Recuérdelo también cuando se sienta
envuelto en los acontecimientos de la vida diaria. Parte de su atención en la
meditación estará en las cosas en que se vea complicado personalmente durante
el día. Actuará como un tubo inferior inflable alrededor de su cintura, que
impedirá que se sumerja debajo de la superficie. Ningún vínculo vale el precio
que usted estará pagando: puede creer en mi palabra, y en la palabra de los más
grandes santos del mundo, y de la mística también. Le aseguro que, al dejar los
vínculos personales, no está perdiendo nada, excepto frustraciones. No está
dejando nada, salvo sus viejas inseguridades.
Mientras medita no piense en otra cosa.
Concéntrese completamente en el pasaje de inspiración. Cuando su concentración sea completa, no
tendrá ningún impedimento en la superficie, se sumergirá naturalmente más y más
profundo. Entonces ninguna distracción tendrá una fuerza apremiante detrás de
ellas. No lo importunará; no lo oprimirá; no tendrá poder para alejarlo de su
propósito. Eventualmente, alcanzará un nivel en el que los deseos egoístas ni
siquiera se aproximarán; solamente los deseos que desee llegarán a usted. De
ningún modo pierde la capacidad de desear. Lo que gana es libertad.
La expresión de san Agustín
“Esforcémonos más allá de nosotros”, en mi interpretación práctica implica que
debemos impulsar las fronteras de nuestro conocimiento hacia profundidades
mayores.
Cuando somos capaces de viajar hacia
los recónditos recovecos de la conciencia, descubrimos que no estamos cercados
por las circunstancias o los rasgos personales, ni siquiera por
condicionamientos de nuestro pasado. En un sentido, cada uno es un niño de
nuestro pasado. Nuestra crianza, el medio ambiente de nuestro vecindario así
como el medio cultural en el que crecimos, las escuelas a las que fuimos, las
películas que vimos, los libros, revistas y diarios que leímos, la gente con la
que hemos estado – todo esto ha moldeado nuestro carácter actual así como la conducta
-. Sin embargo, cuando viajamos a la profundidad de la conciencia y nos
acercamos al umbral amenazante entre el reino de la conciencia y el
inconsciente, nos damos cuenta de que el residuo emocional de todos estos
factores puede ser gradualmente borrado de nuestras vidas. Cuando esto se lleva
a cabo, descubrimos cualidades positivas latentes: características de la
fuerza, abnegación y amor que han estado siempre allí.
Si no sabe como viajar a esas
profundidades, si no hace un esfuerzo para practicar la meditación e incorporar
disciplinas espirituales dentro de su vida, no posee una herramienta para
reconstruir su persona. En este caso, coincidiría con los psicólogos modernos
que insisten en que estamos atados por condicionamientos pasados para actuar de
una forma determinada. Sin embargo, las disciplinas espirituales, en forma
particular la meditación, traen una esperanza para millones de personas cuyos
pasados condicionantes los oprimen, gente que puede provenir de hogares
desdichados, por ejemplo quienes quizá no hayan recibido el amor que es su derecho divino de
nacimiento. Cualquiera sea nuestro pasado, ninguno de nosotros necesita
resignarse a ser víctima de por vida de circunstancias que se encuentran más
allá de nuestro control. Puedo fácilmente comprender a una persona joven, por
ejemplo, que se sienta resentida al haber sido abandonada o injuriada, y
debemos trabajar arduamente a fin de cambiar la actitud de abandono con que
muchos niños parecen ser criados hoy día. Sin embargo, desearía desde lo más
profundo de mi corazón que estas disciplinas pudieran presentarse en forma
persuasiva a nuestra juventud, ya que ofrecen una alternativa real a los
hábitos destructivos y a la amargura que este sentimiento de ser víctimas con
frecuencia genera. Me gustaría comentarles que éste es un método por el cual
pueden tomar la energía que gastan en expresar sus frustraciones y ponerla al
servicio de la reparación del daño ocasionado.
Al viajar a niveles más profundos de
conciencia, encontramos que podemos impulsar muchas de nuestras limitaciones
más y más lejos. Podemos darnos lugar para movernos, lugar para expandirnos. No
necesitamos ya vivir con la sensación vaga de estar doblados, encajonados y
confinados.