contribución evolucionista por su cuenta: sólo las sensaciones
físicas, sino todo lo que experimenta. En cada situación, en otras palabras,
nuestra respuesta característica es “Me gusta” o “No me gusta”. Podemos
racionalizar nuestras decisiones de la forma que queramos; en última instancia
resultan de esto: “Lo voy a hacer porque me gusta”; “No lo voy a hacer porque
no lo soporto”. Podemos saberlo todo acerca de la lógica inductiva y deductiva,
sin embargo, el simple ventrilocuismo de las atracciones y los rechazos se nos
escapa: decimos que tomamos decisiones, y nadie se engaña más que nosotros. Del
mismo modo, cuando me toca presenciar una disputa, por lo general, no me da la
impresión de que se trate de dos personas que tratan de convencerse mutuamente
de la lógica de la postura; me parece más bien que son dos personas que pretenden engañarse mutuamente. “Así es como
me gusta, por lo tanto, tiene que gustarte a ti también”. ¿Cuál es la lógica de
ese planteo?
Cuanto más comprendo a la personalidad humana, más impresionado me
siento por la profundidad que llegan a tener estos gustos y rechazos. El
proceso comienza en nuestra más tierna infancia. ¡Escuchen las protestas de un
niño cuando uno trata de lograr que haga algo que no desea o intenta quitarle
algo con lo que se ha encaprichado!. Este tipo de comportamiento puede ser
fácilmente disculpado en un niño, aunque más adelante se vuelve una terrible
desventaja. Las personas que permiten que sus preferencias y rechazos se
vuelvan inflexibles, se paralizan cuando las cosas no salen de acuerdo con sus
deseos. Las relaciones se convierten en una fuente de conflicto permanente. En
cualquier circunstancia, tener gustos y fobias muy marcados implica
dificultades; un nivel más bajo de intensidad significa menos tensión y un
desenvolvimiento más efectivo. Iría hasta el extremo de predecir que, una vez
que hayan logrado apaciguar sus preferencias y rechazos, su desenvolvimiento en
todas las áreas de la vida mejorará.
De un modo particular, el tener menos preferencias y rechazos implica
una enorme protección del estrés. Este es un tema muy popular hoy en día. Los
cursos para reducir y manejar el estrés son cada vez más atrayentes, mientras
que cada vez mayor cantidad de gente se entera del daño que una vida de tensión
puede provocar. Existe, sin embargo, un considerable grado de confusión,
incluso de desacuerdo entre los expertos, sobre lo que debería significar la
palabra estrés, por lo tanto es importante que clarifiquemos este punto. De
acuerdo al Dr. Hans Seyle, el “padre de la investigación del estrés”, el estrés
es la respuesta no específica del cuerpo a una amenaza presentida o real. “No
especifica” significa que mecanismos de defensa (tales como la reacción de
lucha-o-huida) se activan en todo el organismo, a diferencia de, por ejemplo,
la respuesta a la picadura e una abeja, que es generalmente específica al área
que ha sido picada-. ¡Imaginen el daño que estos mecanismos pueden provocar en
los órganos principales del cuerpo cuando el estrés se vuelve crónico!
¿Qué provoca la respuesta del estrés? Simplemente, diría yo, dos tipos
de “estresores”. Uno de tipo ambiental, fisiológico, físico; el otro es
psicológico. El Dr. Seyle dice:
Las tensiones mentales, las frustraciones, la inseguridad y la falta
de objetivos se cuentan entre los factores de estrés más dañinos, y estudios
psicosomáticos demuestran con cuánta frecuencia pueden provocar jaquecas,
úlceras pépticas, ataques al corazón, hipertensión, enfermedades mentales,
suicidio o simplemente una terrible infelicidad.
Es importante hacer notar que, a
diferencia de los agentes físicos y las situaciones, estos y otros factores de
estrés similares no son externos. Son producto de nuestro estado mental. La
frustración no ha sido causada por la tía Susy, sino por nuestra respuesta a la
tía Susy; después de todo, sus compañeras de trabajo, quizá respondan a esa
misma Susy de una manera totalmente diferente. La depresión, un terrible factor
de estrés, no es provocada por una situación como quedar sin trabajo, sino por
la manera en que nosotros reaccionamos ante la falta de trabajo. A nadie le
gusta no poder encontrar un trabajo, aunque lo que destruye el ánimo de una