que pueda sentir contra los expertos. Si se ha graduado en la universidad, no deje de hablarse con sus compañeros que abandonaron los estudios. Las diferencias que existen entre un genio y un adoquín son del uno por ciento. Sus sentimientos, sus reacciones frente los eternos problemas de la vida, resultarán idénticos.
En otras palabras, la mayoría de los desacuerdos, no son muy profundos
en realidad. No se arreglan discutiendo. No se solucionan por medio del
análisis o síntesis. Se resuelven o disuelven a través de la paciencia. Sin
paciencia empezamos a tomar represalias y el otro se irrita aún más y hace lo mismo.
Pronto tendremos a dos personas fuera de control. En vez de eso, escuche lo que
dice su interlocutor. ¿Cómo podría contestarle si ni siquiera lo escucha? Repita
el Santo Nombre, conténgase y no conteste inmediatamente, y cuando pueda,
intente una sonrisa o una palabra amable; quizá contribuya enormemente a
distender la atmósfera. Poco a poco puede intentar una frase cariñosa, luego
una oración completa. Cuando se convierta en un verdadero experto en amor, tal
vez pueda lanzar hasta una amable oración subordinada incluida.
Esto realmente apacigua al otro. Las palabras amables son una especie de
sedante. Cuando uno contesta a frases hirientes o irrespetuosas con una
sonrisa, está escribiendo una receta y alcanzándosela a la otra persona: “Toma
esto. Mantendrá tu presión sanguínea baja y calmará tu mente”.
Esta es una habilidad vital, porque independientemente del papel que
desempeñemos en la vida, estudiante, maestro, doctor, padre, carpintero, no
podemos contar con que la gente haga justo lo que decimos de la forma que
preferimos. Si usted es un doctor, por ejemplo, no puede esperar tener
pacientes obedientes, corteses y dispuestos a cumplir con sus indicaciones
alegremente.
Lo más probable es que sean una colección de niños malcriados y adultos
irritables. Se topará con personas de mal genio, que le harán preguntas
molestas, exigirán su diploma, y no se ocuparán en seguir indicaciones que les
desagradan. Eso es parte de ser doctor. Sin embargo, cada uno de esos pacientes
constituye una lección de amor. Cuando la enfermera entre y le anuncie que
llega uno de esos individuos difíciles, usted puede decir: “¡Grandioso! Hoy
tengo un montón de lecciones; voy a aprender rápido a ser paciente”. Tal vez su
paciente esté sin dormir. Está dolorido desde hace cuarenta y ocho horas, no
pudo tomar desayuno; ¿espera usted que se comporte como un ángel?. Si usted
puede tenerle paciencia, lo ayudará tanto como un remedio. No sólo los
medicamentos o la cirugía ayudan a un paciente. Tan importante como eso es la
fe en que usted no esté simplemente haciendo un trabajo por dinero o por algún
interés en una investigación personal;
a usted le preocupa el bienestar de él. “El amor es paciente y amable”, dice
San Pablo. Existe una conexión muy íntima; a veces la paciencia es la parte más
importante de ser amable. Esta palabra “amable” es tan simple, que parecemos
haber olvidado su significado; es la apertura al ancho camino del amor. Un
místico occidental medieval pregunta:
“¿quieres ser un santo? Sé amable, sé amable, sé amable. Yo diría: “Si
deseas ser un gran amante, sé amable, sé amable” – amabilidad por todas partes,
amable con todos.
Este es el punto. La mayoría de nosotros podemos ser amables en ciertas
circunstancias – en el momento adecuado, con la persona adecuada, en un lugar
determinado -. De otro modo, optamos por alejarnos. Evitamos a alguna persona,
cambiamos de trabajo, abandonamos el hogar, en caso de que sea necesario nos
mudamos a un lugar lejano.
No obstante, como dice Jesús, ser amable cuando resulta fácil serlo, no
es digno de mucho elogio. Si queremos ser amables siempre, tenemos que
acercarnos a las personas difíciles, en vez de apartarnos de ellas.
Teresa de Lisieux, una encantadora santa francesa del siglo XIX que
murió a los veinte años, tenía un gran talento para esto. En el convento había
una monja de más jerarquía cuya actitud Teresa encontraba ofensiva en todos los
aspectos. Como la mayoría de sus compañeras religiosas, supongo, todo lo que
ella deseaba era evitar a esa desafortunada mujer. Aunque