esa irradiación nos impacta porque no es ajena a nuestros cuerpos. No está sólo en el exterior sino dentro de nosotros. Como una piedra lanzada sobre la superficie del agua, estas obras se dejan descubrir de pronto por nuestra vista capturándola como si nosotros mismo fuéramos parte del agua donde su círculo se extiende.
La aparente sencillez clásica de estas columnas enfatiza así nuestra participación en la percepción de la obra, nuestra parte en el acto de mirarlas con todos los sentidos, de gozar su presencia con todo lo que tienen de geometría inmediata pero también de revelación y de misterio.
En otro ámbito, como escultura urbana, entre edificios, las columnas de Alberto Vargas ven enfatizada proporcionalmente su discreción pero sin disminuir su verticalidad y su presencia poética. Tal vez incluso haciéndola más intensa, por contraste. A la vez las esculturas irradian su alegría lúdica hacia los edificios: enfatizan el carácter estético de la arquitectura que las rodea, por si alguien olvida que cada edificio es también una obra de arte. Que en los edificios las texturas son intencionadas, que sus líneas pueden ser funcionales y a la vez bellas. Que la contemplación de un conjunto arquitectónico no debe ser excluida en nombre de su necesaria funcionalidad. Que lo inesperado de la creación estética también puede estar naturalmente en la composición de un edificio. Entre los muy originales y bellos edificios de Agústín Landa las obras de Alberto Vargas han ejercido su poder estético sabiendo erigirse como si la ciudad fuera su casa y han sido capaces de transformarse hasta en semillas si es necesario. El arquitecto, dándole al escultor la oportunidad de crear una nueva presencia estética, una extensión de su escultura, recibe de él el condimento fuerte y transformador de sus obras.
El mismo efecto de crear un ámbito de excepción producen dentro de una casa. Pero por otras razones. Extrañamente, no compiten con cuadros o con otro tipo de esculturas. Su presencia parece situarse deliberadamente en una zona intermedia entre la arquitectura más directamente funcional y la obra transplantada del estudio del pintor a la casa.
Como si, perteneciendo claramente a la familia y a la cultura de la creación artística, estas esculturas fueran los parientes que mejor hablan el lenguaje de muros y puertas y ventanas y terrazas. En la casa son así obras naturalmente bilingües. No aprendieron a hablar arquitectura, nacieron hablándola.
Y uno de los efectos de la naturaleza doble de estas esculturas es que tienden a la discreción enfatizada. Como si en su interior llevaran escrito el famoso mensaje de Oscar Wilde: “La elegancia máxima está en acercarse de vez en cuando, pero no siempre, a la invisibilidad”.
Cuando las vemos con detenimiento son apariciones radiantes, cuando no las vemos con fijeza son parte indisoluble, pero clara, del jardín o el edificio o de la casa. En esa intermitencia está una buena parte de su misterio y de su fuerza como obras de arte.
Otra se debe al hecho simple, incontrovertible, de que estas columnas y torres son formas arquetípicas. Es decir, pertenecen al lenguaje milenario de formas recurrentes en la creación humana. Formas que son lenguaje fuerte porque son producto de la imaginación simbólica de todos los tiempos.
Siempre late en ellas el deseo de verticalidad, de levantarse hasta el cielo, de conmemorar lo excepcional que surge de la tierra: hombres y mujeres notables, hechos inolvidables. La torre y la columna son símbolos claros de la aspiración humana a la trascendencia, es decir, a ir más allá de nosotros mismos, de nuestros límites naturales. Querer rascar los cielos es humano. La torre es la puerta de los cielos. Pero es también lo que nos ayuda a recibir su gracia. La columna es el eje entre lo humano y lo sagrado. Hasta en la arquitectura es soporte de la materia y vínculo entre dos niveles distintos. Más a fondo es el árbol de la vida, el triunfo contra la muerte y el olvido: erección abstracta de las potencias que afirman la vitalidad.
La historia de las civilizaciones está llena de apasionantes renacimientos de la torre y la columna. Son innumerables las referencias históricas y hasta mitológicas que pueden hacerse. Retengamos por lo pronto tan sólo el valor simbólico básico que siempre encierran y manifiestan: la torre y la columna son signos claros de la antigua y permanente aspiración humana de dotar a la materia de riqueza espiritual, de añadir a lo visible lo invisible.
En varios diccionarios de símbolos se cita un poema de Paul Valery, Cántico de las columnas, como síntesis de su valor simbólico. El poema es tan arquetípico que podría haber sido hecho para la obra de Alberto Vargas y por eso traduzco libremente algunos fragmentos de lo que dicen estas columnas que hablan de sí mismas:

Cantamos a la vez
que cargamos al cielo,
con una voz rara y sabia
hecha tan sólo para los ojos…

Somos hijas de la proporción, de la armonía,
y somos fuertes por las leyes del cielo.
Sobre nosotras desciende y duerme
un dios color de miel:
feliz duerme aquí el Día…

Incorruptibles hermanas,
casi ardiendo, casi frescas,
para bailar elegimos
brisa y hojas secas
y los siglos de diez en diez
y los pueblos del pasado…

Caminamos en el tiempo
y nuestros cuerpos radiantes
avanzan a un paso que no se siente.


Ese caminar que no se siente es también su presencia dentro de nosotros: la suma feliz de su geometría inmediata y material impregnada de su belleza arquetípica.
En una posible y deseada "Historia natural de la torre y la columna", la obra de Alberto Vargas ocupa ya un capítulo interesante y original. El del artista que logra sintetizar en sus esculturas muchos de los principios que podríamos llamar “históricos” de esa forma estética vertical pero que, al mismo tiempo, introduce algo radicalmente nuevo con ellas. Es un explorador, casi científico, de sus posibilidades internas pero también de sus posibles sentidos, ámbitos, presencias.
Porque su obra, mucho antes de ser referencia clásica es afirmación de lo posible, geometría en acción. Alberto vargas no deja de explorar las variables de una forma que otros artistas tal vez hubieran dado ya por explorada. Es un geómetra insaciable. Su curiosidad formal tiene algo de exploración científica, de rigor e imaginación. Explora la vida de las formas verticales y experimenta sus límites, sus posibilidades. Como si se tratara de conocer a fondo una planta rara y sus probabilidades de reproducción entre sus manos. Y su verticalidad, al crecer, al formarse, toma en cuenta los horizontes que habita. Por eso su tridimensionalidad es profunda, va de lo visible a lo invisible, de lo que tocamos a lo que sentimos también con la imaginación.


Posted by ARS at 12:36 PM MDT
Updated: Wednesday, 26 May 2004 12:17 PM MDT
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Thursday, 20 May 2004
SEISCIENTAS PALABRAS hacia un final feliz
Epílogo del libro de Bruno J. Newman, Epitafios y aforismos. 21-02-2004.

Este libro es como una de esas antiguas estelas de piedra puestas en los largos caminos de China. Algunas frases grabadas en ellas, muchas veces sabias y deslumbrantes, recordaban al viajero que es mortal pero que, mientras dure su viaje, la plenitud lo puede esperar a cada instante. Le señalaban que al pisar ese camino de tierra recorría otros caminos espirituales al mismo tiempo. Que otros han pasado por ahí y han dejado su huella. Que podemos dejar la nuestra como una ofrenda más que puede ser compartida.
Entre estas páginas están las estelas que Bruno Newman ha querido compartir con nosotros al cumplir uno de los ciclos de su vida. Sesenta años celebrados con sesenta estelas y una coda de seis epitafios. Celebra los poderes del 6, que como el 9 se escribe con el dibujo de una espiral : un círculo que se cierra pero recomienza con mayor amplitud. Como la vida a los sesenta.
Bruno pone ante nuestros ojos sus frases, sus perlas de sabiduría. Son pequeñas joyas que ha ido coleccionando a lo largo de la vida como tantas otras cosas bellas e interesantes que colecciona y que de vez en cuando nos muestra a sus amigos con un placer inmenso que él vuelve compartido.
Porque si algo hace evidente este libro tan especial es que fue deseado y planeado por un coleccionista. Es obra de un amante de lo excepcional. Su impecable gusto por las formas está lleno de reflexión. Goza y sabe.
Y aquí lo vemos gozar de la sabiduría concentrada en algunas palabras como algo que se contempla con deleite pero que también se puede usar en la vida. Hace que un aforismo sea un tipo de arte aplicada. Porque pensar y repensar la vida, las circunstancias de la vida, es útil y necesario pero también es un placer. El inmenso placer de comprender. Igualmente indispensable.
Bruno lo hace además con un profundo sentido del humor. Es uno de los ejes de su maravillosa colección de asombros. Nos deslumbra (nos empuja a abrir más los ojos) y nos alegra (dibuja en nuestro rostro esa felicidad). Y se sabe que compartir una sonrisa es uno de los actos más generosos y al mimo tiempo es uno de los más agradecidos.
Que el tema de la muerte vaya y venga entre estas páginas con humor creciente es algo más que un eco de la maravillosa costumbre mexicana de la risa y la calavera. Es, me parece, una aceptación jubilosa de la condición humana. Y me recuerda aquel clásico diálogo mitológico entre una bella mujer griega que se niega a ser seducida por un dios. El le ofrece que sus hijos serán inmortales y que ella misma podría llegar a serlo. Pero ella le responde con un paradójico elogio de la muerte como un don del que sólo gozan quienes no sean divinos. Y le dice, con humor, que mientras no haya una lechuga inmortal ella no tiene por qué serlo. Y así se niega a renunciar a ese privilegio del descanso, de gozar lo que se tiene y se desea ahora y aquí. Celebra la alegría de ser mortal. Amar la propia condición, con sus límites evidentes quita el velo de los ojos y desencadena sonrisas .
Así, en esta ofrenda de sesenta y seis caras, sin quererlo Bruno se pinta de cuerpo entero con seis líneas: generoso e inteligente, gozoso y jovial, tenaz y reflexivo. Todo envuelto en este libro como un instrumento perfecto para gozar y aguzar el sentido mayor: el del asombro.


Posted by ARS at 8:05 PM MDT
Updated: Tuesday, 25 May 2004 2:09 AM MDT
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Wednesday, 21 April 2004
Notas de Lectura. POESÍA
D E L B A R A N D A L de Ana Belén López, Ediciones sin nombre, 2001. En la poesía de Ana Belén López hay una personalidad muy fuerte que se detiene en sensaciones muy sutiles, hay pocas palabras que dicen mucho y una mirada sencilla que nos ayuda a ver cosas complejas. Su signo parece ser la paradoja: lo que nos obliga a recordar que su primer libro de poesía se llamó Alejándose avanza, y fue una demostración contundente de la madurez de su joven voz poética, novísima y ya exhibiendo maestría. El nombre mismo nos situaba desde el principio en su territorio poético: comarca de una voz que nombra directamente ciertos movimientos de la vida mostrándonos que son más profundos, más secretos, más intensos de lo que parecen. Como fugas que se convierten en cercanías, los npoemas de Ana Belén López sutilmente señalan detrás de las cosas a personas, encuentran en los lugares más seguros frágiles presencias, ven entre la gente fuerzas misteriosas, perciben en el tiempo un fugaz vacío, y en el silencio, entre los pliegues agudos del silencio, el reino omnipotente del deseo. Callado, el deseo todo lo toca en esta poesía, todo lo mece, lo vuelca, lo reanima, y las formas de su tiranía se vuelven pausadamenmte las formas de la vida. El deseo alejándose avanza; es su destino. Y el destino siempre nos seduce y nos obliga a rebelarnos. Por eso tal vez hay en los poemas de Ana Belén una combinación de rabia y ternura, de fragilidad y fuerza: fórmula finalmente muy afortunada en los rituales del amor y en los de la poesía. Algunos libros tienen un centro magnético, en Alejándose avanza ese centro imantado es sin duda el poema extenso “Lienzo blanco del regreso”, donde los hallazgos y las búsquedas del volumen se concentran y multiplican en armonía. En su libro Del barandal, impera sugerida la experiencia de un regreso. Lo que se ve de nuevo es distinto y es nueva la experiencia de verlo. Tanto que todo comienza a ser vivido de otra manera. La mirada se extiende desde lejos para nombrar las cosas de cerca. Con la distancia precisa para descubrir que, si se mira con la memoria hasta la superficie de los muros llenos de humedad es muy profunda: se atora en la garganta; y el polvo de la casa pesa, porque en él reposa toda la carga del tiempo. En la primera sección del libro, que se titula“La mirada de la memoria”, el acto de ver es de una intensidad tremenda. Cada poema es una verdadera convulsión de los sentidos que se lleva a cabo sin un solo aspaviento. El cuerpo de la poeta que mira y nos hace mirar está habitado por el fantasma hirviente del pasado, y ese cuerpo poseído tiene que verlo y sentirlo todo de manera distinta, paradójica, profunda. “Y sin embargo el calor por debajo de la piel como cicatriz marcando cada espacio y sin embargo los escalofríos…” No nos habla del pasado ni del presente sino de ambos entretejidos en los sentidos del poeta. Y además, su cuerpo se transforma tanto como el ámbito que ese cuerpo habita. Lo que toca, lo que mira por lo tanto es distinto. Una cama destentida es digna de un poema: el ser del poeta se tambalea como esas sábanas caídas, detenidas apenas casualmente por una almohada; las calles que suben o bajan, que van o vienen, se vuelven naturalmente inciertas; un gato negro cazando una mariposa negra es toda una profecía. Un beso en la palma de la mano, su memoria hecha presencia, presente, es más fuerte que la ola que rompió un vidrio que rompió a la ola. En este tejido de sensaciones que son cosas que son recuerdos, el sonido de las palabras se vuelve intermitente cámara de ecos generando otras palabras que son cosas, sensaciones, encuentros fortuitos de una estrella con una cubeta que se estrella en la calle. La segunda parte del libro, “La mirada de las estaciones”, hace del tiempo intenso como rayo que se movía dentro de los poemas anteriores, un círculo. La mirada ya no sólo es revelación instantánea , relámpago quieto, sino un ciclo de asombros que regresa varias veces; y hasta la desaparición de lo visible, en la neblina, al terminar el libro, se vuelve parte de ese lógico círculo vital que a todos nos incluye. También hay en este ciclo de poemas una rebelión hacia los lugares comunes que ligan ciertas emociones a ciertas estaciones. Ana Belén cita al poeta peruano Emilio Adolfo Westphalen: “La pobre primavera que siempre tiene que estar alegre”. Aquí, en Del Barandal, no hay retórica sino nacimiento ritual de las palabras: son pronunciadas hacia a una nueva luz donde todo significa otra cosa. Rebelión y ternura, abandono y encuentro, memoria y descubrimiento son una sola cosa en la voz firme y suave de esta poeta. Hay en la poesía de Ana Belén López un canto intenso que nos conduce por los laberintos de un alma para la cual memoria es pasión y es sensualidad y es desgarradura. Es raro encontrar en los primeros libros de un poeta este riguroso dominio técnico de formas aparentemente tan libres y, al mismo tiempo, una voz poética tan diferente y decidida.

Posted by ARS at 9:55 PM MDT
Updated: Wednesday, 21 April 2004 10:01 PM MDT
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Monday, 12 April 2004
ARTES DE MÉXICO Y EL ARTE POPULAR
A finales de los años ochenta, uno de los primeros números de Artes de México en su nueva época, estuvo dedicado a una cerámica conocida como talavera de Puebla. La portada lucía en gran acercamiento un detalle de una jarra poco conocida del siglo XVIII. La reacción de una buena parte de los lectores fue de sorpresa y de protesta. Muchos consideraron que una pieza de artesanía era indigna de ocupar ese espacio protagónico de la revista. Y con más razón si se piensa que la líneas horizontales de colores parecían formar parte de algún cuadro contemporáneo de arte abstracto. Esa reacción pública era significativa del valor que se le daba entonces a las artesanías en México. Y para nosotros era signo de que nuestra labor editorial iría en parte a contracorriente. Hacía más de cincuenta años que no se dedicaba un libro a esa artesanía ahora tan comentada y conocida. Esa edición sigue siendo citada y cumplió con su misión de volverse un libro de referencia y participar en la revaloración de esa cerámica. Y lo mismo ha sucedido con cada uno de los temas de arte popular que han sido estudiados y mostrados en las monografías de Artes de México. Durante los últimos quince años, las artes populares han ocupado más del treinta por ciento de las ediciones de Artes de México. En contraste, la antigua revista que se editó bajo el mismo nombre entre 1953 y 1980, dedicó al tema tan sólo un cinco por ciento de sus publicaciones. Cuando comenzamos esta nueva época de Artes de México en 1988, todavía se utilizaba el término de ¨artes menores” para hablar de las artesanías, queriendo diferenciarlas así de las “artes mayores”, como la pintura o la escultura. Y fue justamente ese desprecio implícito en el mundo de la cultura mexicana hacia uno de sus componentes fundamentales, lo que animó a quienes fundamos la nueva época de esta revista, a incluir el tema como uno de los ejes de su nueva línea editorial, y dar así públicamente al arte popular e indigena un valor que nos parecía evidente. Las cosas han cambiado desde entonces de tal manera que incluso esa cerámica se puso de moda, se multiplicaron las publicaciones sobre ella y aquellas líneas horizontales que nuestra portada ayudó a difundir con cierto escándalo figuran en varias piezas actuales conocidas en los catálogos de los talleres poblanos como “Diseño Artes de México”. Al ocuparnos de las artesanías nos estabamos vinculando con una rica tradición intelectual y estética que en los años veintes y treintas llevó a pintores como el Dr. Atl, Gabriel Fernández Ledesma, Diego Rivera, Roberto Montenegro y otros a coleccionar y escribir sobre esa dimensión de la cultura mexicana. Pero eso había cambiado desfavorablemente para las artesanías hacia la segunda mitad del siglo XX. Y era importante hacer algo. El reto incluía estudiarlo y difundirlo adecuadamente. Por una parte, las artesanías están intimamente vinculadas con el mundo indigena. Y aunque no siempre son su manifestación directa, pertenecen a ese rostro de México donde el mestizaje sigue ejerciendo su vitalidad creativa. Por otra parte, el estudio y la difusión del arte popular se encontraba confinado al mundo de la antropología. Y aunque esa disciplina ha aportado trabajos esenciales para comprender el arte popular, su existencia en la vida actual de México requiere otros puntos de vista, incluyendo el de los estudiosos de la estética, la historia, los artistas y escritores viajeros, etc. Pronto nos pareció evidente que la artesanía requiere ser investigada desde múltiples perspectivas. Pero de manera muy especial, era importante incluir la voz de los propios artesanos, cuya lucidez en muchas ocasiones ayuda a comprender el fenómeno creativo más allá de su propia especialidad. Cuando Artes de México publicó poesía indigena vinculada a los textiles de Chiapas, la reacción del pequeño mundo literario mexicano fue también de protesta y menosprecio, justo como cuando publicamos aquella pieza de talavera en la portada. Se hizo evidente que la mayoría de las revistas culturales mexicanas ignoraban todas las dimensiones de riqueza creativa alrededor de los artesanos y sus diversas culturas. Algo que introdujo Artes de México en la comprensión de este fenómeno mestizo, entre otras cosas, es la consideración del componente mudejar, escondido por la misma vertiente española que lo introdujo a México, y sin el cual no se entienden cabalmente muchas de las cerámicas y de los textiles de nuestro país, incluyendo algunos de los que se siguen haciendo en pueblos indígenas. Al mismo tiempo nos pareció importante compartir nuestro asombro ante la belleza de algunas obras maestras de este arte y decidimos hacer de las páginas de nuestra publicación un objeto artesanal por su diseño y por la calidad de su impresión, que incluso a los mismos artesanos diera orgullo. Y aunque este componente artesanal de nuestra labor editorial es un obstáculo para su plena comercialización, no estamos dispuestos a renunciar a él. Los mismos artesanos lo han apreciado y con frecuencia consideran a Artes de México como una extensión de su labor. Algunas veces nuestras investigaciones sobre el pasado de su actividad les ha servido para retomar diseños antiguos y para afirmar su identidad. Una idea que guía nuestro trabajo editorial es la certeza de que lo mejor de México está en su creatividad, por lo tanto en su arte y su cultura.
Margarita de Orellana y Alberto Ruy-Sánchez Directores de Artes de México

Posted by ARS at 12:03 PM MDT
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Monday, 1 March 2004
JAMPOL sobre Mármol, carnaval del cuerpo

Cada exposición de Glenn Jampol es una experiencia, una nueva exploración de las formas del arte. Es un artista lúdico que no cesa experimentar con lo que ve y nos propone a la vista. Desde su exposición en Berlín, abierta festivamente el mismo día de la caída del muro, Glenn Jampol proponía una serie de rupturas con la noción de espacio y jugaba con la percepción de lo que está fuera y dentro del cuadro. Como si “derribar los muros” fuera una meta de su arte en una asombrosa coincidencia histórica.
Hace poco, en otro episodio de experimentación obsesiva e igualmente lúdica, Glenn Jampol llevó a cabo una reinvención carnavalesca de los letreros públicos, letras e imágenes, que abundan en las calles y las carreteras de Costa Rica.
Ahora el punto de arranque parece ser la materia que ha elegido como sustrato de sus cuadros: el mármol. Piedra de connotación fría que el artista ha vuelto cálida a fuerza de color y de luz. Pero también a fuerza de figuras abstractas que implican una ligera huída de la helada geometría rigurosa al refugiarse en grietas y manchas más naturales, más producto de los accidentes de la naturaleza que de una planeación implacable.
Pero antes de nada, estas piezas de mármol que ha elegido en vez de papel, madera o tela, imponen a cada obra una luminosidad excepcional, casi una transparencia básica de los colores que se extienden y condensan sobre la superficie extrañamente translúcida. Tal vez engañosamente translúcida. Los amarillos, los naranjas y hasta los verdes y azules al retomar una nueva consistencia sobre el mármol se benefician y muestran un asombroso esplendor.
Inmediatamente después se hace evidente que el mármol sugiere al artista más que impone un principio de fidelidad incipiente a las formas accidentales de la piedra: grietas, cuarteaduras, burbujas, manchas se convierten en trazos del cuadro, en parte integrante de su estética. Son arrebatados a la naturaleza por la decisión del artista de dejarlos o modificarlos. Pero conservan la marca de un origen que antecede y rebasa al artista. Quien juega y los retoma pero no se subordina completamente a estos caprichos geológicos. Lo que en principio crea una tensión saludable entre las formas que crea y las que explora, produciendo a final de cuentas lo que vemos: un festival abstracto del arte acoplándose con una gama de accidentes de la naturaleza presentes en la piedra sobre la que se pinta.
Las grietas parecen algunas veces orillas de una costa marina vista desde al aire. Y el pintor las repasa como si caminara sobre ellas. Pero luego deja en su propio trazo otras orillas igualmente accidentadas pero esta vez por su pulso incierto o deliberadamente resquebrajado. Lo que significa que el cuerpo del artista realiza en estos cuadros un gesto teatral, hace un “performance” sobre el mármol de orilla a orilla: de la orilla de su piel y su pulso a la orilla del tiempo largo que se requiere para que la naturaleza afecte una roca de mármol. El artista se rebela contra esa disparidad absurda y regresa a la plenitud del instante, que es el tiempo de sus propias grietas, de sus orillas.
Además, el artista deja que la huella de su mano permanezca en cada brochazo, en cada decisión o recorrido de sus pinceles. Eso abre para nuestra mirada un espacio donde el cuerpo del artista se anuncia plenamente y, es más, muestra su plenitud. Es como un cuerpo que baila, que se mueve a sus anchas en cada pieza. Y a la alegría de cada composición se suma la alegría del cuerpo que la ejecuta. Y, por extensión gozosa, se suma el cuerpo que mira: nosotros. Estos cuadros son un verdadero carnaval del cuerpo sobre el mármol. Y un momento de plenitud en la obra siempre sorprendente y gozosa de Glenn Jampol.

Posted by ARS at 7:47 AM MST
Updated: Monday, 1 March 2004 7:59 AM MST
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Monday, 26 January 2004
POSTAL PARA LA MAGA
Now Playing: Satchmo
Bella Sonámbula: Volví a nuestros rituales, como ves. Regresé a la tumba del Gran Cronopio para tocar de nuevo a la puerta invisible de su piedra. Me di cuenta de que habías pasado por ahí unas horas antes porque me encontré las castañas y las semillas de girasol que siempre intercambiamos como en sueños. Dejé las mías y me llevé la mitad de las tuyas. Con esa suma y resta absurda se abrió la puerta invisible y esta vez me atacaron dos imágenes: Primero, la de aquella tarde de Otoño en que, cruzando el Pont Neuf, nos topamos de frente con el Gran Cronopio que nos reconoció sin conocernos, por pura amabilidad de lo insólito nos tendió la mano como respuesta a la insistencia de nuestra mirada y comprobamos la verdad del mito: seguía creciendo atraído por las nubes y su piel era cada vez más joven. Más joven que la nuestra, que tenía veinte años. Recuerdas que lo seguimos a prudente distancia y comprobamos su itinerario: caminaba todos los puntos de Rayuela. Vivía en Rayuela, como él nos había hecho vivirla cuando compartimos su lectura unos años antes. ¿Cuántas veces nos preguntamos si era el fantasma del Gran Cronopio quien nos había saludado? ¿Cuántas veces estuvimos seguros de haberlo invocado porque siguió apareciendo con extraña fidelidad a nuestros caprichosos requerimientos? La otra imagen que vino a verme: ésa tarde que nos encontramos tres veces por azar en la ciudad: yo salía y tú entrabas en un carro del metro en una estación que nunca antes habíamos tomado, luego en la librería Milles Feuilles y más tarde en el Pont des Arts, donde la silueta de los enamorados siempre toma forma al meterse el sol. Itinerarios caprichosos de nuestra geometría de flaneurs: de paseantes sin rumbo convocando la aventura a la vuelta de la esquina. Al día siguiente, sin planearlo de nuevo nos topamos muy temprano en el lago del Parc Montsouris, en la Place des Vosges al mediodía y por la tarde frente al hammam de la Mezquita camino al Jardin des Plantes. Y entonces descubrimos que el azar recurrente del amor y el deseo en París no había sido inventado por el Gran Cronopio. Era una dimensión de la ciudad. Pero él, como nadie antes, había sabido verlo y describirlo entre los hilos invisibles de nuestra urbe poseída y posesiva. Y eso había sido él siempre para nosotros: un guía hacia el otro lado del espejo, un descubridor de lo insólito diminuto y recurrente. Cada uno de sus libros era complicidad inesperada. Y ahora él nos convoca aquí, en ésta, sú última página de piedra de las ausencias donde no está sino su nombre y su retrato en forma de Cronopio que, quiero creerlo, es una escultura del otro Julio, como él le decía a su cómplice: el artista que dio forma seductora a ese libro de asombros que es La Vuelta al día en ochenta mundos, Julio Silva. Nos convoca su ausencia porque sigue presente en nuestros encuentros. Sigue viviendo en nuestro sueño, en nuestros cruces sonámbulos, como testigo sonriente de que tú y yo nos queremos “con una lógica implacable de imán y limadura”. Lluvia de besos sobre ti, desde Montparnasse, Alberto



Fotos de Daniel Mordzinski:
Alberto Ruy Sánchez en la tumba de Julio Cortazar. Montparnasse.

Posted by ARS at 1:21 AM MST
Updated: Sunday, 1 February 2004 8:02 PM MST
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Friday, 23 January 2004
PERCUSIONES Y REPERCUSIONES BAJO LA PIEL
Entre todos los sentidos y afectos que damos al corazón, entre todas sus metáforas yo me quedo con la de tambor. No por nada el ritmo de nuestra sangre es “la música del cuerpo”. Literalmente adjudico a ese instrumento que llevamos dentro una buena parte de lo que me hace bailar más de prisa o más despacio y tejer complicidades profundas con los tambores de quien baila conmigo.
Cuando tengo una mujer en mis brazos yo no me preocupo en lo más mínimo por seguir tal o cual paso sino por escuchar su tamborcito diciéndome cosas más allá de las palabras. Sus percusiones están presentes rn todo su cuerpo pero mientras bailamos yo las percibo en su mano derecha que yo sostengo en mi izquierda, y en la espalda, muy cerca de la columna, donde la cintura comienza a tomar su emocionante curva hacia afuera, porque una vena ahí es muy expresiva.
Al bailar yo trato de no repegarme porque la tensión entre los dos cuerpos un poquito separados, dejando crecer el deseo en esa mínima distancia, puede ser mucho más erótica. La firmeza de los brazos y las manos combinados con cierta suavidad y atención al otro cuerpo aumentan esa emocionante tensión del deseo. Pero eso sucede sobre todo, creo yo, porque las manos escuchan. Porque los cuerpos, bailando se hablan de otras maneras y eso despierta en nosotros la agudeza de los sentidos y la imaginación posesiva y contenida.
En todo eso el tambor bajo la piel es nuestra guía. En algunos casos la vena más saltada del cuello delata visualmente su música.
Si finalmente bailando tengo todo el cuerpo de quien baila conmigo pegado al mío, su corazón es lo primero que me toca, que me acaricia. Mucho antes de que sus piernas rocen mi sexo o una de las mías explore sus humedades, y antes de que su pecho se unte al mío mostrándome la dureza de sus pezones, su corazón me toca por todas partes como si la parte más vibrante de un tamborcito pegara su piel a mi propia piel de percusiones. Y si el coro de tambores se alebresta aislándonos de cualquier otra música las repercusiones pueden ser muchas y nos llevan a otra parte.
Haciendo el amor yo trato de escuchar esa música del cuerpo que me dice con involuntaria certeza el efecto que van teniendo mis besos o mis caricias. Todo lo que haga, si es movimiento afortunado, acelera el corazón. Luego hay que tener la paciencia de que el cuerpo amado se recupere y establezca su ritmo, y su respiración, pero no retrocediendo sino estableciendo su paso en esa alegría ganada. Para comenzar de nuevo a acelerar la música de la amada.
El camino es infinito, como puede serlo el goce. Pero quien no se de cuenta de que es un camino donde son los tambores de la otra tribu los que nos guían puede perderse en el camino aturdido por sus propias percusiones. Cuando mi cuerpo recorre el cuerpo desnudo de una mujer llenándola de besos y caricias busco sobre todo que el ritmo de su corazón y el mío viajen paralelos.
Toda la mitología del orgasmo simultáneo me parece muy burda y aburrida. Que los tambores de nuestros cuerpos puedan tocar juntos es mucho más interesante. Puede llegar a ser más intenso y puede durar mucho más tiempo. Como en esas improvisaciones extremas que en el Jazz llaman “descargas”, dos tambores acoplándose en sus despegues y sus “descargas” hacen que cualquier experiencia musical de nuestros cuerpos, de nuestros corazones, sea única, irrepetible y, siempre, una maravillosa aventura.
Uno de los atractivos más fuertes de una vágina es su suave cualidad de caja de resonancias donde el corazón se escucha grave. Siempre me ha parecido interesante que los dedos, cuando entran suavemente en esa cámara secreta, me dan la sensación de ver cómo es aquello por dentro. Siempre busco y obtengo imágenes muy precisas de la caverna prodigiosa y son las que me dan los ojos del tacto. Pero los dedos también escuchan y sus oídos perciben sobre todo al corazón retumbando allá adetro con más fuerza y profundidad sin duda.
El sexo masculino está muy lleno de sangre para escuchar con calma pero puede hacerlo. Tenemos que educarlo a la calma y a sentir mucho más que sus propios latidos. Tiene tanta sangre alebrestada que es como otro corazón, otro tambor de descargas.
Cuando ese otro falso corazón logra desplegar su música y doblegar su terquedad rítmica hasta convertirse en un corazón que escucha todo lo que sucede en ese ámbito de músicas sorpresivas y ecos que es la caverna de los prodigios, el concierto de la vida de verdad merece llamarse concierto.
(Escrito para un número especial de la revista "El Huevo" sobre el corazón.)

Posted by ARS at 8:44 AM MST
Updated: Friday, 23 January 2004 8:48 AM MST
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Friday, 19 December 2003
CARTA DEL CANCER AL CURANDERO
Entre las respuestas que he recibido a mi texto “Carta abierta a legisladores pensantes” (Reforma, noviembre 27) tratando de dar razones para proteger al libro e impulsar a la industria editorial en vez de frenarla, la más significativa es sin duda la de Marco Provencio, antiguo vocero de Hacienda (Público, diciembre 2). Muestra una posición que se va volviendo dominante y que trata de ver en toda crítica a los dogmas hacendarios algo tan grave y detestable como una enfermedad social. O como me dice literalmente, “el reflejo de una enfermedad que corroe al país”. Su afirmación es mucho más que un insulto. Tiene un implícito tremendo: ¿Los que no pensemos como quienes nos gobiernan sobre puntos específicos de sus políticas y lo expresemos somos esa enfermedad que habrá que erradicar? Las palabras de su condena son claras y colocan en un mismo saco, ideas y posiciones muy distintas. Asume que el bien público sólo se logra a través de sus ideas. Supone que todos los demás por lo tanto somos egoistas, no queremos el bien común. Su lógica es la de todo regimen autoritario a lo largo de la historia. Su arrogancia lo hace afirmar que todo aquel que acaso defendió la importancia del libro en la recien terminada Feria Internacional del Libro de Guadalajara es simplemente miembro del “club del autoelogio argumentando una vez más que se salve a la patria de la tecnocracia hacendaria.” Cuando lo que queremos muchos editores es que la tecnocracia hacendaria se ponga a trabajar más allá de sus dogmas para estudiar por ejemplo, un concepto económico como la elasticidad de la demanda en el mercado del libro. Porque funciona distinto y con mayor fragilidad que otros mercados, como lo ha demostrado Wassman en sus estudios económicos de las industrias culturales. Lo que queremos es que nuestra tecnocracia hacendaria sea más eficiente sin destruir a su paso las industrias culturales –por ignorancia o indiferencia a su particularidades- y sin tener que considerar enfermos o enfermedad a quienes creemos que es un error debilitar aún más nuestra condición editorial golpeando al mercado del libro, desincorporando las librerías de Educal, el sistema Fonart, Imcine, escuela de cine, etc. Justamente en la Feria de Guadalajara, que no es para nada la feria del autoelogio como desdeñosamente supone Provencio, nos reunimos mil cuatrocientas ochenta y nueve casas editoriales del mundo para hacer comercio, promover novedades y extender nuestro mercado. 24 congresos académicos y otros foros confluyen en la feria. Más de cuatrocientos mil visitantes compraron un promedio de tres libros por persona y 14,500 profesionales negociaron a otra escala. Cada día, en cada negociación, los editores mexicanos tenemos desventajas claras al negociar con los españoles por ejemplo, cuya industria editorial es considerada industria estratégica por su gobierno y cada acción comercial se favorece de una política de Estado que incentiva fiscalmente la exportación, que cobra sólo el treinta por ciento de fletes, y muchas otras ventajas, como una tasa moderada del IVA (3%) establecida en equilibrio con su inmenso mercado interno(de 3500 librerías en vez de las menos de 500 que tiene México). En Guadalajara: los que más desventajas tienen en cada transacción son los escasos editores chilenos que sobreviven: con una industria editorial destrozada por una política hacendaria similar a la que ahora se trata de aplicar en México. Marco pasa y pisa sin leer con atención en mi artículo lo que dije del caso chileno. Significativamente sólo se fija en el crecimiento del PIB. Pero los libros más caros del continente y los menos comprados a pesar de tener el Producto Interno Bruto más alto son los chilenos. Claro bienestar general logrado con la misma política hacendaria que destrozó al libro desde los setentas sin mucho remedio. La conocida Ley Pinochet contra el libro. Y para colmo el IVA pasó allá recientemente del 18 al 19 por ciento. La diferencia entre España y Chile es que en la primera la defensa del libro es política de Estado. En el segundo se aniquiló el frágil mercado interno del libro para hacer crecer al país de espaldas a su cultura. Y eso es justamente lo que no queremos que pase en México. Porque vemos que nuestros tecnócratas hacendarios (término que no debe implicar ningún desprecio porque es un oficio como cualquier otro) no estudian las especificidades de la industria mexicana del libro, la cual debería estar ocupándose de pelear el mercado nacional e internacional con otras industrias en vez de pelear con el gobierno por la miopía y el fundamentalismo hacendario que nos impone. Marco pasa y pisa sin leer con cuidado cada una de las razones que le propongo para defender al libro sin darse cuenta de que van más allá del IVA porque las considera irracionales, equivocadas. Y lo estarán siempre a partir de su principio incuestionable, la doxa que lo guía: primero recaudar, caiga quien caiga, y luego hacer política con el presupuesto en la mano. La cultura no es excepción y los débiles debemos morir en el intento. Editar poesía, arte, temas mexicanos, libros que corran el riesgo de no venderse es enfermedad o como me dijo un funcionario de hacienda: “si insistes en esos temas eres un looser”. Pero es precisamente esa idea de la recaudación neutra, apolítica, la que se necesita matizar en México. Y el caso paradójico del libro es ejemplo de ello. No para hacer círculos viciosos de proteccionismo sino para que el Estado asuma completamente su responsabilidad en materia de cultura, que no es lo mismo. Yo critico el proteccionismo a ultranza y la dádiva estatal sistemática. Escribí un libro sobre ello. Pero tiene el Estado responsabilidades culturales que son aplicables desde la recaudación porque ya después es demasiado tarde. Podría el Estado recolectar a mediano plazo más impuestos del libro si tuviera una política de Estado a favor de su industria. Golpearla, subordinarla, sólo traerá luego menor recaudación. Ojalá Marco fuera más reflexivo de cuando en cuando dudando un poquito de su dogma de primero matar a los que merecemos morir desde el punto de vista del comercio llano. A lo largo de cada argumento confunde causas con efectos para blanquear al IVA a los libros de su nocividad. Qué mundo ideal: El Estado debe lavarse las manos porque el problema es más complejo y no vale la pena considerar que la experiencia de otros países en este terreno, como Italia, Inglaterra y España ha sido fructífera para la Cultura. Ojalá dejara de despreciar a quienes pensamos que debería matizar su tecnología recaudatoria y que para hacerla eficiente, que no lo es, no basta con confundir simplismo con simplificar. Sería más rico el diálogo que le invito a continuar en persona sobre cada argumento específico. Siempre y cuando no tema contagiarse.

Posted by ARS at 12:34 AM MST
Updated: Friday, 19 December 2003 6:01 PM MST
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CARTA ABIERTA A LEGISLADORES PENSANTES
Now Playing: Alberto Ruy Sánchez
Después de conversar estos días con legisladores de muy distintos partidos y de diferentes comisiones de la Cámara, incluyendo la de cultura, encuentro que falta información en sus manos, y argumentos para apoyar definitivamente al libro y diferenciarlo de otros productos que, muy probablemente a partir del jueves, serán tal vez objeto del impuesto al consumo. Me permito ofrecerles por los menos diez argumentos para hacerlo. Y pedirles que esta nueva legislatura sea excepcional simplemente por el hecho de no tomar sobre las rodillas decisiones de consecuencias nefastas. Encuentro que además de información falta conciencia de que las ideas económicas que pretenden aplicar Hacienda tienen su historia y su probada experiencia, no siempre alagadora. Es alarmante el crecimiento de una idea extraña entre algunos legisladores, sobre todo de las comisiones de hacienda. La idea, considerada “incuestionable, moderna y práctica” de que los impuestos son neutros, de que no tienen consecuencias en las actividades productivas del país o que esas consecuencias no importan. Esta mitología económica sostiene que es mejor simplificar al máximo la colección de impuestos sacrificando lo que sea en el camino. Y ha sido estudiada y descrita por comentaristas de Max Weber, el autor del libro ya clásico y cada vez más actual: La ética protestante y el espíritu del capitalismo, como uno de los razgos claros de lo que llaman “el nuevo fundamentalismo norteamericano”. Fundamentalismo extendido, como dice John Wassman, “entre las élites que toman decisiones importantes en muchos países, sobre todo de América Latina, que gobiernan y legislan ejerciendo ideas que consideran lógicas y naturales pero que a la larga van en su contra, en contra de su más elemental diferencia cultural, que es su más profunda riqueza y que están dispuestos a sacrificar para ser modernos a la manera económica americana, a la manera de los modelos unificadores a ultranza. Han olvidado como país o quieren olvidar su experiencia europea, donde todavía cuenta eso que en Francia se defiende como la excepción cultural: donde los productos culturales son productos y algo más. Y ese algo más debe ser preservado con cuidado porque es frágil e irremplazable.” Como ejemplo vivo de esta afirmación, el diez de enero se publicó en Le monde una polémica del Presidente Chirac con el director de la empresa transnacional Vivendi: “Sigue siendo importante defender, como política de Estado, la diversidad cultural. Es uno de los retos más apremiantes de la mundialización. Porque considerar a las obras de arte y a los bienes culturales, libros y otros como mercancías ordinarias es una aberración mental que no se justifica. Negar la realidad de las civilizaciones para convertirlas en dinero en efectivo es negar que el mundo ha evolucionado gracias a las diferencias culturales, a la capacidad de creación de la inteligencia humana.” Me permito entonces ofrecer a nuestros legisladores reflexivos: 10 razones de peso para preservar a los libros sin impuesto al consumo (IVA), a diferencia incluso de medicinas y alimentos.
1. Porque las librerías son, en México, una especie en serio peligro de extinción. Ya tiene México el índice de librerías por habitante más pobre que los más pobres países de América Latina. Y cada año desaparecen más librerías.
2. Porque México tiene uno de los índices de libros leídos por habitante más bajos del mundo.
3. Porque incluso las bibliotecas podrán adquirir menos libros al volverse más caros. Incluyendo bibliotecas de aula y otras.
4. Porque los libros impresos en México se volverán mucho más caros que los libros hechos en otros países que tienen como política prioritaria del Estado el apoyo a la exportación y la fortaleza de su industria editorial.
5. Porque la disminución del mercado interno de los libros mexicanos se convertirá también en una disminución de la diversidad cultural. Se incrementará la tendencia a editar tan sólo lo que mejor se venda dejando de lado una buena parte de la creatividad, de lo nuevo, de lo diferente.
6. Porque varias editoriales mexicanas dedicadas a la poesía, al arte, a temas menos comerciales pero importantes para la cultura mexicana desparecerán paulatinamente. O verán muy reducidas sus posibilidades de edición.
7. Porque los editores mexicanos poderosos, gran parte de ellos dependientes de empresas pañolas establecidas en México, tenderán a imprimir sus libros en otros países que sí protejan al libro. Y la industria de la impresión también se verá afectada.
8. Porque ya existe una experiencia anterior en nuestro continente de política similar de impuestos aplicados al consumo de los libros en Chile, sin diferenciarlos de otros productos, y la consecuencia ha sido catastrófica. El abatimiento de su mercado interno de libros, de los hábitos de lectura, de la diversidad de la oferta editorial es ya difícilmente reparable en varias décadas. Y eso a pesar del bienestar económico del país.
9. Porque cada libro es o debería ser para los mexicanos un alimento y una medicina de otro tipo que pueden consumir muchas personas o la misma muchas veces. Su valor agregado se multiplica con el tiempo pero si no se consume desde el principio, si no se produce, sus efectos a corto, mediano y largo plazo simplemente no existirán.
10. Por mínima coherencia: porque se supone que este gobierno tiene como uno de su programas prioritarios el fomento a la lectura y a los libros y eso es completamente contradictorio con una política fiscal de disminución de librerías, editoriales nacionales y lectores. Y ninguna de las políticas posteriores del gobierno (como la excelente compra de libros para bibliotecas de aula) reparará el daño hecho al consumo de los libros: daño elemental a la libertad de escoger cada quien lo que comprará para leer.

Posted by ARS at 12:26 AM MST
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