CARTA ABIERTA A LEGISLADORES PENSANTES
Now Playing: Alberto Ruy Sánchez
Después de conversar estos días con legisladores de muy distintos partidos y de diferentes comisiones de la Cámara, incluyendo la de cultura, encuentro que falta información en sus manos, y argumentos para apoyar definitivamente al libro y diferenciarlo de otros productos que, muy probablemente a partir del jueves, serán tal vez objeto del impuesto al consumo. Me permito ofrecerles por los menos diez argumentos para hacerlo. Y pedirles que esta nueva legislatura sea excepcional simplemente por el hecho de no tomar sobre las rodillas decisiones de consecuencias nefastas.
Encuentro que además de información falta conciencia de que las ideas económicas que pretenden aplicar Hacienda tienen su historia y su probada experiencia, no siempre alagadora. Es alarmante el crecimiento de una idea extraña entre algunos legisladores, sobre todo de las comisiones de hacienda. La idea, considerada incuestionable, moderna y práctica de que los impuestos son neutros, de que no tienen consecuencias en las actividades productivas del país o que esas consecuencias no importan. Esta mitología económica sostiene que es mejor simplificar al máximo la colección de impuestos sacrificando lo que sea en el camino. Y ha sido estudiada y descrita por comentaristas de Max Weber, el autor del libro ya clásico y cada vez más actual: La ética protestante y el espíritu del capitalismo, como uno de los razgos claros de lo que llaman el nuevo fundamentalismo norteamericano.
Fundamentalismo extendido, como dice John Wassman, entre las élites que toman decisiones importantes en muchos países, sobre todo de América Latina, que gobiernan y legislan ejerciendo ideas que consideran lógicas y naturales pero que a la larga van en su contra, en contra de su más elemental diferencia cultural, que es su más profunda riqueza y que están dispuestos a sacrificar para ser modernos a la manera económica americana, a la manera de los modelos unificadores a ultranza. Han olvidado como país o quieren olvidar su experiencia europea, donde todavía cuenta eso que en Francia se defiende como la excepción cultural: donde los productos culturales son productos y algo más. Y ese algo más debe ser preservado con cuidado porque es frágil e irremplazable.
Como ejemplo vivo de esta afirmación, el diez de enero se publicó en Le monde una polémica del Presidente Chirac con el director de la empresa transnacional Vivendi: Sigue siendo importante defender, como política de Estado, la diversidad cultural. Es uno de los retos más apremiantes de la mundialización. Porque considerar a las obras de arte y a los bienes culturales, libros y otros como mercancías ordinarias es una aberración mental que no se justifica. Negar la realidad de las civilizaciones para convertirlas en dinero en efectivo es negar que el mundo ha evolucionado gracias a las diferencias culturales, a la capacidad de creación de la inteligencia humana.
Me permito entonces ofrecer a nuestros legisladores reflexivos:
10 razones de peso
para preservar a los libros
sin impuesto al consumo (IVA),
a diferencia incluso de medicinas y alimentos.
1. Porque las librerías son, en México, una especie en serio peligro de extinción. Ya tiene México el índice de librerías por habitante más pobre que los más pobres países de América Latina. Y cada año desaparecen más librerías.
2. Porque México tiene uno de los índices de libros leídos por habitante más bajos del mundo.
3. Porque incluso las bibliotecas podrán adquirir menos libros al volverse más caros. Incluyendo bibliotecas de aula y otras.
4. Porque los libros impresos en México se volverán mucho más caros que los libros hechos en otros países que tienen como política prioritaria del Estado el apoyo a la exportación y la fortaleza de su industria editorial.
5. Porque la disminución del mercado interno de los libros mexicanos se convertirá también en una disminución de la diversidad cultural. Se incrementará la tendencia a editar tan sólo lo que mejor se venda dejando de lado una buena parte de la creatividad, de lo nuevo, de lo diferente.
6. Porque varias editoriales mexicanas dedicadas a la poesía, al arte, a temas menos comerciales pero importantes para la cultura mexicana desparecerán paulatinamente. O verán muy reducidas sus posibilidades de edición.
7. Porque los editores mexicanos poderosos, gran parte de ellos dependientes de empresas pañolas establecidas en México, tenderán a imprimir sus libros en otros países que sí protejan al libro. Y la industria de la impresión también se verá afectada.
8. Porque ya existe una experiencia anterior en nuestro continente de política similar de impuestos aplicados al consumo de los libros en Chile, sin diferenciarlos de otros productos, y la consecuencia ha sido catastrófica. El abatimiento de su mercado interno de libros, de los hábitos de lectura, de la diversidad de la oferta editorial es ya difícilmente reparable en varias décadas. Y eso a pesar del bienestar económico del país.
9. Porque cada libro es o debería ser para los mexicanos un alimento y una medicina de otro tipo que pueden consumir muchas personas o la misma muchas veces. Su valor agregado se multiplica con el tiempo pero si no se consume desde el principio, si no se produce, sus efectos a corto, mediano y largo plazo simplemente no existirán.
10. Por mínima coherencia: porque se supone que este gobierno tiene como uno de su programas prioritarios el fomento a la lectura y a los libros y eso es completamente contradictorio con una política fiscal de disminución de librerías, editoriales nacionales y lectores. Y ninguna de las políticas posteriores del gobierno (como la excelente compra de libros para bibliotecas de aula) reparará el daño hecho al consumo de los libros: daño elemental a la libertad de escoger cada quien lo que comprará para leer.