Ganesha. Ganesha tenía una desbordante energía y nunca había sido entrenado, estaba acostumbrado a hacer lo que le placía. Si lo ponían en el jardín, cavaba debajo del cerco. Lo dejaban en el dormitorio y masticaba las pantuflas. Si lo llevaban a dar un paseo en un minuto se escapaba hacia el campo a perseguir a un ciervo. Entonces Steve decidió empezar a entrenarlo. Durante algún tiempo me pareció que sucedía justamente lo contrario: Ganesha ladraba y Steve corría detrás de él. Pero ahora, después de muchas pacientes prácticas Ganesha ha aprendido a obedecer y a gastar su energía en una rápida corrida por la playa, en vez de descargarla en las pantuflas.
La atención puede ser entrenada del mismo modo. Al principio vaga sin
descanso por todas partes, observándolo todo y a todos. Pero si la tenemos a
rienda corta y la llamamos al orden una y otra vez, llegará el gran día en que
nos obedecerá. Entonces es cuando se convierte en una invaluable compañera
siempre alerta, muy parecida a un perro ovejero bien entrenado, a los que he
visto obedecer toda suerte de complicadas instrucciones. A través de los años
he llegado a la conclusión de que no existe límite para una atención bien
entrenada. Así de bien puede llegar a responder.
Casi todas las rupturas de las relaciones humanas - entre padre e hijo,
hombre y mujer, amigos, compañeros de trabajo - pueden ser evitadas aprendiendo
a controlar la atención, porque junto a la atención viene la lealtad, el
interés, el deseo, la confianza. Puedo ilustrar esta idea con la más fascinante
de las relaciones: la romántica. Supongamos para Romeo y Julieta un desenlace
diferente: que los amantes se hubieran casado, y estuvieran viviendo una vida
doméstica normal. Después de unos años, como sucede con frecuencia, la atención
de Romeo comienza a inquietarse y Julieta pierde su atractivo. Alguna vez su
sola vista le recordaba a las flores, a murmurantes manantiales y a la “leve y dulce brisa de primavera”, ahora
ella sólo le recuerda a la lavandería y a su café matinal. Antes todo se lo
contaba a ella, ahora apenas le contesta con monosílabos. Después de un tiempo,
su atención se fija en Rosalía, su antiguo amor. Ahora es ella la que le
recuerda a las flores y a los manantiales; su atención se aferra a ella y no se
apartará de allí.
Si él pudiera leer lo que la
mayoría de nosotros lee hoy en día, el consejo que recibiría sería “Ve tras tus
deseos. Allí es donde está la felicidad”. Allí es justamente donde está la
infelicidad. Si la atención de Romeo no puede quedarse junto a Julieta, ¿por
qué habrá de quedarse junto a Rosalía? Después de todo Julieta es la misma
Julieta, no menos atractiva que antes. Pero Romeo es también el mismo Romeo. Si
no logra controlar su atención, la felicidad se alejará de él cada vez más.
En el momento en que comience a escuchar el manantial murmurante y
empiece a pensar en la primavera, desvíe su atención completamente de Rosalía y
enfóquela en Julieta. Con la práctica, podremos centrar nuestra atención a
voluntad tan intensamente como en el primer amor. Entonces Romeo encontrará que cada día con Julieta es tan dulce
como el primero. Cada mañana él podrá exclamar nuevamente maravillado: “Es el
Este y Julieta es el sol”. Y el amor entre ambos se volverá más profundo y más
rico. Como dice Teresa de Avila “Amor saca amor”.
Para amar, debemos estar dispuestos
hacer cosas por los demás, aún cuando resulta incómodo. Debemos estar
preparados para hacer lo que nos disgusta aun cuando nos parezca que carecemos
de voluntad y de energía. Cuando
sabemos que debemos ayudar a uno de los
niños con sus deberes pero sólo nos queda energía para desplomarnos en un
sillón con un martini, una forma de explicarlo es decir que se nos acabó el
combustible. ¿Por qué? Comemos alimentos sanos, dormimos lo suficiente; tenemos
un montón de energía para hacer las cosas que nos divierten. ¿De qué manera
podemos obtener más energía para poder dar más amor?