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crecer y para ayudar a otros seres a crecer. Sin obstáculos serios, me temo, muy pocos de nosotros lograrían hacerlo alguna vez. Este es el objeto de los obstáculos aún más grandes y formidables.

 

Cuando la gente vive acompañada o trabaja con otras personas, es natural que exista un cierto grado de fricción. No resultada nada sorprendente. Sin embargo, cada vez que se encuentran en la situación de estar a punto de estallar, pueden recurrir al Santo Nombre para alejar las palabras agresivas y reemplazarlas por el deseo de mantenerse firmes, pacientes y ayudar a calmarse a sus compañeros. Observen la escena: su presión sanguínea está llegando al techo, sus ojos están inyectados de sangre, todos sus fluidos están corriendo en la dirección equivocada.  Permanecer paciente y responder con palabras amables en una ocasión semejante es como hacer un giro en U en medio de la autopista de la ira. En una autopista, por supuesto, ese es un acto de desafío a la muerte: en cambio, en las autopistas de la mente se trata de una afirmación de vida. Cuando su mente esté corriendo por alguna autopista emocional a toda velocidad, dirigiéndose derecho hacia el desastre, no creo que nada en la vida pueda igualar la emoción de aprender a dar un volantazo en ese mismo lugar y manejar tranquilamente en la dirección opuesta. Todo el mundo se detendrá y nos mirará con admiración diciendo: “¡Justo en medio de la autopista!” y después de un tiempo, todos los que lo hayan visto querrán aprender a hacerlo también.

 

Con frecuencia lo que nos impide arremeter contra los gustos y las fobias de la vida cotidiana es la enorme cantidad de mobiliario mental que conservamos. La gente puede ser muy personal en la manera de disponer los muebles de su casa. “Mi sofá de pana va aquí, cuarenta y cinco centímetros a la izquierda de la lámpara de bronce, y mi escultura abstracta de acrílico tiene que estar en el extremo derecho de la mesa baja de caoba incrustada”. Nos acostumbramos a una cierta disposición y cualquier cosa que la altere, nos altera a  nosotros también. Así es como ordenamos nuestros gustos y fobias en nuestra mente también, lo que nos limita severamente en nuestra capacidad de comunicarnos con los demás o acercárnosles más. La persona cuya mente no está atiborrada de preferencias, cuyo gusto en mobiliario mental es de tipo simplista, puede acercarse a cualquier círculo de personas de cualquier extracción de la vida y comunicarse armoniosamente. Pueden re-ordenar el mobiliario de sus mentes sin esfuerzo, como lo exija la situación; sin embargo, el arreglo que de eso resulte siempre será práctico y hermoso. Teresa de Avila lo dice sin vueltas : “Tener coraje para lo que venga en la vida – todo reside en eso”.

 

Una vez que corregimos nuestra percepción de la vida que nos rodea, liberándole del contexto de “me gusta” y “no me gusta”, todos los hechos son sólo hechos. No ya ventajas ni desventajas, no actúan ni a favor ni en contra de nosotros. Lo único que perdemos con este cambio de percepción es la vorágine mental; porque cuando vemos todo tal cual es, nos damos cuenta de que no hay motivo de pena personal. Ganamos compasión, un valiosos conocimiento de los demás, y la capacidad de ayudarlos a ver con más claridad, siempre y cuando ellos deseen hacerlo.

 

Esto no nos priva del gozo de la vida; trae aún más gozo. Cuando invito a mis amigos a salir, no creo que nadie goce más que yo. Disfruto incluso si todo sale mal. Una luminosa tarde, hace varios meses, salí con unos amigos a pasar la noche en Berkeley, donde tenemos un abono para las representaciones del Berkeley Repertory Theatre. Sultana nos había preparado un lujoso picnic con quiche, pan fresco y fruta, y dos elaboradas ensaladas, que había guardado cuidadosamente en el baúl. A mitad del camino hacia Berkeley comenzó a llover. Llegamos a la universidad ansiando encontrar un lugar seco y caliente donde pudiéramos comer, y descubrimos que el baúl del auto había decidido de repente que no iba a abrirse. Intentamos llamar a varios cerrajeros, aunque comprobamos que era una noche de mucho trabajo para el gremio. Entonces intentamos probar suerte en varios restaurantes vegetarianos, los que desafortunadamente estaban cerrados. Llegamos al teatro justo en el momento en que levantaban el telón. 

 

Mientras estos sucedía, yo observaba mi mente.  ¿Cómo reaccionaría?

 

 


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