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amor completamente desinteresado  - no se preocupa por qué puede obtener sino por cuánto pude dar.  La sensación física sólo conduce a la hambruna espiritual; el amor puro nutre y sana.

 

Por lo general, todo buen médico escribe sus recetas acompañándolas de ciertas instrucciones: mucho descanso, mucho líquido, etc. Ciertas condiciones deben ser cumplidas para que el medicamento resulta totalmente eficaz. Del mismo modo, si nos prescriben amor como remedio a nuestra enfermedad, para el amor puro y perfecto necesitamos cinco condiciones:  La primera es tiempo. La segunda es control sobre nuestra atención. En tercer lugar viene la energía, la vitalidad. En cuarto, necesitamos discernimiento. Por último, debemos ser conscientes de la unidad de la vida.

                             

Déjenme que las explique una por una.

 

TIEMPO

 

La obsesión por el tiempo está tan arraigada en nuestro medio social que apenas notamos que no nos queda tiempo para amar. Por todas partes el eslogan es Rápido, Rápido, Rápido. Sin embargo, para ser conscientes de las necesidades de los demás, para poder pasar tiempo con los otros, para hablar y actuar con paciencia y consideración, debemos tener tiempo – mucho más tiempo de lo que la mayoría de nosotros tiene en la actualidad.

 

Por un lado, es una cuestión de simplificar nuestras vidas, dejando de lado actividades menos importantes para dedicarle más tiempo a lo que más importa. Aunque también es esencial que aminoremos el ritmo de nuestra vida, para que podamos liberarnos de la obsesión por el tiempo característica de la personalidad Tipo “A”.

 

Uno de los pasos más eficaces a seguir es muy simple: levántese temprano. Si se levanta tarde, se atraganta con el desayuno, corre tras el ómnibus y llega a su oficina diez minutos después que todo el personal ya ha comenzado su labor, ése será el ritmo que usted mantendrá el resto del día. No sólo es malo para la salud, como dicen Rosenman y Friedman, también es malo para la felicidad, porque no deja espacio para el amor. Cuando estamos tan apurados ni siquiera podemos ver a la gente, son como fantasmas. Estamos demasiado urgidos como para captar las pequeñas señales en la mirada de una persona o alrededor de la comisura de sus labios que nos dicen: “estás lastimando mis sentimientos. Me estás desilusionando”.  Todo lo que la mente puede pensar es en Yo, yo, yo – “Lo que tengo que hacer y qué poco tiempo tengo para hacerlo”.

 

Cuando la gente pregunta de qué manera puede amar más, yo le respondo a veces enigmáticamente. “despiértense más temprano”. Procúrense abundante tiempo para su meditación y entonces vayan a desayunar no sólo con apetito sino también con tiempo  suficiente, tiempo para comer tranquilamente, para conversar con los demás en la mesa y para llegar al trabajo cinco o diez minutos antes para poder charlar un rato con sus compañeros. Con demasiada frecuencia nos cuesta ver a los compañeros de trabajo como individuos. No son tan sólo maniquíes en la oficina, son personas muy parecidas a nosotros. Tiene hogares, cuidan sus plantas, juegan con perros, se preocupan por el dinero, van a la playa, les gustan las comedias musicales. Cuando vemos a las personas parecidas a nosotros, por lo general, nos resultan agradables.

 

La tranquilidad en las comidas es especialmente importante en el caso de los niños. No solamente están asimilando su cereal, están absorbiendo todo lo que ven y escuchan. Les hacemos un flaco servicio al tratar de apurarlos en la comida. Debemos darles tiempo para formular preguntas que no tienen respuesta, contar cuentos sembrados de largas pausas mientras buscan una palabra en particular, hasta para volcar ese vaso de leche y aún así llegar a la escuela a tiempo; todo esto es parte de un desayuno lleno de amor. En estos términos, sospecho que muy pocas personas en la actualidad toman un desayuno verdaderamente lleno de amor. Con demasiada frecuencia el término se aplica a una factura o algunos copos de celulosa pre-cocida calentados en un microondas, lo que no constituye ni amor ni desayuno.

 

Tú sí puedes decir “No hay que apresurarse”, se quejaba con exasperación mi pequeña sobrina Greta.  “Tú no tienes que ir a la escuela”.  Me reconforta poder decir que yo siempre me he podido tomar mi tiempo para las comidas, incluso cuando iba a la escuela; debo haberlo asimilado de mi abuela.  Por lo tanto, aun cuando sea su primer día en la escuela secundaria, aun cuando tenga un día terrible en la oficina y un millón de cosas que hacer antes de la tarde, tome su desayuno con tranquilidad. Nunca hay motivo suficiente para una palabra descortés, una lengua enmudecida o un gesto de indiferencia. Si no tiene nada que decir, siempre puede escuchar con atención. Y, por favor, no lea el diario en la mesa.  Creo que son millones las personas que utilizan el diario de la mañana, no por las noticias sino a modo de escudo, detrás del cual se están protegiendo del amor.

 

Me pareció muy interesante descubrir que la madre Teresa hace esa misma inesperada conexión entre el tiempo y el amor. “Todo el mundo hoy en día parece estar terriblemente apurado”, observa ella, “ansiosos de obtener más desarrollo, más riquezas y todo eso, de modo que los niños tiene muy poco tiempo para sus padres.  Los padres tienen muy poco tiempo el uno para el otro, y en el hogar comienza la alteración de la paz en el mundo”.

 

LA ATENCION

 

Aminorar el ritmo de vida está íntimamente conectado con centrar la atención. En el caso del apuro permanente, por ejemplo, no se trata solamente de un problema de velocidad. Nuestra atención está centrada en nosotros, nuestras necesidades, nuestros plazos, nuestros deseos, por lo que no queda nada de atención para brindar a los que nos rodean, quienes probablemente tienen necesidades y deseos e incluso tal vez plazos muy parecidos a los nuestros.  Especialmente en el caso de los niños tenemos que detenernos para poder darles nuestra atención ya que la necesitan tanto como la comida y el sueño.

 

La meditación es, en esencia, una cuestión de aprender a dirigir y mantener un fluir constante de atención.  Luego, durante el día, continuamos entrenando la mente manteniéndola centrada en el trabajo que desarrollamos. Es muy interesante señalar que la mente capaz de concentrarse en varios objetivos es característica de la personalidad Tipo A.  Los doctores Rosenman y Friedman lo denominan con un nombre exótico, “Pensamiento polifásico”, pero es algo extremadamente común, y se da no solamente entre altos ejecutivos. Muchas personas encuentran muy difícil mantenerse interesadas en algo que no sea ellas mismas. Mientras lo escuchan a usted y le dicen “Sí, cuánta razón tienes”, su atención divaga y comienzan a planear el menú de la noche o calcular las subas de sus acciones de la Bolsa mentalmente. Cuando están manejando, en vez de concentrarse en al ruta, encienden la radio y traen a la memoria algún viejo recuerdo o ensayan un planteo a su jefe.  En esos casos la atención no está centrada. La mente está saltando como un saltamontes, y no hay control sobre ella.

 

Al practicar la meditación y concentrarnos completamente en una cosa por vez, podemos aprender a dirigir nuestra atención a donde queramos. Esta es una habilidad casi milagrosa, con aplicaciones en la práctica del amor tan simple como esenciales. Cuando podemos brindarle a la persona con la que estamos nuestra completa atención aún cuando esté contradiciéndonos en el tema de la reforma impositiva o al explicar las peculiaridades de la ley romana, el aburrimiento desaparece de nuestras relaciones. La gente deja de ser aburrida: nosotros nos aburrimos porque nuestra atención divaga. Brindarle a alguien nuestra completa atención dice claramente “Me importas. Te respeto”.

 

La atención se parece mucho a un perro. Hace algunos años mi amigo Steve adquirió un cachorro de sabueso, enorme, cariñoso y terriblemente vivaracho, que su hijo bautizó con el nombre de

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