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En Pedazos

Capítulo 1: El ámbar conoce al azul

Por: linay

Título Original: Broken Pieces

Traducido por: Kyo

Derechos: No míos.

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Soy el único de mi especie. Vivo en mi soledad – con sólo recuerdos de los muertos que me atormentan.

La inocencia no es más que una farsa.

El amor nada más que una ilusión.

Estoy solo.

"¿Entiendes?"

"Si, señor."

"Estará bien protegida."

"Como me informa su pequeño sobre negro."

"No subestimes a sus guardias. Este es un trabajo muy importante."

"No tiene de que preocupase, señor." Dijo con una ligera sonrisa.

"Battousai, " la profunda voz advirtió, "si arruinas esto-"

"Como ya dije, no tiene de que preocuparse. ¿Por qué toda la información, señor? Normalmente sólo deja el sobre y me deja encargarme de todo."

"Es un trabajo muy importante."

"Es lo que normalmente hago."

Una pausa precavida, como si la otra voz se estuviera preguntando si todo el peso de sus palabras había sido entendido. Kenshin, vestido sólo con un par de cómodos pantalones negros, esperó.

"Muy bien," la profunda voz continuó, "Ella estará en el Ala Este del Centro Médico Takani. Mátala rápido. No lo arruines."

Kenshin escuchó el click definitivo que señalaba que la línea estaba ahora cortada. Gentilmente, puso el teléfono de vuelta en su puesto. Suspiró.

Otro día. Otro dólar. Otra persona que dejaría de respirar esta noche.

Girando la cabeza con flojera, Kenshin caminó a través de su apartamento de una habitación hasta la chimenea. En el manto, un conjunto de espadas japonesas descansaban en su estante decorativo. Kenshin alcanzó la más larga de las dos espdas japonesas y la levanto del estante con reverencia.

Si Himura Kenshin hubiera recibido visitas, probablemente hubieran preguntado por qué demonios tenía unas espadas tan viejas en exhibición. La espada larga que Kenshin sostenía en sus manos ciertamente parecía perteneciente a un museo – pero no porque fuera intrincadamente hermosa. La vaina de la espada era de madera y estaba despostillada. La tela tejida alrededor del mango de la espada estaba raída y manchada de sudor.

De hecho, la espada se veía como si hubiera sido usada para matar a alguien la noche anterior.

De hecho, había sido usada para matar a alguien la noche anterior.

Kenshin, conocido en las calles de Kioto como Battousai, se ciñó un tosco cinturón café a su angosta cintura y metió la más larga de las dos espadas en él. Miró la más corta de las dos y pensó en traerla consigo. Saucdiendo la ceabeza y haciendo para atrás el fleco del color de la sangre, decidió en contra. El Centro Médico Takani estaba en la parte rica y limpia de la ciudad. La gente limpia y rica era por lo general más fácil de matar. No necesitaría la espada extra esta noche.

Recogió un playera de manga larga que estaba en el respaldo de un sillón y se la puso sobre el delgado pecho. El mango de la espada sobresalía a través del material. Con una gracia inesperada, se puso un viejo abrigo negro de estilo japonés.

Un hombre como él sólo debería usar negro.

Sacudiéndose los nudos de tensión del cuello, el Battousai caminó de nuevo a través del cuarto hacia la puerta. Apagó las luces y emergió del apartamento, cerrando la puerta tras de sí.

El asesino más temido de todo el mundo clandestino del Japón, empezó su viaje hacía el centro Médico Takani.

 

"Okay, éste es el último examen de esta noche." Takani Megumi anunció mientras se ponía en pie para irse.

"Gracias, Megumi-san," vino la suave respuesta.

Megumi suspiró y reunió sus papeles y notas. "Descansa bien esta noche y continuaremos mañana."

"Sí, lo haré."

"Le informaré a los demás guardias que ya terminamos por esta tarde," Megumi anunció.

"Gracias."

"Megumi suspiró por la joven sentada en la mesa de metal con las delicadas manos cruzadas en frente de ella, quieta como una piedra. La niña de diecisiete años respiraba profundamente, aparentemente exhausta por los exámenes y entrevistas que justo habían terminado. Megumi miró simpatéticamente su cabeza gacha y dejo la habitación con elegancia.

"Estás pálida."

La joven mujer de pelo negro miró a su compañero constante, una pequeña sonrisa en sus labios. "Estoy bien, Aoshi-san."

Aoshi se paró de su lugar en la esquina de la grande y blanca habitación y se aproximó a la niña. "Estás cansada."

"Lo estoy," la niña respondió calladamente, alisando sus felcos para atrás. Recorrió sus dedos a través de su larga y negra cola de caballo.

"¿Nos vamos, entonces?"

"Ah," sonrió la joven. "En un momento. ¿Podemos tomar el té primero?"

"Claro." El guardaespaldas de negro cabello respondió con una ligera inclinación.

En ese momento, la puerta de la amplia habitación se abrió. La cabeza de la niña dió un sobresalto de sorpresa. Aoshi se detuvó un momento con la tetera eléctrica en mano.

Cinco o seis guardias armados llenaron el cuarto uno tras otro, cada uno usando un chaleco anti-balas y cargando unas armas semi-automáticas muy grandes. Sin una palabra, tomaron sus lugares alrededor del cuarto. Empujándose de la silla, la joven se sacudió el sentimiento de terror de la mente y caminó hasta la pared de ventanas que sobreveían la ciudad de Kioto. Aoshi suspiró y continuó con su tarea de preparar el té.

"¿Durante cuánto tiempo esto será necesario, Aoshi-san?"

"Hasta que tu guardián legal vea oportuno descontinuar sus servicios," Aoshi respondió con calma.

"Es sólo que paraece tan . . ." su voz se desvaneció. Inclinó su frente al vidrio de las ventanas, "Sólo quiero vivir una vida normal."

"El destino parece dictar otro camino para ti," dijo su guardaespaldas mientras servía dos tazas de té verde y las ponía en la estéril mesa metálica.

Ella sonrió tristemente y regresó a sentarse a la mesa. Alzando la taza de té con ambas manos, la llevó a su nariz.

"Huele relajante."

Aoshi sonrió.

Y entonces escucharon los gritos del pasillo de afuera.

Aoshi saltó a sus pies. Los guardias se apresuraron hacía adelante, blandiendo sus armas. La niña puso de nuevo su té sobre la mesa con calma y cerró los ojos.

Los gritos se apagaron tan abruptamente como habían empezado. Un silencio extraño se apoderó del cuarto. Toda la atención se centró en las puertas dobles de la habitación. Aoshi se tensó, su mente rápidamente identificando cada una de las armas que tenía a la mano.

Entonces, la puertas dobles se abrieron a la fuerza. Una sola figura, sorprendentemente baja en estatura, marchó dentro del cuarto. Las puertas se cerraron con violencia detrás de él, sellando con finalidad el destino de aquellos dentro del cuarto. La figura estaba parada al final del largo cuarto, ojos de ámbar pasaron sobre cada individuo – finalmente decansando en la figura femenina sentada en la parte lejana de la mesa. El blanco ubicado y las defensas analizadas, el asesino giró y asumió una posición no vista frecuentemente – la posición de un espadachín entrenado.

Los guardias fueron brutalmente sorprendidos por la completa carencia de armas modernas del hombre. En vez de eso, vieron como su mano descubría la antigua espada que había estado escondida debajo de su capa. Que tratara de pasar sobre sus pistolas semi-automáticas con una reliquia de tiempos antiguos era casi absurdo.

Excepto que habían habido esos escalofriantes gritos en el pasillo.

Aoshi estudió al hombre desde el otro lado de la habitación. Estaba vestido con sencillez – sólo con pantalones negros y una playera negra debajo de un abrigo hasta la rodilla. El abrigo intrigó a Aoshi – se parecía a una de esas camisas usadas por los samurai de las eras de guerra, anchas mangas con un cuello doblado. El ninja notó los negros protectores para manos usados por el extraño atacante y supo que la espada no era un juego. Aoshi, a través de ojos claculadores, observó los severos contrastes apraentes en el hombre. Brillante y rojo cabello levantado en una alta cola de caballo (otra vez, como los samurai habían hecho) y los felcos que caían desordenadamente sobre ojos de ámbar en ranuras. Aunque el hombre sólo cargaba con una espada, la experienca decía le que no subestimara al pequeño asesino. Además, el mismo usaba artes ninja para proteger su cargo. Mentalemente, recorrió de nuevo sus armas escondidas.

"Si quieren vivir, " susurró el desconocido asesino, "váyanse."

Un guardia se atrevió a reír. Ojos ámbar se dirigieron al hombre atrevido. Apuntando su metralleta al asesino prácticamente desarmado, el guardia abrió fuego con un brillo casi divertido en sus ojos no creyentes.

El homre murió con la misma expresión estampada en su rostro.

Incluso mientras las balas volaban en el aire vacio, el Battousai navegaba arriba del hombre, la espada desenvainada y letal. Con un silencioso tajo, la cabeza del guardia resbaló a través del piso, dejando un rastro sangriento detrás. Antes de que pudiera apuntar, Battousai estaba tras él. Su espada destajo a un hombre en en dos, desde el cuello a la cadera. Balas golpearon el cuerpo mientras Battousai se alejaba de un salto y desgarraba el cuello de otro. Los hombres caían muertos en el creciente charco de sangre, ojos viendo a la nada.

El último hombre movió su arma en pánico y apuntó, salpicando balas en todas direcciones. Demasiado tarde, escuchó el silbido arriba de su cabeza. Volteando con terror, vio el monstruo de rojo cabello cargando hacia el, la espada levantada. El grito del hombre murió de un borboteo mientras las espada de Battousai cortaba a través de él, la sangre salpicando su cara y filtrándose en sus negras ropas.

Sin molestarse en limpiar la espesa sangre que goteaba de su cabello escarlata hasta sus mejillas, el asesino se paró derecho y sacudió la sangre de la espada. Ahora todo lo que existía entre él y su blanco era él hombre alto de pelo negro.

"Vete o muere." El Battousai ofreció de nuevo en un susurro mortal.

Ojos azul hielo se entornaron hacia el asesino. En respuesta, Aoshi corrió hacia adelante, trajo hacia sí un largo brazo y luego lo lanzó hacía adelante. Todo lo que Battousai vió fueron varios puntos de luz aproximándose rápidamente hacia él. Saltó en el aire y varias dagas se incrustaron en la pared detrás de él. Las dagas no habían encontrado la carne, pero eran toda la distracción que Aoshi necesitaba. En un destello, ambas de sus espadas cortas estaban fuera en un agarre de reversa. Battousai dio un paso hacia atrás mientras una de las espadas cortas de Aoshi por poco rozan su estómago. Battousai contestaba cada uno de los graciles tajos de Aoshi con su propia espada. Aoshi trataba desesperadamente de atrapar la espada del asesino entras las dos suyas. Battousai sonrió burlonamente.

"Eres bueno," comentó entre un golpe y otro, "pero no lo suficientemente bueno para protegerla."

Justo cuando Aoshi se lanzó hacia adelante para tratar de cuchillar al asesino en el brazo con que blandia la espada, Battousai saltó sobre él, se agachó y blandió las espada en un rápido arco de plata. Aoshi sintió el movimiento demasiado tarde como para no dejar rastro. Sus ojos se agrandaron ante el dolor cuando el acero de Battousai desgarró los músculos de su pierna izquierda. Sólo saltando en el último momento, Aoshi fue capaz de evitar que su pierna fuera separada de su cuerpo. Battousai se paró, le permitió una mirada fría y se dirigió a la mesa donde la niña estaba sentada con los ojos cerrados.

"No," Aoshi se quejó en voz alta, sus manos tratando de alcanzar la espada que descansaba a sólo unas pulgadas de él. Un espasmo de dolor de su pierna herida causó que maldijera y alcanzara, en vez, su pierna. "No te dejaré."

Battousai miró de nuevo por sobre su hombro al hombre boca abajo con una ceja levantada escépticamente. Todavía no conocía a otro guardaespaldas como éste. Escogiendo terminar el trabajo en vez de rematar al hombre, Battousai se dirigió de nuevo a la niña, su espada levantada diagonalmente a su cuerpo.

Ella lo escuchó acercarse, pero aún se rehusaba a levantar la vista. ¿Cómo sería su asesino? Había escuchado los resultados de su trabajo sólo momentos antes cuando cada uno de los hombres caía. Se había sentido casi aliviada cuando las maldiciones de Aoshi habían venido hasta sus oídos. Significaba, al menos, que aún estaba vivo.

Apretó los labios en una sonrisa amarga. Al fin terminaría. Alguien finalmente había podido romper a través de todas las defensas alrededor de ella. Terminaría. Cerró los ojos incluso más fuerte al tiempo que las pisadas se detenían frente a ella. El hedor metálico de la sangre asaltó su olfato y podía sentir las ondas del aura asesina que el hombre emitía. Se preguntó otra vez brevemente cómo sería este demonio. Quería escabullirse pero forzó a su cuerpo a quedarse quieto como roca. Moriría con diginidad.

Battousai levantó su espada y se preparó para golpear.

Aoshi luchó, maldiciendo ferzomente pero sin poder ponerse en pie.

"Kamiya Kaoru!" Battousai anunció fríamente, "Preparate para conocer tu muerte!"

Dejando que su negro cabello cayera hacia su espalda, la joven mujer giró un poco la cabeza hacia atrás y abrió los ojos para mirar a la muerte directo a la cara.

En ese instante, el ambar furioso conoció al pacifico azul.

Y el tiempo se detuvo.

Final del capítulo 1, continuará!

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