Diego Moreira
Una canción
que me mate la tristeza,
que me duerma, que me aturda,
y en el frío de esta mesa,
vos y yo: los dos en curda...
Los dos en cuerda,
y en la pena sensiblera que me da la borrachera,
yo te pido cariñito, que me cantes como antes,
despacito, despacito,
tu canción una vez más..
Fragmento de "Una canción", tango de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo
Es sin duda notorio que la intoxicación con sustancias externas al organismo, (tales como la cocaína, el alcohol, o la marihuana, por ejemplo); es el recurso (quita-penas) más descarnado y efectivo con que se cuenta para aliviar el sufrimiento del cuerpo propio (Freud, 1930a). Pero este método, tiene para el psicoanálisis sólo un valor descriptivo o fenomenológico, en tanto remite a una intoxicación previa del paciente (endógena), por sustancias derivadas de un quimismo particular (pulsional). Es decir que la intoxicación por la droga o sustituto, sólo es una puesta en escena, un efecto de ciertas porciones de libido vueltas tóxicas.
Así, es preciso comenzar con una definición de la adicción: se trata de un estado tóxico (químico) de la libido narcisista, al cual se le agrega una actividad autoerótica específica (Freud, 1950a; Nunberg y Federn , 1967).
¿Pero qué es un estado tóxico?
Cuando la libido no puede ser tramitada vía representaciones en el aparato psíquico, se estanca (lo mismo ocurre en las neurosis actuales, en los cuadros psicosomáticos y autistas, entre otros). Con la particularidad de que el fragmento de libido que sufre este destino en las adicciones es el que inviste el propio yo, es decir el fragmento narcisista.
Ahora bien, este estancamiento pulsional, se conjuga con una actividad autoerótica, de la cual podemos anticipar que en parte es el resultado del retiro de las investiduras de los objetos (retracción libidinal)
Lo que acabo de explicitar no es por cierto, contingente, sino que involucra a una corriente psíquica adictiva. Cabe aclarar, que el concepto de corriente psíquica (Freud, 1918b) nos remite a que el yo no es una unidad completa y homogénea, sino que se encuentra fragmentado de acuerdo a los diferentes destinos de pulsión en una serie de sectores que coexisten. Y que implican la distribución y circulación intrapsíquica de la libido. Entonces tenemos en la adicción un segmento tóxico del yo, que tiene una posición específica en relación al superyó, a las pulsiones y a una supuesta realidad exterior. Esta porción anímica puede adquirir un carácter hegemónico en el aparato psíquico, o bien acompañar al predominio de otros fragmentos.
Por la simultaneidad de corrientes psíquicas (de sectores del yo), la problemática adictiva no siempre se discierne con claridad y precisión de otras estructuras anímicas. Así el paciente puede exhibir cierta fachada defensiva que sin embargo, encubre otra estructura clínica. Por ejemplo, un muchacho de 17 años consulta por una serie de preocupaciones obsesivas, que encubrían su recurso a la cocaína a la "hora de los vampiros" (el atardecer) según su expresión posterior. También recordemos el modo obsesivo de la configuración última de la neurosis infantil de Serguei Pankejeff el "Hombre de los lobos", que remitía a una anorexia infantil, reconstruida por Freud (1918b).
Cabe agregar, que consideramos a la anorexia como una adicción, dado que en ella se pone de manifiesto un autoerotismo tóxico, cuando el paciente no puede frenar el no comer. En la anorexia la intensificación del hambre activa sustancias que tienen un efecto narcótico y euforizante. Mientras que el dolor deja de ser una advertencia para ser una meta en sí mismo. Esta última trasformación es característica de toda adicción.
Esta situación teórico-clínica nos impone discernir una estructura específica en la adicción, cuyo entramado defensivo tiene como articulador hegemónico a los actos de la desmentida y desestimación.
Antes de proseguir es necesario aclarar algunas características de estas defensas. La desestimación (Verwerfung)implica la disolución de lo nuevo (traumático) generado por el aparato anímico y un apego al erotismo anterior. Por su parte la desmentida es un mecanismo que se despliega en el yo, para refutar un juicio traumatizante, manteniendo de esta manera las investiduras libidinales (deseos) y las identificaciones. También la desmentida opera como función de sostén, de un goce propio del erotismo fálico, para cuya obtención es necesario recurrir a una práctica autoerótica: la masturbación. Es precisamente esta acción activa y pasiva con el propio cuerpo la que es denominada por Freud en la carta 79 a Fliess "adicción primordial", agregando que las otras adicciones, (alcoholismo, anorexia, heroinomanía, promiscuidad, por ejemplo), sólo cobrarán vida a partir de constituirse en sustitutos y relevos de aquella.
Esta conceptualización nos permite inferir, que el adicto a un sustituto de la llamada adicción primordial, no puede mantener un goce del erotismo fálico, como sí lo puede sostener un paciente perverso, al estilo de un fetichista o de un homosexual. Este no mantenimiento, esta pérdida de un goce es debido probablemente a la precariedad en la investidura del sustituto de los actos de la desmentida, lo cual implica el fracaso de la defensa. Recordemos que para Freud (1950a), la estructura de toda defensa implica dos movimientos: a) fuga de la investidura ante algo que genera displacer y b) búsqueda de un sustituto. Es precisamente este último movimiento, el que quizás falla en la desmentida del adicto.
Este goce del erotismo fálico, como (intenso) placer perdido, necesariamente deberá ser sustituido o reemplazado por otro, por lo cual se inicia en el aparato psíquico un doble camino regrediente. Por un lado sobre una estructura yoica que opera como lugar de fijación: el yo real primitivo (Freud, 1950a, 1915c). Sobre el cual y en el cual se van a producir ciertos efectos que determinarán al igual que en el psicosomático, un estado de intoxicación. Por otro la pulsión en su carácter regresivo, recupera una actividad autoerótica (donde se ancla) de carácter diferente a la fálica que afectará a los procesos orgánicos. Esto último lo ampliaremos a continuación.
Ahora, es necesario detenernos en los momentos de la constitución de la captación inicial del otro por parte del niño, a fin de explicitar el lugar de anclaje del desarrollo libidinal. En un principio podemos indicar que se realiza un trabajo de traducción de un lenguaje electroquímico a un lenguaje primordial, que implica imágenes del movimiento interior, es decir cualidades de sensación de carácter afectivo. Este lenguaje (afectivo) se conforma como representante psíquico de la pulsión, implicando un apartamiento de cantidad, como freno de la primacía del principio de inercia que tiende a reducir al número, al letargo y luego a la nada las excitaciones en el aparato anímico.
Cabe precisar, que lo registrado del movimiento interior los afectos originales es ocupado por atención automática o refleja, (Freud, 1950a) lo que posibilita la instauración de una conciencia automática. El añadido de investidura-atención (psíquica), instaura una conciencia afectiva; que en la adicción queda por así decir, narcotizada.
El adosamiento de la percepción endógena y la conciencia afectiva, es imprescindible para la instauración de una memoria de los desprendimientos de afectos. Esta articulación requiere de un otro contextual (la madre), que actúe de soporte. (Moreira, 1994a)
Este otro contextual del cual hablamos, implica las siguientes funciones (llevadas a cabo habitualmente por la madre): a) de filtro de las intensidades de los estímulos, b) de lugar para la descarga de la excitación, c) de una espacialidad que soporta el matiz afectivo. Muchas veces la madre o sustituto del adicto, por las preocupaciones hipocondríacas que la aquejan, falla en la configuración de este contexto, y el paciente queda inerme ante la actividad pulsional que se estanca cobrando un efecto tóxico. Así ocurrió por ejemplo en el caso del "Hombre de los lobos". Donde la madre no pudo ocuparse adecuadamente de su hijo, al ser dominada por una intensa angustia hipocondríaca (lo dejó al cuidado de una anciana, que lo tomó como sustituto de un hijo muerto). Otra madre de un anoréxico, como el pequeño Dick (Klein, 1930), no pudo establecer un vínculo tierno con su hijo, por el contrario su actitud era de angustia excesiva.
Habitualmente en el tratamiento de estos pacientes es necesario considerar la posición de los miembros de la tercera generación, especialmente la ubicación de la abuela materna.
Sin embargo, y para precisar mejor la función materna en las adicciones, podemos agregar que sólo adquiere un valor de condición necesaria pero que no llega a ser suficiente en la constitución del mencionado contexto, puesto que éste, como desenlace psíquico, implica una articulación entre los estímulos externos y los procesos pulsionales que acaecen en el niño, cobrando particular relieve la economía pulsional.
Ahora bien, en el adicto, podemos hablar de la eficacia de ciertos actos defensivos (desestimaciones), que remiten a localizaciones narcisistas previas de la libido, y a una estasis pulsional de carácter transitorio y no genérico (como ocurre en el autismo precoz), con vías singulares de constitución (Maldavsky, 1992), que afecta la instauración de un erotismo específico: el intrasomático.
La indicación de cualidad del afecto, es lo nuevo que genera una ruptura de la inercia, en tanto implica un apartarse de cantidad de los procesos pulsionales, mas precisamente de la excitación sexual, que deriva en el tono afectivo al articularse con otros procesos esforzantes. Pero esta novedad activa los actos del pensar desestimante que recaen sobre la nueva formación afectiva.
Este proceso de descomplejización se puede escenificar en ciertas relaciones mercenarias, que los pacientes suelen privilegiar, apelando a un lenguaje numérico, expresión de la pura frecuencia pulsional, por momentos a un lenguaje catártico, o bien a un silencio adormecedor.
Susana, una paciente adicta de 20 años, consumidora de marihuana, solía sustraer dinero a sus padres. Al ser descubierta se enfrascaba en interminables discusiones acerca de la cantidad robada. En esos momentos, su discurso como el de sus padres quedaba totalmente subrogado por el número. En una sesión luego de hablar de los enganches y desenganches con sus parejas, cae en un estado de adormecimiento, de letargo, que es acompañado de cierta disminución de su temperatura corporal. Ante una pregunta del terapeuta, se recupera de esta situación diciendo: "tengo una amiga que mantiene a su pareja, ella dice que a él sólo le interesan sus cheques; yo a veces le pregunto por sus sentimientos".
El predominio de factores cuantitativos se expresa en el estado de letargo, con variación del ritmo circadiano de la temperatura corporal, (erotismo térmico). Esta especie de catalepsia, implica no sólo la pérdida de la cualidad afectiva, sino también de, al menos algunos, procesos de descarga. La pregunta del terapeuta, introduce una variación, que le permite recobrar en el afuera (en la amiga), un conteo numérico, que le abre la posibilidad de un interrogar sobre algo de mayor complejidad que el letargo y el número: la cualidad afectiva. Probablemente el conteo numérico, que implica un intervalo temporal, sea la manera de descondensación primordial de la compresión del estado de sopor. Por el contrario, la aceleración (tóxica) a cierto nivel del conteo o su monotonía derivaría en letargo. Los elementos anteriormente mencionados, los encontramos también en el fragmento del tango de Castillo y Troilo.
El efecto tóxico de la migración (retracción) de la libido hacia el propio cuerpo, luego de haber sido retirada de los representantes anímicos de la realidad se constituye como un afecto automático, que llamamos habitualmente angustia hipocondríaca. Que luego, en la complejización del montaje psíquico, puede enlazarse a diversas problemáticas, tales como la disolución de la identificación primaria, la posición del rival fraterno, la castración, la culpa o el sentimiento de inferioridad.
Durante el estado tóxico derivado del proceso de retracción (resultado de las defensas) se despliega entonces un pánico hipocondríaco, que no puede ser hablado (expresado en palabras), en tanto se han perdido los interlocutores adecuados al ser desinvestidos. Esta angustia hipocondríaca se puede descondensar en diversos elementos derivados de: a) el estado tóxico, b) la angustia de castración, c) la fragmentación del propio yo, d) el sentimiento de inferioridad y e) la culpa (Maldavsky, 1992; Moreira, 1994b).
El destino de este afecto automático es el de ser suprimido mediante un borramiento del propio sujeto (relevado por el acto adictivo). Con lo cual se obtura el momento lógico posterior de carácter restitutivo, donde el pánico hipocondríaco se manifestaría como "lenguaje de órgano". Siendo sustituido por un proceso proyectivo de la restitución en cuestión; que ahora será realizada en el exterior generando los artificios expresivos de un psicótico,
Esta pérdida del otro (de un vínculo empático) por retiro de las investiduras y la proyección de la restitución, que inaugura un otro (psicótico) que no puede brindar una palabra identificatoria empática y que sólo goza cognitivamente, genera en el paciente afectos dolorosos que se pueden descomponer en: una depresión en la cual se ha suprimido la tonalidad afectiva (depresión esencial de Marty, 1976), otro afecto llamado por Liberman depresión envidiosa o sentimiento de futilidad, que implica un aspecto suicida que lleva al paciente a dejarse morir, y por último un sentimiento de inferioridad sumamente intenso.
Además del pánico hipocondríaco y del dolor, podemos hablar de un estallido de furia contra el objeto pero que fundamentalmente afecta al propio yo, en tanto su investidura de anhelo de nostalgia lo deja inerme ante una realidad frustrante. El recurso a la proyección posibilita que esta furia sea atribuida a la persona supuestamente (configuración) psicótica generada en el exterior, que en su frenesí desestima al paciente (y desde luego a su nombre).
El otro así constituido en el mundo exterior y en la familia es el soporte de la supresión de los pensamientos identificatorios del paciente, que no se mantiene entonces en la memoria de su grupo familiar.
Resumen
Factores que intervienen en estas problemáticas: a) La intoxicación manifiesta es un resultado de una intoxicación libidinal que la precede de carácter transitorio, b) se estanca la libido narcisista, c) cobra eficacia un fragmento autoerótico, d) se trata de un sector del yo vuelto tóxico, e) las defensas predominantes son: la desmentida de un juicio traumático y la desestimación de lo nuevo (especificamente de la angustia hipocondríaca), f) las adicciones aparecen como sustitutos de la adicción primordial, g) los lugares de fijación para el yo y las pulsiones son: el yo real primitivo y el autoerotismo, h) la conciencia afectiva es narcotizada, y la descarga suprimida. A veces la madre puede invadir al niño con preocupaciones hipocondríacas, no permitiendo el despliegue del matiz afectivo, j) en el tratamiento es necesario considerar la posición de la abuela materna, k) la depresión se puede descondensar en una depresión envidiosa, una depresión sin matiz afectivo, y un sentimiento de inferioridad.
Por último quiero agregar que la novedad y oscuridad de los procesos involucrados, les confiere a estas puntualizaciones un rasgo de insuficiencia y un valor provisional, que nos llevará en otro momento a una serie de intercalaciones y enmiendas de lo escrito.
Bibliografía
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