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ARMADURA

El ejemplo a seguir

 

Amilcar Cuesta Torres

Hace sólo cinco años Cértegui era un pueblito más del Chocó, enclaustrado en nuestra selva tupida y lluviosa, con un malogrado potencial aurífero y platinífero y apodado peyorativamente como la capital mundial del ñame.

Condenado a un destino de carencias sociales nada extrañas para este sufrido tejido humano, su gente se sentía cerca de todo pero lejos de todo.

Sólo para consuelo de las almas, su nombre está escrito en la literatura universal por ser la cuna de uno de los mejores cuentistas colombianos: el políglota e investigador Arnoldo Palacios.

Su suelo vio nacer también a Daniel Palacios Martínez, el hombre que más lo explotó políticamente bajo la promesa de construir un puente sobre el río Quito que lo conectara con el resto de la gente del Chocó.

Pero Arnoldo Palacios ha vivido toda su gloria en Fiquefleur, en un castillo tricentenario en las afueras de París, y Daniel Palacios, a quien llaman El Maraquerito, vive plácidamente en un exclusivo sector de Bogotá gozando de su abultada pensión de congresista.

Bastó entonces la resolución de un pueblo unido para lanzarse a conquistar sus principales anhelos. Los certegueños fueron primero por la municipalidad, lograda atropelladamente en el año 2000. El siguiente paso era conseguir a alguien con la suficiente probidad y aceptación para rodearlo como candidato único a la alcaldía.

Después de un arreglo multipartidista se decidió que en cada período una vertiente política distinta presentaría una de sus figuras para ser apoyada unánimemente. Un Frente Nacional a la chocoana.

Así surgió Edilberto Murillo Tello, un administrador diligente que en tres años de mandato consiguió posicionar a Cértegui como un municipio modelo del Chocó. Con su formidable gestión se construyó por fin el puente que jubiló a Danielito; además se incluye alcantarillado, pavimentación, estadio, soluciones de vivienda, educación básica gratuita y otras obras no menos importantes.

La administración de Murillo Tello ha sido reemplazada por la del joven abogado Fulton Rengifo Moreno, quien tiene el compromiso moral y político de seguir la senda que su pueblo le ha trazado.

El consenso certegueño es atípico en un departamento segmentado por las mezquindades sociales. Eso es lo plausible. Aun así, y para ser sinceros, no creemos que el pacto dure mucho: la ley dialéctica de la contradicción, las intrigas grupistas, la gula politiquera y la propia historia de nuestros pueblos no nos permiten ser optimistas. Pero algo es algo y con lo de Cértegui queda demostrado que unidos podemos.

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