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Y Tú me gritaste desde lejos: “Yo soy el que Soy”. Y te escuché como uno escucha al corazón. Y desde ese momento no hubo ninguna base para la duda: Lo que el Señor le dice es simple: A San Francisco de Asís fue: “Reconstruye mi Iglesia”; a San Agustín, una línea de San Pablo. Las palabras reales no tienen particular importancia; el mensaje es claro y universal: “Vive para todos. Sus alegrías son tus alegrías”. Después de semejantes experiencias no importa quién diga: “No escucho nada de eso. ¡Esto no es verdad!”. Como dice Pascal, esta verdad lleva aparejada su propia validez. Es evidente por Sí misma.

 

No hay forma de describir el efecto de estas experiencias excepto refiriéndolas a nuestra propia vida. No atribuyo mucha importancia a visiones y voces; veo como vive realmente una persona.  Si su experiencia de la unidad es genuina, usted posiblemente no pueda vivir solamente para sí mismo, ya que esto es la sumatoria y substancia de este llamado: “Vive por todos. Trabaja por todos”. Y si usted dice: ¡¿Qué tal unas vacaciones de vez en cuando!”, el Señor será descortés:  “¡Te estoy dando una vida entera de vacaciones! Aquel ego tuyo, que siempre te ha estado diciendo que defiendas tus placeres y luches por tus derechos, ha sido sacado de su miseria.  Ahora, por fin, puedes tener unas verdaderas vacaciones”.

 

Cuando la mayor parte del alboroto mental ha sido aquietado, usted responde fácilmente e inmediatamente a la santidad de la vida. Donde sea que la vea vulnerada, desde un nivel muy profundo algo dentro suyo se pone en acción. La otra mañana, después de una rápida caminata por la playa, volví al auto y estaba sacando la arena de mis zapatos cuando de reojo vi a un gato saltar desde un banco de arena sobre un pequeño pájaro. Mi respuesta fue tan rápida que casi logré sacara al pájaro de la boca del gato antes de que se diera cuenta que estaba allí. No censuré al gato; esa  es su naturaleza. Sin embargo, tenía que tratar de salvar al pájaro: ésa, después de todo, es mi naturaleza.

 

Una vez que tiene una experiencia personal de la unidad de la vida, su alegría radicará en aliviar el dolor donde lo encuentre. Esto requiere desprendimiento y una fe enorme en la bondad humana. Solamente la persona que ha practicado disciplinas espirituales en forma regular puede enfrentar el sufrimiento una y otra vez con fe persistente en el alma sobrenatural de la naturaleza humana. Sin embargo, cuando la atención se unifica, puede ver dentro del corazón de una persona; sea lo que sea que haga, sea lo que sea que sufra, usted sabe que la divinidad del alma permanece intacta.

 

Leí hace mucho que el profesor Alberto Crewe, un físico de la Universidad de Chicago, ha diseñado un microscopio con una capacidad proyectada de agrandar objetos tan diminutos como la mitad de un angstrom (un angstrom, para quienes no lo sepan, es la dos mil millonésima parte de una pulgada.) ¿Quién puede entender semejante cosa?. ¿Quién puede llegar a creer que una cosa tan pequeñísima como un angstrom exista?. No obstante, aquí está el profesor Crewe declarando con confianza que su microscopio es capaz de observar la estructura atómica de casi cualquier material sólido. Cuando la atención se unifica, tiene prácticamente la misma capacidad penetrante. Puede observar minúsculas conexiones vinculando los pensamientos y acontecimientos en las profundidades del inconsciente.

 

San Agustín nos describe lo que vio a través del microscopio de la atención unificada: “...la gloria de la eternidad para siempre fija, en la que nada pasa, aunque todo está presente”. Y él pregunta inquisidor: “¿Quién sostendrá el corazón del hombre, para que pueda permanecer quieto y ver cómo la eternidad, siempre inmóvil, que ni pasó ni va a venir, revela los tiempos pasados y venideros?”.

 

 

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