muriendo por ejercitarse en el proceso de expansión. “Sus heridas
cicatrizan; sus fluidos circulan. Su
piel metaboliza. Sus nervios chisporrotean apaciblemente con mensajes vitales”.
La historia del desarrollo del cuerpo humano, señala Murchie, esta
inseparablemente entretejida con la del desarrollo de la tierra. “Mi cuerpo fue
moldeado en los ríos donde se desarrollaron las vértebras y nacieron los
pulmones. Y mi aprendizaje fue en los árboles, donde crecieron mis manos...
Después que la elevación de los continentes produjo las praderas, aprendí a
ponerme de pie y mirar a lo lejos, y anticipar al león”.
En Evolución y Etica, el
eminente biólogo del siglo diecinueve, Thomas Huxley, sugirió otra dimensión a
esta descripción de la evolución humana:
La experiencia cotidiana nos familiariza con los
hechos que se agrupan bajo del rótulo de la herencia. Cada uno de nosotros
lleva sobre sí las evidentes marcas distintivas de sus progenitores, tal vez
las de ancestros más remotos. De modo más particular, la suma de tendencias a
actuar de un modo determinado, que llamaremos “carácter” debe, con frecuencia
ser rastreada a través de una larga serie de progenitores y ramas colaterales.
De modo que se puede afirmar con exactitud que ese “carácter” – esa esencia
moral e intelectual del hombre – verdaderamente pasa de un tabernáculo viviente
al otro, y realmente transmigra de generación en generación.
En el recién nacido el carácter está latente, y es
poco más que un atado de potencialidades. Pero, a edad muy temprana, éstas se
vuelven realidades; se manifiestan como opacidad o brillantez, debilidad o
fortaleza, vicio o rectitud; y con cada rasgo modificado por la influencia con
otro carácter, si no por otras cosas, el carácter es transmitido a su
encarnación en nuevos cuerpos. Los
filósofos hindúes llamaban al carácter, definido de esta manera, “karma”.
En cinco mil millones de años la ameba se transformó en mí. Este no es
un desarrollo ciego o arbitrario; cada uno de nosotros ha desempeñado un papel
preponderante en su propio desarrollo.
En cada corto lapso de vida, somos el resultado de lo que hemos pensado
y hecho, al final de cada vida, seremos la suma total de todo lo que hemos
pensado y hecho antes.
El pensamiento, en este sentido, puede
ser traducido como un ensayo para la acción. Esta vida nuestra está llena de la
mente, en realidad es el resultado de la mente, en el sentido que le da Huxley,
una mente que puede rastrear su continuidad muchas generaciones atrás. Cuando
Agustín comenzó a apreciar el alcance de este proceso que denominamos mente, se
quedó maravillado:
Inmenso,
este poder de la memoria, increíblemente inmenso ¡Oh, Dios mío! Un recinto que
se extiende sin límites dentro de mí. ¿Quién puede llegar a sus más recónditas
profundidades? Aquí hay hombres que viajan lejos para maravillarse con la
altura de las montañas, la grandeza de las olas del mar, el largo curso de los
grandes ríos, la inmensidad del océano, los movimientos de las estrellas ¡Y sin embargo no le prestan atención a su
persona!
En las innumerables
praderas, cuevas y cavernas de mi memoria, inmensamente llenas de innumerables
clases de cosas presentes por sus imágenes o por sí mismas o por ciertas
nociones o estados de ánimo... dentro y a través de todas ellas abarca mi
mente, y paso con rapidez de una a otra y