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sanas de pensar y proceder. Sabemos que, en casos muy trágicos, en los que el cuerpo pierde su capacidad para sentir el dolor, ha perdido efectivamente su sistema de alarma. El calor, por ejemplo, no los lastima, de modo que nada los impulsa a retirar sus dedos hasta que éstos están terriblemente quemados. La sensibilidad al dolor emocional puede desempeñar el mismo papel educativo en la mente.

 

Este término “sensibilidad” que empleamos con tanta ligereza en estos días, ha pasado a significar ser sensible a los sentimientos de uno mismo. “Me ofendo con mucha facilidad”, decimos, “Así que sean extremadamente amables conmigo”. En realidad se trata de una amenaza implícita. ¿No hay un arbusto denominado “planta sensitiva”, al que basta con tocarlo suavemente para que las hojas se desmayen y se oculten?. Eso es lo que la mayoría de nosotros interpreta por ser sensibles: ignórennos durante un rato o digan, por casualidad, algo equivocado y nos replegaremos emocionalmente allí mismo. Yo no llamaría a esto sensibilidad: se trata simplemente de preocupación por uno mismo. El único tipo de sensibilidad que vale la pena cultivar es la sensibilidad a las necesidades de los demás, y para poder cultivarla, debemos reducir la preocupación por nosotros mismos.

 

La mayoría de las personas no pueden ser muy comprensivas con los demás por la simple razón de que no son sensibles a nadie más que así mismos. Cuanto menos se concentre uno en sí mismo, más se abrirá su sensibilidad a las necesidades y sentimientos de los demás. Cada vez que lastiman a alguien y se apenan luego por la ofensa cometida, están haciendo un valioso curso de sensibilidad. Es un seminario en el nivel más profundo y personal, el experiencial, y resulta infinitamente más eficaz que cualquier otro al que pudiéramos asistir para obtener un título universitario. El título nos llega directamente, cuando cambiamos nuestra conducta y no volvemos a lastimar a la gente. “Los sentimientos de todo el mundo pueden ser ofendidos”, nos damos cuenta, “igual que los míos. Tengo que tener en cuenta los sentimientos de los demás en todo lo que hago”.

 

En el aprendizaje de cómo hacer buen uso del dolor, podemos obtener provechosas pistas de parte de hombres que lo conocen bien: los boxeadores. Si ustedes sienten un fuerte deseo de golpear a alguien, probablemente se trate de alguien con quien está emocionalmente involucrado. Parte de su mente estará convencida de que ceder a esta compulsión les dará satisfacción. Este es el problema básico. Si tienen una cierta dosis de desprendimiento en el momento crucial, podrán efectivamente observar cómo la compulsión toma su mano derecha y la arrastra hasta el otro para asestar el golpe. En este momento si pueden ser sensibles al dolor que le causará a la otra persona, pueden quitar su mano de las garras de la compulsión.

 

Gradualmente, después de una gran lucha, podrán reunir la fuerza de voluntad para darle un gancho izquierdo a la prepotente compulsión. Los que van a recibir la fuerza de ese impacto son ustedes, por supuesto. Esa es la parte dolorosa del asunto. A la larga, también serán ustedes los que queden en libertad.

 

He visto en el periódico fotos de tipos después de un rudo enfrentamiento: golpeados más allá de lo imaginable. Sin embargo, su deseo de vencer era tan intenso que casi ni se dieron cuenta del dolor. Estaban tan concentrados en la gloria que gran parte de su capacidad de sentir dolor fluía hacia ese objetivo. Del mismo modo, podemos realmente llegar a sentir un intenso gozo al derrotar a esas arraigadas compulsiones que han venido dominando nuestras vidas y verlas tocar la lona, finalmente, y para siempre.

 

Todas estas son claves para las verdaderas capacidades mentales de autoayuda. Es por eso que digo que la manera de tratar con la angustia mental consiste en ahondar y descubrir una fuente más profunda de motivación. La energía fluirá en esa dirección, al igual que el agua fluye hacia los niveles más bajos. Así es exactamente como fluye el deseo hacia fuentes más profundas de satisfacción que aquellas que sólo prometen beneficio personal.

 


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