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El orden en que conviene tratar los contenidos y su organización en el tiempo no parece que se altere mucho en una clase virtual. Viene dado, como ya insinuamos, por la lógica de la disciplina, por ejemplo, hay que estudiar antes estadística que investigación de mercados.
Pero debe decidirse también, sobre todo dentro de un cuerpo específico de conocimientos, según la lógica mental de quien está aprendiendo, no según la lógica mental del experto, que es el profesor o el autor de un texto. Esto es así, con y sin virtualidad.
El manejo de más lenguajes y formas de comunicación puede hacer preferible una secuencia a otra. Pero el principio que nos parece más importante es el que se desprende de la primera de las ventajas: la telemática permite utilizar simultáneamente variedad de métodos, de manera que puede satisfacer los estilos diferentes de aprendizaje, que de hecho existen.
Esto sí plantea un desafío pedagógico, sobre todo al profesor: diseñar o facilitar secuencias y tiempos alternativos. Utilizando el lenguaje coloquial, la clase virtual hay que prepararla varias veces; dar una clase virtual, exige darla tres o cuatro veces, todas diferentes y a la vez.
Una clase virtual debe permitir al profesor y al alumno elegir secuencias alternativas y tiempos flexibles para abordarlas actividades de aprendizaje.