Capítulo 2

APARECE ELAINE

Habla Elaine:

El matrimonio de mis padres fue muy inestable. Mi padre era un borracho que se creía un regalo de Dios para las mujeres. Maltrataba mucho a mi madre. Cuando nací se paró al pie de la cama y le estuvo gritando que era mejor que yo me muriera hasta que mi madre le arrojó un vaso.

Mi nacimiento fue como cualquier otro, como el de los cientos que nacieron el mismo día en todo el mundo, excepto que yo nací deformada. No tenía nariz, ni labios, ni cielo de la boca. Era lo que llaman un severo caso de labio leporino con paladar hendido. Mi madre quiso verme tan pronto nací, y claro, para ella yo era bella, aun con mis deformidades. Su primera pregunta fue:

-¿Pueden arreglárselos?

Pero la pobre estaba en la miseria. No tenía dinero ni manera de ganarlo. En aquellos días no había programa de beneficencia estatal como hoy día, pero mi madre no era de las que se resignaba por ser pobre.

Sucedió que en el mismo hospital había una enfermera llamada Helen. Había ayudado en mi nacimiento. Helen conocía las circunstancias en que vivía mi madre, así como la actitud de odio de mi padre. No era una enfermera cualquiera, sino una poderosa bruja y miembro de lo que se había convertido en una de las más poderosas pero menos conocidas sectas en nuestro país. Esta secta se autodenomina La Hermandad y rinde adoración a satanás. Helen era, en aquel momento, lo que la secta llama "persona de contacto". Su contacto con mi madre habría de afectarme por el resto de mi vida, así como la vida de Rebeca.

Al otro día de mi nacimiento, Helen se acercó a mi madre con una proposición. Si mi madre le permitía sacarme un poquito de sangre, ella y sus "amigas" le proporcionarían la manera de obtener el dinero y la ayuda necesaria para conseguir la mejor cirugía y los mejores servicios médicos. Mi madre no entendía porque Helen hacía todo aquello por algo al parecer tan insignificante. Aparentemente no entendió el significado de lo que Helen le explicaba. Pero, como no parecía haber otra fuente a donde acudir en busca de la ayuda que desesperadamente necesitaba, y como Helen le reiteraba que jamás me haría daño, mi madre accedió a la proposición. Helen era una joven atractiva que parecía de verdad interesada y sincera en su deseo de ayudarme a mi y a mi madre.

Lo que no le explicó a mi madre fue que mi sangre constituía para ella una "venta" bien importante. El frasquito con la sangre que me sacaron fue entregado a una mujer llamada Grace. Grace pertenecía también a la secta satánica. Era lo que llamaban gran sacerdotisa. La venta de mi sangre otorgaría Grace más poder, más actividad y una más alta posición en la secta. Helen, también, obtendría más poder con aquella transacción.

Helen me sacó la sangre y se la entregó a Grace. Grace entonces bebió mi sangre durante una ceremonia que concedía a ella y a satanás posesión de mi persona, y me abría como morada de muchos demonios desde ese momento en adelante. Grace, por orden de satanás, envió espíritus que habrían de modelar y conformar mi vida, mi personalidad y mi futuro.

Mi madre no era cristiana, ni tampoco sabía que lo que había hecho me convertía en una persona marcada y observada por los satanistas, y que, más tarde, resultaría en mi participación en el culto. Si lo hubiera sabido, nunca hubiera dicho que si, que podían sacarme aquella pequeña cantidad de sangre. Tiempo después, ya como miembro de la secta, habría de presenciar varias de aquellas ventas y siempre me dolía pensar en las consecuencias en la vida del recién nacido.

Satanás había obtenido una valiosa prenda: una recién nacida en la que demonios y espíritus podrían hallar albergue y que habría de crecer y ser poderosa y ágil en la vida. A medida que fui teniendo conciencia que algo extraordinario sucedía dentro de mí, aunque no sabía lo que era.

Cuatro días después de mi nacimiento, le dijeron a mi madre que me llevarían a un enorme centro médico. Allí me sometieron a varias operaciones. Muchísimas. Es más, fueron dieciséis años de cirugía plástica para construirme un rostro. Tuve que pasar muchas horas de terapia de la voz y el oído, trabajos dentales, de todo. Era el comienzo de muchos años de dolor, soledad y rechazo. Dolor, porque la cirugía plástica arde horriblemente durante los días de convalecencia después de la operación. Soledad, porque yo era como los demás niños. Rechazo, por la reacción que provocaba mi desfiguramiento. Tenía muy pocos amigos. Me volví dura, peleadora. Aprendí a pelear y a pelear bien para poder sentir algo de amor propio. Tenía tantas interrupciones en mis estudios a causa de las operaciones que me era muy difícil conservar las amistades que adquiría.

Los niños de la escuela parecían divertirse empujándome, pellizcándome y burlándose de mí hasta que ya yo no resistía más. Cambiaba de escuela con tanta frecuencia que nunca fui a la misma escuela dos años seguidos. Mis padres pensaban que era mejor no tener que enfrentarme al mismo grupo un segundo año. Pero me volvía a encontrar con los mismos niños todas las veces. Cada escuela era igual, la reacción era igual. Nada cambiaba cada agonizante año.

Mi madre se volvió a casar poco después de mi nacimiento. Mis padres no iban a la iglesia. A mi no me impedían ir, pero ellos no iban. Uno esperaba por el otro. Como siempre sucede, uno se queda esperando si espera demasiado por el otro y no da el primer paso. Por fin me uní a un grupo de jóvenes de una iglesia. Era un grupo muy activo en una iglesia pentecostal. Yo tenía dieciséis años y el grupo de jóvenes me aceptó porque podía cantar, y tocar la guitarra y los tambores. Tenía talento para la música y el arte. Fui bastante feliz pero por poco tiempo.

A medida que crecía fui descubriendo que tenía poderes inexplicables y no sabía qué hacer con ellos, ni qué era, ni de donde procedían. Algunos me decían que tenía "dones". Tengo una tía que está muy metida en la brujería y el espiritismo. A veces nos llevaba a su casa para mostrarnos algunos "juegos" de magia. Yo siempre tuve una gran habilidad con la ouija, la baraja, etc. Cuando alcance la adolescencia descubrí que podía influir en los demás para que hicieran mi voluntad. Y tenía también más fuerza física de lo normal.

Recuerdo que en mi primer año de la escuela superior se me acercó una lesbiana que trató de entretenerse conmigo después de la clase de gimnasia. Me entró una furia incontrolable y casi la ahogué en la tasa del inodoro. Era mucho más grande que yo, pero la hubiera matado si varios adultos no intervienen.

Permanecí en la misma escuela durante todo el bachillerato. Mis compañeros se burlaban de mi. No hay nada pero en esa edad que la injurien y se burlen de una. Llegué al punto en que ya no pude aguantar más. Estando en el grado 12, caminaba por el pasillo cuando el principal futbolista gritó:

-!Miren a la fea del labio leporino!

Solté los libros y corrí hacia él. Lo próximo que supe es que cinco maestros trataban de quitármelo. Por poco lo mato a golpes. Le partí la nariz, la mandíbula y varios huesos de la cara. Tenía una fuerza sobrenatural. Aquel muchacho pesaba cerca de cien kilos y yo no más de cuarenta. No recibí ni un arañazo en la lucha, ni siquiera en los puños.

Aquella fuerza me asustaba, pero a la vez me gustaba. Era la única manera de conseguir un poco de paz. Nadie podía meterse conmigo. Ahora lo recuerdo con dolor, pero en aquel tiempo parecía valer la pena. Pero toda esa paz, pronto habría de descubrir, iba a ser obliterada por una mentira de satanás que por largo tiempo lamentaría y todavía lamento. Le doy gracias a Cristo porque él me amaba entonces, aunque no me daba cuenta. Me encantaba la fuerza que tenía. No sabía de donde procedía pero quería averiguarlo para obtener más. Fue entonces que conocí a Sandy en el grupo de jóvenes de la iglesia. Tenía diecisiete años lo mismo que yo. Sandy era "reclutadora" de la secta satánica y me guió en la siguiente etapa del plan de satanás para mi vida.

Capítulo 3: INGRESO EN LA HERMANDAD

Habla Elaine:

Sandy se hizo muy amiga mía, casi podría decir que la única amiga que tenía. La conocí en la iglesia en la reunión de jóvenes que mencioné. Yo no iba a la iglesia para oír del Señor: iba para relacionarme con otros jóvenes. Sandy y yo trabajábamos juntas en varios programas de jóvenes de la iglesia y en la escuela andábamos juntas, estudiábamos juntas y salíamos a tomar refresco juntas.

Era bonita. Tenía mejor posición económica que yo, vestía muy bien y era muy popular. Me parecía importarle mucho lo que a mi se refería. Yo tenía la impresión que se había hecho amiga mía más por lástima que por cualquiera otra cosa. Ignoraba que era reclutadora de La Hermandad. Poco después del incidente con el futbolista, Sandy me dijo que había notado que yo tenía poderes que muy pocos tenían. Me dijo que sabía donde podría averiguar para tener más de esos poderes.

-Escúchame - me dijo también -, sé que te sientes ola y deprimida, y creo que tengo algo que te puede ayudar. La iglesia a que asistimos no se interesa mucho en ti, y Dios tampoco se interesa por ti. Si se interesara, no hubiera dejado que nacieras como naciste.

Entonces me ofreció la oportunidad de ir con ella a un "campamento de jóvenes" patrocinado por el "grupo" al que ella y su familia pertenecían. Lo llamaba "campamento de la iglesia". Estaba situado en un pueblecito a varios kilómetros de allí. Se celebraría en el verano. Como no iba a haber clases en aquel tiempo y no tenía otra cosa que hacer, decidí ir.

Le dije a mis padres que iba a ir a un campamento de la iglesia (en realidad no les importaba lo que yo hiciera). Me sentía temerosa y alborozada. Por fin había hallado una amiga y aquello resolvería el problema de mi soledad y las preguntas sobre el extraño poder que había en mí. Sandy me estuvo hablando del campamento por varios días antes que fuéramos. Me lo describió como el lugar ideal en que me querían y que me necesitaban. Necesitaban mis poderes, me dijo, y éstos podrían ser perfeccionados. Podría convertirme en un personaje importante, y volverme famosa, o rica, lo que yo quisiera. Mientras me hablaba sentía que aquel extraño poder en mí se agitaba y crecía.

Lo que Sandy evitaba era mencionar la palabra "secta", o contarme la verdad del grupo. Me detendré aquí para decir en resumen lo que era el grupo.

*****

Aquel grupo que en secreto se autodenomina La Hermandad está compuesto de personas directamente dominadas por satanás, a quien rinde culto. Es una peligrosa secta que crece velozmente. Tiene dos grandes centros en los Estados Unidos: el de la costa occidental, principalmente en la zona Los Angeles-San Francisco, y otro en el medio oeste estadounidense donde vivía yo. Están divididos en grupos locales o capítulos. Un capítulo puede tener desde cinco o diez hasta varios miles de personas. Es la secta que Hal Linsey menciona en su libro Satanás vivo y activo en el Planeta Tierra.

Es una secta en extremo secreta. No se guarda registro de miembros. Hasta los contratos con satanás que firman con sangre los miembros son quemados por los sumos sacerdotes y sacerdotisas. (Esto no lo saben los miembros de bajo rango). Infestan todos los niveles de la sociedad: pobres y ricos; los muy cultos, la policía, funcionarios del gobierno, comerciantes y hasta algunos que se llaman ministros cristianos. La mayoría asiste a las iglesias cristianas locales y se les considera "buenos ciudadanos" porque participan en las actividades cívicas. Lo hacen para presentar una fachada. Viven vidas dobles y en eso son expertos. Expertos en el engaño:

"Y no es maravilla, porque el mismo satanás se transfigura en ángel de luz. Así que no es mucho si también sus ministros se transfiguran como ministros de justicia.."

(2Corintios 11:14-15)"

 

En sus reuniones utilizan nombres codificados. Cuando se encuentran en la calle, a menudo no se conocen por su verdadero nombre. Son sometido a la rígida disciplina de satanás y los demonios. Ofrecen sacrificios humanos varias veces al año y de animales una vez al mes. Los sacrificios humanos la mayoría de las veces son de recién nacidos: hijos de miembros solteros de la secta atendidos por médicos y enfermeras de la secta. Como la madre no va al hospital, no queda constancia ni del nacimiento ni de la muerte del bebé. Otros sacrificios son víctimas de secuestros, o miembros de la secta que son disciplinados o se ofrecen vivir consigo mismos. Mucho de ellos son asesinos de sangre fría, en extremo habilidosos.

Cada capítulo está dirigido por un gran sacerdote y una gran sacerdotisa. Ellos llegan a esa posición ganándose el favor de satanás por medios diversos y por haber ido obteniendo mayores poderes de brujería. Hay muchas luchas intestinas en el grupo. Dentro de la secta existe una élite de brujas llamadas Hermanas de la Luz o las Iluminadas.

En los Estados Unidos hay varios grupos ocultistas que se autotitulan Los Iluminados, aunque la mayoría no forma parte de la Hermandad. Hay un grupo llamado Los Iluminados cuya mayoría de sus miembros son descendientes directos de los druidas de la antigua Inglaterra. Son en extremo poderosos y peligrosos y están conectados con La Hermandad. Realizan con frecuencia sacrificios humanos.

Las Hermanas de la Luz vinieron de Europa a Estados Unidos en las postrimerías del siglo XVIII. Datan de la Edad Media en Europa, pero ciertamente tienen sus raíces en los hechiceros de los antiguos Egipto y Babilonia que tenían tanto poder que pudieron reproducir tres de las diez plagas enviadas a Egipto en el tiempo de Moisés (ver Éxodo 7). Aquellos hechiceros eran increíblemente poderosos. Podían producir enfermedades y matar sin tocar físicamente a la víctima hasta a miles de kilómetros de distancia. Es obra de demonios, desde luego, pero esas personas han inducidas a creer que domina a los demonios cuando en realidad satanás y los demonios se están valiendo de ellos. Personas dominadas por los demonios cometen atrocidades dentro de su secta. Tan dominados están que pierden todo sentimiento de amor y compasión y se vuelven tan crueles que apenas parecen humanos.

La rapidez con que crece La Hermandad es señal de que estamos en los últimos tiempos y es cumplimiento directo de la profecía bíblica.

*****

Me inicié en la secta aquel verano en que asistí con Sandy al campamento de verano. Me sentía muy emocionada al llegar. Cuando una se emociona pierde bastante de lo que ve y escucha. Primero nos llevaron a los dormitorios y nos hicieron sentir muy bien. Había muchas cosas buenas en el campamento: museos, bibliotecas, diferentes casas a donde uno podía ir a ver clarividentes, hipnotizadores, lectores de la mano y de barajas, expertos en vudú, etc. Algunas de aquellas personas vivían allí todo el año, y otras no. Era el lugar en que la secta oficialmente se relacionaba con el público que no nos conocía.

Asistimos a muchas clases en las que nos enseñaron a ampliar y a usar mejor nuestros "poderes". Sandy me llevó a la primera reunión con Las Hermanas de la Luz. Mucho más tarde descubrí que me habían estado observando desde mi niñez, desde el momento de la venta de mi sangre que habían realizado Helen y Grace.

Sandy me llevó a una inmensa iglesia satánica del plantel como dos horas antes de la reunión más importante de la noche. El sol se ponía ya y la iglesia entera estaba oscura, excepto por trece velas en círculo situadas en el piso al frente de la iglesia que arrojaban fantasmagóricas sombras sobre las trece figuras sentadas en el piso, una detrás de cada vela. Al acercarnos pude notar que eran trece mujeres, todas vestidas iguales, en blancas túnicas largas con capuchas puntiagudas en la cabeza. Estaban sentadas sobre las piernas cruzadas sobre el pulido piso de madera, con la espalda erguida y los brazos doblados sobre el pecho, contemplando en absoluta concentración la vela que cada una tenía delante.

Las velas eran más de medio metro de largo y siete centímetros de diámetro. Eran de cera negra y se asentaban sobre una tira de papel recubierta de escritura de fino trazo. Las mujeres no llevaban joyas ni ornamento de ningún tipo. No había movimiento en ellas excepto el continuo y tenue canto y tarareo en que elevaban sus oraciones a satanás. Se sentía allí un poder que me tuvo fascinada e impávida. Al sentarme a contemplarlas durante las dos horas de ceremonia, sentí revolverse fuertemente el inexplicable poder que dentro de mí había.

Me sentía compelida a regresar la siguiente noche a ver la misma ceremonia. Sabía que eran Las Hermanas de la Luz porque Sandy me lo dijo. Los demás miembros de la secta las llamaban "madre", y pocos sabían que se trataba de aquella élite. Jamás revelaban a un varón su identidad ya que los varones estaban excluidos del grupo. Sin embargo, son el poder y la fuerza principal de la secta, y constituyen un secreto estrictamente guardado aun dentro de la secta misma. No toleran debilidades en ninguna de sus miembros; las débiles son destruidas. Hay muy pocas jóvenes entre ellas.

Después de la ceremonia de la segunda noche una de aquellas mujeres se me acercó. Me dijo que había notado mi interés y que ya sabía de mi extraordinaria fuerza, que le gustaría que entrara en algún programa de adiestramiento. Eran sencillas y agradables y me dijeron que podían enseñarme a incrementar grandemente mis poderes como ningún otro grupo podía hacerlo. Me tragué el anzuelo con cordel y plomada.

Primero me hablaron de la grandeza que alcanzaría, de cómo podía valerme del poder que había dentro de mí para obtener lo que necesitaba, y lo que quisiera tener. Aquel poder procedía de satanás, no de Dios. Fueron los primeros en decirme aquello, y me dijeron que si quería algo, sólo tenía que encender mi vela y poner mis oraciones debajo. No sólo peticiones a mi favor, por supuesto, pues no debía ser egoísta. Podía orar por la mejoría de una persona o por su caída, no importaba, siempre y cuando hubiera el nombre de otra persona en el papel además del mío.

Por fin llegó el último día. Yo ya estaba lista para el regreso. De pronto me vi frente a una realidad de que la bondad de la gente del campamento no era más que una fachada y que mi participación ya no era un juego,ni voluntaria. Cuando me encontré con Sandy para el regreso me dijo que Las Hermanas de la Luz le acababan de decir que a mí y a otras personas "bien dotadas" nos estaban dando un entrenamiento especial. Me dijo que el gran sacerdote y la gran sacerdotisa querían hablar conmigo en la iglesia antes de que me fuera.

Fui a la iglesia y entré junto con otros. En seguida unos guardas armados se situaron frente al pequeño grupo a la entrada de la iglesia. El gran sacerdote nos dijo entonces que habíamos sido seleccionados para unirnos a La Hermandad, lo cual significa firmar con nuestra propia sangre un contrato con satanás en una reunión a la siguiente noche. Le pregunté qué decía el contrato y se me dijo que yo estaba entregando a satanás mi cuerpo, alma y espíritu a cambio de muchas "bendiciones". Se nos dijo que si no queríamos hacerlo emplearían cierta "persuasión" para hacernos cambiar de opinión. Les dijo que de ninguna manera iba yo a firmar un contrato así. La gran sacerdotisa me tomó aparte y me informó que no tenía alternativa. La miré fijamente a los ojos y le dije:

-!Vete al infierno, perra asquerosa!. Creo que ustedes son horrendos, así es que no voy a firmar nada.

Inmediatamente un guarda de gran estatura que esgrimía una metralleta se puso detrás de mí, me agarró el brazo por la muñeca y me lo dobló hacia atrás y hacia arriba con tanta fuerza que sentí que se partía. Me ordenó que me arrodillara ante la gran sacerdotisa y le pidiera perdón por mi falta de respeto, y que si no lo hacía me iba a estar golpeando hasta que lo hiciera. Enfurecida le grité:

-!Pues empieza ya, porque no me voy a arrodillar ante ninguna mujer!

Me lanzó un manotazo con toda su fuerza y me dio con el puño en la sien. No supe más de mi hasta que desperté en una celda de metro y medio. Era una celda totalmente vacía con un duro piso de madera. La puerta tenía una ventana pequeña que daba a un pasillo desde el que me podían observar. Estaba casi completamente oscuro. Estuve veinticuatro horas allí, veinticuatro horas que me parecieron días. No me dejaban dormir con unos altoparlantes a todo dar. Me repetían que toda gloria, honor y honra había qué dársela a satanás. Que satanás era el dios del universo. Me dijeron que tenían vigilada a mi familia, y que si no aceptaba sus dictámenes y regulaciones y firmaba el contrato, los iban a torturar y a matar. Durante todo aquel tiempo me privaron de agua y alimento.

La noche siguiente dos guardas me condujeron a otro cuarto donde me esperaban dos de las Hermanas de la Luz. Me ayudaron a bañarme, me pusieron una túnica de satín blanca sobre el cuerpo desnudo. Estaba descalza. La túnica llegaba al piso y me la amarraron a la cintura con un cordón blanco. Me pusieron una capucha puntiaguda y mangas largas sueltas. No tenía ornamento de ningún tipo. Las mujeres me dijeron que no debía luchar más, que no podía eludir mi destino. Me hablaron de las grandes "bendiciones" que recibiría de "mi padre satanás".

Me llevaron a la reunión en una camioneta cerrada para que no viera el lugar, pero no era la iglesia satánica del campamento. Sólo pude darle una mirada al exterior del edificio cuando me arrastraban hacia adentro. Parecía algo así como el almacén de granos de una granja, aunque estaba aislado, y había algo de paja en el piso de madera interior.

El edificio estaba débilmente iluminado por muchas velas mortecinas a lo largo de las paredes. Las velas estaban en grupo de tres: una negra, una roja y una blanca en cada grupo. Habían de doscientas a trescientos personas sentadas en burdos bancos de madera de frente a la entrada del cuarto. En la entrada había una plataforma de madera rodeada de llameantes antorchas sobre pilotes de metro y medio de alto. Al frente, en medio de la plataforma, había un altar de piedras sin labrar que parecía un montura de caballo. (Más tarde me enteraría que de veras lo era, para permitir una fácil movilización). Las piedras eran grises con muchas manchas oscuras, resultando de la sangre de los muchos sacrificios de animales y seres humanos realizados en aquel altar.

A pesar de mi agotamiento y temor sentí un revuelo de emoción al percibir el tremendo poder invisible en aquel cuarto y el correspondiente revuelo del poder que había en mí. Quemaban incienso, el que llenaba con su olor la habitación. Creo que tenía cierto tipo de droga porque pronto me sentí bastante mareada. El cuarto quedó en absoluto silencio mientras las figuras de las túnicas y las capuchas puntiagudas miraban con expectación la plataforma vacía. A alguna señal invisible comenzaron a tañer campanas de mano mientras el gran sacerdote y la gran sacerdotisa salían silenciosamente al escenario de entre las sombras. Usaban túnicas idénticas. Eran de un satín negro, del mismo estilo que la mía, ribeteados de rojo la capucha, los bordes delanteros y los bordes de la mangas. Tenían un cordón dorado atado a la cintura. Iban descalzo como los demás. Cada uno llevaba un cetro de un metro de largo. El de la gran sacerdotisa era dorado. En la parte superior tenía una cruz invertida con una serpiente que culebreaba de la manilla de la cruz. El cetro del gran sacerdote tenía el mismo diseño pero era de plata. Los llevaban reverentemente en el pliega del brazo. Su presencia era impresionante y por primera vez tomé conciencia del tremendo poder que tenían, y los envidié.

Había muchos guardias armados en aquella reunión, pero dentro y por fuera del edificio. Era la primera vez que presenciaba un culto de verdad. Los demás no habían sido más que otro teatro y alarde.

Después de las palabras iniciales, dos guardas me condujeron frente al altar. A mí y a los demás nos presentaron a la congregación como miembros "ansiosos" de unirse al grupo. El gran sacerdote fijó su atención en mí y dijo:

-Hermanos y hermanas de satanás, os presentamos a esta joven llamada Hermana Valentía (mi nuevo nombre). Os la presentamos porque ha solicitado ser una de nosotros, y ahora a nuestro señor y dios nuestro amo, señor del universo, y también el destructor, satanás, le decimos: "Esta joven, la Hermana Valentía, la entregamos a ti para que obedezca tus órdenes y sea lo que tu quieras que sea. Le hemos prometido tus bendiciones según nos has indicado que prometamos".

Me entregaron entonces un cuchillo para que me cortara el dedo, pero no quise hacerlo. Inmediatamente uno de los guardias me descargó un latigazo en la espalda que me hizo retorcerme de agonía, pero estaba determinada a no doblegarme ante ellos. Con un chasquido de la mano de la gran sacerdotisa le indicó al guardia que no me pegara más. En una voz que destilaba desdén le dijo que había maneras mucho más efectivas de mostrarme mi equivocación.

Observe asombrada como ella y el gran sacerdote se situaban en los extremos de una gran estrella de cinco puntas dibujada en el suelo del escenario. La estrella estaba pintada dentro de un círculo y en cada punta había una vela negra. Con un simple gesto, sin siquiera tocarlas, la gran sacerdotisa encendió todas las velas a la vez. Entonces comenzó un imprecación, y el gran sacerdote se unió a ella en la entonación del conjuro. La gente se unía al cántico en ciertos puntos cuando el titineo de las campanillas lo indicaba.

De pronto la estrella se vio envuelta en un murmullo de humo y luz enceguecedora. Al instante el cuarto se llenó de un mal olor como azufre en ebullición y un enorme demonio apareció en física manifestación en el centro del círculo, rodeado de llamas. Era inmenso, de casi tres metros de alto. Me miró con ceño fruncido y amenazante se mecía de atrás hacia adelante. La gran sacerdotisa (Grace) se volvió hacia mi y me dijo que si no obedecía y firmaba el contrato me entregarían al demonio para que me torturara hasta la muerte. !Para mí fue suficiente!. Jamás había sentido tanto miedo, pero a la vez codiciaba el poder que Grace, la gran sacerdotisa, había manifestado. Estaba determinada a volverme tan poderosa como ella para poder vengarme de todo lo que aquella gente me había hecho.

Cuando indiqué mi disposición a firmar el contrato, dos mujeres se adelantaron y me colocaron una túnica negra sobre blanca. La túnica negra era de algodón pero con el mismo diseño de la blanca. El negro indicaba que ya no era novicia. Tomé el cuchillo que me ofrecían y me herí bien el dedo. Entonces hundí una plumilla en mi sangre y firmé el contrato por el que entregaba mi cuerpo, alma y espíritu a satanás.

Inmediatamente después de firmar me sentí envuelta en una descarga de energía desde la punta de la cabeza a la punta de los pies. Fue tan fuerte que me derribó al piso. Mientras en el piso yo trataba de recuperarme me di cuenta que Grace hacía otra imprecación. A duras penas me puse de pie sólo para descubrir que Grace había llamado a otro demonio. Este se acercó a donde yo estaba y me dijo que iba a morar en mí. Extendió la mano y rudamente me agarró por los hombres antes que yo pudiera decir algo. Inmediatamente me sentí morir, con fuego abrazador que me recorría el cuerpo y volví a oler azufre. En medio de mi agonía me desmayé y no volví a saber de mí hasta que sin miramiento alguno me introdujeron en la camioneta de regreso al campamento. Para ese entonces estaba yo tan agotada y mareada por la falta de sueño, los golpes y la falta de agua y comida, que no comprendía a plenitud el significado de lo que estaba ocurriendo.

Me quedé en el campamento otra semana para que mis heridas y arañazos más visibles sanaran. Cuando regresé a casa pensé y sentí que era una de las personas más poderosas de la tierra. Sabía que tenía poderes más allá de lo que la mayoría podía imaginarse. Pensé que nada ni nadie podría destruirme.

!Cuán equivocada estaba!.

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