Tan sólo a guisa de ejemplo, la gran
mayoría de las personas no guardan casi distancia entre la manera en que
trabajan sus mentes y el modo en que ellos mismos actúan. Este es un hábito muy
restrictivo. Cuando estaba cursando la facultad de mi Universidad en la India,
solíamos ver películas de Hollywood en las que un ventrílocuo llamado Edgar
Bergen aparecía con un títere llamado Charlie McCarty. El Sr. Bergen ubicaba a
Charlie sobre su rodilla y pregunta solícitamente: “¿Qué deseas? Charlie diría:
“Un buen trago fuerte”. Muchas de nuestras compulsiones han aprendido, pienso,
a través del tiempo a ser ventrílocuos más acabados que Edgar Bergen.
Regresamos a casa de la oficina cansados y tensos y nuestro cuerpo grita: “¡Necesito un buen trago fuerte!”. No nos
paramos para darnos cuenta que es simplemente la mente que realiza su rutina.
De hecho, nuestras compulsiones mentales son maestros consumados de este arte descarriado.
Como cualquier otro, yo también sentí
la sensación errónea de que mi mente y yo éramos uno solo: cuando mi mente me
impulsaba a realizar algo con una voz cuidada y bien impostada, yo
efectivamente solía salir y actuar en consecuencia. Hoy día, después de años de
entrenarme para no identificarme con mi mente, me divierto al recordarlo. “Aquí
está, un tipo razonablemente inteligente, capaz de dar largas conferencias
sobre literatura inglesa y sobre la mecánica del lenguaje. ¿Cómo pudiste haber
sido engañado por este ego ventrílocuo?”. Cuando mis meditaciones se volvieron
más profundas, aprendía el modo de mantener distancia de estas presiones. Si mi
mente comenzaba a quejarse de alguien, no permitía que influenciara mis
palabras o acciones. Era libre de elegir mis propias reacciones: palabras
afectuosas, paciencia y respeto.
La mayoría de los problemas emocionales
pueden ser resueltos, a mi entender, con esta estrategia maestra: ponga
distancia entre usted y su mente. Admito que se necesita una gran osadía. Pero,
en este país usted ha sido criado en una sociedad que otorga un premio a la
temeridad; ¿por qué no usarla de la mejor forma?. Usted no solamente superará
su resentimiento hacia una persona en particular, sino que hasta olvidará la
tendencia a malgastar tiempo y energía preciosos en sentirse agraviado. Si gana
esta clase de desprendimiento de la mente; la vida pierde la mayoría de las
penas y frustraciones. Puede escuchar opiniones opuestas con completo respeto,
sin siquiera comprometer sus propios puntos de vista.
En mi vida he asistido a una gran
cantidad de encuentros de delegados, en una universidad tan grande como en la
que daba clases, frecuentemente debíamos discutir temas difíciles, y en cada
cuestión distintas personas pueden tener puntos de vista muy diferentes. El
mayor obstáculo para una fácil comunicación y la resolución de temas
importantes no eran las distintas opiniones, según mi entender, sino la falta
de respeto hacia los demás. Según mi experiencia, la persona que no respeta
otras opiniones es aquella que tiende a pensar que lo sabe todo y que nadie más
sabe nada.
Los otros seguramente no apoyarán su
postura, de tal forma que se encuentra generalmente separado en una minoría.
Trabajar en el respeto de las opiniones de los demás es un camino efectivo para
fomentar el desprendimiento y trae aparejada, asimismo, una gran paz
espiritual.
Sin importar lo que su mente diga, trate de escucharla con desprendimiento. Si
insiste: “Esto es lo que deseas”, usted debería arquear las cejas y oponer:
“¿cómo lo sabes?”. Esto puede ahorrarle tantos problemas de salud, tantas
crisis emocionales, tantas frustraciones y dolor innecesarios. Será una batalla, pero usted tiene mi
palabra y la de grandes místicos como San Agustín, de que se trata de una
batalla que no puede perder. Esto no significa que su existencia se verá libre
de altercados o que no se encontrará más en situaciones tensas; estas son la
trama misma de la vida. Pero, si puede obtener esta clase de desprendimiento,
la agitación de su sistema nervioso será mucho menor, y estará libre de ese
sentimiento de zozobra de no haber hecho bien las cosas en sus relaciones.