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La Palestra de EuterpeJosé Benito Freijanes Martínez  

TEMPESTAD EN EL CÁUCASO

  Entre el verdor obscuro del alto risco,
donde el águila misma teme anidar,
y entre nieves perpetuas el sol su disco
hace brillar,

  entre la cegadora claridad pura
de la indomable espuma de un bravo mar,
donde elevan las olas la arista dura
de su tronar,

  en algún sitio esconde su voz el rayo,
esperando acechante para bramar
dando en la roca golpes, cual de caballo
el galopar.

  ¿De dónde vienen, dónde, las fieras nubes,
que desgarran las garras del roquedal?
¿A dónde vas, oh, viento, que al cielo subes
frío y fatal?

  ¿Por qué esa tempestad de ariscas rocas
cual mar petrificada, turba el mistral,
ululando canciones bárbaras, locas,
con voz mortal?

  Yo no sé lo que aguarda, no sé qué viene,
sólo sé que un fantasma blanco y letal
mi espíritu congela, y en él contiene
el bien y el mal.

  Y la estirpe del fuego vendrá del cielo,
se me arpan los cabellos, tiemblan mis pies,
se despierta la fiera de quien el suelo
dura piel es.

  La visión se acongoja y el aire pesa,
y una brillante espada lo corta al bies;
un juramento a gritos, y una promesa
vuelta al revés.

  Cuando blasfema el aire todo se calla,
lucha contra sí mismo, no da cuartel,
la oscuridad se adueña de la batalla,
vinagre y hiel.

  Se queda entonces solo, quien cara a cara
le mire, su mirada temerá, cruel,
y, porque su cruel lanza no le clavara,
querrá huir de él.

  Ya en frenesí la nube se arremolina,
ya en brutal paranoia se torna infiel
el cambiante elemento, ya se avecina
fiero tropel.

  Ya su ígneo acero al aire la tierra esgrime,
en réplica al envite del agresor,
ya en su estocada el orbe le llora y gime
con el dolor

  Busco refugio entonces, y no lo hallo,
pues me falta el aliento de la razón:
llevo la mano al pecho, partió algún rayo
mi corazón.

  Y aquí, en el medio justo de estos dos mares,
un Argonauta soy que perdido está;
no sé si el Vellocino de mis pesares
se encontrará.

  Y, desde entonces, yazgo bajo la lluvia,
bebiendo y escuchando su crepitar,
mientras espero, inerte, la mano rubia
que, amante, a mi alma exhausta venga a salvar.

presenta

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Paisaje del Cáucaso.

En el Cáucaso, con el dramaturgo georgiano Soso Mjedlishvili.

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