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Recuerden alguno de esos momentos en sus vidas en que desearon algo con mucha intensidad, ¿no eran capaces de soportar el dolor con alegría, en esas ocasiones, a favor del gozo más grande por venir?. Del mismo modo, todos encontramos alegría en sufrir una pérdida personal por el bien de alguien que amamos. Podemos aprender a sentir ese tipo de amor por más y más personas, en el fondo se trata de una cuestión de expandir nuestra sensibilidad. Esto puede llegar hasta el punto que si alguien fuera manifiestamente hostil con nosotros, nuestra respuesta inmediata será sentir pena por él. Ninguna compulsión por devolver el golpe podrá adueñarse de nuestra mente. Aún cuando debamos enfrentar a una persona podemos hacer este milagro, que es lo que significa “combatir el pecado ganando al pecador”. Entonces los místicos nos hacen una maravillosa pregunta: si sentimos alegría al sufrir por el bien de los demás, ¿cómo podría afectarnos la pena?.

 

El mejor modo de enfrentar la ansiedad y la desazón es, entonces, no huir de ellos sino pensar en que nos están tirando de la manga, tratando de ayudarnos, “¡Adelante!”, tratan de decirnos, “mira hacia tu interior”. Eso es precisamente la meditación: una consciente y controlada mirada a nuestro interior. Si la ansiedad está tan profundamente enraizada, después de todo, ¿por qué dispersarla?. La ansiedad tiene algo que enseñarnos. Una vez, en medio de un apasionado sermón, Agustín se detuvo, miró a sus feligreses unos momentos y dijo, como si pensara en voz alta: “Ustedes están pensando que yo estoy diciendo lo que siempre digo, y que ustedes seguirán haciendo lo que siempre hacen”. Entonces su voz se llenó de una intensa serenidad: “¡Cambien, cambien, se los ruego!. El fin de la vida es siempre impredecible. Todo hombre camina junto a la posibilidad de caer”. Para efectuar verdaderos cambios en nuestras vidas, cambios que nos dejen mucho mejor preparados para enfrentar las exigencias de la existencia humana, es esencial que aprendamos a controlar, en alguna medida, el impredecible proceso de nuestro pensamiento.

 

El primer modo en que la meditación regular puede ayudarnos, de forma inmediata, es enseñándonos a acrecentar nuestros poderes de concentración. En todos los campos de batalla de la vida, aprender a mejorar la concentración es tan importante como luchar por disminuir los gustos y las fobias, tema que ya he tratado ampliamente. Me basta con observar ahora a una persona un par de minutos para calcular, en cierta medida, sus poderes de concentración e intuir con bastante precisión qué problemas cotidianos está enfrentando. Una concentración pobre provoca problemas en todos los ámbitos.

 

La mayoría de nosotros tiene una concentración mucho más aguda de lo que supone. Cuando están haciendo algo de lo que disfrutan enormemente, ¿no les parece que le pueden brindar su atención fácilmente?. Eso es lo maravilloso de la concentración, y el gozo fluye de ella con naturalidad. Todos nosotros poseemos esta capacidad de alguna manera. Para profundizarla y ponerla nuestra disposición, tenemos que ejercitarla extendiéndola, para que ilumine actividades y personas que en este momento no disfrutamos particularmente. Esto también, como podrán observar, vuelve al tema de superar gustos y fobias, que son la fuente constante de conflicto en la vida cotidiana.

 

Los beneficios serán notables en muchos frentes. En principio, los pensamientos del pasado no pueden irrumpir en la persona que ha desarrollado su concentración. Esta ha levantado una especie de ciudadela alrededor de su mente, un gran castillo en la tradición de las más recordadas fortalezas que se hayan construido en la Edad Media en las cimas de las montañas europeas. Imágenes e impresiones del pasado, temores y sueños del futuro, no pueden penetrar la fortaleza sin ser admitidos. La atención es como un puente levadizo que se puede bajar cada vez que uno lo desee.

 

Por otra parte, aquellos de nosotros que no hayamos desarrollados nuestros poderes de concentración de este modo, seremos tan vulnerables como las ciudades con murallas bajas.  Cualquier ansiedad, temor o insignificante deseo puede saltar por encima de las murallas y alterar la mente cuando guste. Esta es una de las razones por las que me resulta tan fácil comprender la

 


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