Chocó 7 días
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Pedro Abdo García Borja, un negro con berraquera Napoleón García Ramírez Empiezo por explicar aquí lo que para los viejos García resumía el principio de acción de la familia: berraquera: término que aglutinaba capacidad intelectual, imaginación, dinámica, honestidad, conocimientos sobre la materia, voluntad de trabajo, eficiencia ejecutiva y vocación de servicio a sus semejantes. Bajo este principio, que era uno de los seis mandamientos de la familia, fuimos formados todos los herederos de la familia García, que fundaron en Lloró los hermanos León y Eduardo García Arias, hace mas de cien años. Y Pedro Abdo, a quien sus familiares y amigos especiales rindieron un homenaje de exaltación de sus virtudes el pasado 31 de julio, cumplió con devoción y ajustó su vida a ese principio, es un digno hijo de la familia que ordenó y aplicó ese mandato, por lo cual es merecedor del honor recibido. Hijo de Tomás Domingo García Obregón y Asunción Borja Rentería, nació en una vereda de Lloró, del río Canchidó, afluente del Atrato, en 1928. Desde los cuatro años, como era costumbre de la época, empezó su preparación de adecuación al trabajo, y a aprender las normas que informarían su vida. A los siete años ya sabía manejar el potro, la palanca y el canalete, y estaba preparado para iniciar con otros parientes de la vereda, su asistencia a la escuela de Lloró, que quedaba a hora y media jalando palanca. La férrea disciplina de Miguel Vicente Garrido, Tarcilo Córdoba y Luis Londoño, sus maestros en los cuatro años de primaria que cursó, forjaron su alma de hombre guerrero para toda actividad, de persona independiente, de mente rebelde a todo sometimiento. Y esa cultura aprendida en los cuatro años, fueron su único bagaje intelectual aprendido en aulas. Todo lo demás de su formación mental es producto de su trajinar autodidáctico. Para manejar sus gastos y ahorrar unos pesos, en vez de pedirle al papá, que era comerciante fuerte de Lloró, todos los sábados bajaba con su champa cargada de plátano, banano, primitivo, piña, caña, chontaduro y otras frutas de la finca que tenían, para venderlos en el mercado. Así transcurrió su vida en los primeros 14 años, hasta cuando se trasladó con su padre a Quibdó. En este nuevo escenario le tocó moler mas duro. Aquí le tocó enfrentar trabajos mas pesados, desde actuar como ayudante de su hermano Martín en su ebanistería, luego como trabajador en la bodega de Epifanio Alvarez Caraballo y después de Ramón y Martín García, hasta actuar como distribuidor de la Cerveza Bavaria en una carreta de tres ruedas por calles y carreras de Quibdó, bajo el sol canicular de nuestro trópico o el inclemente aguacero que a veces lo sorprendía en plena labor. Su carisma de líder, su buen genio para tratar a la gente y su plena disposición para servirle a todo el que lo solicitaba, le abrieron las puertas de una sociedad que no tomaba en cuenta para buscarlo, el que fuera un obrero y no un doctor sino su predisposición a ayudar a los demás, sin contraprestación alguna. Este es, grosso modo, el perfil del hombre a quien un grupo de la sociedad quibdoseña reconoció el valor de su accionar como dirigente político y cívico, en acto que reconozco, lo honran a él tanto como a toda la familia García. |
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