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Desearía encontrar la manera de comunicarles lo maravilloso de esto. Al meditar, usted puede ingresar al interior de una gran tesorería. Usted entra en poder de una especie de picaporte:  puede ingresar tantas veces como desee y sacar cuanto quiera. El gerente, el Señor, está sentado detrás de un gran escritorio y dice: “Ve y sírvete a ti mismo. Llena tus bolsillos. Solamente asegúrate de volver y usarlo para los demás”. Este es el acuerdo que Él ha escrito, por así decirlo, sellado con su propia vida. Es así que la meditación produce milagros: recarga su entusiasmo restituye un optimismo robusto para la vida. Es la educación suprema.

 

El maestro espiritual cartujano Guigo II, de la Iglesia Ortodoxa Oriental del Siglo XII, habló sobre meditación con palabras sorprendentemente similares.

 

La lectura de material espiritual viene primero, y es como si  fuera el fundamento. Nos provee del material que debemos usar para la meditación. La meditación considera  cuidadosamente lo que se va a buscar con avidez; excava, como si se tratara de tesoros, que encuentra y descubre. La súplica se eleva a Dios con todas su fuerzas y le solicita los tesoros que apetece: la dulzura de la contemplación. La contemplación, cuando se produce, premia la labor de los otros tres; embriaga el alma sedienta con el rocío de la dulzura celestial.

 

Al vivir sobre la superficie de la vida como lo hacemos, ni sospechamos el tesoro de amor y sabiduría que tenemos dentro. Si supiera de una forma simple, indolora de desenterrar este tesoro; sería el primero en darla. Pero, según mis conocimientos, no hay más formas de entrar y hacer uso de estas riquezas inenarrables que por medio de la meditación y la integración de sus disciplinas aliadas dentro de nuestra vida diaria. No hay atajo a la fatiga de este viaje dentro de la conciencia, y aquellos que han atravesado testifican que es la suprema prueba de la resistencia humana.

 

Sin embargo, este es el verdadero desafío que atrae a la gente. Desvanece el aburrimiento y trae el rocío de la frescura a la vida diaria. No puede haber fracaso en este esfuerzo: ya que si va más y más profundo en su conciencia, descubre que tiene amplios recursos con los que jamás soñó: recursos con los que ayudarse, ayudar a su familia y la comunidad, contribuir a su sociedad, cambiar el mundo entero por algo mejor: El milagro infinito de estos recursos es que están allí dentro de cada uno de nosotros. Solamente tenemos que sumergirnos profundamente para descubrirlos.

 

De modo tal que todos nosotros podemos apuntar a esto: no a tener una experiencia mística, sino a hacer de nuestras vidas un don para los miembros de nuestra familia y nuestra sociedad, así como se nos ha dado como un don a nosotros. Si las experiencias espirituales se cruzan en nuestro camino, servirán como inspiración e incentivarán nuevos esfuerzos.

 

En este punto soy lo suficientemente realista para reconocer que la mayoría de nosotros tiene inconvenientes y fallas que se interponen entre nosotros y estos altísimos objetivos. Esa es la razón por la que me agrada cuando la gente dice: “No me hable de filosofía. No hable acerca de dulzura y luz. Dígame estrictamente en qué me puede ayudar la meditación: punto uno, dos, tres, cuatro, cinco”.

 

Reacciono muy favorablemente a este tipo de enfoque comercial. Respondo: “Yo también soy un hombre interesado en el negocio. Mi negocio es igual al de los demás: aprender a vivir en amor y actuar en sabiduría, en casa y en el trabajo con gente que nos gusta y también con gente que no nos gusta”. El dinero no participa en este tipo de negocio. Tampoco desempeñan ningún papel las posesiones materiales, el prestigio, el poder sobre otros. Observen a la gente en los más altos niveles de éxito; en la vida de hogar de los más respetables políticos; de los más eminentes científicos, de los artistas más inspirados, y de los hombres de negocio más eficientes encontrarán los mismos problemas humanos: conflictos, enojo, frustración, desilusión, depresión. Sus vidas tiene un lado brillante, pero ellos aclaran que ni el dinero, ni el prestigio, ni el poder, nos permiten hacer de nuestra vida un don valioso para dar.

 

Lo que la meditación puede hacer en forma gradual, es nada menos que reeducar nuestros hábitos mentales, para que podamos responder a los momentos difíciles y a gente difícil con paciencia, ingenio y compasión. Puede enseñarnos a respetar la oposición cuando nos topamos con ella, evaluarla sin comprometernos y mantenernos en nuestras convicciones con gentileza y persuasión si resisten el análisis. Estas son grandes artes en el campo de la vida que cada uno de nosotros puede aprender a través de la meditación.

 

 

 

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