FUNDALATIN
Caracas, Venezuela
Sin embargo, todos estos adelantos fueron usados ya en la Guerra Fría.
La llamada "Guerra de las Galaxias" sintetizó el esfuerzo
de cada bloque para imponerse militarmente con el uso de satélites
altamente tecnificados.
La caída posterior de uno de los bloques alteró el orden
internacional y el esquema de negociación dentro de las Naciones
Unidas. Del derecho al veto ofrecido a las potencies atómicas resulta
su carácter asimétrico. Hoy no estamos saliendo de una guerra mundial,
como cuando surgió la ONU, ni se percibe otra nefasta reincidencia. Pero,
como nunca antes, es más necesario establecer un mínimo de reglas de juego
humanas para las relaciones entre los pueblos.
Los esquemas económicos vigentes, impulsados especialmente por el
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional como única salida,
neutralizan los aspectos positivos de la mundialización. Los mayores
recursos mundiales de poder no están en las instancias de decisión
política intergubernamentales, como las Naciones Unidas, sino, paradójicamente,
en los directorios de los entes financieros multilaterales que deciden
con el peculiar criterio de mayor voto a mayor poder económico.
Así producen a nivel global las graves desigualdades internas de
los países.
Ajuste tras ajuste, se promueve un mundo sin normas éticas, la especulación
financiera, el lavado de dólares, una tierra de nadie: el ideal
de las transnacionales. Sólo queda la opción del capitalismo
salvaje, bajo las leyes de Darwin, con la eliminación de los débiles
y la merma de nuestra soberanía. Los medios masivos, cada vez más
en poder de menos, difunden una supuesta e inevitable muerte de la esperanza
y de las sanas utopías.
Un orden donde el 20% del mundo industrializado concentra el 80% del ingreso.
Que incrementa el desempleo y deja a 130 millones de niños sin escuela.
Que desplaza a poblaciones indígenas pare aprovechar sus tierras
y recursos. Que genera caravanas de migrantes que huyen de conflictos armados
ajenos a sus intereses. Que sobrepuebla ciudades con hacinamiento y miseria.
Un orden incapaz de detener los inexplicables ensayos atómicos,
pese a la indignación de "nosotros, los pueblos del mundo".
Un orden que no genera empleo ni ofrece educación, salud, vivienda,
seguridad a su gente ni responsabilidad con los niños, y no respeta
a los pueblos y sus culturas. Una globalización violadora de los
derechos sociales consagrados en la Declaración Universal de los
Derechos humanos, creada como norma ética del orden de la postguerra
y burlada durante medio siglo de historia. Una mundialización que,
pese a las declaraciones formales, continúa agrediendo a la Madre
Tierra -la Pacha Mama indígena- legado natural para las futuras
generaciones. Tanto sufrimiento y despojo son una prueba evidente del fracaso
del neoliberalismo como marco mundial de convivencia humana. Fracaso que
hace imprescindible un diálogo mundial para la renovación
ética y jurídica de las Naciones Unidas.
El surgimiento de otros polos de poder distintos a los que impusieron el
orden de postguerra, como Alemania y Japón (precisamente los países
que perdieron la II Guerra Mundial y no entraron en la Guerra de las Galaxias)
configuran un orden bipolar de conflictos entre los países industrializados.
Y un conflicto de subsistencia con los países del Sur.
Una paradójica mundialización que excluye al 80% de la humanidad
podrá ser transitoriamente viable pare el 20% de la población
favorecida, pero será insostenible, sobre todo si considera que
la democracia, el gobierno de las mayorías, sea uno de sus valores.
Asumimos la lúcida observación de un pionero venezolano en
las luchas por la justicia y la cooperación internacional, Manuel
Pérez Guerrero: la prosperidad que no se comparte no es duradera.
Con palabras del Obispo Pedro Casaldáliga, de Brasil, denunciamos
una nueva esclavitud mundial, una guerra global que mata legalmente en
nombre del mercado y del bienestar de algunos, una dictadura económica
total.
Por eso, con el sentir de nuestros pueblos, convocamos a la renovación
ética y jurídica de las Naciones Unidas, alejadas de la política
de bloques y libres de mediatizaciones impuestas por cualquier potencia
mundial o corporación transnacional.
Nuestra esperanza no se basa en el poder de las armas y el dinero, sino
en la fuerza moral de los pueblos, en la dignidad de los humildes y en
la solidaridad de la gente de buena voluntad unida para cambiar la historia.