Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

Nuestra civilización moderna tiene una orientación tan de tipo físico que cuando escuchamos la palabra hambre, inmediatamente pensamos en términos de vitaminas, minerales y aminoácidos.  Pocas veces se nos ocurre que así como se desarrollan problemas en el cuerpo, cuando éste no recibe el alimento que necesita, la persona que carece de amor, o aún peor, la que tiene dificultad para amar, es presa de males igualmente graves. No estoy refiriéndome meramente a problemas emocionales, aunque éstos están, por supuesto, incluidos. Más y más evidencias indican que la falta de amor no sólo conduce a la soledad, la desesperación y el resentimiento, sino que eventualmente puede incluso provocar el deterioro de los órganos vitales. En un libro titulado “El Corazón Roto: Las consecuencias Médicas de la Soledad”, por ejemplo, James J. Lynch, de la Facultad de Medicina de la universidad de Maryland, señala un punto interesante al conectar los accidentes cardiovasculares como los infartos, con el egoísmo, el aislamiento, la alienación y la muerte de seres queridos, todo lo cual puede ser considerado carencia de amor. Del mismo modo dos brillantes cardiólogos de San Francisco, Meyer Friedman y Ray H. Rosenman, atribuyeron muchos problemas cardiovasculares a un síndrome de mentalidad y conducta que denominaron “Personalidad Tipo A”, encarnada por aquellos hombres y mujeres “agresivamente comprometidas en una lucha crónica e incesante para obtener más y más en menos y menos tiempo, y de ser necesario, haciendo frente a la oposición de otras cosas y otras personas”.

 

Las personas “Tipo A”, con frecuencia sufren infartos, aseguran los Drs. Rosenman y Friedman.  Yo rastrearía la enfermedad mucho más atrás. Cuando estamos continuamente poseídos por un poderoso deseo de obtener algo para nosotros mismos – éxito, placer, fama, poder – vivimos un estado de estrés permanente, día tras día, los siete días de la semana. Nos vamos tornando progresivamente ansiosos por obtener lo que deseamos, y nos enojamos más y más cuando no lo logramos, lo cual sólo hace que la exigencia de nuestros deseos sea aún más feroz. El cuerpo se adapta a este estado de tensión manteniendo mecanismos de adaptación, como una elevada presión arterial funcionando casi todo el tiempo. No resulta sorprendente que después de un tiempo el sistema se descomponga.  La comunidad médica sería muy precisa al respecto: “Causa del deceso: infarto de miocardio”. Esa es una causa, pero no la primera.  Podríamos asegurar con igual precisión: “Murió de ambición y por anteponer siempre su persona a cualquier otra cosa.  Murió por no haber jamás aprendido a amar”.

 

En otras palabras, cuando figuras espirituales como la Madre Teresa hablen sobre nuestra necesidad de amar y ser amados, no hablan de una necesidad metafórica. La Madre Teresa no está hablando solamente de espiritualidad: está hablando de una alimentación adecuada. El resentimiento, la hostilidad, la alienación y el egoísmo son enfermedades de deficiencia. Se pueden tener todos los aminoácidos esenciales, vitaminas y minerales conocidos y desconocidos, pero si no se puede amar, son pocas las probabilidades de mantener la salud.

 

Podemos pensar en la Madre Teresa como en el médico perfecto. Ella tiene sus protocolos, enunciados en el Sermón de la Montaña y en la “Epístola del amor” de San Pablo, y los signos y los síntomas de la deficiencia son facilísimos de reconocer. Ella le toma la temperatura a la moderna civilización industrial, controla su presión arterial y da su diagnóstico sin vacilar: “Desnutrición espiritual aguda. El paciente está tratando de satisfacer sus necesidades con egoísmo; no hay espacio para el amor”. Sucede que la desnutrición es reversible. Del mismo modo que las emociones negativas como la ira, el miedo y la codicia tiene un gran poder para dañar, la Madre Teresa sabe qué prescribir para curar: buena voluntad, paciencia y un avasallador amor para todos.

 

Hoy en día, apenas sabemos lo que significa la palabra amor. La mayoría de las veces se aplica a relaciones físicas que tiene muy poco que ver con Él. Ese tipo de relaciones se basa en la satisfacción física, lo que significa que cuando la satisfacción se acaba, como sucede con todas las satisfacciones de tipo físico, la relación se deteriora. El amor no se fundamenta en sensaciones, es un estado mental duradero.  En su forma más elevada – el amor puro y perfecto,

CONTINUA