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La Palestra de EuterpeJosé Benito Freijanes Martínez  

EL HIJO DEL OCASO.

  Aquí nací, sobre estos viejos riscos,
cerca de donde el sol se viene a desmayar,
tierra de la retama y tojo ariscos,
al lado de este mar.

  Aquí nací, lejos de la mañana,
mientras el cierzo, el noto, siroco y septentrión
daban su serenata a mi ventana,
silbando su canción.

  Aquí escuché con ellos a mi madre,
aquí vertí mis lágrimas primeras del amor,
y aprendí, si lo tuve, de mi padre
a callar mi dolor.

  Aquí la brisa es fuerte, y recia y fresca,
se mecen para siempre las olas onduladas
y matan, o regalan la vida con su pesca
a gentes abnegadas.

  Océano tremendo, hermano y guía
por donde derramó su historia mi nación,
a tu espuma saludo en este día,
azul mi corazón.

  Sí, cerca del crepúsculo he nacido,
pero adoro su mágico suelo sin igual,
y su translúcido aire humedecido,
denso de olor de sal.

  Llegan raras veneras a estas playas,
de arena blanca y fina como harina de pan,
donde el viento esculpió mágicas tallas
con su perpetuo afán.

  Y como estas veneras yo me llego,
por el viento arrastrado como en marino azar,
cuando el capricho del destino ciego
me trae a naufragar.

  Entonces me arrodillo y beso el suelo,
tal vez alguna lágrima replique a mi emoción,
alzo mis ojos al grisáceo cielo
y encuentro mi perdón.

  Y una vez más recuerdo que aquí llueve
tanto que hasta la roca se llega a disolver.
Sólo el que corazón muy fuerte lleve
no lo llega a perder.

  Me empapo en estas aguas que han disuelto
tanto corazón débil en esta vieja tierra
hasta que soy por dentro todo vuelto
a mi angustia y mi guerra.

  Y en tal momento entiendo por qué huyo
al claro Oriente, donde la Aurora me reclama:
oídos presto a este reclamo suyo
y voy porque me llama.

  Cuando de nuevo su mirar me agote
y toda su dulzura se vuelva empalagosa,
la dejaré viviendo de su dote
como a mi fiel esposa.

  Y hacia mi amado océano infinito
me iré como a un sudario espeso y plateado,
donde faro y gaviota unen su grito
sobre el escollo airado.

  Será que allá, donde mi tierra puebla
mar y ocaso, me llama su bramar.
Y, pues que soy un hijo de la niebla,
a morir en la niebla he de tornar.

presenta

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