Easwaran tiene una frase para describir la extraña alquimia por medio de la cual la inagotable fuente de amor, coraje y capacidad de respuesta dentro de cada uno de nosotros puede ser actividad. El habla de un “remover del inconsciente”. Observen en lo profundo de la mirada de un hombre o una mujer que saben lo que quieren y algo dentro suyo comienza a agitarse, se despierta de un prolongado letargo para responderles, como sucedió con el joven Saulo. Cuando la Biblia habla de “dar testimonio”, entonces no se trata de palabras. El verdadero objetivo es que un individuo encienda dentro del otro el potencial divino: “desde la profundidad llamando a lo profundo”.
Otra forma de expresarlo es decir que nuestra verdadera naturaleza, la
suya y la mía y la de todo el mundo, es el amor. Sin importar que otros dones
podamos poseer damos lo máximo cuando nos permitimos actual desde el amor. Nadie ha expresado esto con más convicción o
elocuencia que el propio San Pablo , en el siguiente pasaje, un trozo perfecto
para utilizar en la meditación.
Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los
ángeles, si no tengo amor soy como bronce que suena o címbalos que retañe. Aunque
tuviera el don de la profecía, y conociera todos los misterios y toda la
ciencia, aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no
tengo amor, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo
a las llamas, si no tengo amor nada me aprovecha.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es
celoso ni arrogante o descortés; no busca su interés, no se irrita, ni es
rencoroso; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta.
El amor nunca se acaba. Desaparecerán las profecías. Cesarán
las lenguas. Desaparecerá la ciencia. Porque parcial es nuestra ciencia y
parcial nuestra profecía. Cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando
yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al
hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo,
turbio, pero luego veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial,
entonces conoceré completamente, así como seré completamente comprendido. Ahora
subsisten la fe, la esperanza y el amor, estas tres; pero la mayor de todas es
el amor.
La epístola del amor (Corintios I, 13) de San Pablo es un pequeño y
elocuente manual para el amor, tan preñado de significado que se lo recomiendo
a todo el mundo para meditación. Algunos preferirán la versión del Rey Jacobo
I, con su elevada belleza lingüística. Otros pensarán que las palabras de una
traducción contemporánea les hablan de forma más directa. No es importante, se
trata de una elección personal. Lo importante es traducir las palabras de San
Pablo a nuestro pensamiento y nuestro actuar, y es con esa intención que deseo
comentar esta obra maestra del misticismo cristiano, casi línea por línea para
mostrar su aplicación a la vida diaria.
“Aspirad intensamente los dones más elevados del espíritu”, comienza
Pablo, “y les mostraré el mejor de los caminos”. El camino del amor es
perfectamente aplicable a nuestro tiempo. En vez de decirle a sus amigos que
están profundizando su vida espiritual, comentario que a veces hace arquear las
cejas de quien lo escucha, pueden decir: “Estoy aprendiendo a amar”. Es lo mismo. “Quien ama no desconoce a
Dios”. Dice San Juan, “porque Dios es amor”