Para unas
pocas personas extraordinarias, no es suficiente con tener acceso al tesoro
interior. Se enamoran tan profundamente del presidente del banco que ansían
conocerlo a Él personalmente, para vivir con él para siempre. San Agustín nos
hace entender este deseo en una conmovedora historia:
Supongan, hermanos, que
un hombre hiciera un anillo para sus esponsales, y ella amara el anillo más
sinceramente que al novio que lo hizo para ella... Por cierto, deja que ella
ame su regalo: pero si ella dijera: “El anillo es suficiente; no quiero ver su
cara nunca más”, ¿Qué diríamos de ella?... Ella recibe la prenda de su
prometido, de forma tal que, en su prenda, él mismo pueda ser amado. Dios,
pues, les ha dado todas estas cosas. Amen a quien las hizo.
Aún para
aquellas almas afortunadas a quienes se les ha otorgado el libre acceso al
tesoro interior, y que van a voluntad y se llenan los bolsillos con amor,
sabiduría, energía, y la capacidad creativa de inspirar a otros a mejorar sus
vidas, debe haber una puerta maciza muy profunda con un letrero dorado: NO
ENTRE. Esto los intriga. Se demoran en la puerta, escuchando, para tener una
idea de quién pueda estar encerrado adentro. A la distancia pueden escuchar a
alguien cantando Ave María con una voz encantadora de barítono: y más que nada
en el mundo desean ver al cantante con sus propios ojos.
Una vez que
escuchamos esta voz en el fondo de nuestro corazón, se juntan todos nuestros
deseos. Nos quedamos parados por horas en esa puerta, esperando que se abra
algún día. Nos quedamos golpeando suavemente, anhelando el momento en que esta
voz de adentro responda: “Entre”.
Este es el
punto en que los místicos nos aconsejan: “Tendrá que traer su bolsa de dormir y
acampar fuera de la puerta por años. Nunca sabrá cuándo se abrirá, o siquiera
si se abrirá algún día”. Sin embargo, si la gente puede acampar en una vereda
para conseguir los tickets de los Rolling Stones, ¡seguramente que podremos
hacer otro tanto por el Señor!. Este es el período en que toda nuestra lealtad
y firmeza son probadas. Pues sabemos, por personas autorizadas, que el Señor
tiene una ventana para mirar y no ser visto, y aunque no lo hayamos entrevisto
cara a cara, como dice San Pablo, él nos está observando continuamente para
verificar el más profundo deseo de nuestro corazón. Cada momento debemos
mantenernos en nuestra mejor forma; y debemos dar lo mejor de nosotros mismos,
listos para amar y respetar aun a aquellos que nos ofenden o tratan de hacernos
mal. El ejercicio de amar nunca es tan temerario como en ese momento. Sin
embargo, durante todo este período de prueba, sabemos en el fondo de nuestro
corazón que la alegría verdadera y duradera no está lejos. Santa Teresa dice
del alma, en este estadio: “Ella entiende que está casi cerca de su Dios, y que
si se arrima un poquito más, estará en comunión con ÉL”. Nos encontramos
buscando la oportunidad de “hacer el bien a quienes nos odian” lo más
rápidamente a fin de incrementar nuestro amor.
Finalmente la
gran puerta de roble abre una rendija, vacila, cruje, luego se abre un poco
más... Estamos allí reteniendo nuestro aliento. Ya que lo que vemos adentro, en
toda su belleza que deja sin aliento, es el propio Señor, nuestro yo más
profundo, nuestra divinidad real. En ese momento vamos más allá del tiempo, de
las circunstancias, de los cambios, de la declinación y de la muerte.
Entré en mis
profundidades contigo como guía; y lo pude hacer porque Tú eres mi ayudante.
Entré, y con los ojos del alma, así como estaba, vi Tu luz inmutable iluminando
aquel mismo ojo de mi alma, sobre mi mente... Aquel que conoce la verdad, conoce
esta luz, y aquel que conoce la luz conoce la eternidad. El amor la conoce ¡Oh
verdad eterna, amor verdadero, eternidad amada!
Este es el
relato testimonial en el lugar mismo realizado por San Agustín. Más tarde
cuando tiene la oportunidad de observar sus impresiones en conjunto, nos brinda
una descripción inolvidable de su
visión:
Pues ¿quién eres, mi
Dios?. Oh Tú, el más grande y el mejor, el omnipotente, el todopoderoso, el más
misericordioso y el más justo, absolutamente escondido y absolutamente
presente, el más hermoso y el más fuerte, permanente pero misterioso,
inalterable y alterando todas las cosas: nunca nuevo, nunca viejo, volviendo
todas las cosas a nuevo; siempre en acción, siempre descansando, juntando todas
las cosas a tu lado y no necesitando nada; apoyando y cumpliendo y protegiendo,
creando y alimentando y perfeccionando; siempre en la búsqueda a pesar de que
no te falte nada. Tu amas sin estar sujeto a la pasión, Tú celas, pero no con
temor; Tú puedes conocer el arrepentimiento pero no el pesar, estar enojado
pero, sin embargo, imperturbable por el enojo. Puedes cambiar las obras que has
realizado, pero la mente permanece inalterable. Encuentras y recibes lo que
nunca perdiste; no necesitas pero te regocijas en tus ganancias, no eres
codicioso pero tienes un interés múltiple. No debes nada; sin embargo, pagas
como si estuvieras en deuda con tus criaturas, perdonas lo que se te debe a Ti,
sin embargo no pierdes. Y con todo esto que he dicho, mi Dios y mi vida y mi
deleite sagrado ¿qué puede alguien decir cuando habla de Ti?